domingo, 14 de marzo de 2021

Economía Sénior. El reto de financiar la longevidad

(este artículo se publicó originalmente en la Revista Capital en el número de marzo de 2021



Qué buen momento para recordar que la palabra sénior no procede del inglés, sino que es una voz latina, del comparativo senior, más viejo. La pandemia nos exige dignificar la posición de los más mayores que han sido golpeados dos veces por el virus. Primero, por ser el 92% de todos los fallecidos y segundo, al haber padecido una inaceptable discriminación en los peores momentos de la crisis sanitaria.

Sénior se opone a júnior y su origen es también romance, de iunior, más joven.  Ambas palabras se han revitalizado por influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al nivel de conocimiento o los años de experiencia de candidato. Un trabajador júnior es un principiante con un nivel de autonomía bajo. Un empleo catalogado como sénior es para un experto que anticipa problemas para resolverlos a tiempo.

Fruto de lo anterior ha surgido el concepto de economía sénior. El conjunto de las oportunidades que derivan del impacto de las actividades realizadas y demandadas por las personas con experiencia acumulada. Actualmente ya representa el 25% del PIB en territorios como Europa, pero esto no ha hecho más que empezar, ya que en 2025 la previsión es que el peso de las personas que superen los 55 años en la economía de la Unión Europea sea del 31,5% del PIB y del 37,8% del empleo. En Francia, la cohorte de edad por encima de los 55 años representa más de la mitad del consumo nacional. En España, conforme el barómetro de consumo sénior, una aplastante mayoría dispone de una casa en propiedad que además está ya pagada. Si a ese dato se une que en gran parte de esos hogares hay dos fuentes de ingresos, resulta coherente -siguiendo ese estudio- que los propios seniors son optimistas con su futuro y creen que van a gastar y viajar más.

Hoy son más de quince millones los españoles en ese segmento de edad. Esos séniors cada vez viven más y mejor. Si hace un siglo en nuestro país apenas se sobrevivía unos pocos años a la jubilación hoy se superan las dos décadas de esperanza de vida a partir de los 65 años.  Pero tanta buena noticia no puede ocultar que nuestro sistema de previsión social en breve será incapaz de sostener las pensiones de un grupo tan amplio -20% de la población- y durante tanto tiempo -más de 20 años-. Además, los gastos asociados a una larga vida no disminuyen precisamente con la edad. Conforme nos acerquemos a los setenta y cinco años (ver estadística del INE de esperanza de vida con buena salud) es muy probable acabar siendo dependiente y por tanto necesitar (y pagar) cuidados durante el resto de la vida.

Por eso, para financiar nuestra longevidad tendremos que recurrir a pilares diferentes que la seguridad social. Ahorrar será imprescindible para compensar la insuficiencia de las pensiones públicas, bien sea con productos financieros (planes privados de pensiones) o propiciado por las empresas que nos emplean (EPSV de empleo también llamados planes de empleo) Pero por alguna razón, hacer líquido el ahorro inmobiliario de toda una vida no se usa en España. Siendo un país de propietarios apenas se ha movilizado la vivienda como complemento de la pensión. Siguiendo al profesor José Antonio Herce, los activos inmobiliarios pueden ser la base de un flujo de rentas o servicios previsionales vitalicios. Más allá de la hipoteca inversa (préstamo vitalicio que se otorga al dueño de una casa utilizando como garantía de devolución el valor de mercado de la vivienda) hay muchas otras figuras posibles. La renta vitalicia, la nuda propiedad o el alquiler vitalicio (también conocido como vivienda inversa que permite recibir una mayor renta ya que solo se descuenta el valor actualizado de un alquiler vitalicio) son otras fórmulas que han de florecer en España en beneficio de una mayor calidad de vida de las personas adultas mayores. De nuevo la colaboración público-privada mediante un nuevo marco que de garantías a la vez que incentive y con agentes valientes y honestos que comiencen a operar, será la fórmula de éxito. Economía senior para la economía de los seniors.

NOTA: Mi enhorabuena al directivo y emprendedor Benigno Lacort por haber sido pionero en promover la visibilidad del concepto de economía senior con sus encuentros de economía senior en Madrid.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “La Revolución de las Canas” (editorial Planeta, 2018)

No hay comentarios:

Publicar un comentario