miércoles, 21 de agosto de 2024

No cierra por vacaciones

 Este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 21 de agosto de 2024


La mitad de los mayores de 65 años son dependientes de alguna manera. Algunos estudios concretan esa cifra en un 34% de los que superan la edad de retiro. Un colectivo por tanto de casi cuatro millones que necesitan algún tipo de cuidados durante todo el año y que no entiende de vacaciones. Esas personas que hacen la vida más fácil de muchos mayores, en una mayoría son cuidadores no profesionales, no por ello menos eficientes, sino que simple y llanamente son familiares que no cobran por ello ya que mantienen un vínculo de afectividad con el dependiente que es mucho más sólido que cualquier contrato. Si profundizamos aún más veremos tres cosas. Primero que esas personas que cuidan son mujeres, segundo que es un fenómeno latino que se extiende por Iberoamérica con más intensidad que en el mundo anglosajón y tercero que dura mucho tiempo, la dedicación al mayor antes duraba apenas un lustro, pero ahora con el alargamiento de la vida, puede extenderse hasta tres lustros. Por tanto y en un cálculo prudente, al menos un millón de familiares dedicados en cuerpo y alma a atender a padres, abuelos o tíos.

 

Estos días que vemos carteles de cerrado por vacaciones o recibimos de vuelta correos electrónicos que nos avisan que no esperemos respuesta en breve por el descanso veraniego, conviene no olvidar que cuando una mayoría de españoles abandonamos obligaciones, otros siguen encadenados emocional y físicamente a los cuidados. En su casa, en la playa o en el pueblo, la tarea no cesa jamás.

 

Algunas de estas cuestiones han sido analizadas recientemente por Gina Rosell y Javier Marín. Para estos expertos en salud los estudios realizados en Latinoamérica, así como en Estados Unidos y Europa, destacan similitudes significativas en el perfil y las responsabilidades de los cuidadores informales. En todos los contextos, las mujeres predominan como cuidadoras, asumiendo tareas esenciales y complejas sin recibir formación profesional. La mayoría de estos cuidadores son familiares cercanos. Estos hallazgos subrayan la creciente carga de los cuidadores informales y la necesidad de apoyo y reconocimiento para estas personas que desempeñan un papel crucial en el bienestar de los pacientes y que se vuelven importantes para lograr que los pacientes recuperen su salud. Además, la salud mental de los cuidadores es una dimensión crucial que merece atención y apoyo urgente. El rol de cuidar, aunque gratificante, conlleva un peso significativo sobre la salud emocional y psicológica de los cuidadores. De forma general, recientes investigaciones revelan altos niveles de depresión y ansiedad entre los cuidadores informales. Esta carga se agrava en contextos donde las estructuras de apoyo son insuficientes, y la tendencia cultural de cuidar a los mayores en casa sin remuneración añade un mayor sacrificio personal.

 

Cuidar a los cuidadores es, por tanto, una exigencia, no solo ética sino también económica. Con un futuro en el que habrá cada vez más mayores – en el año 2050 se doblará la cifra actual de dependientes en nuestro país- no habrá sistema de salud que lo soporte. Como recuerda la gerontóloga Maite Sancho, nunca debemos olvidar que sin cuidados no hay vida. Ni cuando somos niños y me temo que ni cuando nos hacemos mayores. Ni en invierno ni en verano.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 6 de agosto de 2024

Perder es ganar (bronceados)

Este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el 6 de agosto de 2024

En verano con el calor, el mar y la piscina son los destinos más ansiados. Al mismo tiempo que se busca el refresco del agua, muchos también aspiran a lograr un color en la piel que favorezca más que el gris verdoso que se nos pone en la oficina. Volver a casa con un ligero bronceado no solo es una demostración que has estado de vacaciones, sino que además te han sentado bien.

 

Bronceados también están volviendo a España los miembros de nuestra delegación olímpica, no tanto por haber disfrutado del sol parisino sino por la cosecha de medallas que estamos consiguiendo. Los oros y platas sumados son menos que los bronces. Y de ese bronce quiero hablarles más que el de los rayos uva.

 

Es curioso (aunque sabio) que en los deportes olímpicos ser tercero sea una gran alegría. Perder es ganar. Conseguir la medalla de bronce es un triunfo, aun siendo la demostración palmaria de que no eres el número uno y en muchas disciplinas ni siquiera has hecho méritos para estar en la final. Lo bueno de los juegos olímpicos es que el reconocimiento al esfuerzo, aunque no se obtenga una victoria, es inmediato y reconocido popularmente. Los medallistas de bronce saltan de alegría y llegan a sus localidades de origen y reciben sentidos homenajes. En el resto de disciplinas de la vida esto no es así. Si no ganas, nadie se acuerda de ti, y tú mismo sientes que no has hecho tu trabajo bien. No tiene por qué ser así, el problema es que, en la vida real, la que no se retransmite por televisión, no hay bronces y muchas veces solo al cabo del tiempo nos damos cuenta que perder es ganar. Lo sabes perfectamente en el trabajo cuando no te dan ese ascenso para el que acumulabas méritos o incluso si te despiden injustamente… años después das gracias a esos sucesos que te permiten encontrar empresas donde te valoren de verdad. O más lejos aún si peinas canas como yo, cuando perdías noches de diversión por estudiar o planes soberbios porque tenías que madrugar en tus primeros empleos…con el tiempo te alegras de haber renunciado a todo eso, pero haber ganado una profesión.

 

Las lágrimas de Alcaraz tras perder la final, llevaron a Rafa Nadal ha escribir este mensaje en redes sociales que expresa a la perfección lo anterior “Carlos, aunque sé que hoy es un día difícil valora una medalla que es muy importante para todo el país y verás, con el tiempo, que para ti también”. Por eso a los que pierden todos los días, a los que jamás han ganado nada, a los que simplemente se quedan enfangados en una derrota, los animo a que sigan el mensaje de Nadal. Con el tiempo, como dice el tenista manacorí, este contratiempo será el anticipo de la victoria.

 

Y es que no sólo la medalla de bronce supone que perder es ganar, sino que la vida nos enseña y lo estamos viendo ganar a veces puede ser perder. Lograr una victoria en las urnas haciendo trampas es perder, amigos de Venezuela. También ganar una oposición de profesora en la Universidad Carlos III sin cumplir los méritos, es perder. Y quién sabe si ganar el referéndum entre las bases de ERC para lograr un concierto catalán sea finalmente perder ante la reacción de Puigdemont. El que tiene muy claro que ganar no es siempre bueno es Feijóo que acumula victorias electorales en las generales y en las europeas, pero su gesto y su gestión es la de una derrota. Hasta Pedro Sánchez que gana prestigio europeo y recibe todos los años ingentes fondos europeos, pierde cada vez que se pone lupa a la escasa ejecución de los next generation conforme a informes de reconocido prestigio. Por no hablar de los españolitos que vivimos en un país en el que nunca en la historia hubo tantas personas con una nómina, pero al mismo tiempo nunca antes daba un sueldo para tan poco.

 

Pero volvamos a las medallas olímpicas. El bronce no siempre fue para premiar hazañas deportivas, sino que uno de sus primeros usos fue para la defensa, escudos y celadas. Ojalá terminemos con muchos más bronces para España este verano de juegos olímpicos y nos sirvan como antaño para protegernos de lo que nos viene en nuestro país con el inicio del curso que tiene mala pinta a la luz de los últimos datos de empleo y de las amenazas de más bloqueo político (y si no nos sirven esos bronces como armadura por lo menos nos alegran estos días).

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 2 de agosto de 2024

¿Presidenta Kamala Harris?

 Este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el 2 de agosto de 2024

El sesgo de confirmación es una de las trampas mentales que explico a mis alumnos de la asignatura de dirección de empresas de cara a que conozcan la complejidad del proceso de toma de decisiones que sigue cualquier directivo. La lógica, la experiencia y los datos definen este proceso, pero también los fallos de la mente. De todos los prejuicios cognitivos a los que un consejero delegado está sometido, la trampa de la confirmación es uno de los más habituales, aunque no por ello el más conocido.

Este sesgo lleva a que cuando un CEO ejerce como tal y por tanto fija objetivos y hace seguimiento de los resultados, sin darse cuenta lo padece a la hora de analizar información. Y eso es así porque busca, interpreta, recuerda y por tanto prioriza de manera innata la información que confirma sus propias creencias. Pero no solo eso, sino que además otorga menos consideración a posibles alternativas de información que contradigan su propia hipótesis de partida.

No he dejado de acordarme de este error mental de la confirmación estas semanas desde que el presidente Joe Biden anunciara que no se presentaba a la reelección. Cualquier noticia publicada o comentarista opinando en medios de Europa, tenían este sesgo implícito. De modo y manera que a la luz de lo aparecido en los medios continentales, la victoria de Kamala Harris en las elecciones de noviembre estuviese ya asegurada al cien por cien.

Esta trampa de la mente de tantos para hacer cuatro meses antes a Kamala Harris la primera presidenta mujer de la historia de Estados Unidos, estaba basada, por supuesto, en varios hechos objetivos.

En primer lugar, la recaudación récord de la historia del partido demócrata, puesto que en apenas 24 horas desde que anunció su candidatura Kamala consiguió más de 100 millones de dólares. Además, dos días después de anunciar la vicepresidenta Harris su aspiración a liderar la candidatura de su partido, todas las encuestas otorgaron a la franquicia del burro un subidón, incluso alguna como la de Ipsos le daba por encima de Trump por primera vez. Y en tercer lugar el aluvión de apoyos de notables del partido con el matrimonio Clinton o Nancy Pelosi a la cabeza y estrellas como George Clooney, Robert de Niro o Barbra Streisand. Datos irrefutables.

Pero al mismo tiempo otros tantos hechos relevantes y notorios fueron obviados sistemáticamente del razonamiento inductivo seguido por tantos analistas en estos lares. A saber, el anuncio de los Obama de buscar un “candidato extraordinario” en lugar de apoyar a la vicepresidente en los días posteriores al desistimiento de Biden. La bajísima popularidad de Kamala entre las bases y el aparato del partido durante toda la legislatura que le ha llevado a estar prácticamente desaparecida de la escena pública desde su nombramiento en 2021. Por último, sus problemas para armar un equipo estable con dimisiones constantes en su núcleo directivo. Igualmente de irrefutables estos hechos, pero manifiestamente obviados.

O incluso en otra clara demostración de la trampa mental de la confirmación se ha llegado a interpretar sesgadamente otras informaciones también objetivas, quizás confundiendo deseos con realidades. Veámoslo. El programa electoral de Trump, más allá del personaje, es claramente amistoso con las empresas con rebajas fiscales frente a las alzas anunciadas de Harris; subidas de aranceles a la importación china recuperando un proteccionismo que gusta a las pymes y a la clase trabajadora, así como medidas para apoyar el emprendimiento tecnológico ante los ataques de Harris a las grandes corporaciones. En segundo lugar, el nombramiento de Vance como ticket republicano con una trayectoria con la que es idéntica el americano medio gracias a su libro superventas que podríamos libremente traducir su título como “El Paleto” y su exitosa trayectoria como inversor; el senador por Ohio representa el éxito del talento sin apellidos. Al mismo tiempo a Kamala se la identifica con el elitismo intelectual y progresista que para muchos votantes americanos es California; medidas defendidas durante su experiencia política en el “estado dorado“ como la legalización del cannabis, la regularización de indocumentados o el control sobre la posesión de armas no son bien vistas por una mayoría de votantes del centro y sur; que Harris ha cebado con su plantón al presidente de Israel estos días a la Cámara de Representantes.

Por mi parte y para huir de tanto sesgo he decidido ir a las fuentes primarias y escuchar su primer discurso como candidata. Mi sensación era la de una política alejada del tradicional centrismo de los demócratas y muy cerca de las propuestas populistas de la izquierda francesa de Melenchón: impuestos a los ricos, trabas a las grandes empresas, agresiva fiscalidad para luchar contra el cambio climático y alineamiento con los postulados de los sindicatos.

Mas allá de las publicaciones de estos días sobre Kamala Harris, son numerosos los experimentos en universidades americanas que han demostrado este sesgo del que le estoy hablando. Me viene a la cabeza aquel que se hizo con los votantes de Bush Junior al respecto de las armas de destrucción masiva que provocaron la guerra de Iraq y que nunca se encontraron, A pesar de ello los votantes republicanos seguían defendiendo la invasión usando esa premisa sabiendo que no era cierta. Quizás en unos años estas mismas investigaciones analicen los artículos periodísticos en Europa sobre Harris, solamente lo sabremos el 5 de noviembre. Hasta entonces y para ser justo entono el mea culpa y reconozco sufrir yo también el sesgo de confirmación, sin ir más lejos este domingo 28 de julio creyendo que en Venezuela las elecciones traerían la democracia.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC