viernes, 15 de marzo de 2024

De Barcelona al mundo pasando por Estambul

(este artículo se publicó en El Periódico y otras cabeceras del grupo prensa iberica el 9 de marzo de 2024)

Desde el año 2019 varias asociaciones empresariales, con el respaldo de la Casa Real, conceden el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial a una personalidad que con su empresa haya tenido alto desempeño en la creación de empleo, inversión, innovación e internacionalización. Los círculos de empresarios vascos, catalanes y de Madrid buscan más allá de premiar una carrera, dar un ejemplo para las futuras generaciones a través de figuras empresariales que han promovido el progreso y bienestar de la sociedad española en su conjunto.

España ha gozado de una clase empresarial de primera, reconocida en sus respectivas industrias e incluso a nivel global, pero en demasiadas ocasiones con poco conocimiento dentro de nuestras fronteras, lo que ha lesionado las futuras vocaciones. De hecho, en los últimos tiempos al necesario dinamismo de estos empresarios se les ha exigido un importante espíritu de sacrificio para adaptarse a las dificultades del mercado y a las trabas promovidas desde el sector público. Crisis, pandemias, regulaciones, nuevos impuestos, aumento de la carga fiscal y sobre todo la sombra de la sospecha sobre la actividad empresarial han desincentivado la creación de empresas en España.

El premio de este año al presidente de Mango, Isak Andic, es una oportunidad espléndida para que millones de españoles encuentren la inspiración necesaria para ser emprendedores. Isak nace en Turquía, pero siendo menor de edad y adolescente llega a Barcelona con su familia. Sin cumplir los 18 años ya comienza su actividad mercantil con unas alegres camisas que importa de su país natal y que arrasan en la Barcelona gris de esos años. Han pasado más de cincuenta años, Andik ya no vende en mercadillos, sino que tiene más de 2700 tiendas en los cinco continentes. De tener como empleados a su familia ha pasado a dar trabajo a más de 15.000 personas. De una maleta con 50 camisetas a más de 180 millones de prendas cada año.

Siendo importante esa evolución, lo relevante son los valores de Isak Andic que lo han hecho posible y que se han acabado convirtiendo en la cultura de Mango y en su mejor legado. Peter Drucker alertaba que la cultura se come a la estrategia de desayuno. Para el profesor de NYU no hay plan de éxito sin una cultura potente. Los objetivos por muy sofisticados y ambiciosos que sean no resisten un primer asalto si van en contra de la cultura. Durante los últimos meses he tenido el honor de zambullirme en la cultura de Mango de la mano de sus empleados. Las increíbles anécdotas escuchadas sobre su fundador ratifican lo que el economista Robbins lleva tiempo defendiendo, las historias son una de las formas más potentes para transmitir los principios de una compañía.

No volver nunca a casa, cuando Isak era viajante, hasta que la maleta de prendas para vender estuviera vacía. Por eso en 2024 desde el centro logístico de Lliçà se puede servir género a 115 países del mundo; esa fuerza de voluntad que ha llevado a Andik a trabajar durante cerca de medio siglo, todos los días, desde al alba hasta la noche, ha imprimido en los más de 30.000 colaboradores de Mango la ambición de cumplir con la palabra.

Soñar en grande, tras abrir la primera tienda en Barcelona Andik prometió tener un establecimiento en cada una de las grandes capitales del mundo. Ahora no hay gran capital sin tienda Mango y en breve serán más de un millón de metros cuadrados de superficie de venta en todo el planeta. Siempre desde Barcelona con una vocación de servir al mundo como marca española.

Isak invirtió, casi a ciegas, en lo desconocido como era internet en los años noventa para acabar siendo la primera marca de moda en ver la oportunidad del online. Ahora nuevas plataformas con altas capacidades cognitivas permitirán a los colaboradores de Mango tener copilotos para mantener esa obsesión de su fundador, que cada cliente se sienta como invitado a nuestra casa.

Rodearse de los mejores, pero ante todo de buenas personas. Este año se cumplirán cuarenta años de la creación de Mango y siguiendo la máxima lampedusiana, todo ha cambiado para que nada cambie. Isak sigue siendo el presidente de la compañía, pero con un equipo directivo de altísimo rendimiento liderado por un consejero delegado, Toni Ruiz, que ha conseguido los mejores resultados de la historia cuidando los equipos y que representa a la perfección el espíritu de los primeros tiempos de la empresa.

Isak Andic es un faro para los españoles, un emprendedor que emigró a nuestro país y encontró el mejor lugar para crear su empresa y por tanto generar riqueza para esa tierra. Constancia, ambición, innovación y generosidad. El premio que recibirá en unos días es una llamada de atención para todos porque sin una clase empresarial fuerte, reconocida y apoyada, España no puede pretender ofrecer un futuro esperanzador a sus habitantes y ni mucho menos estar en el grupo de los países más desarrollados del mundo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 5 de marzo de 2024

Nos quieren muertos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 4 de marzo de 2024)

Bastó unos sorbos de té para producirle un coma mortal. Era el año 2020 y Aleksei Navalny ya era el principal opositor al régimen de Putin. Ingresado de urgencia en un hospital de Siberia comienzan las especulaciones a la vez que el mundo teme por su vida. Los médicos rusos descartan el envenamiento y al mismo tiempo Alemania flota un avión medicalizado que le traslada a Berlín. Un laboratorio germano confirma la intoxicación con un compuesto químico aunque semanas después el activista ruso, gracias a los cuidados recibidos en esta parte del mundo, logra recuperarse. 


2014, un joven reunido con la cúpula de su partido, salva la vida gracias a un casco de moto que le oculta la identidad ante la policía política bolivariana que le viene a detener. No corrieron la misma suerte varios de los simpatizantes de Voluntad Popular que fueron asesinados a sangre fría unas horas antes. Leopoldo López pasa a la clandestinidad mientras se convierte en la presa a cazar por la autoridades venezolanas y comienza un sufrimiento infinito de su familia, hoy a salvo en Madrid.


Ambos políticos, con órdenes de búsqueda y captura por gobiernos acusados de violar sistemáticamente los derechos humanos, deciden -inopinadamente para el comun de los mortales- entregarse para defender su inocencia. Con nada que esconder y mucho que temer, Aleksei y Leopoldo, se presentan ante la policía para ser detenidos. Rápidamente se organizan juicios farsa donde son condenados a años de cárcel y enviados a las peores prisiones del planeta. Una sentencia de muerte planificada.


Yulia y Lilian, casadas con ellos pero también con sus causas, como en su día lo hizo Ofelia, repiten a sus maridos y todos sus compañeros de fatigas que tengan cuidado porque "nos quieren muertos". Ofelia es la viuda del opositor cubano Oswaldo Payá y lo recuerda estos días en el que se han celebrado las exequias por Navalny tras aparecer muerto en extrañas circunstancias en un siniestro penal de los Urales. Una mañana de julio de 2012 se despidió en La Habana de su marido con un beso y no le volvió a ver. Un accidente de coche inducido le llevó a la muerte en una inhóspita carretera cubana. Payá amenazaba la omertá de la isla caribeña, una ley de silencio que oculta el hambre y los asesinatos.


Los dictadores de Cuba y Rusia debilitaron con sus muertes la oposición y la defensa de las libertades. Leopoldo pasó más de cuatro largos años encerrado y torturado -explicados magistralmente en el libro de Javier Moro que está semana tuve el honor de presentar-. Sin embargo su causa sigue viva. Maria Corina Machado en su país, también condenada, y otros intrépidos han cogido el testigo en Nicaragua, Irán, Ruanda, Azerbaiyán y también en Rusia. Les quieren muertos como a la democracia, como a la justicia, como a las libertades.


Acabamos de enterrar a Navalny y las imágenes de esos valientes haciendo cola en la iglesia moscovita golpean en nuestra conciencia, mientras vemos las noticias en el calor de nuestro hogar y nuestra democracia. Esos rusos esperando -muertos de miedo- en la fila de la Iglesia nos emplazan a que la libertad siempre gana cuando hay quien la defienda.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 4 de marzo de 2024

Aristóteles y Ábalos

(Este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el 2 de abril de 2024)

Lo sé. Parece un anatema el título de este artículo, pero con un poco de paciencia el lector encontrará la conexión entre las academias de la Antigua Grecia y las marisquerías de Valencia en nuestros días. Aristóteles además de a la filosofía, la física y la astronomía dedicó parte de su producción científica a la oratoria, en concreto a criticar a los sofistas y sus teorías de persuasión. Para el genio heleno los sofistas usaban la palabra para engañar, tejían una tela de araña con trucos retóricos en la que lo importante era cazar a la audiencia y no perseguir la verdad. A Aristóteles, pero también a Platón les indignaba el relativismo de los sofistas que solamente creían en la persuasión, es decir en una inteligencia práctica frente a la búsqueda de la sabiduría o una inteligencia ética.

Aristóteles se reveló, por tanto, contra las falacias y artimañas sofistas. Las más eficaces redes de araña o trampas mentales las resumió en tres: ethos (el comportamiento social), logos (los datos lógicos) y pathos (los sentimientos). Y es aquí donde aparece la actualidad y el caso Koldo para ayudarnos a entender a Aristóteles. José Luis Ábalos ha comparecido en el Congreso compungido y con cara de circunstancias (pathos), paseado por platós y estudios de radio para defender su honorabilidad aduciendo que no está ni imputado ni condenado (logos) y finalmente alardeando de ser un hombre normal y corriente, sin apenas recursos, aplastado por el poder (ethos).

El exministro Ábalos, convertido en un experto sofista manejando las herramientas de la persuasión que tanto le molestaban a Aristóteles. Dicho y hecho, ha salido vivo de los directos con reconocidos periodistas escabulléndose detrás de sentencias y de boletines oficiales (logos). Al mismo tiempo que interrumpía una entrevista en prime time para atender a un familiar que se le habían olvidado las llaves de casa (ethos) o ahogaba unas lágrimas de congoja por sentirse abandonado por sus amigos (pathos).

El diputado valenciano, defiende con aplomo y voz profunda que jamás tirará de la manta y traicionará a los suyos (ethos) aunque eso le suponga un gran sacrificio personal por no tener medios para vivir fuera de la política (pathos) porque no hay prueba, indicio o dictamen de la justicia que le implique en ningún delito (logos).

Aristóteles hubiese sentido lo mismo escuchando al ex vicesecretario de organización del PSOE que cuando asistía a las clases de retórica de los sofistas en Atenas. No se puede defender cualquier cosa con la palabra, es inadmisible usar trucos retóricos para engañar a la audiencia, pensaría el sabio. Hoy como ayer, un sofista es un embaucador y a la vista de las informaciones que estamos conociendo sobre los desmanes de los colaboradores cercanos del exministro, Ábalos está más cerca de la categoría de farsante que la de un ateniense que usaba la oratoria para llegar a la verdad.

Nuestro alumno aventajado de Gorgias, el más conocido de los sofistas, utiliza la calma en sosegadas respuestas como haría alguien que no miente (pathos), viste con la dignidad del traje y la corbata (logos) y conecta con una audiencia antisanchista por haberse atrevido a desafiar al todopoderoso presidente del Gobierno (ethos). Ábalos sigue a pies juntillas uno de los pronunciamientos del maestro clásico “el discurso es un amo poderoso”.

A diferencia de Aristóteles, a otro genio de la época como Sócrates lo acusaron de prácticas sofistas por lo que fue juzgado. Justo antes de ser sentenciado señaló que, de quedar libre tras el juicio, seguiría haciendo lo que había hecho hasta entonces, sabiendo que sería condenado de nuevo y por ello ejecutado. Sócrates finalmente se suicidó con cicuta precisamente por defender su verdad antes de aceptar los atajos que poderosos amigos le ofrecían. No hay quizás convicción más absoluta, más irreversible que ésta. Ábalos ha elegido las argucias cognitivas de la escuela de Sofos y así se ha despojado de su pasado y optado por vivir una nueva vida -en el grupo mixto y fuera del PSOE- que no le gusta demasiado. Veremos lo que le dura (con permiso de la justicia) pero esa propia opción y las formas con las que la ha tomado son ya todo un mensaje. En cualquier caso, la comunicación, una vez más, aparece como la palanca clave ante cualquier situación de crisis.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 1 de marzo de 2024

Kennedy tenía razón

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 19 de febrero de 2024)


El que fuera ministro de Podemos, Alberto Garzón anunció hace unos días su fichaje por una agencia de lobby. Al día siguiente tuvo que renunciar por las presiones de sus colegas de ideología, muchos de ellos hoy en Sumar. Me temo que no solo en la cabeza de los militantes de izquierdas, sino en una parte importante de la sociedad, la actividad del lobby es una de las menos honorables. Pero no siempre fue así.

Corría el año 1869 y un héroe de guerra presidía los Estados Unidos de América. El general Ulysess S. Grant había liderado el ejército unionista que había vencido a los esclavistas en la guerra de secesión. El militar acostumbrado al trato con la leva se resistió a encerrarse en las cuatro paredes de la Casa Blanca y todas las tardes las pasaba en el Hotel Willard a escasos metros de la residencia oficial. Con un puro en una mano y en la otra un whisky, paseaba por el lobby del hotel deseando escuchar a unos y otros. Rápidamente la costumbre del 18º presidente americano se hizo conocida y personas de todo el país comenzaron a presentarse en el recibidor del hotel para trasladar sus cuitas. La leyenda cuenta que Grant no tomó la decisión de irse al hotel sino su mujer, harta del fuerte olor de los habanos. Sea como fuere, ciudadanos de toda condición vieron una oportunidad para trasladar directamente al mandatario, sin intermediarios, sus demandas en todo lo relativo a las políticas públicas. Vecinos aislados que reclamaban una línea de ferrocarril, comerciantes ahogados por los precios de los monopolios o viajantes atracados por forajidos trasladaban sus propuestas de nuevas regulaciones e inversiones en seguridad en estos ratos de cigarros y licores.

Pasaron los años y la Casa Blanca se amplió con la famosa Ala Oeste, los presidentes dejaron de visitar el vestíbulo del hotel, pero el término de lobista se consagró para referirse a aquellos que defienden sus intereses ante la administración pública. En Europa no tuvimos un Hotel como el Willard, pero todas las cámaras legislativas, sea en el Reino Unido o en España y ahora en Bruselas, tienen sus lugares de encuentro en los que los políticos se cruzan con periodistas, colegas o representantes de sectores afectados por alguna regulación. Esos salones conocidos como lobbies en el mundo anglosajón, en castellano son los salones de los pasos perdidos y los encontramos en el Senado y el Congreso de Madrid, pero también en Uruguay o Perú. Grandes vestíbulos de entrada a las cámaras de representantes donde se cruzan los pasos de los visitantes con los de los políticos.

Desde Grant a John F. Kennedy muchos presidentes se alojaron en la Casa Blanca, exactamente diecisiete, pero a pesar del tiempo, JFK como el militar, quiso hablar de los lobistas. Son aquellos “que me hacen entender un problema en 10 minutos, mientras que mis colaboradores tardan tres días”. Esos encuentros fugaces con los gobernantes y la necesidad de explicar en poco tiempo problemas complejos, exigían altas dotes de comunicación y de conocimientos para sintetizar propuestas de cambios legislativos.

Los años han pasado y las leyes regulan esta actividad, miles de profesionales trabajan en este sector que no dejará de crecer mientras lo haga el impacto de lo público en la actividad privada. Una economía de mercado dinámica necesita herramientas y profesionales confiables que permitan la colaboración público privada desde el respeto mutuo. Antes de lo de Garzón y después.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 11 de febrero de 2024

Lo que viene

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 27 de enero de 2024


En 2024 las preocupaciones corporativas girarán en torno a una cuestión unánime: la incertidumbre. La época de las certezas ha desaparecido a juzgar por las encuestas a directivos que hemos conocido estas semanas de inicio del año, coincidiendo además con la celebración del Foro de Davos. Los informes de tendencias de los principales analistas del mundo que hemos ido conociendo mencionan las siguientes siete tendencias:

1.       La geopolítica transfigurada en geoeconomía

El conflicto en la franja de Gaza continuará impactando en el precio del petróleo. La Guerra en Ucrania cumplirá este mes de febrero dos años distorsionando el mercado de los alimentos, sin visos de que esto cambie. Y los ataques desde Yemen contra barcos mercantes en el Mar Rojo amenazan con estrangular el comercio internacional. Además, todas las previsiones macroeconómicas indican una desaceleración de las principales economías avanzadas, especialmente preocupantes son la situación de Alemania y China. Este riesgo de coyuntura se une a la vuelta de la disciplina fiscal que lesionará la demanda agregada. Por ello, en la mente de los directivos se ha instalado que 2024 será un periodo de debilidad que lastrará beneficios.

2.       La inteligencia artificial (IA) incrustada en la agenda

La IA seguirá dando que hablar por sus potenciales amenazas, ya que empieza a ser prácticamente imposible diferenciar lo que es real de lo que no. Pero también por los empleos que se esfumarán o las empresas que cerrarán por ineficientes al no adaptarse a esta tecnología en tiempo y forma. 2024 será el año también de la ratificación de la nueva normativa europea sobre los usos de la IA. Por ello, los cargos públicos de Europa tendrán sus siglas en la agenda. Las preocupaciones versarán sobre si los derechos de los humanos se verán lesionados o la posibilidad de que un algoritmo altere la conciencia de los votantes. La alta dirección no será una excepción. Las empresas que no apliquen la IA en este nuevo año serán muertos vivientes.                                                                              

      3.  La polarización se colará en todas las sociedades

El estudio The Hidden Drug ha puesto de manifiesto que el fenómeno de la polarización, que genera división, enfado y enfrentamiento en la sociedad, ha crecido hasta un 40% en los últimos meses y el calendario político de 2024 no dejará a nadie sin caer en una trinchera. Cerca dr la mitad de la población mundial pasará por las urnas con elecciones en Rusia, Ucrania, India, Reino Unido y Estados Unidos. La maquinaria de la polarización se alimentará con estas contiendas y este contexto exigirá no solo seguimiento por parte de las corporaciones sino implicarse en complejas cuestiones sociales para seguir identificándose con sus grupos de interés.

     4. La batalla por el talento se recrudecerá

En un año de guerras, las empresas tendrán que gestionar otra batalla que se antoja la más compleja: la batalla por el talento. Vacantes por ausencia de candidatos cualificados, fuga de los perfiles más demandados en el mercado, la desconexión de muchos empleados con sus empresas, el aumento del absentismo y el recrudecimiento de las políticas migratorias que intensificarán el problema del déficit de trabajadores que tenemos en esta parte del mundo. La gestión del talento será en 2024 una incómoda piedra en el zapato de los CEOs que hará tambalear el resto de prioridades. En estos tiempos de prisas y aplicaciones para ganar eficiencia, disponer de tiempo para las personas será el gran reto que debería regalar la tecnología a los directivos.

   5. El cliente volverá a estar en el centro de todo

Aunque suene a manido, las empresas son plenamente conscientes de la importancia de poner al cliente en el centro de todas sus decisiones. Según una reciente encuesta 3 de cada 4 directivos consideran una prioridad este año, poner foco en el cliente. Además, se trata del desafío ante el que más preparación se asegura tener por parte de la empresa: el 63% de los entrevistados dicen estar muy preparados para afrontar este reto. Será fundamental, contar con un conocimiento profundo del consumidor que permita tomar decisiones basadas en datos (el 85% así lo cree). Este conocimiento exhaustivo de la singularidad de cada consumidor será la base que permita ofrecer una experiencia plenamente satisfactoria, un aspecto que el 80% de la muestra considera de alta importancia de cara a 2024.

   6. La emergencia climática exigirá algo más que palabras

La profesora Paloma Baena no se cansa de repetir que la naturaleza humana tiende a postergar todo aquello que no es inmediato. Las consecuencias de la inacción climática son, incompatibles con la vida tal y como la conocemos. Al incremento de fenómenos climáticos adversos, ya presentes en los últimos años, podríamos sumar este año cambios irreversibles en biodiversidad, cultivos o exposición a enfermedades infecciosas, profundizando las desigualdades sociales existentes y motivando, inevitablemente, un aumento de conflictos por razones de mera supervivencia. A pesar del reciente cuestionamiento de las siglas ESG, la responsabilidad corporativa en esta materia no dejará de aumentar en 2024 impulsada por tres vectores: capturar el jugoso mercado de las renovables, la regulación del greenwashing y el activismo climático.

  7. La resiliencia será el atributo más buscado

2024 no será un año más para las empresas. Ya casi ninguno lo es. Las tendencias descritas exigirán líderes con capacidad no solo para afrontar los desafíos de la agenda sino para beneficiar de ello a su compañía. Siguiendo con la encuesta ya mencionada, el 95% de los CEOs y altos ejecutivos afirmaron dar importancia a la resiliencia empresarial como uno de los desafíos que afrontarán las empresas este ejercicio. Para 2024 el 90% de los encuestados cree necesario ser flexible y adaptarse al cambio. El profesor Nassim Taleb lleva años defendiendo un atributo para estos tiempos, no se trata de ser robusto sino aprovechar ese desorden para mejorar y estar preparado para la siguiente disrupción.  

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 7 de febrero de 2024

Aquí hay tomate

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 5 de febrero de 2024)


Hacia el año 1800, Nicolas Chauvin, un joven soldado francés después de caer herido más de quince veces sirviendo a Napoleón, tiene que abandonar el ejército con una exigua pensión. Los años pasan, la época bonapartista se olvida y Nicolas sigue defendiendo, ahora con la palabra, pero con el mismo fervor, la causa imperial francesa. Por su verbo encendido a la vez que exagerado logra la celebridad en su país gracias a su defensa de una imaginaria e idílica Francia. Desde entonces su apellido es usado para describir el patrioterismo. El chauvinismo o chovinismo es la exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero. Francia es la cuna del soldado y por tanto del término. Han pasado dos siglos, parece mucho, pero siguen ganándose a pulso ser los más chovinistas.

La que fue ministra francesa, la socialista Segolène Royal, esta semana ha criticado en un programa de televisión los tomates españoles por “incomibles” y hacerse pasar por ecológicos “falsamente”. Inmediatamente la caja de pandora se abrió, los españoles respondimos al ataque de la política y los productores galos boicotearon con más ímpetu al agro español. Chovinismo en estado puro: los productos franceses virtuosos y los españoles indignos e inferiores. Una devoción fanática unida a una parcialidad basada en prejuicios, en el mismo lapso que los agricultores europeos paralizan el centro continental. Gasolina al fuego por parte de la exministra del Hexágono para avivar los ataques contra nuestros productos y de paso alimentar el voto ultra en las elecciones de junio.

Habrá que recordar a Segolène que el tomate es originario de México y que somos los españoles los que lo introducimos en Europa en el año 1521 gracias a Hernán Cortés. De hecho “tomate” es una palabra azteca que los descubridores aprendieron y probaron en la conquista de Tenochtitlan. Las crónicas nos cuentan que en los primeros viajes de Colón ya desembarcó en Sevilla con el fruto rojo y se cultivó rápidamente por todo el territorio español, tradición que ha llegado hasta nuestros días con deliciosas variedades en Murcia, Valencia, Andalucía, País Vasco, Navarra, Rioja y las Castillas. Solo gracias a España este producto se introdujo en Francia, muchos años después, señora Royal.

En castellano tenemos una expresión que explica perfectamente lo que está pasando en Francia. Aquí hay tomate, se utiliza para explicar que detrás de algunos sucesos hay escondidas “sustanciosas” cuestiones. Las ofensas a nuestras frutas y verduras esconden la incapacidad de los gobiernos para acercarse a los verdaderos problemas de los ciudadanos, opacan también una burocracia europea obsesionada con contentar los estándares internacionales de sostenibilidad pero que arruina industrias enteras. Los insultos al vecino demuestran la impotencia de determinadas opciones políticas para reconectar con unas clases trabajadoras que se han ido alejando de estadistas de salón y sus discursos ininteligibles. Este proteccionismo trasnochado oculta un estado confiscatorio que aspira solo a distribuir riqueza, pero no a crearla. O las subvenciones imparables que desincentivan la competitividad de los territorios y el emprendimiento de sus vecinos. Ese es el tomate del que deberíamos hablar.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 4 de febrero de 2024

La psique de los políticos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el 27 de enero de 2024)

La anécdota ha pasado desapercibida para el gran público. Me permito recordarla, como economista, pero con un fin exclusivamente psicológico porque ilustra a la perfección el estado de ánimo de esta Europa del año 2024. Davos, 16 de enero, el presidente Pedro Sánchez, tras meses de desencuentros, convoca a los directivos españoles que asisten al foro económico mundial. A la cita, en una pequeña sala, acuden todos los primeros ejecutivos de las grandes compañías patrias presentes esos días en Suiza. Se cierran las puertas y se escucha inopinadamente un aplauso atronador. En la reunión, el presidente de Ferrovial acusado por el gobierno de antipatriota por trasladar la sede social a Ámsterdam, también su colega de Iberdrola -el más vilipendiado por los ministros de la coalición-, Josu Jon Imaz de Repsol -ahora negacionista del cambio climático para la vicepresidente Teresa Rivera- y los primeros ejecutivos de los “malvados” bancos que padecen un nuevo impuesto que se ha justificado desde el ejecutivo por los injustos beneficios que generan para sus accionistas. El equipo de comunicación de Moncloa tras escuchar la ovación comienza a contar a los periodistas acreditados que Sánchez es recibido en olor de multitudes por los empresarios. La realidad era bien diferente, ya que los aplausos eran para el CEO de Cepsa -también presente en la reunión- que acababa de ser reconocido por Forbes como uno de los mejores ejecutivos globales. Un fallo lo tiene cualquiera y rápidamente el equipo presidencial rectifica y cuenta el verdadero motivo de semejante homenaje.

Lo realmente relevante no es el error, sino qué es lo que lleva a alguien a interpretar ese aplauso de los empresarios como un reconocimiento a Pedro Sánchez. La explicación reside en la conocida como economía del comportamiento en la que su máximo exponente es el premio Nobel de economía Daniel Kanheman. En su libro “Pensar rápido, pensar despacio” este psicólogo defiende la necesidad de pensar antes de actuar. La mente nos engaña muchas veces y parece que los asesores del presidente español cayeron en el “sesgo de confirmación” que se explica en este manual superventas. A saber, la tendencia a interpretar la información para confirmar las propias creencias. Sánchez bueno, empresarios malos. El problema no es la anécdota de Davos sino que esos prejuicios cognitivos se muestran todos los días en las políticas públicas con nefastas consecuencias en nuestra economía. Más regulaciones y más impuestos provocan menos empresas y por tanto menos riqueza.

Pero España no es la excepción del territorio europeo de este fenómeno psicológico.  En un año electoral en el continente europeo, de tanto hablar de la amenaza de la ultraderecha y cebar su discurso con estrategias ininteligibles, estamos acabando por conseguir que se cumpla. Profecía autocumplida es otra forma de llamarlo. De nuevo una trampa de nuestra psique que tendrá consecuencias económicas. Como recuerda la profesora Alicia Coronil los últimos datos del PIB estadounidense abonan una posible revisión al alza de sus perspectivas de crecimiento en 2024; coyuntura contraria a la de la de la Eurozona en la que aumentan las señales de polarización en el continente europeo ante una crisis agraria, que ha llevado a los funcionarios de Bruselas a reunirse con el sector en busca de soluciones y por la preocupación de que esta ola de protestas se extienda al resto de Estados miembros. Un hecho que, más allá de las implicaciones sobre las cadenas de suministros y los precios de los alimentos, podría condicionar los resultados de las próximas elecciones europeas, en las que Fico, LePen y Orban acudirán con viento a favor.

La solución a estos sesgos es pensar despacio antes de actuar como defiende Kahneman y todos los seguidores de la heurística o capacidad de las personas para resolver problemas mediante la creatividad o pensamiento lateral. Se trata de aplicar un conjunto de reglas simples que permiten explicar los procesos de toma de decisiones y la solución de problemas, cuando estos son complejos o no se cuenta con la información completa sobre los mismos y así evitar caer en las trampas que nuestra cabeza (con nuestra ideología) nos pone.

El profesor de la Voxel School, José Cuesta defiende para lo anterior un talento híbrido fundamentado en la creatividad. Esa mezcla ganadora, es una combinación perfecta de habilidades blandas con conocimientos técnicos que podría contribuir, desde la empresa o el gobierno, a la competitividad de la economía aportando ideas innovadoras fundamentadas en la razón y no en el prejuicio.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC