(este artículo se publicó originalmente en la revista Actualidad Económica de El Mundo el día 28 de febrero de 2021)
Por lo tanto, nuestro destino no
solo depende del código genético con el que nacemos, sino que éste puede
modificarse por el entorno. De hecho, muchas enfermedades graves se desarrollan
por el efecto de una mala alimentación, el sedentarismo o la contaminación. La
epigenética afirma que el nuevo fenotipo resultante de esos influjos externos
no solo puede provocar la muerte sino también la de sus hijos ya que es
hereditario.
Si eso pasa en el ser humano, qué
puede suceder en una obra del hombre cómo son las empresas. Por ello se habla
también de las empresas mutantes. De compañías que cambian su legado y su
objetivo social fruto del ambiente en el que se desenvuelven. El investigador
de Deusto Business School, Jon Mikel Zabala explica estas dinámicas del
siguiente modo: “cuando las empresas están sometidas a entornos en los que los
cambios ocurren con una frecuencia e intensidad cada vez mayor, su ADN tiene
que mutar de una manera mucho más rápida para poder adaptarse». Ahora pensemos
en la coyuntura que nos ha tocado vivir, con todas las certezas de antaño
saltando por los aires. Los estándares de la deuda, las exportaciones, los
mercados, los tipos de interés, la productividad y hasta la fiscalidad han
cambiado radicalmente. La mortalidad de las empresas se ha disparado y ya no
hay barrera que pueda parar la disrupción de los nuevos entrantes. La
epigenética empresarial nos lleva a pensar que las deprimentes tasas de crecimiento,
empleo y consumo acabarán impactando en el ADN de las compañías para hacerlas
frágiles y moribundas. Por desgracia, esto no está tan lejos de la realidad que
viven las pymes del sector turismo y hostelería en países como España.
Pero en biología la epigenética
puede tener también consecuencias positivas sobre la salud del expuesto y en la
de sus descendientes. Ésta es la idea que sostiene Jörg Blech, bioquímico,
autor del libro El destino no está escrito en los genes, al afirmar que
«cuando damos un paseo o salimos a caminar, no sólo quemamos calorías, también
modificamos la actividad de los genes en el hipotálamo y desactivamos el efecto
de aquel que nos abre el apetito». En 2005, el escritor americano Dan Buettner
publicó en la revista National Geographic un reportaje titulado Los secretos
de una vida larga. Con rapidez el número se convirtió en uno de los más
vendidos de la historia del magazine. Identificó las llamadas «zonas azules»
para referirse a aquellos lugares del mundo en los cuales las personas son más
longevas. En estos lugares, en los que sus habitantes viven más que en el resto
del mundo, las personas llegan a los 100 años a un ritmo diez veces mayor que,
por ejemplo, en Estados Unidos. Y lo consiguen gracias a modificar su genética
con hábitos saludables como hacer ejercicio, huir del estrés, cuidar la
alimentación o tener un propósito de vida diario.
En la actividad económica también
puede aprovecharse el entorno para bien. Jamás hemos vivido un momento en el
que la tecnología sea tan accesible y potente. Nunca hasta hoy la
transformación digital ha estado en todas las agendas públicas. Por primera vez
la desintermediación y la competencia perfecta son sueños a nuestro alcance.
Del auge de las criptomonedas y el nuevo activismo digital de los foreros de
GameStop en la Bolsa puede aparecer una epigenética buena para las empresas. La
clave, siguiendo al profesor Zabala, es la innovación, pero entendida como un
proceso de búsqueda sistémica y sistemática. Sistémica porque las empresas tienen
que analizar no solo su sector, sino otros que tienen una cierta distancia con
respecto al suyo, pero que debido al uso de la tecnología pueden ser una
amenaza en un futuro próximo. Y sistemática porque ha de ser continua, apoyada
en herramientas como la prospectiva tecnológica, el emprendimiento corporativo
o el benchmarking de patentes que ayudan a identificar hacia dónde se están
moviendo los mercados. Empresas que mutarán con la innovación pero que lo harán
para bien.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
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