martes, 31 de diciembre de 2024

Mayestáticos

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el 31 de diciembre de 2024)


«Si no eres parte de la solución, eres parte del problema», esta frase atribuida a un proverbio chino viene como anillo al dedo para explicar el liderazgo necesario en 2025. Demasiados problemas a nuestro alrededor como para esperar que otro los resuelva. Rik Brynjolfsson y Andrew McAfee, dos economistas del MIT, describen el fenómeno como el gran desacoplamiento. Los problemas surgen a mayor velocidad que las soluciones. Por lo tanto, no implicarse en arreglar todo lo malo que tenemos cerca es una forma de hacer que el mal triunfe en sus expresiones de pobreza, violencia o discriminación.

Nos puede ayudar para lo anterior la palabra más repetida por el Rey Felipe VI en su discurso navideño a todos los españoles: el bien común.  La idea del bien común tiene una larga historia vinculada a la filosofía. Platón, pero también Aristóteles, usaron el término. Tomás de Aquino lo circunscribe al gobierno de las instituciones que han de buscar que se «viva de manera buena». Más recientemente, la doctrina social de la Iglesia ha asumido el bien común para conseguir mejores sociedades. Incluso un economista, el austríaco Christian Felber, habla de una economía del bien común. Yo en estas líneas, en el cambio de año, sugiero entender el bien común como aquel que beneficia simultáneamente a toda la comunidad y a cada uno de sus miembros y se explica con las palabras de nuestro monarca y su enumeración de los retos asi como la manera de afrontarlos en el 2025. Implicarse y no ponerse de perfil, aunque eso no guste a todo el mundo.

Un país que crea empleo y genera riqueza es el ideal de bien común. Pero no han alcanzado el deseado bien común aquellos territorios con ingresos, pero mal distribuidos, poseen una riqueza agregada (un PIB que crece al 3% como España) que beneficia al país, pero al ser desigual no llega a todos los habitantes. No hay bien común si los beneficios y las cargas no se distribuyen justamente.

Quizás me permitirá el lector un juego de palabras para entender mejor mi receta para el 2025 inspiradas en las palabras y acciones de Felipe VI en sus diez años de reinado. En 2025 tenemos que abandonar el «trabajo para ti» por el «trabajo contigo» y eso nos llevará a organizaciones en las que deje de conjugarse la primera y la segunda forma del singular por la primera del plural. El término mayestático se aplica para definir a una forma de ser que podemos calificar también como soberbia o importanciosa que siempre busca estar por encima de los demás. Las organizaciones mayestáticas, con sus líderes alejados de sus administrados o de sus trabajadores y clientes, han de evolucionar o están abocadas a ser arrastradas por el mundo que viene.  Por eso defiendo pasar del «líder mayestático» al «líder del plural mayestático». En la lengua castellana, este plural consiste en hablar de uno mismo usando la primera persona del plural, restándose importancia, eliminado el ego. El español es tan rico que cambia el significado absolutamente: un dirigente mayestático es un nostálgico del absolutismo, del “aquí mando yo” frente a una persona que cuando usa el plural mayestático acredita altas dosis de humildad.

La bicicleta, tuvo al navarro Miguel Induráin, ganador de cinco Tour de Francia, campeón en modestia y trabajo en equipo. El tenis, con el añorado Rafael Nadal, ha conseguido que cientos de miles de chicos en todo el mundo comprendan que la humildad es parte del secreto del éxito. Ambos deportistas españoles usaban ese plural mayestático cuando después de sus triunfos en un partido o en una etapa, siempre decían «hemos jugado bien» o «hemos sido capaces de ganar al esprín». Sus triunfos eran individuales, pero el mérito con su forma de hablar se lo otorgaban siempre a un equipo. Exactamente igual que esos directivos de éxito que reparten generosamente la responsabilidad de sus triunfos entre sus colegas huyendo del uso estragante del “yo” de tanto líder ególatra.

Frente al origen histórico del término mayestático usado por el tirano de cada época para engrandecer su figura, hoy, usar el «nosotros» frente al «yo» es una demostración más de la humildad, la modestia imprescindible para liderar las organizaciones en un nuevo tiempo y, además, un reconocimiento al trabajo de los equipos y por tanto un paso de gigante para alcanzar ese deseado bien común del Rey Felipe VI. Así de sencillo y así de complejo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 23 de diciembre de 2024

No pasará de moda

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 23 de diciembre de 2024)

Hasta hace muy poco las voces de los niños de San Ildefonso marcaban el inicio de la Navidad. El sorteo de la lotería y el premio gordo significaban que ya estábamos en el periodo navideño. Ahora todo empieza mucho antes con el encendido de las luces navideñas en las ciudades, especialmente desde que los alcaldes se han vuelto majaras compitiendo frenéticamente por el número de bombillas; para los más jóvenes, el banderazo de salida son los superdescuentos del último mes de noviembre –el famoso Black Friday– y, para los devotos, con la llegada del Adviento cuatro semanas antes del 25 de diciembre. Incluso algunas tradiciones quedan en el olvido, como poner el nacimiento en el puente de la constitución, no por la carta magna, sino por la celebración el 8 de diciembre de la Inmaculada.

Pero más allá de cuándo empiezan estas fiestas, lo que nunca cambiará son las cosas que pasan y sentimos en Navidad. Nadie podrá quitarnos el gusto de ese olor a chocolate caliente el día de Reyes, esa cálida nostalgia de oír un villancico –sea anglosajón, castellano o flamenquito– o la alegría del reencuentro con las que personas que quieres y hace mucho que no ves, aunque acabes discutiendo con ellos a los diez minutos.

Se olvidará el origen de la Navidad, pero no los valores que la inspiraron, que siguen muy presentes hasta en aquellos que repudian la palabra y la transforman en eufemismos variados. Seguiremos haciendo regalos a quien lo merece, como lo hicieron hace dos mil años los pastores al Niño Jesús; seguiremos convocando a los más cercanos en el calor del hogar, al igual que San José y la Virgen María buscaron la calidez del establo de Belén; seguiremos celebrando con alegría la vida, que somos supervivientes del año de turno, exactamente de la misma manera que el Niño Dios sobrevivió a Herodes y su matanza de inocentes.

Pasarán muchas cosas, pero jamás pasará la chispa en la mirada de los niños cuando se acercan estas semanas, las lágrimas en los ojos de los padres y abuelos al ver a los que solo vuelven ahora, el salivar de esa mesa puesta con tantos manjares, el frío polar que recuerda la suerte de tener un hogar y una familia –sea de sangre o de afectos– y la sana pereza de saber que no hay que levantarse pronto, aunque sea durante un par de días.

Sonará en tu casa el discurso del rey, el programa de humor con sus risas desternillantes o la mezcla de canciones superventas, pero habrá siempre una banda sonora de la Navidad muy diferente a otros momentos del año, una melodía que mezcla alegría, bondad y melancolía. Harás desplazamientos kilométricos con muchas o pocas ganas, te arrepentirás o no de haber ido a esa cena familiar, apoyarás o te encenderás ante el que siempre despotrica de estas fechas… pero eso seguirá siendo así. Seguirá siendo la Navidad, da igual que no tengas el regalo que esperabas o el décimo premiado o que no puedas ver a quien amas porque siempre habrá otra Navidad para ello.


martes, 17 de diciembre de 2024

Isak Andic, un español universal

(este artículo se publicó como obituario en el periódico 20 Minutos el día 16 de diciembre de 2024)

Isak Andic pasará a la historia como uno de esos grandes españoles que nacieron fuera de nuestras fronteras. Aunque nació en Estambul, siendo adolescente se trasladó con su familia a Barcelona en la década de los sesenta. En esos años de juventud, y casi por casualidad, pensó que una partida de blusas bordadas turcas recogidas en el puerto de Barcelona tendría buena salida en una ciudad que necesitaba tanto color para salir del gris de la dictadura. Nada que no hubiese hecho antes, como cuando en un viaje de estudiantes a Italia en autobús trajo prendas que no se veían por estos lares. De ahí a un mercadillo en la calle Balmes, luego la primera tienda de Mango en paseo de Gracia y ahora más de 2.800 tiendas en 120 mercados internacionales.

Durante los últimos años he tenido el honor de zambullirme en la cultura de Mango de la mano de su empleados y, gracias a la generosidad de su CEO, Toni Ruiz, pude conocer al gran Isak Andic. Las increíbles vivencias que he escuchado de primera mano sobre el fundador de Mango ilustran perfectamente ese carácter emprendedor que tanto necesitamos en nuestro país.

La Barcelona más universal. Hoy Mango es la empresa más importante de Barcelona en el mundo gracias a la visión de Andic de exportar a todo el planeta los valores de apertura de un ciudad que respira Mediterráneo. Entrar en una tienda de la enseña de moda es sentir que estás en la mejor Barcelona, la cosmopolita, la que recibe a todo el mundo con alegría y luz.

Resiliencia. No volver nunca a casa hasta que la maleta de prendas para vender estuviera vacía. Así lo hacía Andic cuando era viajante, aunque le supusiese duras semanas fuera del hogar durmiendo en cualquier pensión, o como cuando se recorría en coche España de punta a punta para negociar personalmente la compra del mejor local en el centro urbano para situar la penúltima tienda de Mango.


Soñar a lo grande. Tras abrir la primera tienda en la Ciudad Condal, prometió tener un establecimiento en todas y cada una de las grandes urbes del mundo. Ahora no hay una gran ciudad sin una tienda Mango, casi un millón de metros cuadrados de superficie de venta en todo el planeta.

Siempre con las personas. Este año que se ha cumplido 40 años de la creación de Mango, se ha superado la cifra de 25.000 colaboradores. Su generosidad con los empleados era conocida y su frase de "necesitamos los mejores profesionales que sean las mejores personas" traspasó la sede central de Mango hasta convertirse en un fenómeno urbano en Barcelona cada vez que organizaba las famosas fiestas de Navidad para sus trabajadores. Este año lo ha demostrado también cuando después de conocer que Mango había tenido los mejores resultados de su historia anunció que Toni Ruiz, su CEO y hombre de confianza, pasaría a ser accionista de la empresa junto a él.

La fuerza de voluntad le ha llevado a este empresario a trabajar durante cerca de medio siglo, todos los días, desde al alba hasta la noche, arriesgando su patrimonio y su salud para poder decir que siempre cumplía con su palabra de apostar por lo nuevo. Igual que cuando invirtió, casi a ciegas, en algo desconocido como era internet en los años 90 y consiguió ser la primera marca de moda en sacar partido al comercio electrónico.

Andic ha muerto, pero no su ejemplo de constancia, ambición, innovación y democratización de la moda que seguirá en Mango y en todos los que han tenido la suerte de conocerle. España y su familia pueden estar orgullosos de su labor universal. D. E. P. 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 15 de diciembre de 2024

La guerra de los sentidos: visión frente a audición

(este artículo se publicó originalmente los días 13 ,14 y 15 de diciembre en los periódicos de Prensa Ibérica)

En los manuales de liderazgo la teoría considerada más completa es la conocida como la transformacional. De hecho, es la que ha triunfado y se imparte como la fetén en cualquier grado de administración y dirección de empresas a la hora de explicar el jefe perfecto.  

Un líder de este tipo se centra en inspirar y motivar a los seguidores para lograr cambios positivos y significativos en su organización. Estos adalides, además, suelen tener carisma, lo que les permite influir y conectar emocionalmente con sus seguidores. Y una característica imprescindible de ese primer espada carismático es su capacidad de estimular intelectualmente a sus seguidores con una visión clara y convincente del futuro que desea crear. Esta visión, siempre emocionante y motivadora, actúa como una guía que orienta todas las acciones y decisiones, asegurando que todos los miembros del equipo trabajen hacia un mismo objetivo.

Mucho se ha escrito sobre cómo ha de ser esa visión y todos los planes estratégicos invierten cientos de palabras en explicar la visión de la empresa, da igual los años de vida de la compañía, del sector en el que trabaje o la geografía en la que opere. Siempre visión, visión y visión. Palabra mágica que se ha exportado al liderazgo político, de modo y manera que no hay alto representante institucional que no adorne sus intervenciones con un ampuloso desiderátum bien para su territorio o para sus electores.

Aunque no ocupe los titulares de las lecciones académicas del liderazgo hay otro sentido del ser humano más allá de la visión que es imprescindible para triunfar en tiempos como los actuales. Quizás el sentido del oído, la audición, es mucho menos audaz y atractivo que la visión, pero me temo que es irrenunciable en los días que nos ha tocado vivir.

Sin ir más lejos la visita de las autoridades a Paiporta apenas unos días después de la tragedia de la DANA en Valencia me ha recordado la importancia de saber escuchar, frente a la tendencia unánime de la visión poderosa de las ideas fuerza. El Rey Felipe VI sin hablar, solo escuchando atentamente los lamentos de los vecinos y aguantando estoicamente la rabia de los damnificados demostró más liderazgo que cualquier mensaje grandilocuente formulado esos días. La empatía de la Reina Letizia con el dolor de las víctimas ese día es infinitamente más poderosa que cualquier anuncio de extraordinarias actuaciones. Audición frente a visión. Pasarán los años y la estampa de los reyes, manchados de barro, cariacontecidos, pero escuchando las cuitas de los paisanos, será la piedra de toque de su liderazgo como cabezas visibles del Estado español.

De ahí que el anuncio estos días del nuevo estudio de tendencias informativas de Prensa Ibérica y LLYC, sea tan importante y merezca la pena ser leído por cualquiera que aspire a un liderazgo contemporáneo, sea en la política o en la empresa. Se han analizado durante el último año las preferencias informativas de los millones de lectores de los 23 diarios de información general del grupo Prensa Ibérica, así como su conversación en redes sociales. En total se ha estudiado el comportamiento de 191 millones de navegadores únicos que han visto 1.592 millones de páginas. A lo que se ha sumado la escucha especializada en redes sociales, evaluando 133 millones de menciones. Un oído excepcional para saber lo que piensan los españoles. Audición que se antoja indispensable antes de formular cualquier visión.

Pues bien, los temas que más preocupan y por tanto atienden los españoles son aquellos vinculados a su bienestar y progreso en concreto temáticas de sanidad, salud, bienestar, empleo, educación. A continuación, todo lo relacionado con ocio, cultura, deporte. Son esas las temáticas que más siguen los lectores en los diarios de Prensa Ibérica pero también en redes sociales. Esas y no otras que ocupan, por desgracia, los discursos de tantos lideres empresariales o políticos obsesionados con visiones de moda como si fuesen el sabor del día de una heladería. Qué útil agudizar la audición con la lectura de este panel.

En los textos universitarios sobre el líder perfecto existía otra doctrina que no se destacaba en negrita como la visión carismática y solo se mencionaba como una una vieja teoría formulada en un college americano poco conocido allá por los años 40 del siglo pasado. En la universidad estatal de Ohio los investigadores llegaron a la conclusión de que los gerentes con mejor desempeño eran aquellos que escuchaban las preocupaciones de sus seguidores, fomentando un ambiente de apoyo y confianza. Esa conducta de algunos líderes, bautizada como de consideración, daba lugar a increíbles resultados incluso mayores que los de aquellos directivos obsesionados con la productividad. Este comportamiento exitoso se basa en prestar atención a las necesidades de los empleados, pero también las recomendaciones para producir más y mejor. 

Por estos lares y con los que nos está tocando vivir, aunque hayan pasado muchos años les tendríamos que dar la razón a esos profesores del medio oeste americano. Mejor escuchar a las personas antes de ilusionarlas vanamente con vacuas visiones.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 9 de diciembre de 2024

46

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 9 de diciembre de 2024)

No ha habido tarta en el Congreso con esa cantidad de velas para celebrar el cumpleaños de la Constitución, pero debería. Cómo no celebrar la norma que ha hecho posible semejante avance en bienestar en España. Da igual el indicador que se elija, en todos, el avance es espectacular, desde renta per cápita a educación y sanidad pasando por empleo, pensiones o vivienda y por supuesto en libertades individuales. Mucho que celebrar.

Si esta Constitución va camino de ser la que más tiempo ha estado en vigor de la historia de nuestro país –faltan apenas un puñado de meses para ello– es precisamente porque ha sido buena para todos. Un milagro que se estudia en todas las universidades del mundo: cómo un país fue capaz de ponerse de acuerdo en una carta magna que consagraba unos principios de progreso más allá de las ideologías. La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Todo ello con una separación de poderes que garantiza la convivencia democrática y un orden económico y social justo. Casi el 90% de españoles estuvieron de acuerdo en lo anterior aquel 6 de diciembre de 1978. Gentes de izquierdas y de derechas, nacionalistas o no, del norte o del sur, jóvenes o mayores apostaron por una nueva España que el tiempo ha demostrado que merecía la pena.

46 años de una ley de leyes que es prácticamente la edad mediana de los españoles. Qué casualidad. Si dividiéramos en dos toda la población de España en función de la edad, el punto medio sería aquellos que tienen 46 años. De hecho, habría tantos españoles menores de 46 como mayores de esa edad. La centralidad en la población está en los que tienen por tanto 46 años. El punto intermedio.  Esa misma centralidad y lugar de encuentro que hoy echamos de menos en la celebración del aniversario de la carta magna, donde los extremos han tomado posiciones construyendo exabruptos falsariamente sobre el espíritu del 78. Nada más lejano a una fiesta de cumpleaños en la que muchos faltaron y los que estaban se comportaban de manera contraria a como lo hicieron sus antecesores hace cuatro décadas.

Hace unos días un respetado estudio médico reveló que el envejecimiento humano no es un proceso continuo, sino que se acelera en dos etapas clave, una de ellas alrededor de los cuarenta y tantos.  De los 44 a los 46 se producen cambios moleculares significativos que explican que comiencen a notarse signos de envejecimiento de manera más pronunciada que en otros aniversarios. Aparecen las arrugas, los dolores en las articulaciones, el pelo se cae y se engorda. La buena noticia es que cumplir esa edad no es el final de la vida, la estadística nos dice que a un español medio por lo menos le quedarían cuatro décadas por delante, hasta alcanzar los ochenta y tantos. Es decir, que, aunque empiecen algunos achaques a los 46, queda mucha vida por delante que disfrutar. Achaques como los que hemos visto estos días en el aniversario de la Constitución, que estoy seguro de que superaremos con las recomendaciones de envejecimiento activo de los especialistas. En este caso alimentándonos del consenso y practicando la gimnasia de la centralidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 30 de noviembre de 2024

Esta sí es la revolución que necesitamos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 28 de noviembre de 2024)

Más presión fiscal para terminar el año que hará posible más anuncios pagados por el gobierno sobre "la magia que provocan los impuestos" en la vida de los españoles. Algún ministro hasta se ha atrevido a catalogar como auténtica revolución impositiva la continuada subida de tributos que vivimos desde hace seis años.

Pocos dudas que la educación universal fue clave para el «milagro» económico español que actuó como «ascensor social» a partir de los años 60 del siglo pasado. Gasto público inteligente que permitió a millones de españoles formarse al máximo nivel y ascender socialmente, no sin esfuerzo pero con una economía que ayudaba a las empresas y por tanto a la generación de oportunidades. Sin embargo, comienza a atisbarse que el asensor ya no funciona. Quizás porque ese acceso a la educación ya no es tan determinante. Son varios los factores que lo explican, la percepción social de la caída de la calidad de la educación del sistema educativo público español ante las muy bajas posiciones en los rankings; también la sensación de que con o sin educación las generaciones más jóvenes y las más seniors están condenadas a la precariedad o al subsidio.

Para el filósofo José Antonio Marina vivimos en una «sociedad del aprendizaje» regida por una ley impecable: «Para sobrevivir, las personas, las empresas y las instituciones deben aprender al menos a la misma velocidad con la que cambia el entorno; además, si quieren progresar, habrán de hacerlo a más velocidad». Esa es la auténtica revolución que hemos de afrontar, una suerte de tercera revolución de la educación. La primera, a principios del siglo pasado, tuvo que ver con la llegada de la enseñanza obligatoria que propició una educación masiva que brindó una capacitación para la vida a millones de personas en todo el mundo. Por ejemplo, en 1910, sólo el 9 por ciento de los jóvenes estadounidenses obtuvieron un diploma de escuela secundaria, en 1935 eran ya el 40 por ciento. La segunda revolución surgió en el último tercio del siglo XX en Estados Unidos, pero también en otros países como España (en este caso a raíz de la llegada de la democracia y la «universidad para todos»). En el año 1965 se matricularon en primer curso 75.000 personas en España, que han pasado a ser 1,7 millones en la actualidad. En 1970, en Estados Unidos había sólo 8 millones de universitarios matriculados y hoy día superan los 18 millones. Ahora, debido al fenómeno de la longevidad, pero también a las exigencias de la evolución tecnológica y su impacto en el mundo del trabajo, estamos en la tercera gran revolución de la educación. El nivel de preparación que funcionó en las dos primeras oleadas no parece suficiente en la economía del siglo XXI. En cambio, esta tercera ola estará marcada por la formación a lo largo de la vida para poder mantenerse al día en una profesión y adquirir habilidades para los nuevos trabajos que llegarán.

Gartner pronostica, por ejemplo, que la inteligencia artificial destruirá en los próximo millones de empleos a nivel global, pero generará otros tantos nuevos puestos de trabajo. Es probable que los trabajadores consuman este aprendizaje de por vida cuando lo necesiten y a corto plazo, en lugar de durante largos períodos como lo hacen ahora, que cuesta años completar títulos. También, con esta tercera ola, vendrá un cambio en cómo los trabajadores perciben la formación, que hoy todavía es como una maldición por la que hay que pasar por exigencias de la empresa o, peor aún, algo a lo que se recurre tras un despido.

Estamos entrando en una etapa en la que el reentrenamiento será parte de la vida cotidiana puesto que con vidas laborales tan largas y variadas, reinventarse y volver a capacitarse será muy normal. Por ello nos tenemos que ir quitando de la cabeza la idea de que la formación y el mundo del trabajo son etapas de la vida o espejos de nuestra identidad. Me explico, hasta ahora, uno no sólo estudiaba, sino que era un estudiante. Concluir la formación superior significaba acceder a la identidad adulta, marcada por la independencia económica. En los próximos lustros, será habitual volver con cuarenta, cincuenta o sesenta años a la universidad para estudiar un grado, programa o curso completamente diferente de la primera carrera. En general, el mundo laboral y el formativo estarán mucho más conectados: cruzar del uno al otro o al reves será bastante habitual.

El mundo hacia el que vamos obliga a descartar la idea de que la educación sea un pasaporte que se adquiere una vez y en la juventud para entrar en el mercado laboral y se abandonarse a continuación. Son muchos los retos por delante, pero hay algo que no cambiará. Además de constituir la llave para el mercado laboral, la educación seguirá siendo la herramienta más eficaz para formar ciudadanos, disminuir la desigualdad y garantizar la movilidad y la cohesión social. Los gobiernos, empresas y familias han de ejercer su responsabilidad de preparar a los ciudadanos para el mundo en el que van a vivir, y no para el que está en trance de desaparecer, de otro modo el sistema educativo quedará obsoleto, con enormes consecuencias sociales y políticas.

Y en este momento, me temo, que la agenda pública está más centrada en trabajar menos -con la reducción de la jornada semanal- que en estudiar más y mejor. Una pena porque la tercera revolución de la educación, frente a las del pasado, ya no entiende de geografías sino de personas. No nos podemos permitir como españoles perder este tren. Aún estamos a tiempo, por lo menos cada uno de nosotros, en volver a las aulas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 25 de noviembre de 2024

No preguntes a mamá

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 25 de noviembre de 2024)


Desde que se publicó hace unos años, este libro ha arrasado e incluso se ha incluido como lectura obligatoria en alguna de las mejores universidades de empresa en Estados Unidos. Su título original es The Mom Test, si se prefiere una traducción más literal que la del encabezado de este artículo, sería algo así como El examen de mamá.

La tesis del libro reside en que muchos negocios fallan porque se pregunta a los futuros clientes por nuevos productos o servicios como si fueran nuestras madres y, ¡claro!, generalmente responderán como tales: sin herir los sentimientos e impidiendo que la verdad en estado puro fluya y por tanto también aparezcan valiosos aprendizajes, aunque duelan.

El libro defiende la idea de que si fuésemos capaces de hacer preguntas a nuestra madre sobre cuestiones importantes sin que ella mintiera o dulcificara su opinión para proteger nuestros sentimientos, entonces estaríamos haciendo las preguntas correctas.

A nadie se le escapa que esto no es sencillo, pero puede aplicarse en muchas facetas de la vida. Desde cuando siendo jóvenes le pedimos criterio sobre unos nuevos amigos con raras costumbres o por una pareja que te da mala vida, hasta por ese trabajo que paga tan mal o por ese socio que te va a permitir ganar rápidamente mucho dinero. También por esos atajos que te ves obligado a tomar para llegar antes a un determinado destino profesional. Preguntamos generalmente a nuestra madre de modo y manera que nos dé la aprobación y de paso algo de cariño. Qué error.

Este libro se centra en el mundo empresarial y en concreto en cómo vender más haciendo las preguntas adecuadas y no las de una madre. Es una guía práctica que enseña cómo obtener respuestas honestas y útiles, evitando las sesgadas que a menudo se obtienen al preguntar a un familiar o amigos íntimos. Esas respuestas de los que te quieren te ayudan en el corto plazo con algo de autoestima, aunque te llevan al fracaso con el tiempo.

Por eso hay que aplicarse el cuento con tres fáciles consejos. El primero, evitar preguntas ambiguas. En lugar de cuestiones generales como "¿Te gusta mi idea?", es mejor interesarse sobre experiencias pasadas, por ejemplo: "¿Cuándo fue la última vez que enfrentaste este problema?". En segundo lugar, hay que enfocarse en aprender, no en vender. El objetivo de una buena conversación no debe ser convencer a la otra persona de que tu idea es buena, sino entender sus problemas reales. Esto implica escuchar más y hablar menos, permitiendo que la otra persona comparta sus experiencias y opiniones sin sentirse presionada.

Y en tercer lugar, siempre buscar un compromiso concreto. En vez de aceptar promesas vagas de apoyo futuro, es importante buscar pruebas de que la persona ha intentado resolver el problema en el pasado y está dispuesta a pagar por una solución en el futuro. Preguntas como "¿Cuánto has gastado en intentar resolver este problema?" pueden ser reveladoras.

Ahora lleva todo esto a tu día a día. A ese consejo que pides a tus íntimos para que te ayuden, pero en realidad solo buscas reafirmarte. Cómo cambiaría la película de nuestra vida e incluso la de España si preguntásemos a las personas adecuadas o de manera adecuada. Sin ir más lejos, estos días de tantas corrupciones si los aludidos pidiesen consejo siguiendo las reglas de este libro, la respuesta sería clara y cruda y me temo que como a muchos hijos tampoco le gustaría oírla al presidente del Gobierno, pero permitiría avanzar al país.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Una dieta para la era Trump

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 11 de noviembre de 2024)

En plena resaca de la victoria de Donald Trump, los mandatarios europeos se reunieron la semana pasada en Budapest para tratar el futuro de su comunidad política. Como anfitrión estaba el presidente húngaro, Viktor Orbán, que se jactó de haber brindado con vodka por el resultado de las elecciones americanas ante una audiencia todavía frotándose los ojos por la vuelta del empresario a la Casa Blanca.

En el salón del palacio de congresos, además de los políticos y sus asesores, un gran elefante en la habitación ocupaba todo el espacio de la reunión: qué pasará con la guerra de Ucrania y por tanto con la ofensiva rusa en Europa. Tras mucho discurso protocolario y abrazos a un descompuesto Zelenski, subió a la tribuna Emmanuel Macrón.

Defendió que no se puede delegar la seguridad continental en los estadounidenses. El presidente de Francia también se preguntó si queremos leer la historia escrita por otros o queremos escribirla. Él mismo se respondió diciendo que como europeos tenemos la fuerza para escribirla, pero para eso toca actuar y defender nuestros intereses desde la autonomía estratégica.

Entonces para explicar mejor lo que quería decir y que le entendiese hasta el último vecino, catalogó a los europeos como herbívoros en un mundo de carnívoros. Una dieta de la que hemos presumido en los últimos tiempos en la Unión Europea con nuestras legislaciones medioambientales y otras regulaciones para defender los derechos humanos que nos hacen ser los más buenos del planeta, pero no los más competitivos. La frase que ha hecho fortuna resume el momento: "Estados Unidos inventa, China produce y Europa legisla".

Pero es que vivimos una época en la cual los que se alimentan de proteínas y chuletones, cada día se les ve más musculados y más fuertes sus industrias o sus ejércitos. Y ahora para colmo, un hipercarnívoro como Trump lidera el país más rico del mundo; la era del solomillo ya está aquí con los aranceles, los muros a la inmigración y los amigotes populistas. Nada que no hayamos visto estos años con China o Rusia y su dieta paleo, que se inspira en la alimentación de nuestros ancestros cazadores y recolectores. Acaso la dependencia europea del gas ruso o de las importaciones chinas no convertía a esos países en auténticos depredadores/cazadores. O es que el desembarco de baratos productos chinos por estas latitudes no era más que una forma de recolectar y llevarse a su país los beneficios, machacando nuestra industria que sí cumple las legislaciones ‘veganas’ que esos ‘carnívoros’ se saltan sistemáticamente.

Por eso, Macron, ante la sorpresa del proteico Orbán, ha defendido que los europeos tenemos que ser omnívoros. Si no nuestro vergel europeo de bienestar y verduras en la dieta será devorado por los fortísimos carnívoros que cada vez son más imparables. Las empresas europeas han de contar con el apoyo de una Europa omnívora que sepa jugar en todos los campos, que tenga una dieta equilibrada que las permita tener fuerza para crecer y nutrientes para afrontar las crisis económicas o incluso bélicas que están por llegar.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC 

viernes, 8 de noviembre de 2024

Lecciones de economía en la DANA

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico valenciano El Levante el 8 de noviembre de 2024)


Pasará mucho tiempo hasta que a los españoles se nos borre de la retina las imágenes de las inundaciones de Valencia. Millones de vecinos de Levante jamás lo olvidarán; cada vez que llegue el otoño y la gota fría o como quiera que se llame en el futuro a estas tormentas torrenciales, pensarán si no podría haberse evitado.

Son muchas las lecciones que hemos aprendido estos días de tragedia. Desde no minusvalorar las alertas pasando por el impacto macabro que tienen las decisiones imprudentes. La ausencia de signos en el corto plazo no impide una catástrofe a un plazo más largo. Inundaciones pasadas no garantizan comportamientos prudentes en el futuro. O la imprescindible necesidad de la coordinación ante la magnitud de eventos atmosféricos así como el efecto sistémico del pueblo cuando se moviliza y en especial las necesarias inversiones preventivas en tiempos de bonanza y calma.

No soy ingeniero de caminos y tampoco climatólogo ni he gestionado políticas públicas en este ámbito, pero sí soy un economista con tres décadas de desempeño profesional y no me puedo resistir a poner negro sobre blanco algunos paralelismos entre la economía y la meteorología. En ambas disciplinas hay catástrofes y en ambas o bien podrían evitarse estos sucesos extremos o por lo menos aminorarse sus efectos.

Recordemos las grandes crisis económicas: el crack del 29, el shock del petróleo en 1973 y la gran recesión de 2008. En todas ellas las consecuencias fueron dramáticas, millones de familias arruinadas y miles de empresas cerradas, además de generaciones condenadas a la miseria.

Al mismo tiempo en los tres colapsos siempre hubo quien alertó de lo que podría pasar. A finales de los felices años veinte, el economista Roger Babson advirtió públicamente sobre un inmediato colapso bursátil que finalmente se produjo en el martes negro de Wall Street. Unos meses antes de que los precios del petróleo se duplicasen en 1973, la reunión del grupo Bildeberg predijo el brutal alza del precio del crudo. El profesor Nouriel Rubini en el año 2006 alertó sobre la burbuja inmobiliaria y los riesgos de las hipotecas subprime americanas, cuando la crisis llegó dos años después se ganó el apodo de doctor catástrofes.

En los tres casos las alertas fueron desoídas. También en esas tres recesiones los más perjudicados fueron los más humildes. Y en todas ellas el paso del tiempo tampoco ayudó ya que al cabo de cuatro décadas (un lapso de tiempo suficiente para la amnesia), una gran crisis se repetía. Todo como en Valencia.

Pero me gustaría centrarme en la parte positiva, que la hay, de las tres crisis. Tras la crisis del 29 nacieron muchos de los grandes programas de protección social que sostienen el sistema de bienestar que blinda, aún hoy, a la población ante las recesiones económicas. Así mismo la crisis del petróleo, espoleó a los Estados Unidos para evitar su dependencia de las importaciones del crudo e hizo posibles innovaciones como el shale gas que explican que hoy sean autosuficientes energéticamente hablando. Por último, la crisis financiera de 2008 propició nuevas regulaciones de los mercados que hoy disfrutamos con una mayor supervisión y transparencia que hace imposible un nuevo desastre financiero.

De las tres crisis se aprendió también la importancia de un pequeño tejido empresarial que propicia el dinamismo económico, frente a la errónea percepción de que solamente importan las grandes empresas. Y así tras cada uno de esos desastres, surgieron herramientas de apoyo a las pymes como las leyes de defensa de la competencia, las agencias de desarrollo local y las incubadoras de empresas, respectivamente. También de las tres crisis surgieron iniciativas supranacionales de coordinación para evitar decisiones unilaterales que conducen casi siempre al desastre. 

La DANA valenciana reproduce casi fielmente todo lo anterior. Los avisos y la tradición oral fueron desatendidos; los más perjudicados han sido las personas más frágiles bien por las condiciones de sus hogares o lugar de residencia, bien por su dependencia. Las infraestructuras construidas en el pasado fruto de catástrofes similares ayudaron a que hubiese menos víctimas, pero al mismo tiempo no haber actuado con mayor previsión en el pasado azuzó la tragedia. Y finalmente, el pueblo movilizado logra aminorar las consecuencias del drama que exigirá una reconstrucción no solo de las infraestructuras valencianas sino de la gobernanza de nuestra estructura administrativa.

Si en la conferencia de Bretton Woods de 1944 el mundo fue capaz de ponerse de acuerdo para crear instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial que evitasen las crisis económicas que habían asolado el mundo y de paso promover la cooperación internacional, nosotros ahora en España tendríamos que conseguir que nuestro entramado institucional esté a la altura en las siguientes catástrofes, que seguro vendrán, con valientes reformas.

lunes, 4 de noviembre de 2024

La economía de los 120 años

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el día 4 de noviembre de 2024)

El sector del seguro lleva un tiempo trabajando con su regulador para revisar las tablas biométricas que indican la mortalidad prevista o si se prefiere los años de supervivencia de los asegurados. Esta comisión técnica auspiciada por la dirección general de seguros y fondos de pensiones cuenta con la participación de las principales empresas del sector muy interesadas en que esas tablas recojan la realidad de la demografía española.

Y aunque parezca increíble en la mesa está que esas tablas -que actualmente sitúan en 120 años la esperanza de vida- puedan ser actualizadas al alza. El proceso de cambio demográfico que vivimos hace que cada año le estemos ganando algo más de tres meses a la vida. Es tan sencillo como recordar que la esperanza de vida en nuestro país en 1950 era de 62 años y hoy superamos los 83, en apenas siete décadas hemos conseguido 20 años extra. Y este hecho no se va a dejar de producir; cada año seguiremos rascándole meses a la vida, aumentando nuestra esperanza de vida. Ya hoy somos uno de los cinco países del planeta más longevos pero los institutos más reputados nos sitúan en la cúspide con Japón en muy pocos años.

No alcanzaremos tan pronto esos 120 años de las tablas de las aseguradoras, ni mucho menos los superaremos como se estudia por parte de esa dirección general del Gobierno de España. Que las tablas se sitúen en esa edad no significa que esa sea la esperanza de vida, sino que es factible que algunas personas alcancen esas edades. Si alguien se ha escandalizado con lo anterior y piensa que es pura ciencia ficción le aconsejo que no siga leyendo el resto de este artículo. La Fundación Matusalén cofundada por el científico Aubrey de Grey defiende que alcanzaremos una vida de 1.000 años. Además, el autor del libro “Ending Aging”, le pone fecha, si se cuenta con financiación, esto sucederá con un 50% de probabilidad en los próximos 25 años, pero también podría suceder en los próximos 100. En la misma línea, otros investigadores desde Silicon Valley sostienen que «basándonos en el rápido ritmo de crecimiento de avances biomédicos, la cuestión no es si podemos romper el código del envejecimiento, sino cuándo lo haremos». Por último, el científico Ray Kurzweil sostiene que gracias a la nanotecnología y a una mayor comprensión de cómo funciona el cuerpo, se podrán suplantar órganos vitales y de esa manera vivir para siempre; de hecho, en su opinión, esta se alcanzará en un plazo de 20 años.

Pero aún hay más. El transhumanismo es una teoría que no ha dejado de ganar adeptos desde que en los años 80 se reunieron por primera vez en la universidad de UCLA de California los defensores de que debido a los avances tecnológicos los límites fundamentales de la condición humana podrían superarse, entre ellos la muerte. Pero los transhumanistas van más allá de la búsqueda de la inmortalidad que la dan por hecha. Lo que les preocupa no es la muerte de cada ser humano sino la desaparición del género humano. Kurzweil cree que estamos acercándonos a la "singularidad", es decir el momento en el que las computadoras, gracias a la IA, se vuelven lo suficientemente inteligentes como para aprender solas. En ese momento el ser humano no tendrá más remedio, si quiere sobrevivir a las máquinas, que hibridarse con ellas y ser un poco máquina, un poco humano porque si no será imposible subsistir. Mientras tragamos saliva para asimilar esta negra premonición que esperemos nunca se cumpla quedémonos con que una nueva vida más larga y saludable ya está aquí y que es una gran oportunidad para las empresas que quizás no se está aprovechando del todo en España.

El monitor de empresas de la economía senior se presentó hace unas semanas en Madrid y puso de manifiesto que la mitad de las empresas en España ofrece productos o servicios dirigidos a los mayores de 55 años, lo que supone un incremento de 4 puntos porcentuales respecto a 2023 (46%). Este grupo poblacional, que representa actualmente el 33% de la población total y el 60% del gasto español, se ha convertido, por tanto, en un público clave para muchas compañías, ya sea en forma de bienes, servicios, tarifas y descuentos diferenciales para el mercado sénior, o a través de canales de comunicación específicos, servicios de atención preferentes, o por medio de campañas de marketing para llegar mejor a estas personas.

A pesar de que las empresas consideran la economía sénior, también conocida como economía plateada por las canas de sus protagonistas, como un factor dinamizador para la economía. En concreto para la creación de nuevos bienes y servicios (con una puntuación media de 7,7 sobre 10) y para el desarrollo económico del país (7,6), todavía y aquí está la parte negativa, la mayoría sigue asociando el envejecimiento con los cuidados y la asistencia y como “desafío empresarial” debido al reto que supone abordar estas nuevas necesidades. El informe destaca, además, que es una minoría, 4 de cada 10 compañías las que reconocen que tiene previsto desarrollar planes o líneas de actividad específicas para el colectivo sénior en los próximos 5 años. No obstante, solo el 23% ha realizado ya algún estudio de mercado para identificar sus intereses y necesidades específicas, lo que demuestra que son deseos más que realidades.

Estamos lejos de una economía de los 120 años, digan lo que digan las tablas biométricas pero muy cerca de que los niños que hoy nacen tengan una esperanza de vida de 100 años. Esperemos que las empresas españolas con la complicidad de las autoridades públicas sepan aprovechar las oportunidades de vivir en un país en el que cada vez más disfrutaremos de alcanzar las canas con salud, economía y trabajo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 28 de octubre de 2024

El zorro y el erizo

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 28 de octubre de 2024)


Qué diferencia. La noche y el día. Un oasis en medio de la podredumbre de la política española. En la entrega de los premios de la Fundación Princesa de Asturias todo era elegancia, desde la puesta en escena del majestuoso teatro Campoamor en Oviedo con los delicados terciopelos azules tan asturianos al vibrante sonido de las gaitas, pasando por la solemnidad de la familia real y especialmente con los méritos de las biografías de los galardonados, jalonadas de esfuerzo, valentía y talento.

En una semana en la que solo se habló de maletas de lingotes de oro, del ‘todo gratis’ a cuenta del erario ministerial, cuando no de rayas de cocaína y escabrosos detalles de las andanzas nocturnas de un político dimitido, las biografías de los premiados sonaban como la esperanza que tanto necesitamos y que defendió la princesa Leonor en su nervioso, pero auténtico y delicado discurso.

Historias como la de Serrat, implacable en la defensa de la cultura popular; las escritoras Marjane Satrapi y Ana Blandiana, represaliadas en sus países por defender los derechos humanos; o Carolina Marín, la gran deportista española que se ha levantado una y otra vez tras sus lesiones.

Michael Ignatieff, premiado por su defensa de las libertades frente a los nacionalismos excluyentes, explicó en su discurso que las personas pueden ser zorros o erizos. El zorro sabe muchas cosas, en cambio el erizo solo sabe una única gran cosa. Conocer poco de muchas materias o mucho de una sola. Ser rápido, fugaz y astuto frente a las amenazas o enroscarse como una bola pétrea para defenderse con sus púas. La innovación o la tenacidad. La libertad o la coherencia.

El filósofo canadiense ha dado clases e incluso dirigido alguna de las más importantes universidades del mundo, su obra académica es de gran impacto, lo que no le ha impedido ofrecer una intensa labor divulgativa e incluso servir a su país como político. La metáfora de los animales que usó no es nueva y se usa desde la Grecia clásica para identificar estilos de liderazgo, los dirigentes ‘zorro’ versátiles y sagaces frente a los ‘erizo’ fieles a una visión.

En esa dicotomía consumió sus minutos de agradecimiento el viejo profesor para terminar confesando que siempre se había sentido un zorro que quería ser erizo porque nunca había tenido una única preocupación sino muchas. Y alertó con ello de la peligrosa tentación de dejar de lado las libertades para resolver las preocupaciones. Sus palabras retumbaron en mi cabeza en este momento de la historia de nuestro país con tantos ejemplos de inmoralidad y corruptelas.

Con tan pocas personas ejemplares de las que se hable (no porque no existan, sino porque no protagonizan el destino de nuestro país). Con tantos problemas que resolver y tantas energías consumidas en la putrefacción del sistema político. Pero no lo resolverá una solución mágica ni un mesías, sino la suma de muchos talentos como los que vimos en los premios presididos por el rey de España y como los que vendrán si dejamos que el país sea un lugar donde triunfe el mérito y la capacidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 14 de octubre de 2024

Mi burbuja

 (este artículo se publico originalmente en el diario 20 Minutos el día 14 de octubre de 2024)

Nunca nadie lo ha vuelto a hacer. Era el año 1982 y Felipe González arrasó en las elecciones con una mayoría absoluta de 202 diputados. Un resultado inédito por muchas votaciones que se han celebrado desde entonces. Al día siguiente la madre de un amigo mío comentó a la hora de comer que cómo era posible que hubiese ganado Felipe si ella no conocía a nadie que le votase.

No hay mejor forma de explicar el sesgo de confirmación que esta anécdota. Esta trampa mental no es otra cosa que la tendencia de los humanos a buscar información que respalde los puntos de vista que ya tenemos. También nos lleva a interpretar todo tipo de evidencias de manera que apoyen lo que pensamos.

Le pasó a la madre de mi amigo y nos pasa a todos nosotros todos los días. Con la política por supuesto, pero también con el fútbol o con la música. Por eso no damos crédito cuando perdemos la Champions teniendo la mejor defensa o nuestro cantante preferido no es un superventas si llena sus conciertos. A los abuelos les sucede con sus nietos que siempre son superdotados por su precocidad para andar o hablar aunque luego la vida les ponga en su sitio. Interpretamos datos irremediablemente a nuestro favor.

Y cada vez más. Los algoritmos de internet, que nacieron para mejorar la experiencia de usuario, para que así recibiéramos mensajes adecuados a nuestras preferencias, han acentuado este sesgo y nos aíslan cada vez más de los que no piensan como nosotros. En nuestras redes sociales solamente aparecen vídeos de lo que nos gusta u opiniones afines, y no hay sugerencia para seguir a nadie que no se parezca muchísimo a nosotros mismos.

El problema es que esta trampa mental también nos afecta más allá de la vida personal y ha desembarcado en el desempeño profesional. De modo y manera que las empresas empiezan a sufrir también el sesgo de confirmación. Compañías que maltratan a los seniors cuando su clientela lo es, pero sus empleados no. Marcas que hacen política porque sus primeros ejecutivos piensan así, olvidando la pluralidad de sus seguidores y usuarios. Directivos encerrados en sus despachos y coches de empresa que confunden sus necesidades con las del público al que se supone que sirven… por no hablar de tantas campañas de publicidad que solamente gustan al presidente y primer accionista.

Las empresas deben estar constantemente alineadas con las conversaciones sociales más relevantes para su audiencia. Sin embargo, identificar y entender los temas clave donde una marca debe posicionarse está cada vez más expuesto a los sesgos de la alta dirección y de sus propios empleados. La buena noticia es que esa misma tecnología que polariza también permite un fiable mapeo de territorios de la conversación social. Es decir, que gracias a la huella digital se puede con altas dosis de fiabilidad saber lo que quiere o piensan los grupos de intereses claves. No hay excusa por tanto para que las organizaciones superen estos errores cognitivos, identifiquen las temáticas adecuadas para diferenciarse y de paso eviten tantos riesgos causados por vivir en una burbuja.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 6 de octubre de 2024

¿Han pasado de moda los emprendedores?

 (este artículo se publicó originalmente en la plataforma académica The Conversation el 6 de octubre de 2024)

La adoración de la juventud no solamente ha estado muy presente en disciplinas artísticas como la escultura o la pintura, sino también en la economía: las empresas emergentes despiertan mucha atención. Si los pintores plasmaban en sus cuadros a hombres y mujeres jóvenes y lo mismo sucedía con los bustos en mármol, algo parecido se da en el estudio de las empresas. Desde el economista Joseph Alois Schumpeter, pasando por Frank Hyneman Knight y hasta Israel Kirzner, la investigación académica ha glosado el valor que supone para una economía rejuvenecer el censo empresarial.

Por todo lo anterior, desde hace más de cien años las administraciones han apoyado con diferentes políticas públicas a los emprendedores. Más recientemente, con la irrupción de la digitalización, se incorporaron a este fenómeno las grandes compañías a la caza de las startups, con sus programas de innovación abierta también conocidos como de emprendimiento corporativo.

Leyes de apoyo a los emprendedores, incubadoras o aceleradoras de startups han sido algunas de las herramientas que han estado muy presentes en la opinión pública en los últimos tiempos. Era difícil encontrar un discurso de un líder empresarial o político que no hablase de los emprendedores. Pero, de unos años a esta parte, hemos dejado de tener tan presentes a las startups, no porque lo joven no siga siendo atractivo sino por otras razones que me atrevo a exponer.

En primer lugar, hay que recordar que la atención a los emprendedores históricamente ha estado muy vinculada a los ciclos económicos y políticos. Las primeras agencias públicas de apoyo a las pequeñas empresas se crean en EE. UU. tras la Gran Depresión, en los años 30, pero no es hasta la década de los 70 cuando se convierten en impulsoras de las nuevas empresas tras la crisis del petróleo.

España tendrá que esperar hasta los años 80 para que comience a hablarse de los emprendedores con las primeras agencias públicas en Barcelona y Bilbao, en una difícil coyuntura de reconversión industrial. Habrán de pasar un par de décadas para que los emprendedores vuelvan a tener protagonismo en nuestro país, coincidiendo con la crisis del 2008.

Prácticamente en cada ciudad se promovió un semillero de empresas (instalación pública con espacios para alojar a empresas nacientes así como apoyo para sus primeros años), así como normas de apoyo de todo tipo.

El relevo lo toman las grandes empresas poniendo el foco en las startups en la década pasada con Teléfonica y Repsol como pioneros con sus incubadoras. Estas son plataformas que ofrecen infraestructuras y servicios y están diseñadas para impulsar la creación, el crecimiento y la consolidación de proyectos emprendedores emergentes y conectarlos con diferentes agentes.

Otra medida de impulso es el corporate venture capital, una herramienta de emprendimiento corporativo basada en inversiones minoritarias en el capital de empresas de reciente creación, realizadas a través de la estructura formal de un fondo de inversión.

Este interés se extiende, hasta la etapa de la pandemia de covid-19, por todas las grandes empresas con la madurez y democratización de la tecnología. En los años anteriores a 2020 es imposible encontrar una gran empresa sin una acción en este campo. Generalmente una aceleradora de startups, que no solo ofrecen espacio y asesoramiento a los emprendedores para evitar que mueran en los primeros años de vida sino que también añaden la posibilidad de que los gestores de la misma inviertan en el capital de la startup para “acelerar” su crecimiento, de ahí su nombre.

Este breve repaso nos recuerda que el apoyo al emprendimiento ha pasado por diferentes oleadas, es decir con picos y valles.

El emprendimiento, en el imaginario social, se asocia con la juventud. Pero el actual envejecimiento de la población ha provocado que cada vez haya menos jóvenes y por tanto cada vez haya también menos emprendedores de esa edad.

El III Mapa de Talento Sénior puso de manifiesto que hay muchos más emprendedores autónomos séniores (977 000) que jóvenes (189 000). El colectivo de jóvenes en España ha pasado de ser más de 8 millones en 2008 –fecha de una de las oleadas de atención a los emprededores– a poco más de 6 millones en la actualidad. Menos jóvenes, menos atención pública.

Por último, como certifican varios informes como el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) o la estadística nacional (INE), las vocaciones empresariales han caído en los últimos años en España. El interés por crear una empresa pasa por horas bajas, quizás influenciado por el desprestigio que ha sufrido la figura del empresario por los ataques desde el mundo político.

También ha podido afectar la última oleada de difusión del emprendimiento que llevó a emprender a muchas personas que finalmente tuvieron que cerrar su empresa por los rigores de la pandemia. Tampoco puede obviarse que el emprendimiento es una actividad que exige mucho esfuerzo, en un periodo como el actual en el que se busca equilibrar la vida personal y la profesional con fenómenos como “la gran dimisión”.

En cualquier caso, que no se hable tanto de emprendimiento no es un drama ya que lo realmente importante, como han puesto de manifiesto recientes estudios, es que la economía cambie gracias a los emprendedores a un sistema basado en la innovación. O lo que es lo mismo, y por terminar hablando de cultura como empezó este artículo, pasar de las musas al teatro.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de dirección de empresas en UNIR

viernes, 4 de octubre de 2024

Draghi en español son dragones

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 4 de octubre de 2024)

El lunes 9 de septiembre Mario Draghi presentó en Bruselas su esperado informe “El futuro de la competitividad europea” encargado hace meses por la presidenta de la Comisión. El que fuera presidente del BCE y primer ministro de Italia respondió al mandato de Von Der Leyen con un trabajo de más de 400 páginas muy consciente de que será una suerte de documento guía para la Comisión y su colegio de comisarios.

Unos días después la alemana y el italiano se desplazaron a la localidad francesa de Estrasburgo para presentar al Parlamento europeo los puntos clave de su informe. Simbólicamente se reflejaba así el respeto a la cámara y a su pluralidad política. Mucho se ha escrito sobre un plan que  propone básicamente una nueva estrategia para alcanzar el crecimiento y la competitividad sostenible en Europa. Esta integración de dos objetivos clave para Bruselas, la descarbonización y la industrialización de la economía europea, señala el camino para corregir los excesos regulatorios del Pacto Verde Europeo. La economía europea, pese a contar con una base sólida y un mercado único con elevados estándares en gobernanza, salud, educación o sostenibilidad, ha sufrido una desaceleración en su crecimiento económico frente a EE.UU y China. La UE se enfrenta ahora a una serie de retos cruciales, entre los que destacan la necesidad de acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de crecimiento, reducir los altos precios de la energía mientras se avanza en la descarbonización, y adaptarse a un entorno geopolítico cada vez más inestable.

Pero poco se han comentado las implicaciones para España de la nueva hoja de ruta europea que se resumen en la traducción del apellido del economista y estadista italiano: Draghi. Esta palabra es el plural de drago, o lo que es lo mismo dragones, en su traslación al castellano. Y ese es el resumen del plan para nuestro país. Me explico. “Hic svnt dracones” (aquí hay dragones) es una frase utilizada a lo largo de la historia para referirse a territorios ignotos o peligrosos. Tiene su origen en la costumbre medieval de poner en los mapas esa criatura mitológica, en los territorios aún sin explorar. Y el informe en cuestión plantea muchos dragones, como el apellido de su autor, para nuestro país. Territorios inexplorados de ausencia de competitividad de nuestra economía con grandes amenazas. Por lo menos cinco.

El dragón del tamaño de las empresas. La menor escala del tejido empresarial patrio, dominado por micropymes, impide beneficiarse de las economías de escala imprescindibles para acometer inversiones que hagan plausible competir en el concierto internacional.

El dragón de la innovación. Un siglo después seguimos haciendo buena la frase de Unamuno “que inventen ellos”, las empresas y los centros de investigación españolas no destacan en tecnologías digitales lo que nos lleva como país a un discreto puesto número 30 en los países más innovadores y una menor inversión en este campo.

El dragón del mercado único. La fragmentación europea tiene su zona cero en nuestro país, con 17 marcos legales para las empresas que son barreras que hacen imposible la adquisición del músculo necesario para competir en Europa y por supuesto en el resto del mundo, por no hablar de una fiscalidad heterogénea y muchas veces confiscatoria.

El dragón del endeudamiento. Las políticas de alimentación de la demanda agregada instauradas tras la pandemia y la relajación de las normas fiscales europeas por el shock del 2020, han instaurado la creencia en gobiernos europeos como el español que el control del déficit y la deuda pública son rémoras del pasado. La realidad es que España está más endeudada que sus socios europeos y por tanto más débil para afrontar turbulencias futuras. El retraso en afrontar reformas que embriden el gasto público en beneficio del calendario político hace temer por un mayor aumento aun del apalancamiento de las cuentas públicas.

El dragón de la seguridad y la sostenibilidad. La unilateralidad del gobierno español puesta de manifiesto con Venezuela y el reconocimiento a Palestina ha tenido su penúltima expresión con el reciente viaje a China del presidente Sánchez en el que ha echado por tierra la estrategia de elevar aranceles a los coches eléctricos chinos para ayudar a la industria continental en su camino a las energías limpias.

Casualidad o causalidad, pero la traducción del apellido del Señor Draghi que da nombre al informe más importante para los siguientes seis años de Europa, nos recuerda como españoles que por mucho que nuestro PIB crezca y el empleo escale, quedan demasiados dragones viviendo en nuestra economía. Luchar contra ellos ha de ser la principal prioridad política por encima de cualquier otra consideración cortoplacista o partidista.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 1 de octubre de 2024

Popeconomics

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el 30 de septiembre de 2024)


Hay una frase atribuida a Warren Buffet que dice algo así como que cuando el taxista habla de la bolsa hay que dejar de invertir en el mercado de valores para buscar otras opciones menos populares. Estas semanas de vuelta al cole también han comenzado las tertulias con muchos opinadores que usan la actualidad económica en sus intervenciones amplificadas por las redes sociales. De modo y manera que conceptos como la carestía de la cesta de la compra en Estados Unidos, las ayudas públicas a la pobreza energética en Reino Unido, la prima de riesgo en Francia o el fraude de las criptomonedas en España... han acabado en boca de legos en economía pero hábiles en verborrea.

Si el mago de Omaha abandonaba su cartera de mercados financieros por culpa del taxista inversor, a los economistas no nos puede pasar algo similar al escuchar tanto contertulio y acabar desistiendo de explicar la coyuntura. Más bien al contrario. Cuando los asuntos económicos se sitúan en la agenda pública es una oportunidad que no puede desperdiciarse para lograr una educación social que ayude a la ciudadanía a afrontar mejor las crisis economicas. En el mundo anglosajón lo han llamado popeconomics. Es decir “economía pop” o ese momento en que los temas técnicos de esta disciplina se convierten en tan populares como una canción gracias a la industria del entretenimiento.

Los resultados de las encuestas de educación financiera a la población demuestran el desconocimiento masivo de conceptos tan básicos como que los préstamos han de devolverse o que los intereses crecen con el paso del tiempo si se aplica el tipo compuesto. Este año se han incluido las criptomonedas y la mayoría no sabía el riesgo inherente a las mismas. Es por eso mismo, porque la ignorancia avanza con penosas consecuencias, la razón para no desistir en explicar con rigor y sencillez conceptos económicos, en este cuarto de hora de popularidad de la ciencia social.

No es fácil porque esas tertulias nos recuerdan muchas veces al cuñadismo de los encuentros familiares por esa capacidad de hablar de todo sin saber de nada, pero no hay que perder la esperanza. Unos investigares bautizaron en los años cincuenta con su nombre, efecto Duning-Kruger, un experimento que viene al caso. Las opiniones de una persona que no sabe nada de un tema son mucho más numerosas que las de aquella otra que sí sabe algo. Es decir analizando numerosos datos concluyeron que conforme más se conoce un tema menos se opina porque uno se da cuenta de su estulticia. «La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento». O si se prefiere, comenzar a estudiar es comenzar a callar. Solo, decían estos científicos, las opiniones vuelven a emitirse en cantidad cuando se sabe muchísimo de un asunto como para ser situado en la categoría de experto por los demás.

De ahí mi esperanza de que si la economía se vuelve popular, cuñados y tertulianos tengan que entrar en wikipedia un par de veces y empiece a funcionar el Efecto Duning_Krug, por el bien de todos.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


lunes, 30 de septiembre de 2024

Cosas que desaparecerán

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 30 de septiembre de 2024)


Miro a mi alrededor y me doy cuenta que soy el único con corbata en la oficina. Qué curioso porque hace unos años no llevarla era lo raro. Mientras me la quito avergonzado pienso lo poco que le queda, pronto desaparecerá. Una pena la verdad, porque ese lazo anudado al cuello ha sido una nuestra de respeto ante los demás y de paso una prenda que nos hacia más elegantes. En esas estaba cuando me empezaron a venir a la cabeza cosas que en breve ya no existirán.

Los cines como los kioskos de prensa siguen abiertos pero cada vez hay menos. Los pañuelos de tela casi han sido sustituidos por los prácticos klínex. Los diccionarios y las enciclopedias son recuerdos de los salones de la década de los cincuenta y ya no forman parte del mobiliario de ninguna casa. Igual que preguntar a un desconocido cómo encontrar una calle o un restaurante. Dar los buenos días o saludar cuando dos personas se cruzan en la escalera o en el monte.

Las monedas ya no habitarán en los bolsillos ni en las carteras, el huevo hilado ya nadie sabrá qué es y el tratarse de usted sonará al siglo pasado. Igual que las tarjetas de visita y el helado de corte; los tacones y las postales turísticas; los marcos con fotos y la tarta al whisky; las cartas de amor pero no las de hacienda, el matrimonio para toda la vida, el mapa de carreteras y las tiendas de ultramarinos; los santorales, los callejeros y las medias de color carne de las mujeres.  Qué decir de saberse un número de teléfono, merendar todos los días o esperar cada semana a ver el capitulo de una serie. 

Desaparecerá quizás la siesta, tener un coche en propiedad, dar las gracias, ceder el sitio en el autobús o hacer autostop. Sera inaudito ver más niños que mascotas en un parque o que los novios se sienten con sus padres en su propia boda. Los cheques bancarios, comprar acciones en la bolsa para ahorrar o tener el mismo trabajo cinco años seguidos, misión imposible. Igual que encontrar pepinillos en vinagre, una revista en papel o alguien que  escuche un mensaje a velocidad normal, use calcetines de ejecutivo, lleve camiseta interior de tirantes o un jefe que invite a desayunar.

Desaparecerá todo lo anterior o no, pero lo que quedará seguro es la capacidad de sorprenderse del ser humano. Así llevamos miles de años. Ahora también y aunque nos aferremos a la nostalgia o peor aún despotriquemos de las nuevas generaciones... tienes que saber que a nuestros padres les pasó lo mismo con sus abuelos. También te pasara a ti, ilustre miembro de la generación z que consideras toda esta lista que acabo de mencionar como claramente prescindible. Más pronto que tarde, también tu sentirás que tu mundo se extingue.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


lunes, 16 de septiembre de 2024

¿Y tú de quién eres?

 (Este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 16 de septiembre de 2024)

Los que tienen pueblo para pasar el verano, seguro que les sonará esta pregunta. A los que no, quizás les venga a la cabeza una divertida canción de los noventa que todo el mundo tarareaba. Para el resto, esta explicación: en la España rural era habitual etiquetar a los jóvenes con alguno de sus antepasados familiares para así identificarlos mejor. La letra de esa canción se reía de esta costumbre ya que un chico quiere comprar algo en una tienda, pero las clientas solo le preguntan ¿Y tú de quien eres? ¿De Marujita? ¿de Josefita o de Miguelina? …no pararán hasta saber la familia de este forastero.

Así seguimos, por mucho que España sea urbana y multicultural y poco importe ya en la mayoría de ciudades quienes son los ancestros de nadie. Y digo que esto no ha cambiado porque los españoles necesitamos etiquetar todo. Lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia y ahora con el fenómeno de la polarización se ha acelerado. Es imposible no posicionarse. O blanco o negro, nada de grises. O estás con Kamala Harris o eres un trumpista. Igualmente, si lees un periódico ya no puedes ojear otro porque parece que estás traicionando a tu cabecera de referencia.

Pero en este mes de septiembre esta pregunta se ha repetido en el bar, el autobús o cenando en casa. ¿Eres de Broncano o de El Hormiguero? Los datos de la batalla de la audiencia se comentan cada mañana como si nos fuera la vida en ello. Antes de mirar la agenda, el horario del metro o el saldo en el banco, chequeamos si La revuelta le ha ganado a Pablo Motos. Seguimos sin entender qué es la TAE de nuestra hipoteca o la tarifa en kWh de la factura de la luz, pero nos hemos vuelto expertos en defender el share que obtiene La Revuelta o el rating que logra El Hormiguero. Muy español.

Nada que no haya pasado a lo largo de nuestra historia. En el siglo XVII la rivalidad entre Francisco de Quevedo y Luis de Góngora superó la literatura para alcanzar lo personal. En el barrio de las Letras de Madrid se crearon dos bandos, los partidarios del primero “los conceptistas” y los “culteranistas” que apoyaban al cordobés. Dos siglos después casi en las mismas calles, el pueblo se dividió entre los “afrancesados” que defendía la invasión del vecino porque traería la Ilustración frente a los “patriotas” que querían al rey Fernando VI. El relevo de bandos lo tomaron los “isabelinos” y los “carlistas”, de nuevo etiquetas españolas, que han seguido conforme avanzaban los años con los anglófilos frente a germanófilos; los prorrusos y los atlantistas. El Real Madrid de Cristiano o el Barca de Messi. La radio de Encarna Sánchez o la de María Teresa Campos. Siempre en dos orillas del rio, como si no pudiese valorarse al mismo tiempo la ironía de Quevedo y la profundidad de Góngora. Acaso no podía compartirse el amor a tu país y defender al mismo tiempo las bondades de las ideas venidas de fuera. Por qué renunciar a la cultura alemana o rusa al mismo tiempo que repudias sus dictaduras. Se puede admirar a dos futbolistas y también escuchar varias emisoras de radio, sin ser un felón. No es fácil, pero hay que intentarlo también estos días.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 8 de septiembre de 2024

El seísmo catalán

 Este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 6 de septiembre de 2024

En el País vasco hay preocupación. Las ondas sísmicas del terremoto catalán de este verano han llegado hasta el golfo de Vizcaya. El bochorno causado por los Mossos d´Escuadra  incapaces de cumplir una orden de detención dictada por los jueces, ha sido muy comentado en la policía vasca. Los ertzainas lucharon contra ETA con alto coste en vidas personales, pero no es cosa del pasado porque siguen sufriendo el acoso en muchas localidades cada vez que llegan las fiestas de verano. Tampoco puede olvidarse que evitaron -destapando el “caso Retolaza”- las pretensiones del PNV de convertir la Ertzaintza en una suerte de policía de partido. Y es que el espectáculo de la vuelta Puigdemont en Barcelona, solo ha sido posible, gracias a una policía que parece que responde más a Junts más que a las leyes. Costará mucho tiempo recuperar el prestigio y acallar las voces que demandan una vuelta atrás de la cesión de una competencia tan sensible como la seguridad. Tanto sufrimiento de los agentes vascos, para nada.

Pero el temblor que más han notado los vascos tiene su origen en el acuerdo que ha hecho President a Salvador Illa. La cesión total de los impuestos recaudados en Cataluña consagra de facto un Concierto catalán al estilo del vasco y el Convenio navarro, con la importante salvedad de que ese no tiene soporte constitucional a diferencia de estos dos. La soberanía fiscal para Cataluña es un seísmo de alta intensidad que se ha sentido en el verano vasco y los interrogantes han surgido inmediatamente porque la línea argumental de la defensa de la fiscalidad foral era su amparo constitucional y su excepcionalidad en el sistema autonómico español. O lo que es lo mismo la Carta Magna consagraba la salida del régimen común tributario y los partidos políticos impedían la ruptura de la solidaridad que supondría dar la llave de la caja impositiva a todas las comunidades autónomas. Pero ahora ese equilibrio se ha roto y hasta el propio acuerdo con ERC pone en duda la solidaridad de la excepción foral. Por eso muchos se preguntan estos días en la costa vasca si será tan fácil negociar el siguiente cupo o incluso si el consenso político sobre el Concierto se mantendrá en los próximos años o fruto de las cesiones de Sánchez al nacionalismo catalán, el descontento se llevará por delante también la foralidad.

Douglass North recibió en 1993 el premio Nobel de economía por el rol de las instituciones en el desarrollo económico de los territorios. Para el profesor americano en su teoría de las instituciones no caben solamente las administraciones públicas sino también las leyes, los impuestos y hasta las empresas. La riqueza de las naciones está mediatizada por la interacción entre instituciones (que fijan las reglas del juego) y las organizaciones (empresas y sociedad civil). Así pues, el empresario como agente responsable y catalizador de la creación de empresas está condicionado por los factores del entorno y es el encargado de implementar las reglamentaciones, así como las normas fruto de su aprendizaje y del proceso de socialización, contando además con la incidencia de otras organizaciones políticas, económicas, sociales y educativas.

North seguro que está en la cabeza de muchos vascos (y españoles) desde que se sintió el temblor originado en la Plaza de la Ciudadela de Barcelona. Por lo menos leyendo estos días a López Basaguren catedrático de derecho constitucional de la universidad vasca o a la presidenta de la patronal vasca, Tamara Yagüe, a mí me han recordado casi literalmente a la teoría institucionalista. Para Basaguren la negociación fiscal bilateral rompe la sagrada regla de que el sistema de nivelación ha de ser multilateral y por consenso. A su vez, la máxima responsable de Confebask ha asegurado que “desde la crisis financiera de 2008, el crecimiento de la economía vasca ha estado por debajo de la zona euro y del resto de comunidades más prósperas. Por eso, ha llegado el momento de volver a poner el Concierto Económico al servicio de la competitividad y del crecimiento del País”. Para los empresarios vascos toca contribuir desde la fiscalidad a la aceleración del crecimiento económico de Euskadi. Creen que es necesario reducir la presión fiscal para reactivar la economía y dejar de perder posiciones respecto a otras regiones más dinámicas de Europa. Lo han llamado “invertir en fiscalidad” y el hilo conductor de la propuesta es rebajar impuestos para relanzar la inversión, la atracción de empresas y también de talento. Todo ello redundaría en más actividad económica de tal forma que no se perdería recaudación.

Leyes que se cumplen, impuestos que favorecen la actividad, solidaridad entre los que más tienen y los que menos… empresarios y profesores vascos preocupados porque no se sigue lo anterior. Instituciones puestas en solfa estos días con el número de escapismo de Puigdemont pero que no pueden ocultar lo más grave que es el riesgo de pérdida de confianza en el estado de derecho de inversores, emprendedores y trabajadores que buscarán refugio (no tan lejano) en aquellos lugares donde el círculo virtuoso de North funcione.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

Tocado y hundido

 Este artículo se publicó en La Información el 2 de septiembre de 2024

El verano poco a poco nos deja, pero a los economistas nos quedará el recuerdo de algunas noticias. Se olvidará el lunes negro de la bolsa en agosto y también el culebrón de la bajada de los tipos de interés o el aumento del desempleo en Estados Unidos. En cambio, en nuestra mente permanecerá un suceso que a priori no afecta a la ciencia económica. Me refiero al naufragio el 19 de agosto de un velero en la costa de Sicilia que causó la muerte de media docena de personas. Más allá de que entre los fallecidos haya destacados actores económicos como el empresario Mike Lynch o el presidente internacional de Morgan Stanley, el hundimiento de este barco explica muy bien algunas lecciones de economía.

El Bayesian era un lujoso yate valorado en más de 50 millones de dólares propiedad del exitoso emprendedor británico Mike Lynch, que murió ese día ahogado junto a su hija. El barco era conocido en todo el mundo no solo por su espectacular diseño y tecnología sino por su imponente mástil de 75 metros, considerado el más alto del mundo. Lynch había invitado a colegas y familia a disfrutar del Mediterráneo para celebrar que había sido absuelto de un proceso judicial que podría haber acabado con su fortuna y haberle llevado a la cárcel. Para este crucero eligió al mejor, un capitán neozelandés que tenía una grandísima experiencia comandando barcos de superlujo. Pero a pesar de recibir un aviso de tormenta en Palermo, confiado por las prestaciones del velero y por su dominio de estas situaciones, el marinero no pudo evitar el naufragio. Cuando la tromba marina alcanzó al Bayesian, las puertas de la cabina y algunas escotillas estaban abiertas lo que hizo posible que una gran cantidad de agua entrase en el casco. Esto, unido al fuerte desequilibrio que causó en el velero un mástil tan alto azotado por el huracán, le llevó al fondo del mar. Algunas otras fuentes hablan de órdenes contradictorias entre el propietario y el piloto. Sea como fuere, con tecnología punta, un piloto exitoso y el reconocimiento mundial, el barco se hundió.

En economía se puede confiar en la tecnología – como en la del yate- y de hecho si repasamos los valores bursátiles que más crecen son aquellos soportados por servicios tecnológicos. Las conocidas como big tech han dado grandes alegrías a sus accionistas los últimos años, aunque  quizás tras los avisos de estas semanas esto ya se ha acabado. Sus empleados lo saben bien ya que cientos de miles han sido despedidos desde la pandemia y otros tantos lo serán fruto de las eficiencias logradas por la IA generativa.

Tampoco nadie duda de la importancia de un CEO para el desempeño de una empresa, como un capitán para un barco. La teoría económica ha estudiado las cualidades de los mejores consejeros delegados y analizado el impacto positivo de la gestión de estos buenos líderes empresariales. Steve Jobs, Bill Gates, Jeff Bezos, Jack Welch transformaron sus compañías, pero todos ellos fueron puestos en cuestión en algún momento y no terminaron su carrera como primeros ejecutivos. De hecho, son varios informes que demuestran que la duración promedio de los CEOs se ha reducido en los últimos años e incluso alguno ya habla de que dos de cada diez de los primeros espadas de las principales empresas del mundo son despedidos todos los años.

Ser el mejor hoy, no es garantía de serlo mañana. La historia económica acumula sonoros fracasos de compañías que fueron líderes indiscutibles sin que nadie dudara de su solvencia. O incluso envidiadas por su liderazgo mundial -como el Bayesian por su mástil- Desde Kodak con su pionera cámara digital; Blackberry con el primer teléfono inteligente o Blockbuster con la mayor red del mundo de alquiler de películas, éxitos pasados no garantizan éxitos futuros.

Los veleros en breve volverán a los puertos refugio, pero la lección del hundimiento de este verano no puede olvidarse porque si no volverá a repetirse en el mar y en la economía. No puede subestimarse la fuerza del mar como tampoco la de los mercados. Por muchas crisis que se hayan bandeado, la última siempre es la peor. En un barco como en una empresa el mérito y la capacidad es lo que ha de regir su funcionamiento por encima de cualquier otra consideración. Por último, la propiedad y la gestión siempre han de ir alienadas.

Dejo para la reflexión del lector si las empresas que conocen o incluso las instituciones que les gobiernan cumplen los criterios anteriores o están en riesgo de hundimiento.