Este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 2 de mayo de 2022
Dos amigos de un instituto de
Haifa diseñaron en 2010 una aplicación para reparar teléfonos a distancia. En
esa localidad portuaria, hoy centro tecnológico de referencia, encuentran todas
las facilidades para madurar su innovación. Básicamente buscaban en lugar de
tener que llevar tu dispositivo móvil a una tienda que un programa informático
pudiese arreglarlo en remoto. El invento funcionó, pero inopinadamente con la
incorporación de un ex militar, se convirtió en la empresa espía más famosa del
mundo, Pegasus. O lo que es lo mismo, la forma más eficaz de conseguir información
confidencial de cualquier persona gracias a un virus en tu teléfono móvil que escucha
lee y ve todo. Es entonces cuando el gobierno de Israel, el país de estos emprendedores,
les obliga a que los clientes de la compañía solo puedan ser Estados para poder
seguir operando. Pegasus ha espiado a mandatorios y empresas internacionales y
también a delincuentes de toda condición, siempre con la aprobación del
gobierno hebreo y previo pago de un precio -no pequeño- a la compañía de esos
viejos compañeros de instituto. Lógicamente entre los clientes de Pegasus están
las agencias de información de Estados de medio mundo, siempre que se lleven
bien con Israel.
Aunque la lista de espiados se
conoce hace tiempo, ahora ha vuelto a ser noticia para poner en apuros al
gobierno de Pedro Sánchez. Parece ser que el propio Presidente o alguno de sus ministros
autorizaron al CNI espiar a independentistas catalanes y vascos que sostienen
su propio gobierno. El resto te lo puedes imaginar porque en esta legislatura
no es la primera vez que pasa. El enfado inicial de los socios parlamentarios
de Sánchez se desvanece por obra y gracia de un indulto a presos, una rebaja de
multas a condenados cuando no unas generosas partidas presupuestarias o como
esta vez, meter a los que más odian España en la comisión de secretos
oficiales. Hasta la siguiente o no.
Por eso mismo y como en ocasiones
la memoria nos falla, me atrevo a decir desde estas líneas y con motivo del
caso Pegasus, que los espiados no son la causa de los problemas de este
gobierno sino los expiados. Los socios espiados y los ministros expiados. Me
explico recordando que expiar en lengua castellana es lo mismo que borrar las
culpas a través de algún sacrificio. Sánchez fue elegido presidente en 2018
gracias al apoyo de Podemos y los independentistas catalanes y vascos, pero ha
querido gobernar como si ese “pecado original" no existiese. Sus socios,
cada poco tiempo le recuerdan la cruda realidad y el presidente no tiene otro
remedio que expiar sus culpas con sacrificios, que, por su bruxismo en el
escaño del Congreso de los diputados, no debe ser nada agradable para él. La
expiación es el precio que tiene que pagar por seguir en la Moncloa. La duda es
si en unas de estas expiaciones, el sacrificio sea tan grande que decida acabar
con la agonía y por tanto con la legislatura. Quién lo sabe.
Iñaki Ortega es doctor en economía en la UNIR y en LLYC
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