(este artículo se publicó originalmente en la Revista Capital en el número de marzo de 2021)
Sénior se opone a júnior y su
origen es también romance, de iunior, más joven. Ambas palabras se han revitalizado por
influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta
clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al nivel
de conocimiento o los años de experiencia de candidato. Un trabajador júnior es
un principiante con un nivel de autonomía bajo. Un empleo catalogado como sénior
es para un experto que anticipa problemas para resolverlos a tiempo.
Fruto de lo anterior ha surgido
el concepto de economía sénior. El conjunto de las oportunidades que derivan
del impacto de las actividades realizadas y demandadas por las personas con
experiencia acumulada. Actualmente ya representa el 25% del PIB en territorios
como Europa, pero esto no ha hecho más que empezar, ya que en 2025 la previsión
es que el peso de las personas que superen los 55 años en la economía de la
Unión Europea sea del 31,5% del PIB y del 37,8% del empleo. En Francia, la
cohorte de edad por encima de los 55 años representa más de la mitad del
consumo nacional. En España, conforme el barómetro de consumo sénior, una
aplastante mayoría dispone de una casa en propiedad que además está ya pagada.
Si a ese dato se une que en gran parte de esos hogares hay dos fuentes de
ingresos, resulta coherente -siguiendo ese estudio- que los propios seniors son
optimistas con su futuro y creen que van a gastar y viajar más.
Hoy son más de quince millones
los españoles en ese segmento de edad. Esos séniors cada vez viven más y mejor.
Si hace un siglo en nuestro país apenas se sobrevivía unos pocos años a la
jubilación hoy se superan las dos décadas de esperanza de vida a partir de los
65 años. Pero tanta buena noticia no
puede ocultar que nuestro sistema de previsión social en breve será incapaz de
sostener las pensiones de un grupo tan amplio -20% de la población- y durante
tanto tiempo -más de 20 años-. Además, los gastos asociados a una larga vida no
disminuyen precisamente con la edad. Conforme nos acerquemos a los setenta y
cinco años (ver estadística del INE de esperanza de vida con buena salud) es
muy probable acabar siendo dependiente y por tanto necesitar (y pagar) cuidados
durante el resto de la vida.
Por eso, para financiar nuestra
longevidad tendremos que recurrir a pilares diferentes que la seguridad social.
Ahorrar será imprescindible para compensar la insuficiencia de las pensiones públicas,
bien sea con productos financieros (planes privados de pensiones) o propiciado
por las empresas que nos emplean (EPSV de empleo también llamados planes de
empleo) Pero por alguna razón, hacer líquido el ahorro inmobiliario de toda una
vida no se usa en España. Siendo un país de propietarios apenas se ha movilizado
la vivienda como complemento de la pensión. Siguiendo al profesor José Antonio Herce,
los activos inmobiliarios pueden ser la base de un flujo de rentas o servicios previsionales
vitalicios. Más allá de la hipoteca inversa (préstamo vitalicio que se otorga
al dueño de una casa utilizando como garantía de devolución el valor de mercado
de la vivienda) hay muchas otras figuras posibles. La renta vitalicia, la nuda
propiedad o el alquiler vitalicio (también conocido como vivienda inversa que
permite recibir una mayor renta ya que solo se descuenta el valor actualizado
de un alquiler vitalicio) son otras fórmulas que han de florecer en España en
beneficio de una mayor calidad de vida de las personas adultas mayores. De
nuevo la colaboración público-privada mediante un nuevo
marco que de garantías a la vez que incentive y con agentes valientes y
honestos que comiencen a operar, será la fórmula de éxito. Economía senior para
la economía de los seniors.
NOTA: Mi enhorabuena al directivo y emprendedor Benigno Lacort por haber sido pionero en promover la visibilidad del concepto de economía senior con sus encuentros de economía senior en Madrid.
Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y autor del libro “La Revolución de las Canas” (editorial Planeta, 2018)
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