sábado, 15 de marzo de 2025

Los hombres fuertes vuelven al poder

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 5 de marzo de 2025)

Las polémicas decisiones del presidente Trump en las primeras semanas de su mandato tras su incontestable victoria electoral han desempolvado la vieja teoría del liderazgo de Thomas Carlyle. Este filósofo de hace dos siglos defendía que el destino de la humanidad debería dejarse a los «hombres fuertes», líderes superiores en inteligencia y personalidad porque solo ellos salvarían a la sociedad. Para este profesor escocés el progreso de la civilización habría sido posible exclusivamente por un puñado de grandes hombres con ambiciosa visión y capacidad de arrastrar voluntades.

Esta teoría quedó olvidada por su machismo, no solo porque citaba una sola mujer con liderazgo a lo largo de la historia, sino también porque los investigadores de esta rama de la ciencia a medio camino entre la economía y la psicología, la descartaron con númerosos experimentos empíricos. Varias universidades americanas durante el siglo pasado estudiaron el comportamiento de cientos de directivos con alta autoestima, inteligencia y fuerza para comprobar que eso no garantizaba resultados excepcionales. Tener rasgos de personalidad de un líder no traía asociados comportamientos de liderazgo y ni mucho menos, por tanto, desempeños fuera de la común.

En cambio, se demostró que la mejor forma de liderar una empresa o un país es aquella que se adapta a las circunstancias, de modo y manera que en ocasiones habrá que tomar decisiones participativas, en otras unilaterales y siempre teniendo en cuenta el entorno. Este liderazgo conocido como de contingencia o situacional enterró definitivamente en el baúl de la historia la teoría victoriana del hombre fuerte. Al mismo tiempo que triunfaba en la literatura de la psicología industrial pero también en la cúspide de las empresas y los países, los líderes conocidos como transformacionales. Modelos a imitar para los seguidores, personas buenas que hacen que los demás quieran ser así. Este nuevo líder hace mejor a los que les siguen y les transforma para bien. Obama, Merkel en la política o Amancio Ortega y Bill Gates en la empresa.

Pero las amenazas de estos tiempos, guerras, crisis económicas o incluso las pandemias han resucitado esos hombres fuertes transaccionales. Precisamente porque trasladan a la sociedad un acuerdo tácito con sus accionistas o votantes “si me das el poder de ser CEO/Jefe de Estado yo te devolveré dividendos/tranquilidad”. Ante ingentes problemas parece que son necesarios poderosos líderes transaccionales, porque el pacto es sencillo: si se les apoya, solucionarán los entuertos. Al mismo tiempo el seguidor se tapará los ojos ante los métodos usados para arreglar este mundo.

Trump y su bochornosa reunión con Zelenski es un claro ejemplo, como antes lo fue Putin en Rusia. Ahora Milei en Argentina o Bukele en El Salvador. A punto estuvo la izquierda insumisa de Melenchon en Francia o la derecha extrema de Alice Weidel en Alemania, cuestión que ya lograron Fico en Eslovaquia y Orban en Hungría. Grupo que se une a los clásicos hombres (siempre) fuertes del comunismo chino, cubano o venezolano.

Pero lo curioso del momento actual y de la vuelta a ese casposo modo de mandar es que por primera vez en la historia la política y la empresa van paralelas. Trump empresario y político (acordando la paz y haciendo negocios con las tierras raras) ha contagiado a los aspirantes de todo el planeta en ambas disciplinas. El alumno aventajado es Elon Musk acostumbrado a un liderazgo empresarial de macho alfa que desprecia a los trabajadores y sacraliza los beneficios que tiene en el nuevo vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vance la horma de su zapato que se ha atrevido a dejar por escrito dicha teoría en el best seller con su biografía.

En cualquier caso, conviene no caer en la trampa de este neofeudalismo político-económico y confundir contundencia con extremismo o rigor con radicalismo. La fortaleza de los valores de un líder no son patrimonio de estos personajes, sino que a lo largo de la historia son muchos los líderes que sin caer en las actitudes sectarias las han cultivado. Nadie duda que la contundencia de Churchill o de Teresa de Calcuta no eran incompatibles con la bondad. Al mismo tiempo el alto rendimiento de Ana Botín en el Banco de Santander o Steve Jobs en Apple no impidió su alta consideración y la fidelidad a sus equipos. Porque si la historia nos ha enseñado algo es que esos estilos de liderazgo pasarán pero si caemos en estas trampas mentales de asociar clarividencia a radicalismo, las consecuencias son siempre nefastas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 5 de marzo de 2025

¿No tienes traje?

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el 3 de marzo de 2025)

Siempre he defendido que los hombres perdemos mucho con la tendencia actual de no llevar traje y corbata. Nuestros padres y abuelos, con independencia de dónde trabajaran y vivieran, tenían una chaqueta y corbata para las grandes ocasiones. Una celebración, una entrevista de trabajo, un funeral o hasta ir al médico exigía una vestimenta formal para mostrar respeto.

Daba igual si esa ropa era buena o mala, a la moda o antigua, barata o cara, el traje era una prenda en el armario de cualquier hombre español. No hay foto familiar sin un antepasado con su americana y corbata oscura. Y esa imagen de elegancia quedaba en la retina grabada de sus descendientes porque el traje masculino precisamente se inventó para ayudar a la apariencia del hombre ocultando un exceso de grasa en el abdomen o unos hombros poco musculados. Las hombreras y la longitud de la chaqueta por debajo de los glúteos, sin duda, mejoraban la imagen de cualquiera. Si a ello se le añadía una camisa blanca y una corbata, el resultado era un paisano con aspecto pulcro al mismo tiempo que lanzaba un mensaje de formalidad y preocupación por agradar.

Los que defienden que el traje es una prenda elitista no saben qué responder ante el precio de las zapatillas que se han puesto de moda o de esas sudaderas que arrasan y cuestan más que tres trajes en una tienda popular. No es el argumento económico lo que ha hecho que se abandone el traje sino la supuesta comodidad de prescindir de la obligación de anudarse la corbata y ponerse una chaqueta y unos zapatos oscuros. El problema es que ese confort en demasiadas ocasiones está reñido con la estética. Un traje sienta bien a cualquiera porque se diseñó para eso, pero me temo que el estilo chándal actual fue inspirado por jóvenes deportistas americanos, que no se parecen mucho al español medio.

Así pensaba yo hasta este viernes. Y ha tenido que ser la encerrona que sufrió el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en su reunión con Donald Trump en el despacho oval de la Casa Blanca lo que me ha hecho cambiar de opinión. Zelenski acudió vestido con ropa militar como lleva haciéndolo desde hace tres años, cuando comenzó la invasión de su país por parte de Rusia. Lo ha hecho con mandatarios de todo el mundo, desde jefes de Estado a reyes, pasando por el Papa o religiosos de todo credo. El presidente ha defendido esa indumentaria del Ejército ucraniano como una muestra de respeto a los militares en el frente, cientos de miles de fallecidos y a los ciudadanos que tan mal lo están pasando con millones de ellos desplazados de sus hogares. Y muchas veces ha dicho que tiene un traje preparado para vestirlo cuando acabe la guerra. Todo público y notorio.

Trump recibía a Zelenski bromeando, con un toque de ironía, con lo elegante que venía a la Casa Blanca. Pero las cosas se torcieron cuando el vicepresidente JD Vance apeló a la diplomacia con Rusia tras el fracaso de la guerra, lo que provocó una respuesta de Zelenski que enfadó a Donald Trump. "No estás en posición de decirnos qué va a pasar con nosotros... Sin nosotros, no tienes las cartas para ganar... Estás jugando con la vida de millones de personas y con la tercera Guerra Mundial y lo que estás haciendo es muy poco respetuoso... Va a ser muy difícil hacer negocios así. Tienes que ser más agradecido... Sin nosotros estás acabado", le espetó el presidente, llegando incluso a mandar callar a Zelenski.

Aun así, en plena conversación, retransmitida por televisión, entre Trump y Zelenski sobre un eventual acuerdo con Rusia para un alto el fuego, un periodista con tono burlesco le echó en cara si no tenía traje y cómo mostraba tan poco respeto así vestido en la sede de la presidencia de los Estados Unidos. La pregunta formaba parte de una estrategia para humillar al ucraniano y de paso a los políticos que le habían apoyado en el pasado. El tiempo dirá si le ha funcionado o no a Trump esta puesta en escena, pero a mí sí me ha afectado, y aunque sea por unos días, dejaré de alabar el traje para reivindicar el coraje y el mensaje del suéter negro de Zelenski.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 17 de febrero de 2025

La mayoría de edad (de Europa)

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 17 de febrero de 2025)

Desde un punto de vista legal en la mayoría de los países europeos los 18 años es la frontera para alcanzar la vida adulta. Eso supone poder conducir, comprar alcohol, entrar en una discoteca, pero también votar, adquirir una casa o hasta ir a la cárcel. Otra cosa diferente es emanciparse, o lo que es lo mismo vivir independiente y asumir responsabilidades fuera del hogar familiar. Ahí la edad media supera los 26 años en Europa. No es fácil, porque además de un empleo que permita pagar gastos básicos como vivienda o alimentación, supone tener que gestionar imprevistos y ser muy consciente de que ya no hay padres para ayudar o vigilar que todo es correcto. Eso hace que cada año la edad de emancipación se retrasa, hasta que ya es insostenible seguir en casa de los padres, bien por edad o bien porque los progenitores dicen basta.

Europa se encuentra en este momento de emancipación, pero no voluntaria. Llevamos décadas retrasando la decisión de ser independientes en materia de defensa. Nos hemos acostumbrado a que la responsabilidad de protegernos de los enemigos externos recaía en Estados Unidos. Y ahora, sin darnos cuenta, nos han abierto la puerta para salir del calor del hogar. La administración Trump llevaba meses avisando, el nuevo presidente lo había dicho en mítines, en los debates electorales y hasta en artículos y documentos, pero los europeos -como esos hijos consentidos- hemos hecho caso omiso. Nos pedían los americanos aumentar nuestro presupuesto en defensa, pero nosotros preferíamos plantar árboles; exigían tropas para proteger las fronteras, en cambio nosotros defendíamos acuerdos comerciales con el enemigo para aplacarles; rogaban luchar juntos contra las plataformas digitales chinas pero nosotros optamos por poner multas e impuestos a las redes sociales americanas… La realidad es muy parecida a esos hijos que los padres les piden que ahorren para independizarse pero siguen saliendo a cenar todos los días, que respeten los horarios y sean corresponsables de las tareas hogareñas, pero siguen comportándose como menores de edad cuando superar los treinta, hasta que un día te encuentras las maletas en la puerta.

Estados Unidos y Europa compartían un hogar: Occidente, pero no los gastos. A los europeos nos gustan los impuestos y las normas, en cambio odiamos las armas y Trump ha dicho hasta aquí hemos llegado. Si vivimos juntos, asumimos las cargas (y beneficios) juntos y si no es así, a emanciparse toca. El nuevo gobierno americano ha tomado decisiones en una clara dirección: Europa ya no es parte de mi familia y tendrá que formar la suya propia con lo que ello supone, desde pagar su ejército a defender sus intereses en una jungla mundial en el que no es el más fuerte y ni siquiera puede aspirar a tratar de tú a tú al grupo de los que toman las decisiones: todos ellos armados hasta las cejas con muchas bombas y poca ética.

Emanciparse nunca es sencillo, pero siempre imprescindible para ser consecuente con la edad que reza el DNI. Europa es mayor de edad y ahora ha de demostrarlo, será difícil y será mejor para todos.


Iñaki Ortega, es doctor en economía en UNIR y LLYC 

domingo, 16 de febrero de 2025

“Madman Theory” y la política trumpista

(este artículo se publicó originalmente en el diario El Levante el 15 de feberero de 2025)

Octubre de 1969, el presidente de Estados Unidos ordena a una docena de aviones militares cargados de armas nucleares que atraviesen Alaska y vuelen cerca de territorio soviético. Es la Guerra Fría con un enquistado conflicto en Vietnam, la maniobra de Richard Nixon pretendía que los rusos creyesen que estaba dispuesto a usar armas nucleares. Años después su jefe gabinete lo explicó en el libro “Los fines del poder” y acuñó la teoría el loco (Madman Theory) como la táctica usada por Nixon para hacer creer al enemigo que podría apretar el botón nuclear.  El presidente estadounidense quería que los líderes soviéticos pensaran que era lo suficientemente impredecible como para usar armas nucleares si no se llegaba a un acuerdo favorable para su país, de ahí esos bombarderos volando a metros del espacio aéreo soviético para así demostrar su disposición real a usar fuerza extrema.

La estrategia no es nueva, son varios los investigadores que han demostrado que un estadista puede formular amenazas más efectivas si es percibido como demente por las naciones rivales. “Si el líder es capaz de transmitir que está loco de forma limitada a un tema concreto, entonces a veces puede tener éxito”. Mas allá de la política, esta técnica de negociación consiste en hacer que la otra parte crea que eres capaz de tomar decisiones irracionales o extremas si no se cumplen tus demandas. La idea es que el miedo a lo impredecible lleve a la otra parte a ceder en la negociación para evitar consecuencias negativas.

Ahora que Trump comienza su segundo mandato con polémicas medidas conviene no olvidar esta teoría repasando en primer lugar el pasado reciente. En 2017 siendo presidente amenazó que respondería con “fuego y furia” si Corea del Norte atacaba los intereses de Estados Unidos en el mundo; no hubo ataque porque los coreanos no escalaron la tensión Unos meses antes anunció a bombo y platillo la construcción de un muro en la frontera con México que pagarían además sus propios vecinos del sur; tampoco se inició esa muralla porque el país azteca aplicó una restrictiva política migratoria.

Pero si ahora analizamos sus primeras decisiones veremos la misma táctica. Anunciar que Estados Unidos debía “recuperar” el Canal de Panamá y así conseguir -con el miedo a una invasión- retirar a los chinos del control de esta vía de transporte. O pasarse toda la campaña alardeando de que su palabra favorita del diccionario es aranceles para en los primeros días tras su toma de posesión firmar una orden de un 25% de impuestos al comercio con México y Canadá que se retira tras conseguir 10.000 soldados respectivamente en sus fronteras del norte y sur pagados por Sheinbaum y Trudeau.

Trump podrá ser un bravucón, pero no es estúpido. Por ahora la estrategia del loco con los aranceles le ha funcionado y veremos si la de exigir Groenlandia se salda o no con un mayor presupuesto de defensa de la Unión Europea. Tampoco ha de descartarse que la boutade de acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas o los resorts de Gaza, traigan al fin y a la postre una paz en la zona acorde a los intereses americanos, que por otro lado siempre serán mejores para nosotros que los del imperialismo ruso o los terroristas islámicos.

Decía que Trump tiene verbo flojo, aunque capacidad contrastada para los negocios. Y el presidente americano es el que menos interés tiene en una guerra comercial, aunque demuestre lo contrario. De hecho, su fortuna familiar está basada en esa apertura, pero sobre todo la prosperidad del mundo y en particular la de Estados Unidos está construda sobre el libre comercio. Ha sido así desde el nacimiento de la nación americana que se benefició de la desaparición del régimen económico mercantilista de la Europa de los siglos XVI, XVII y XVIII basado en aranceles para proteger su industria. Estados Unidos también en 1947 fue uno de los principales impulsores y firmantes del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Tras la Segunda Guerra Mundial el país de Trump buscaba promover la recuperación económica global y evitar los errores proteccionistas que habían contribuido a la Gran Depresión. Por ello, apoyó la creación del GATT para reducir barreras comerciales y fomentar el libre comercio. Es más no se entiende el exitoso “soft power” americano en el mundo sin sus multinacionales que han convertido la cultura estadounidense con su cine, moda y hasta comida en el principal atributo para seguir siendo el primer país del mundo.

Por eso y mucho más, cuando veamos a Trump fuera de sí firmando órdenes inopinadas de aranceles recordemos la frase que Maquiavelo en el siglo XVI dejó escrita “en ocasiones una cosa muy sabia es simular locura”.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 11 de febrero de 2025

Una infiltrada en los Goya

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 9 de febrero de 2024)

En plena Ilustración, la desconfianza a una universidad reacia a las nuevas ideas propició la creación de las academias que no eran otra cosa que sociedades culturales generalmente agrupadas por disciplinas. A lo largo de los siguientes siglos se fueron creando las academias de la historia, la de bellas artes o la de ciencias morales. Todas tenían por costumbre premiar a los mejores de su ámbito cada año. En España y en todo el mundo. Quizás los galardones más conocidos son los premios Nobel de la academia sueca que datan de 1901, aunque los que han cogido protagonismo en la era audiovisual son los premios Oscar de la academia estadounidense del cine que se entregan desde 1929.

Aquí no fue hasta mediados de los ochenta cuando se crea la academia española del cine y con ello la entrega de los premios Goya. Años antes los franceses instauraron sus premios Cesar y los italianos los David; todos a imagen y semejanza de Hollywood buscaban no solo el reconocimiento a los mejores sino también la promoción del cine patrio con una gala siempre televisada repleta de estrellas y actuaciones.

Me gusta ver los Goya, aunque reconozco que desde hace años a regañadientes por la intromisión de la política. Los cineastas acaban creyendo que su ideología es la de sus espectadores y se empeñan en convertir la gala en una sucesión de consignas. 

Desde el No a la Guerra contra Aznar, pasando por las críticas a Rajoy por las políticas de vivienda o los lugares comunes de actores y actrices denunciando el cambio climático o la condena al franquismo, como si no fuese algo compartido por una inmensa mayoría. Pero al mismo tiempo en estos años jamás una mención al auge del populismo de izquierdas o del independentismo y apenas algún comentario sobre el terrorismo etarra. Por supuesto los asuntos sociales ocupan más espacio en las intervenciones en el caso de que gobierne la derecha, ya que si es un partido progresista el que manda, los asuntos como las guerras en la que participa España, la pobreza o la corrupción desaparecen de la agenda. Un experimento sencillo es comprobar si el bar donde toma usted el café se habla de las mismas cosas que escuchamos a los actores.

Aun así, soy uno de los siete millones de españoles que me atornillo al sofá de casa para ver la entrega de los premios. Siempre descubro una película que se me escapó de la cartelera y eso me permite reconciliarme con el buen cine español, a pesar de los pesados que se empeñan en agradecer el premio a todos los amigos de su cuadrilla amén de padres, cuñados y sobrinos. Pues bien, esa era mi actitud la noche de este sábado, tirando a arrepentido, después de casi cuatro horas de ceremonia, cuando la Academia sorprendió, a eso de la 1.30 de la madrugada, concediendo el premio a la mejor película "ex aequo" a dos títulos, El 47 y La infiltrada. 

Y María Luisa Gutiérrez, la productora de la película de una policía que se hace pasar por etarra para detener a los terroristas, tomó la palabra. Y lo que nunca se escucha en los Goya pudo oírse: "la democracia se basa en la libertad de expresión, y esta se sustenta en que, aunque yo esté en las antípodas de lo que piensas tú, te respete y tengas el derecho a decir lo que piensas". Ninguna idea es mejor que otra y ningún asunto debe ser vetado: "es una historia (la de las víctimas de ETA) que hay que recordar, porque la memoria histórica también está para la historia reciente de este país".

Me acosté pensando que esta academia sí era la misma que las del Renacimiento que nacieron para expresar lo que no se podría decir en otros foros. Que dure.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 7 de febrero de 2025

El efecto pendulo

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 3 de febrero de 2025)

No hace falta desempolvar un manual de cuando estudiabas bachillerato para recordar que un péndulo puede ser cualquier objeto colgado de un hilo que con un movimiento oscila de un lado a otro. La ley física que lo explica está basada en la gravedad y Newton lo resumió con su famosa máxima: para cada acción, hay una reacción igual y opuesta.

El movimiento del péndulo se usa en los relojes que estaban en los salones de nuestros abuelos o en esos aparatos, los metrónomos, que usan los pianistas para seguir el compás y aunque no lo sepas, también en los móviles de hoy en día para contar pasos o girar la pantalla.  Pero lo más actual no es la aplicación a los smartphones de este principio de la física que Galielo Galilei estudió hace cinco siglos. El efecto péndulo permite explicar perfectamente la conducta de una gran mayoría de personas de nuestro tiempo. Comportamientos generalmente extremos que tienen impacto en la economía, en la política y en las relaciones sociales.


Los psicólogos lo están estudiando y han llegado a la conclusión de cómo las personas, cuando están ancladas en un comportamiento radical que se quiere abandonar, necesitan explorar el lado contrario. Sin embargo, este cambio no se produce, por desgracia, de manera paulatina, sino que es pendular, yéndose estas personas, por tanto, de un polo a justo el contrario.

En el ámbito económico se observa en las políticas fiscales y monetarias. En tiempos de crisis, las autoridades recurren a medidas de estímulo agresivas, como la inyección de dinero con bajos tipos de interés o reduciendo impuestos, para fomentar el crecimiento y el consumo. Sin embargo, una vez superada la crisis, optan por drásticas medidas en la dirección opuesta, como el aumento de las tasas de interés o los recortes en el gasto público, con el fin de controlar la inflación y reducir la deuda.

Lo estamos viendo también con las políticas medioambientales en las que se ha pasado de una superproducción normativa de leyes ecologistas al momento actual de frenazo en seco. Por no hablar del control de las redes sociales con la verificación de datos que hasta hace poco era toda una censura previa para ahora haberse eliminado y dejar que reine la ley del más fuerte en las plataformas sociales.  En el terreno político, el péndulo se manifiesta en la alternancia entre gobiernos de derecha e izquierda. Lo hemos vivido en España y ahora en Estados Unidos, un partido llega al poder, e implementa inmediatamente políticas que buscan revertir las medidas de sus predecesores. Da igual que sean buenas o malas. Y qué decir de cómo la actriz española transexual Karla Sofía Gascón ha pasado de la noche a la mañana de heroina a villana.

Nada que no se vea en nuestro ámbito más cercano, como ese familiar conocido por sus excesos y ahora se acuesta a las diez para correr maratones y hacer ayuno o esa amiga que defendía la vida ordenada y familiar hasta que un cambio de estado civil le lleva a prácticamente vivir en los bares de copas

Por eso frente a la vieja ley del péndulo me atrevo a recomendarte que nos quedemos con Aristóteles y su también antigua defensa de que en el punto medio está la virtud. No es fácil porque la fuerza de gravedad es potente, pero se trata de hacer un esfuerzo e intentarlo. A todos nos iría mejor.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 26 de enero de 2025

Enamorados

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 20 de enero de 2025)

Los españoles que ya han superado los cincuenta son felices. Así podría afirmarse si ese estado de ánimo tiene que ver con la ausencia de problemas de salud o económicos y con que el amor esté muy presente en sus vidas. El último barómetro senior de la Fundación MAPFRE ha estudiado cómo son los más de 16 millones de españoles mayores de 55 años que suponen una de cada tres personas de nuestro país. Agárrense que hay curvas, a la vista de los hallazgos.

Los resultados muestran un grupo de edad sin preocupaciones económicas (58%) que además confían en que su bienestar no empeorará (73%) y eso permite que más de 8 millones de seniors -la mitad del colectivo- ahorre todos los meses. También una mayoría aplastante (80%) cuida su alimentación o hace ejercicio físico (58%) lo que da sentido a que apenas visiten el médico, en concreto casi ocho de cada diez van menos de una vez por mes.

Tener resueltos estos temas es importante pero muchas veces no garantiza la felicidad, en cambio querer y sentirse querido aparece siempre en cualquier estudio como uno de los elementos para una vida plena. Y los españoles mayores responden masivamente (84%) que están enamorados. Casi diez millones de españoles beben los vientos por su pareja, sienten esas mariposas en el estómago y conforme a este barómetro, algo más. Porque el estudio les ha preguntado por su vida sexual, algo tabú hasta ahora. De hecho, conviene recordar que hasta hace poco la estadística oficial de hábitos familiares dejaba de preguntar por la vida íntima a las cohortes que superaban los sesenta años.

Pues bien, los seniors defienden (63%) que el sexo es clave para una buena calidad de vida; la mitad de ellos está satisfechos con su vida sexual…de lo que se infiere que a unos cuantos millones de canosos les gustaría algo más de actividad sexual. Así que, -también teniendo en cuenta de que con la edad se pierde el deseo (57%)- algunos de ellos, cientos de miles, se han lanzados o bien a la botica para mejorar sus relaciones o bien a plataformas de citas en internet para encontrar una pareja para ese sexo que añoran. Que nadie piense que en un grupo tan amplio como los seniors, esto solo sucede en los más jóvenes de ellos, es decir en los que tiene cincuenta o sesenta, porque los porcentajes mencionados se mantienen muy altos también en los septuagenarios en incluso en los que están en lo ochenta o más. La única diferencia aparece en el género. Y es que, los hombres seniors son más enamoradizos que ellas, dan mucha más importancia al sexo que las mujeres (74% frente a 53%) y les gustan mucho más las pastillas para mejorar su vida íntima. No obstante, las seniors que utilizan las aplicaciones para ligar son nada más y nada menos que el doble que los hombres.

Ahora después de leer estos datos, por favor, a quitarse esos clichés absurdos sobre la edad y a redescubrir que todos esos seniors que tenemos delante.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC