(este artículo se publicó originalmente en el suplemento económico de El Mundo el 15 de mayo de 2022)
La economía, a causa de la
disrupción tecnológica, está viviendo el proceso más profundo y rápido de
cambios de la historia reciente. Eso ha supuesto que los empleos estén transformándose
vertiginosamente. Miles de trabajos que desaparecen, nuevas relaciones
laborales, nuevas profesiones, cientos de oficios amortizados, nuevos nichos de
empleo, nuevas capacitaciones, necesidades inéditas que hacen que la oferta y
la demanda del mercado laboral no casen. Convivimos con alarmantes tasas de
desempleo, pero al mismo tiempo las vacantes y las deserciones no dejan de
crecer. Empleos de calidad con trabajos que no pueden ser catalogados como
decentes.
La pandemia no ha hecho más que
acelerar una trasformación social, la del mercado laboral. Cualquier empresa
que piense en clave ESG ha de tener en cuenta que su impacto social en los
próximos años ha de pasar por la recualificación o reciclaje, conocida como reskilling
y upskilling en su terminología anglosajona. No es opinable, sin
formación a lo largo de la vida no habrá espacio en el mercado de trabajo.
Estudios del Foro de Davos
defienden que la mitad de los empleados tendrán que reciclarse antes de 2030 y
que eso les supondrá de media seis meses de estudio. Pero esto afecta a todos
los niveles de la escala laboral, otra encuesta internacional afirma que el 80%
de los comités de dirección de las compañías líderes ha de mejorar en
capacidades. Los analistas de McKinsey han anunciado que cinco millones de
empleos en España corren el peligro de ser desplazados a lo largo de la próxima
década por distintos factores, entre los que destaca la automatización. Lo
preocupante es que este informe ha revisado al alza anteriores estimaciones, ya
que antes de la covid19 se estimaba que en España podrían desaparecer para 2030
alrededor de 4,1 millones de empleos. La pandemia ha apretado la soga.
Hoy de facto la tecnología permite
automatizar el 50% de las actividades de la población laboral, y esa reducción
de costes por la automatización está generando incrementos de productividad muy
relevantes que para un país como España son clave para acercarnos al PIB per
cápita de los países de referencia en Europa. El World Economic Forum ha tasado
en un aumento del PIB español de 6,7% de aquí al 2030 y una nada despreciable
cifra de 230.000 nuevos trabajos si se mejorasen las competencias digitales.
Pero no podemos olvidar esos cinco
millones de españoles (cien millones en todo el mundo) que han de cambiar de
trabajo, los más afectados serán los empleados con salarios bajos y medios, que
no tendrán otro remedio que aspirar a acceder a empleos con salarios más altos,
para lo que tendrán que adquirir nuevas competencias y especialidades. De otra
manera el subempleo les esperará. Y es aquí donde emerge la oportunidad de que
por cada empleo digital que se genera, entre dos y cuatro nuevos puestos de
trabajo surgen como consecuencia. Está en nuestro mano cualificarnos para ello,
pero al mismo tiempo si nos retrasamos, estaremos abocados a la pobreza. La exclusión
social en España estará vinculada más que nunca a la falta de formación para el
empleo.
La digitalización ha traído el
fenómeno de las noticias falsas, el perverso uso de los datos personales, el
cibercrimen y como estamos viendo la destrucción de empleos. Hace dos siglos, en la primera
revolución industrial, ante la crisis entre los artesanos textiles tras la
aparición de los telares mecanizados, surgió un movimiento violento. El ludismo,
que así se denominó, provocó que sus seguidores quemasen esas invenciones
pensando que destruyendo la nueva tecnología se acabarían sus problemas. Parar
el progreso como solución a sus males. Ahora corremos el riesgo de que surjan
nuevos luditas de la mano de populismos de todo cuño. El descontento social
ante estas nuevas problemáticas, en especial la destrucción de millones de
empleos en todo el mundo fruto de la digitalización, puede alimentar movimientos
que ven en la tecnología el origen de todos sus males. Poner la formación a lo
largo de la vida como la prioridad social es la vía para que nadie pare el
progreso.
Iñaki Ortega, es doctor en economía en la Universidad
Internacional de La Rioja (UNIR) y en LLYC