domingo, 29 de mayo de 2022

¿El futuro del trabajo será decente con la tecnología?


(este artículo se publicó originalmente en el suplemento económico de El Mundo el 15 de mayo de 2022)


La Fundación Pablo VI lleva desde 2021 debatiendo sobre las transformaciones que vive el mundo del trabajo a través de varios seminarios de expertos. Tuve la suerte de participar recientemente en el titulado "Trabajo y automatización en sectores industriales" en el que las cuestiones de ética socioeconómica fueron la nota dominante.

La economía, a causa de la disrupción tecnológica, está viviendo el proceso más profundo y rápido de cambios de la historia reciente. Eso ha supuesto que los empleos estén transformándose vertiginosamente. Miles de trabajos que desaparecen, nuevas relaciones laborales, nuevas profesiones, cientos de oficios amortizados, nuevos nichos de empleo, nuevas capacitaciones, necesidades inéditas que hacen que la oferta y la demanda del mercado laboral no casen. Convivimos con alarmantes tasas de desempleo, pero al mismo tiempo las vacantes y las deserciones no dejan de crecer. Empleos de calidad con trabajos que no pueden ser catalogados como decentes.

La pandemia no ha hecho más que acelerar una trasformación social, la del mercado laboral. Cualquier empresa que piense en clave ESG ha de tener en cuenta que su impacto social en los próximos años ha de pasar por la recualificación o reciclaje, conocida como reskilling y upskilling en su terminología anglosajona. No es opinable, sin formación a lo largo de la vida no habrá espacio en el mercado de trabajo.

Estudios del Foro de Davos defienden que la mitad de los empleados tendrán que reciclarse antes de 2030 y que eso les supondrá de media seis meses de estudio. Pero esto afecta a todos los niveles de la escala laboral, otra encuesta internacional afirma que el 80% de los comités de dirección de las compañías líderes ha de mejorar en capacidades. Los analistas de McKinsey han anunciado que cinco millones de empleos en España corren el peligro de ser desplazados a lo largo de la próxima década por distintos factores, entre los que destaca la automatización. Lo preocupante es que este informe ha revisado al alza anteriores estimaciones, ya que antes de la covid19 se estimaba que en España podrían desaparecer para 2030 alrededor de 4,1 millones de empleos. La pandemia ha apretado la soga.

Hoy de facto la tecnología permite automatizar el 50% de las actividades de la población laboral, y esa reducción de costes por la automatización está generando incrementos de productividad muy relevantes que para un país como España son clave para acercarnos al PIB per cápita de los países de referencia en Europa. El World Economic Forum ha tasado en un aumento del PIB español de 6,7% de aquí al 2030 y una nada despreciable cifra de 230.000 nuevos trabajos si se mejorasen las competencias digitales.

Pero no podemos olvidar esos cinco millones de españoles (cien millones en todo el mundo) que han de cambiar de trabajo, los más afectados serán los empleados con salarios bajos y medios, que no tendrán otro remedio que aspirar a acceder a empleos con salarios más altos, para lo que tendrán que adquirir nuevas competencias y especialidades. De otra manera el subempleo les esperará. Y es aquí donde emerge la oportunidad de que por cada empleo digital que se genera, entre dos y cuatro nuevos puestos de trabajo surgen como consecuencia. Está en nuestro mano cualificarnos para ello, pero al mismo tiempo si nos retrasamos, estaremos abocados a la pobreza. La exclusión social en España estará vinculada más que nunca a la falta de formación para el empleo.

La digitalización ha traído el fenómeno de las noticias falsas, el perverso uso de los datos personales, el cibercrimen y como estamos viendo la destrucción de empleos. Hace dos siglos, en la primera revolución industrial, ante la crisis entre los artesanos textiles tras la aparición de los telares mecanizados, surgió un movimiento violento. El ludismo, que así se denominó, provocó que sus seguidores quemasen esas invenciones pensando que destruyendo la nueva tecnología se acabarían sus problemas. Parar el progreso como solución a sus males. Ahora corremos el riesgo de que surjan nuevos luditas de la mano de populismos de todo cuño. El descontento social ante estas nuevas problemáticas, en especial la destrucción de millones de empleos en todo el mundo fruto de la digitalización, puede alimentar movimientos que ven en la tecnología el origen de todos sus males. Poner la formación a lo largo de la vida como la prioridad social es la vía para que nadie pare el progreso.

Iñaki Ortega, es doctor en economía en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en LLYC

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