domingo, 7 de julio de 2024

El melting pot de Hernández de Cos

(este artículo se publicó en el Periódico de Cataluña el 7 de julio de 2024)

Se acaba de ir y ya le echamos de menos. En una de sus últimas comparecencias Hernández de Cos situaba en la inmigración la salvación de nuestro sistema de pensiones. En concreto el que ha sido gobernador del Banco de España hasta hace unas semanas afirmó que la población inmigrante trabajadora tendría que subir en más de 24 millones hasta un total de 37 millones. Si queremos mantener las jubilaciones tal y como las concebimos ahora, en 2050 tendría que haber bastantes más trabajadores foráneos que españoles. Es decir, crear unos 800.000 puestos de trabajo para inmigrantes al año. Menuda propuesta para recordar estos días de campaña electoral en Francia, en el que todo indica que los herederos del Frente Nacional van a arrasar llevándose por delante el centrismo de Macron con la bandera del nacionalismo.

Y es que con más de un 17% de los residentes nacidos fuera, España ya está entre los cuatro países del mundo con una mayor proporción de extranjeros tras Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Parece una quimera la propuesta de Hernández de Cos viendo cómo han crecido los populismos precisamente en esos países. Trump ha prometido si sale reelegido la mayor deportación de la historia, identificando inmigrantes con pandilleros; en Alemania los resultados de AfD han ratificado el apoyo popular a la “expulsión masiva de extranjeros" y la victoria del Brexit no se entendería sin la apelación al odio al extranjero.

¿Cómo es posible que Hernández de Cos apostase por la inmigración sabiendo todo lo anterior? No puede olvidarse que el exgobernador no es un político sino un economista que hizo su carrera en el departamento de estudios del Banco de España. No son pocos los informes macroeconómicos que hablan del dividendo demográfico. Para un accionista un dividendo es motivo de alegría porque supone repartir el beneficio entre los propietarios de la empresa. Por eso en demografía un dividendo también es algo que hay que celebrar. La definición de la ciencia de la población para este dividendo es una cohorte de personas que constituyen una fuerza de trabajo potencial que en un momento determinado puede hacerse efectiva mejorando con ello la producción de bienes y servicios. El dividendo demográfico es por tanto un regalo, un impulso en la productividad económica que ocurre cuando hay un número creciente de personas en la fuerza laboral en relación con el número de dependientes.

A lo largo de la historia reciente han existido tres grandes dividendos demográficos. El más conocido es el de los jóvenes en las sociedades en desarrollo, que gracias a su educación y a las reformas institucionales en sus países fueron claves para impulsar sus economías. Pero es muy destacado el de las mujeres, que se hizo realidad cuando se incorporaron masivamente al trabajo en los años setenta del siglo pasado, acuñándose la expresión purple dollar, por el potencial económico de dejar de desperdiciar el talento femenino. Y finalmente el vinculado a la inmigración que defiende el Banco de España con independencia de las coyunturas políticas.

Este dividendo demográfico ocurre cuando gracias a trabajadores foráneos la proporción de personas trabajadoras en la población total crece muchísimo porque esto indica que más personas tienen el potencial de ser productivas y contribuir al crecimiento de la economía. Y el caso paradigmático es la economía estadounidense. De hecho, este bono demográfico se le bautizó como Melting Pot.

El término se traduce castizamente como un potaje en el que cabe todo para alimentar a una familia, quizás se explica mejor en castellano como crisol de culturas, de modo y manera que sociedades heterogéneas se convierten en sociedades homogéneas, en las cuales los ingredientes mezclados son culturas, etnias y religiones que se combinan para formar una sociedad multiétnica. La analogía lleva implícita la idea mágica de la convivencia armoniosa a través del mestizaje; por oposición a la segregación racial de los banlieues franceses de los que tanto se habla estos años en el Hexágono. Integración frente apartheid. Asimilación versus gueto.

Melting Pot como aforismo tiene más de un siglo, pero desde entonces se viene utilizando para describir la forma de integración de la inmigración en Estados Unidos que tantas externalidades positivas ha generado. Todo un efecto llamada usado por Estados Unidos durante más de cien años para atraer a las mentes más privilegiadas a sus universidades, pero también a los espíritus más emprendedores.

Son muchos los países del mundo que han recogido este regalo demográfico de la inmigración, Canadá, Australia y el propio Reino Unido, pero pocos los políticos valientes que lo han defendido en los últimos tiempos. Angela Merkel en 2015 admitió a un millón de refugiados que ayudaron a la economía alemana según confirman los informes del Centro para el Desarrollo Global. La frase de la canciller Merkel aquellos años era Wir schaffen das, traducida como lo lograremos, ha hecho realidad una economía con mano de obra suficiente para afrontar los retos del envejecimiento. Por aquí las bondades del melting pot a la luz del crecimiento de la economía y la afiliación a la seguridad social en las dos últimas décadas, son evidentes, pero habrá que esperar para contarlo a que vuelvan a aparecer valientes y rigurosos personajes por nuestra geografía, como Hernández de Cos.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

martes, 2 de julio de 2024

La navaja de la ministra de vivienda

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 2 de julio de 2024)

Me encanta “la navaja de Ockham”. Es un principio aplicado en economía que se resume en que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable.  La leyenda cuenta que el fraile inglés Guillermo de Ockham en el siglo XIV adquirió fama por su obra teológica basada en la sencillez. Así se hizo popular la metáfora de que sus ideas eran como una navaja que afeitaba la barba de Platón, la sencillez recorta la complejidad. Así ha pasado a la historia esta expresión.

Siempre que puedo me abono a ella y por ello en el caso de dos eventuales soluciones a un problema, la más simple es más probable de ser correcta que la alambicada. Estos días que hemos conocido que el encarecimiento de la vivienda no para, me he acordado de la navaja del cura inglés. Efectivamente el precio de la vivienda aceleró su incremento en el primer trimestre del año hasta el 6,3% interanual, un aumento que no era tan elevado desde el tercer trimestre de 2022, según datos difundidos por el INE. Por tipo de vivienda, la nueva subió 2,6 puntos hasta el 10,1%, mientras que la de segunda mano se situó en el 5,7%, más de dos puntos por encima de la registrada el trimestre anterior.

Para empeorarlo todo, la rigidez de los tipos de interés de las hipotecas no ayuda a financiar la compra de inmuebles, también el mercado de alquiler con subidas de dos dígitos anuales está en precios máximos de las series históricas. Pagar una casa en España, supone de media la mitad de los ingresos de un ciudadano medio, en cualquiera de las fórmulas que hasta ahora considerábamos como habituales, comprar o alquilar, de ahí que se estén extendiendo prácticas como los pisos compartidos.

Encontrar una solución al problema de la vivienda en nuestro país se ha convertido en lo más parecido a finalizar el sudoku más complicado. Un mercado con millones de demandantes y muchos menos oferentes, con tres actores públicos como gobierno central, comunidades autónomas y ayuntamientos con competencias para actuar. La inacción consagra el problema de la falta de vivienda, pero como se mantiene la demanda porque se sigue necesitando un lugar donde vivir, los precios se disparan, tanto de alquiler como de compra, simplemente porque hay muchas personas que quieren la misma casa y se la lleva el que más paga.

El Banco de España ha asegurado que en España hay 27 millones de viviendas, de ellas, el 70% son vivienda habitual y el 13,3% se alquila, unos 3,6 millones de viviendas, y el resto, unos 4 millones, o están vacías o desocupadas. Pero los que buscan casas son muchos millones más. Entre 2022 y 2025 la economía española registrará un déficit de unas 600.000 viviendas. Ante este panorama surge la diatriba. Hacer más casas u obligar a los que tienen ya una a que la alquilen o la vendan a un precio asequible para esa mayoría que no puede pagársela.

La navaja de Ockham nos recuerda que siempre gana la sencillez. Crear más viviendas hará que el exceso de demanda se reduzca y por tanto los precios bajen. Bastaría con facilitar que se construyan más viviendas. Con un número amplio de casas en el mercado no es necesario topar precios, tampoco gravar las casas vacías y ni mucho menos poner en cuestión el principio sagrado de la propiedad. El Círculo de Economía de Barcelona acaba de publicar una nota en la que demuestra los efectos “muy perniciosos” de intervenir el precio de los alquileres con topes como el que se aplica en Cataluña. El informe incorporar otro argumento para defender que haya más viviendas y es que el parque público de alquiler solo representa el 2% del total, mientras que en algunos países de Europa supera el 20% y la media de la Unión Europea está en el 8%.

Por tanto, por simple no debemos descartarlo, siguiendo a Guillermo de Ockham. Ha de aumentarse la oferta para que por esta vía el precio se ajuste. Y ahí las administraciones sí pueden actuar. Mayor volumen de terreno edificable, suelo público más barato para que se pueda construir, facilitar cambios de usos de suelos, ayudas para rehabilitar casas, colaboración público-privada para construir un parque suficiente de vivienda protegida. Hasta el Banco de España ha reclamado un pacto de Estado para una ley del suelo que permita crear más viviendas.

En Santa Cruz de Mudela se fabrican las mejores navajas de España. Estoy seguro de que Isabel Rodríguez, ministra de Vivienda, y diputada por Ciudad Real conoce bien ese municipio de su provincia. Por eso me atrevo a pedirle a la responsable de las políticas públicas del ramo que se compre una bien grande para dejarla en su despacho y recordar cada vez que la vea, que urge lo más fácil. Más casas en España.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 24 de junio de 2024

Fuzbol

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 24 de junio de 2024)


En el año 2000 la mayoría de las estrellas de la Eurocopa de fútbol masculino no habían nacido. Ni el inglés Bellingham (21), ni el turco Arda Guler (19) y por supuesto tampoco los españoles Lamine Yamal (16) y Nico Williams (21) saben lo que es vivir en el siglo pasado. Toda su vida ha estado marcada por la red de redes ya que han comprado, hecho amigos y jugado por internet. Son la generación z, que ahora ha disrumpido en el fútbol, y que hace que este artículo se titule así, hibridando el deporte rey con la letra de la generación de estos chavales.

Cuando el rey Felipe IV la semana pasada bajó al vestuario para felicitar a los jugadores tras el inapelable triunfo ante el vigente campeón, Italia, no pudo más que llevarse las manos a la cabeza en señal de sorpresa al saber la edad de Yamal. Así estamos la mayoría de los aficionados al seguir este campeonato con tantos miembros de la generación z arrasando en el campo. Y es que no podemos evitar hacer el cálculo de los años que nos separan y comprobar que somos de siglos diferentes.

Pero lo que ahora vemos en el fútbol lleva un tiempo pasando en la economía. El experto en comercio electrónico Jesús Moradillo ha presentado, coincidiendo con el inicio de la Copa América y la Eurocopa de fútbol, un estudio en el que defiende las nuevas reglas del marketing que ha traído la generación z. Si no quieres llevarte las manos a la cabeza, pero esta vez porque te has quedado sin empleo, te aconsejo que leas las siguientes líneas.

Solamente uno de cada cuatro de los miembros de esta generación es fiel a una marca específica; rechazan los mensajes largos e irrelevantes del estilo del siglo pasado; exigen contenidos breves, facilones, visuales y con humor además detectan con facilidad el postureo social y son implacables para criticarlo. Las redes sociales son su principal canal de consumo porque viven prácticamente allí lo que les ha acostumbrado a la inmediatez y a la investigación de reseñas y opiniones antes de comprar. Ya no usan, como tú, los buscadores tradicionales ni se mensajean con tus aplicaciones, para ellos todo pasa por Tik Tok, YouTube o Instagram. Y para colmo la llegada de las plataformas de venta chinas, con sus superdescuentos, ha hecho que dos de cada tres zetas compren allí y además sean sus mayores defensores sin importarles de dónde vienen o qué reglas se saltan.

Nico Williams está siendo imposible de frenar estas semanas en Alemania cuando coge el balón por la banda, sus coetáneos de generación son igual de imparables cuando compran. Así que, si hemos conseguido acabar con la nostalgia del tiki taka de los mejores años de nuestro fútbol, también podemos adoptar las nuevas reglas de los zeta a la hora de comprar...aunque nos suponga abrir una cuenta en Tik Tok ya mismo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 10 de junio de 2024

El turista laboral

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 10 de junio de 2024)



El trabajo en España siempre da qué hablar. Los datos mensuales del desempleo desde hace décadas nos recuerdan que somos el país europeo con más parados, por encima de los tres millones de personas. Pero en los últimos años han aparecido dos fenómenos que sorprenden mucho en un país supuestamente aquejado por el paro. El primero es que aquí conviven dos realidades aparentemente contradictorias, el desempleo y las vacantes; ya que cientos de miles de ofertas de empleo quedan sin cubrirse por la ausencia de perfiles cualificados. La segunda, es el auge del pluriempleo, 800.000 personas tienen más de un trabajo precisamente porque con un contrato no les vale para alcanzar unos ingresos suficientes.

Ahora, ha aparecido una nueva realidad para complicarlo todo aún más, se le conoce como los turistas laborales. Son profesionales, que, como un turista, viajan de una empresa a otra buscando el mejor destino laboral. Las empresas ya lo están notando con cifras de rotación no deseada de hasta un 40%. Una realidad que afecta a los más jóvenes de la generación z, casi la mitad de ellos quiere cambiar de trabajo, pero también al resto de cohortes que ante un mercado laboral precario y en expansión, han perdido miedo a cambiar de ocupación.

¿Qué es lo que lleva a que en un país donde tener un empleo es todo un triunfo, de la noche a la mañana miles de personas decidan dejar su puesto de trabajo? Son varias razones que se explican en un interesante informe que ha liderado el experto en recursos humanos, Tomás Pereda. Son profesionales que saltan de liana en liana en la jungla laboral, donde cada liana es una empresa que le sirve de impulso para ir a la siguiente y así sucesivamente. Un proceso interminable en el que las empresas tienen mucho que perder si no son capaces de pararlo, usando el marketing que tantos éxitos les ha dado con clientes, para ofrecer la mejor propuesta de valor para sus empleados. Escucha activa, creatividad, pacto intergeneracional, formación y personalización son las herramientas que han de usar las compañías para evitar que sus fichajes apenas superen el año de permanencia.

Pero este proceso tiene que ver también con la demografía y la psicología. La pirámide de la población se ha estrechado y el poder de negociación ha pasado de la empresa que tenía donde elegir hace unos años, a ahora dónde el candidato acaba eligiendo la empresa. Al mismo tiempo, la tecnología -que lo ha acelerado todo- nos ha vuelto a todos más impacientes, no estamos dispuestos a calentar años una silla en una empresa que no nos hace felices. Esa inmediatez, unida a la pérdida del vértigo a los períodos de transición -gracias a un potente sistema de subsidios públicos- explica tanto cambio de trabajo en tan poco tiempo de estos turistas laborales.

El informe de MásHumano termina alertando de que al igual que explorar sin brújula puede llevar al desastre, cambiar de empleo sin un proyecto profesional bajo el brazo, es la antesala del fracaso. Carreras inconsistentes con personas incapaces de casarse con un proyecto empresarial, abonarán futuros parados o lo que es peor candidatos a la insatisfacción permanente.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 9 de junio de 2024

La ventana se mueve

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 9 de junio de 2024)


Cada país tiene sus temas tabúes. Son asuntos que es mejor no hablar de ellos, por motivos culturales o de otro tipo, porque suponen un problema. En España, la vida personal de los políticos, la eutanasia, la guerra, el despido libre, la prostitución, los pactos con EH Bildu o hasta el aborto han sido algunos de ellos, que han pasado a la historia. Eran realidades innombrables que se obviaban ya que provocaban un rechazo tácito por parte de un amplio sector de la sociedad. Sin embargo, todos aquellos temas que se encuentran disponibles para debatir pertenecen a lo que se ha bautizado como ‘ventana de Overton’, una teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas.

Su ideólogo, Joseph Overton, vicepresidente de uno de los mayores institutos de investigación social de Estados Unidos, el Mackinac Center for Public Policy, desarrolló la teoría de cómo un político ganaría votantes siempre que sus propuestas se enmarcasen en el interior de una ventana que guardaba lo que la sociedad aceptaría en el momento. No obstante, la clave de esta tesis es que los líderes habilidosos pueden mover esa ventana o si se prefiere añadir temas de conversación a este marco socialmente aceptable. De este modo, el político más atrevido podría enarbolar la bandera del cambio con la garantía de saber que estos asuntos -antaño prohibidos- no serían rechazados por el pueblo. La teoría de la ventana de Overton tiene sus tiempos y no es una fórmula mágica, sino que posee diferentes fases, en primer lugar, las ideas pasan de ser impensables a radicales, y de ahí a ser aceptables, para terminar siendo sensatas y populares. Inmediatamente nos vienen a la cabeza Trump o Milei, pero también Orban o López Obrador. Artistas en ampliar la ventana para acabar convirtiendo en aceptables temas considerados antaño como anatemas. Pero yo les quiero hablar, como siempre, de economía y cómo la teoría en cuestión también ha llegado a esta disciplina.

Hace pocos días el gobierno español aprobó que pueda ser compatible cobrar el subsidio de desempleo y tener un sueldo en una empresa. Parado y con nomina al mismo tiempo. La medida se ha tomado porque el gobierno tiene claro que las personas que cobran el paro no tienen incentivos para buscar trabajo. Con este empujón desde lo público -dos ingresos en la cuenta corriente- muchos españoles abandonaran el paro. Un gobierno de izquierdas acaba con el tabú de que las ayudas sociales siempre funcionan. Casi al mismo tiempo, el mismo equipo ha promovido que pueda conciliarse pensión y empleo. De nuevo un principio inmutable como que los mayores han de descansar, se supera. Otro ejemplo es cuando se atrevieron a reducir el IVA en plena escalada de la tasa de inflación, esquivando la idea socialmente aceptada de que bajar impuestos perjudica a las clases más desfavorecidas.

En el plano europeo, Bruselas aceptó la taxonomía de energías limpias y las reivindicaciones de los agricultores. La sociedad asumió sin problemas que sus gobiernos apoyarán la energía nuclear o que se cediera al chantaje de las huelgas del agro europeo. Solo porque se supo redirigir la ventana hacia la lucha contra el cambio climático y el bienestar del continente.

Pero no siempre es tan fácil porque cuando te sales de la ventana, pasa lo que le ocurrió a Liz Truss, primera ministra de Reino Unido en 2022. Tras anunciar na agresiva bajada de impuestos sin reducir el gasto público del estado del bienestar, tuvo que presentar su dimisión.  Solamente 44 días después de tomar posesión por una inusitada caída de los mercados bursátiles ante dicha medida.  También le pueden preguntar a Joe Biden, que ve amenazada su reelección por la percepción de la mala situación económica que atraviesa el país, pese a que todos los indicadores aseguran que no es así. Si Trump consigue ganar en noviembre será porque Biden no supo enfocar el tema económico en la ventana. En España, una víctima de la ventana económica de Overton es Rodríguez Zapatero que siendo presidente lanzó el Plan E para paliar la crisis de 2008. Un documento del Banco de España reveló que el Ejecutivo gastó en total 13.000 millones de euros para crear empleo, aunque por cada millón no se generaron ni seis puestos de trabajo. Todo ello mientras negaba que los españoles estuviéramos inmersos en la mayor crisis de nuestra historia. 

Ahora, el Gobierno de España ha decidido intervenir en el libre mercado. Lo hace de dos modos: en Telefónica a través de la SEPI, su brazo económico, y en el BBVA, Talgo o Naturgy a través de la “norma antiopas” que nació en la pandemia para proteger a las empresas patrias de compradores extranjeros de gangas. El pudor se ha perdido y un tabú como participar desde lo público en las empresas privadas parece que está superado. ¿Habrá conseguido también mover esta ventana económica Sánchez?  Seguro que hay muchos indicadores para saberlo, pero el más próximo serán las elecciones europeas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 3 de junio de 2024

El fentanilo de los gobiernos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 3 de junio de 2024)

La semana pasada el periódico londinense Financial Times se hizo eco del último libro de uno de sus columnistas estrella, Ruchir Sharma. Bajo el sugerente título ¿Por qué no va bien el capitalismo? el inversor indio explica en su último manual cómo el gasto público no ha parado de crecer en el último siglo en Estados Unidos y en todo el mundo, provocando que la economía de mercado ya no funcione correctamente.

Sharma, afincado desde hace dos décadas en Nueva York, es un gran defensor de las políticas públicas en especial la educación y pone como ejemplo que hoy en Estados Unidos diez de los CEOs de las 100 mayores empresas americanas son indios, gracias a su capacitación. Pero al mismo tiempo explica que ya no funciona el estado del bienestar.

Ilustra, con datos que, a pesar de lo que se cree, ni siquiera los gobiernos conservadores de Ronald Reagan o Margaret Thatcher redujeron el tamaño de lo público, sino que simplemente lo que hicieron fue bajar los impuestos con sus políticas económicas neoliberales. La promesa de un gobierno pequeño se quedó en eso. Más bien al contrario, fueron un eslabón más de un proceso de crecimiento ingente de las finanzas estatales.

El articulista que de profesión es banquero de inversión, explica que el resultado de este proceso de aumento del peso del gasto público en la economía, en Estados Unidos se ha pasado de un 4% del PIB en 1930 a cerca del 40% en nuestros días, son gobiernos cada vez más gigantescos en todo el mundo. Una inercia que la postpandemia con programas como el del socialdemócrata Joe Biden, IRA (Inflaction Reduction Act) a ese lado del Atlántico y el de la democristiana Ursula von der Leyen, Next Generation (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia) en este, ha acelerado. Da igual si uno es de izquierdas y la otra de derechas, el resultado es el mismo: más gasto.

Un gasto imposible ya de financiar solamente vía impuestos y que ha provocado que se dispare la deuda pública. Pero, sobre todo, ha acabado funcionando como una especie de analgésico de mala calidad, que esconde los dolores sin actuar sobre la causa del malestar.

Una especie aspirina caducada porque maquilla las cifras de crecimiento de la actividad medida por el PIB, con transferencias de renta sin actuar sobre el verdadero problema de unas economía poco productivas e inclusivas, como se demuestra tras el análisis de más tres años de los programas públicos de impulso económica que anteriormente se han mencionado, que no han traído las ansiadas reformas de la competitividad. Seguimos con el problema de la deuda, la inflación y el desempleo.

Pero Ruchir Sharma dice algo más que me dejó más preocupado que lo anterior. Y es que este ingente gasto público se comporta como el temido fentanilo. Recordará el lector las imágenes de los adictos a esa droga deambulando moribundos por las calles de cualquier suburbio en Estados Unidos. Pero lo que igual no tiene en la cabeza es que el medicamento OxyContin, recetado como sustitutivo de la morfina, durante años en esa parte del mundo, tenía fentanilo para hacer adicto a un elefante. Prescrito durante años para dolores de todo tipo hoy, ya provoca más muertes en USA que cualquier otra causa, al ser una de las drogas ilegales vendidas masivamente por las mafias.

¿Çómo es posible comparar el gasto del estado del bienestar con una droga tan adictiva y letal? La explicación es sencilla. Los humanos, con las boticas y con los subsidios, nos acostumbramos rápidamente al efecto estimulante inmediato, sin darnos cuenta de que acaba generando una dependencia de la que nunca se sale, sino que siempre va a peor.

Este gasto desbocado es fentanilo para las finanzas públicas porque las mata ya que provoca déficits que han de pagarse con deuda pública. Un gasto que funciona como esta morfina mala porque tiene de efecto secundario una inflación que destruye la economía de las familias y las empresas. No solo porque les hace más pobres sino porque encarece el apalancamiento que hace que las personas y las compañías prosperen.

Pero el incremento exponencial de los presupuestos públicos también es OxyContin ilegal para la salud de la libertad económica de cualquier país. El escritor indio recuerda que en USA la libertad económica, medida por el ranking de Heritage Foundation, ha bajado las dos últimas décadas del cuarto al puesto 25, paralelamente al auge de peso del estado del bienestar. Un análisis que nadie ha hecho para España, tampoco Sharma, pero que es coherente con las cifras que estos días hemos conocido del informe de libertad económica del Instituto de Estudios Económicos (IEE) en el que España desciende varias posiciones hasta situarse en la posición 31 de los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Una tendencia en caída simultánea al imparable ascenso del gasto público, impuestos y déficit público.

Malas recetas que siguen aplicándose, por lo menos, en la economía y que nadie se atreve a denunciar, con la honrosa excepción del brillante financiero indio.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 27 de mayo de 2024

Romper la cuarta pared

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 27 de mayo de 2024)

En el teatro, la cuarta pared es ese muro invisible que se crea en una función entre el actor y los espectadores. Aunque no hayas oído hablar de esa pared, es el secreto que explica la magia del teatro, pero también del cine y la televisión. Es esa frontera que hace que el actor interprete, olvidando que tiene público delante y jamás se dirija a los asistentes, haciendo perder la ilusión de la función. Al mismo tiempo, gracias a esa pared también actúa respetando a la audiencia, nunca dándoles la espalda o siguiendo siempre los movimientos de la cámara y los micrófonos en las películas.

El origen de esta imaginaria cuarta pared nace con el renacimiento del teatro. Un escenario tiene una pared del fondo, dos laterales y esta cuarta que separa a los actores del público. Una frontera mágica que hace que obre el milagro de una ficción creíble.

En las ciencias escénicas se habla incluso de romper la cuarta pared cuando los actores se dirigen al público e interactúan con él. Rompen esa barrera para recuperar una conexión con la audiencia. Algo inimaginable en los conciertos de hace dos siglos, hoy es común las canciones coreadas por los asistentes o preguntas respondidas por la masa. También numerosas series o videojuegos se han apuntado a la moda de hablar al público rompiendo el encanto de la pared invisible. Ahora la economía y la política también quieren romper esa cuarta pared, para reconectar con la ciudadanía.

La semana pasada el gobierno español aprobó la compatibilidad del cobro del subsidio de desempleo con una nómina en un trabajo por cuenta ajena. Parado y empleado a la vez, dos ingresos al mismo tiempo. La medida trae su causa en la evidencia de que las personas que cobran el paro no tienen incentivos para buscar trabajo. Con este incentivo económico, dos abonos en el banco, mucha gente podrá salir del desempleo. Un gobierno de izquierdas rompe la pared que les separa con sus oponentes que llevaban años defendiendo la medida y sobre todo con la sociedad que se beneficiará de la acción. Igualmente, el mismo gabinete ha promovido que pueda también cobrarse la pensión y seguir trabajando o en el pico inflacionario se rebajó el IVA de productos básicos, por no hablar de las ayudas a los autónomos del campo. Se rompe la pared económica e ideológica para conectar con las audiencias que votan.

Romper la cuarta pared también explica muchas de las decisiones del presidente Pedro Sánchez. Su carta en la red social X para reflexionar cinco días o su entusiasta apoyo a la causa palestina. Sánchez quiere interactuar con el público/votante directamente, sin partidos políticos ni medios de comunicación. Nos habla como marido y como padre. Una persona con cara y ojos que sufre ante las ofensas a su mujer, un español que no soporta tantos cadáveres de niños en Gaza. La pared rota, aunque para ello eche por tierra los usos y costumbres de la democracia, la diplomacia o las relaciones internacionales. La pared se cae para que el público le crea, poco importa la bondad de lo defendido o la coherencia con lo prometido, lo importante es el aplauso/voto.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC