domingo, 7 de julio de 2024

El melting pot de Hernández de Cos

(este artículo se publicó en el Periódico de Cataluña el 7 de julio de 2024)

Se acaba de ir y ya le echamos de menos. En una de sus últimas comparecencias Hernández de Cos situaba en la inmigración la salvación de nuestro sistema de pensiones. En concreto el que ha sido gobernador del Banco de España hasta hace unas semanas afirmó que la población inmigrante trabajadora tendría que subir en más de 24 millones hasta un total de 37 millones. Si queremos mantener las jubilaciones tal y como las concebimos ahora, en 2050 tendría que haber bastantes más trabajadores foráneos que españoles. Es decir, crear unos 800.000 puestos de trabajo para inmigrantes al año. Menuda propuesta para recordar estos días de campaña electoral en Francia, en el que todo indica que los herederos del Frente Nacional van a arrasar llevándose por delante el centrismo de Macron con la bandera del nacionalismo.

Y es que con más de un 17% de los residentes nacidos fuera, España ya está entre los cuatro países del mundo con una mayor proporción de extranjeros tras Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Parece una quimera la propuesta de Hernández de Cos viendo cómo han crecido los populismos precisamente en esos países. Trump ha prometido si sale reelegido la mayor deportación de la historia, identificando inmigrantes con pandilleros; en Alemania los resultados de AfD han ratificado el apoyo popular a la “expulsión masiva de extranjeros" y la victoria del Brexit no se entendería sin la apelación al odio al extranjero.

¿Cómo es posible que Hernández de Cos apostase por la inmigración sabiendo todo lo anterior? No puede olvidarse que el exgobernador no es un político sino un economista que hizo su carrera en el departamento de estudios del Banco de España. No son pocos los informes macroeconómicos que hablan del dividendo demográfico. Para un accionista un dividendo es motivo de alegría porque supone repartir el beneficio entre los propietarios de la empresa. Por eso en demografía un dividendo también es algo que hay que celebrar. La definición de la ciencia de la población para este dividendo es una cohorte de personas que constituyen una fuerza de trabajo potencial que en un momento determinado puede hacerse efectiva mejorando con ello la producción de bienes y servicios. El dividendo demográfico es por tanto un regalo, un impulso en la productividad económica que ocurre cuando hay un número creciente de personas en la fuerza laboral en relación con el número de dependientes.

A lo largo de la historia reciente han existido tres grandes dividendos demográficos. El más conocido es el de los jóvenes en las sociedades en desarrollo, que gracias a su educación y a las reformas institucionales en sus países fueron claves para impulsar sus economías. Pero es muy destacado el de las mujeres, que se hizo realidad cuando se incorporaron masivamente al trabajo en los años setenta del siglo pasado, acuñándose la expresión purple dollar, por el potencial económico de dejar de desperdiciar el talento femenino. Y finalmente el vinculado a la inmigración que defiende el Banco de España con independencia de las coyunturas políticas.

Este dividendo demográfico ocurre cuando gracias a trabajadores foráneos la proporción de personas trabajadoras en la población total crece muchísimo porque esto indica que más personas tienen el potencial de ser productivas y contribuir al crecimiento de la economía. Y el caso paradigmático es la economía estadounidense. De hecho, este bono demográfico se le bautizó como Melting Pot.

El término se traduce castizamente como un potaje en el que cabe todo para alimentar a una familia, quizás se explica mejor en castellano como crisol de culturas, de modo y manera que sociedades heterogéneas se convierten en sociedades homogéneas, en las cuales los ingredientes mezclados son culturas, etnias y religiones que se combinan para formar una sociedad multiétnica. La analogía lleva implícita la idea mágica de la convivencia armoniosa a través del mestizaje; por oposición a la segregación racial de los banlieues franceses de los que tanto se habla estos años en el Hexágono. Integración frente apartheid. Asimilación versus gueto.

Melting Pot como aforismo tiene más de un siglo, pero desde entonces se viene utilizando para describir la forma de integración de la inmigración en Estados Unidos que tantas externalidades positivas ha generado. Todo un efecto llamada usado por Estados Unidos durante más de cien años para atraer a las mentes más privilegiadas a sus universidades, pero también a los espíritus más emprendedores.

Son muchos los países del mundo que han recogido este regalo demográfico de la inmigración, Canadá, Australia y el propio Reino Unido, pero pocos los políticos valientes que lo han defendido en los últimos tiempos. Angela Merkel en 2015 admitió a un millón de refugiados que ayudaron a la economía alemana según confirman los informes del Centro para el Desarrollo Global. La frase de la canciller Merkel aquellos años era Wir schaffen das, traducida como lo lograremos, ha hecho realidad una economía con mano de obra suficiente para afrontar los retos del envejecimiento. Por aquí las bondades del melting pot a la luz del crecimiento de la economía y la afiliación a la seguridad social en las dos últimas décadas, son evidentes, pero habrá que esperar para contarlo a que vuelvan a aparecer valientes y rigurosos personajes por nuestra geografía, como Hernández de Cos.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

martes, 2 de julio de 2024

La navaja de la ministra de vivienda

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 2 de julio de 2024)

Me encanta “la navaja de Ockham”. Es un principio aplicado en economía que se resume en que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable.  La leyenda cuenta que el fraile inglés Guillermo de Ockham en el siglo XIV adquirió fama por su obra teológica basada en la sencillez. Así se hizo popular la metáfora de que sus ideas eran como una navaja que afeitaba la barba de Platón, la sencillez recorta la complejidad. Así ha pasado a la historia esta expresión.

Siempre que puedo me abono a ella y por ello en el caso de dos eventuales soluciones a un problema, la más simple es más probable de ser correcta que la alambicada. Estos días que hemos conocido que el encarecimiento de la vivienda no para, me he acordado de la navaja del cura inglés. Efectivamente el precio de la vivienda aceleró su incremento en el primer trimestre del año hasta el 6,3% interanual, un aumento que no era tan elevado desde el tercer trimestre de 2022, según datos difundidos por el INE. Por tipo de vivienda, la nueva subió 2,6 puntos hasta el 10,1%, mientras que la de segunda mano se situó en el 5,7%, más de dos puntos por encima de la registrada el trimestre anterior.

Para empeorarlo todo, la rigidez de los tipos de interés de las hipotecas no ayuda a financiar la compra de inmuebles, también el mercado de alquiler con subidas de dos dígitos anuales está en precios máximos de las series históricas. Pagar una casa en España, supone de media la mitad de los ingresos de un ciudadano medio, en cualquiera de las fórmulas que hasta ahora considerábamos como habituales, comprar o alquilar, de ahí que se estén extendiendo prácticas como los pisos compartidos.

Encontrar una solución al problema de la vivienda en nuestro país se ha convertido en lo más parecido a finalizar el sudoku más complicado. Un mercado con millones de demandantes y muchos menos oferentes, con tres actores públicos como gobierno central, comunidades autónomas y ayuntamientos con competencias para actuar. La inacción consagra el problema de la falta de vivienda, pero como se mantiene la demanda porque se sigue necesitando un lugar donde vivir, los precios se disparan, tanto de alquiler como de compra, simplemente porque hay muchas personas que quieren la misma casa y se la lleva el que más paga.

El Banco de España ha asegurado que en España hay 27 millones de viviendas, de ellas, el 70% son vivienda habitual y el 13,3% se alquila, unos 3,6 millones de viviendas, y el resto, unos 4 millones, o están vacías o desocupadas. Pero los que buscan casas son muchos millones más. Entre 2022 y 2025 la economía española registrará un déficit de unas 600.000 viviendas. Ante este panorama surge la diatriba. Hacer más casas u obligar a los que tienen ya una a que la alquilen o la vendan a un precio asequible para esa mayoría que no puede pagársela.

La navaja de Ockham nos recuerda que siempre gana la sencillez. Crear más viviendas hará que el exceso de demanda se reduzca y por tanto los precios bajen. Bastaría con facilitar que se construyan más viviendas. Con un número amplio de casas en el mercado no es necesario topar precios, tampoco gravar las casas vacías y ni mucho menos poner en cuestión el principio sagrado de la propiedad. El Círculo de Economía de Barcelona acaba de publicar una nota en la que demuestra los efectos “muy perniciosos” de intervenir el precio de los alquileres con topes como el que se aplica en Cataluña. El informe incorporar otro argumento para defender que haya más viviendas y es que el parque público de alquiler solo representa el 2% del total, mientras que en algunos países de Europa supera el 20% y la media de la Unión Europea está en el 8%.

Por tanto, por simple no debemos descartarlo, siguiendo a Guillermo de Ockham. Ha de aumentarse la oferta para que por esta vía el precio se ajuste. Y ahí las administraciones sí pueden actuar. Mayor volumen de terreno edificable, suelo público más barato para que se pueda construir, facilitar cambios de usos de suelos, ayudas para rehabilitar casas, colaboración público-privada para construir un parque suficiente de vivienda protegida. Hasta el Banco de España ha reclamado un pacto de Estado para una ley del suelo que permita crear más viviendas.

En Santa Cruz de Mudela se fabrican las mejores navajas de España. Estoy seguro de que Isabel Rodríguez, ministra de Vivienda, y diputada por Ciudad Real conoce bien ese municipio de su provincia. Por eso me atrevo a pedirle a la responsable de las políticas públicas del ramo que se compre una bien grande para dejarla en su despacho y recordar cada vez que la vea, que urge lo más fácil. Más casas en España.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 24 de junio de 2024

Fuzbol

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 24 de junio de 2024)


En el año 2000 la mayoría de las estrellas de la Eurocopa de fútbol masculino no habían nacido. Ni el inglés Bellingham (21), ni el turco Arda Guler (19) y por supuesto tampoco los españoles Lamine Yamal (16) y Nico Williams (21) saben lo que es vivir en el siglo pasado. Toda su vida ha estado marcada por la red de redes ya que han comprado, hecho amigos y jugado por internet. Son la generación z, que ahora ha disrumpido en el fútbol, y que hace que este artículo se titule así, hibridando el deporte rey con la letra de la generación de estos chavales.

Cuando el rey Felipe IV la semana pasada bajó al vestuario para felicitar a los jugadores tras el inapelable triunfo ante el vigente campeón, Italia, no pudo más que llevarse las manos a la cabeza en señal de sorpresa al saber la edad de Yamal. Así estamos la mayoría de los aficionados al seguir este campeonato con tantos miembros de la generación z arrasando en el campo. Y es que no podemos evitar hacer el cálculo de los años que nos separan y comprobar que somos de siglos diferentes.

Pero lo que ahora vemos en el fútbol lleva un tiempo pasando en la economía. El experto en comercio electrónico Jesús Moradillo ha presentado, coincidiendo con el inicio de la Copa América y la Eurocopa de fútbol, un estudio en el que defiende las nuevas reglas del marketing que ha traído la generación z. Si no quieres llevarte las manos a la cabeza, pero esta vez porque te has quedado sin empleo, te aconsejo que leas las siguientes líneas.

Solamente uno de cada cuatro de los miembros de esta generación es fiel a una marca específica; rechazan los mensajes largos e irrelevantes del estilo del siglo pasado; exigen contenidos breves, facilones, visuales y con humor además detectan con facilidad el postureo social y son implacables para criticarlo. Las redes sociales son su principal canal de consumo porque viven prácticamente allí lo que les ha acostumbrado a la inmediatez y a la investigación de reseñas y opiniones antes de comprar. Ya no usan, como tú, los buscadores tradicionales ni se mensajean con tus aplicaciones, para ellos todo pasa por Tik Tok, YouTube o Instagram. Y para colmo la llegada de las plataformas de venta chinas, con sus superdescuentos, ha hecho que dos de cada tres zetas compren allí y además sean sus mayores defensores sin importarles de dónde vienen o qué reglas se saltan.

Nico Williams está siendo imposible de frenar estas semanas en Alemania cuando coge el balón por la banda, sus coetáneos de generación son igual de imparables cuando compran. Así que, si hemos conseguido acabar con la nostalgia del tiki taka de los mejores años de nuestro fútbol, también podemos adoptar las nuevas reglas de los zeta a la hora de comprar...aunque nos suponga abrir una cuenta en Tik Tok ya mismo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 10 de junio de 2024

El turista laboral

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 10 de junio de 2024)



El trabajo en España siempre da qué hablar. Los datos mensuales del desempleo desde hace décadas nos recuerdan que somos el país europeo con más parados, por encima de los tres millones de personas. Pero en los últimos años han aparecido dos fenómenos que sorprenden mucho en un país supuestamente aquejado por el paro. El primero es que aquí conviven dos realidades aparentemente contradictorias, el desempleo y las vacantes; ya que cientos de miles de ofertas de empleo quedan sin cubrirse por la ausencia de perfiles cualificados. La segunda, es el auge del pluriempleo, 800.000 personas tienen más de un trabajo precisamente porque con un contrato no les vale para alcanzar unos ingresos suficientes.

Ahora, ha aparecido una nueva realidad para complicarlo todo aún más, se le conoce como los turistas laborales. Son profesionales, que, como un turista, viajan de una empresa a otra buscando el mejor destino laboral. Las empresas ya lo están notando con cifras de rotación no deseada de hasta un 40%. Una realidad que afecta a los más jóvenes de la generación z, casi la mitad de ellos quiere cambiar de trabajo, pero también al resto de cohortes que ante un mercado laboral precario y en expansión, han perdido miedo a cambiar de ocupación.

¿Qué es lo que lleva a que en un país donde tener un empleo es todo un triunfo, de la noche a la mañana miles de personas decidan dejar su puesto de trabajo? Son varias razones que se explican en un interesante informe que ha liderado el experto en recursos humanos, Tomás Pereda. Son profesionales que saltan de liana en liana en la jungla laboral, donde cada liana es una empresa que le sirve de impulso para ir a la siguiente y así sucesivamente. Un proceso interminable en el que las empresas tienen mucho que perder si no son capaces de pararlo, usando el marketing que tantos éxitos les ha dado con clientes, para ofrecer la mejor propuesta de valor para sus empleados. Escucha activa, creatividad, pacto intergeneracional, formación y personalización son las herramientas que han de usar las compañías para evitar que sus fichajes apenas superen el año de permanencia.

Pero este proceso tiene que ver también con la demografía y la psicología. La pirámide de la población se ha estrechado y el poder de negociación ha pasado de la empresa que tenía donde elegir hace unos años, a ahora dónde el candidato acaba eligiendo la empresa. Al mismo tiempo, la tecnología -que lo ha acelerado todo- nos ha vuelto a todos más impacientes, no estamos dispuestos a calentar años una silla en una empresa que no nos hace felices. Esa inmediatez, unida a la pérdida del vértigo a los períodos de transición -gracias a un potente sistema de subsidios públicos- explica tanto cambio de trabajo en tan poco tiempo de estos turistas laborales.

El informe de MásHumano termina alertando de que al igual que explorar sin brújula puede llevar al desastre, cambiar de empleo sin un proyecto profesional bajo el brazo, es la antesala del fracaso. Carreras inconsistentes con personas incapaces de casarse con un proyecto empresarial, abonarán futuros parados o lo que es peor candidatos a la insatisfacción permanente.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 9 de junio de 2024

La ventana se mueve

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 9 de junio de 2024)


Cada país tiene sus temas tabúes. Son asuntos que es mejor no hablar de ellos, por motivos culturales o de otro tipo, porque suponen un problema. En España, la vida personal de los políticos, la eutanasia, la guerra, el despido libre, la prostitución, los pactos con EH Bildu o hasta el aborto han sido algunos de ellos, que han pasado a la historia. Eran realidades innombrables que se obviaban ya que provocaban un rechazo tácito por parte de un amplio sector de la sociedad. Sin embargo, todos aquellos temas que se encuentran disponibles para debatir pertenecen a lo que se ha bautizado como ‘ventana de Overton’, una teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas.

Su ideólogo, Joseph Overton, vicepresidente de uno de los mayores institutos de investigación social de Estados Unidos, el Mackinac Center for Public Policy, desarrolló la teoría de cómo un político ganaría votantes siempre que sus propuestas se enmarcasen en el interior de una ventana que guardaba lo que la sociedad aceptaría en el momento. No obstante, la clave de esta tesis es que los líderes habilidosos pueden mover esa ventana o si se prefiere añadir temas de conversación a este marco socialmente aceptable. De este modo, el político más atrevido podría enarbolar la bandera del cambio con la garantía de saber que estos asuntos -antaño prohibidos- no serían rechazados por el pueblo. La teoría de la ventana de Overton tiene sus tiempos y no es una fórmula mágica, sino que posee diferentes fases, en primer lugar, las ideas pasan de ser impensables a radicales, y de ahí a ser aceptables, para terminar siendo sensatas y populares. Inmediatamente nos vienen a la cabeza Trump o Milei, pero también Orban o López Obrador. Artistas en ampliar la ventana para acabar convirtiendo en aceptables temas considerados antaño como anatemas. Pero yo les quiero hablar, como siempre, de economía y cómo la teoría en cuestión también ha llegado a esta disciplina.

Hace pocos días el gobierno español aprobó que pueda ser compatible cobrar el subsidio de desempleo y tener un sueldo en una empresa. Parado y con nomina al mismo tiempo. La medida se ha tomado porque el gobierno tiene claro que las personas que cobran el paro no tienen incentivos para buscar trabajo. Con este empujón desde lo público -dos ingresos en la cuenta corriente- muchos españoles abandonaran el paro. Un gobierno de izquierdas acaba con el tabú de que las ayudas sociales siempre funcionan. Casi al mismo tiempo, el mismo equipo ha promovido que pueda conciliarse pensión y empleo. De nuevo un principio inmutable como que los mayores han de descansar, se supera. Otro ejemplo es cuando se atrevieron a reducir el IVA en plena escalada de la tasa de inflación, esquivando la idea socialmente aceptada de que bajar impuestos perjudica a las clases más desfavorecidas.

En el plano europeo, Bruselas aceptó la taxonomía de energías limpias y las reivindicaciones de los agricultores. La sociedad asumió sin problemas que sus gobiernos apoyarán la energía nuclear o que se cediera al chantaje de las huelgas del agro europeo. Solo porque se supo redirigir la ventana hacia la lucha contra el cambio climático y el bienestar del continente.

Pero no siempre es tan fácil porque cuando te sales de la ventana, pasa lo que le ocurrió a Liz Truss, primera ministra de Reino Unido en 2022. Tras anunciar na agresiva bajada de impuestos sin reducir el gasto público del estado del bienestar, tuvo que presentar su dimisión.  Solamente 44 días después de tomar posesión por una inusitada caída de los mercados bursátiles ante dicha medida.  También le pueden preguntar a Joe Biden, que ve amenazada su reelección por la percepción de la mala situación económica que atraviesa el país, pese a que todos los indicadores aseguran que no es así. Si Trump consigue ganar en noviembre será porque Biden no supo enfocar el tema económico en la ventana. En España, una víctima de la ventana económica de Overton es Rodríguez Zapatero que siendo presidente lanzó el Plan E para paliar la crisis de 2008. Un documento del Banco de España reveló que el Ejecutivo gastó en total 13.000 millones de euros para crear empleo, aunque por cada millón no se generaron ni seis puestos de trabajo. Todo ello mientras negaba que los españoles estuviéramos inmersos en la mayor crisis de nuestra historia. 

Ahora, el Gobierno de España ha decidido intervenir en el libre mercado. Lo hace de dos modos: en Telefónica a través de la SEPI, su brazo económico, y en el BBVA, Talgo o Naturgy a través de la “norma antiopas” que nació en la pandemia para proteger a las empresas patrias de compradores extranjeros de gangas. El pudor se ha perdido y un tabú como participar desde lo público en las empresas privadas parece que está superado. ¿Habrá conseguido también mover esta ventana económica Sánchez?  Seguro que hay muchos indicadores para saberlo, pero el más próximo serán las elecciones europeas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 3 de junio de 2024

El fentanilo de los gobiernos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 3 de junio de 2024)

La semana pasada el periódico londinense Financial Times se hizo eco del último libro de uno de sus columnistas estrella, Ruchir Sharma. Bajo el sugerente título ¿Por qué no va bien el capitalismo? el inversor indio explica en su último manual cómo el gasto público no ha parado de crecer en el último siglo en Estados Unidos y en todo el mundo, provocando que la economía de mercado ya no funcione correctamente.

Sharma, afincado desde hace dos décadas en Nueva York, es un gran defensor de las políticas públicas en especial la educación y pone como ejemplo que hoy en Estados Unidos diez de los CEOs de las 100 mayores empresas americanas son indios, gracias a su capacitación. Pero al mismo tiempo explica que ya no funciona el estado del bienestar.

Ilustra, con datos que, a pesar de lo que se cree, ni siquiera los gobiernos conservadores de Ronald Reagan o Margaret Thatcher redujeron el tamaño de lo público, sino que simplemente lo que hicieron fue bajar los impuestos con sus políticas económicas neoliberales. La promesa de un gobierno pequeño se quedó en eso. Más bien al contrario, fueron un eslabón más de un proceso de crecimiento ingente de las finanzas estatales.

El articulista que de profesión es banquero de inversión, explica que el resultado de este proceso de aumento del peso del gasto público en la economía, en Estados Unidos se ha pasado de un 4% del PIB en 1930 a cerca del 40% en nuestros días, son gobiernos cada vez más gigantescos en todo el mundo. Una inercia que la postpandemia con programas como el del socialdemócrata Joe Biden, IRA (Inflaction Reduction Act) a ese lado del Atlántico y el de la democristiana Ursula von der Leyen, Next Generation (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia) en este, ha acelerado. Da igual si uno es de izquierdas y la otra de derechas, el resultado es el mismo: más gasto.

Un gasto imposible ya de financiar solamente vía impuestos y que ha provocado que se dispare la deuda pública. Pero, sobre todo, ha acabado funcionando como una especie de analgésico de mala calidad, que esconde los dolores sin actuar sobre la causa del malestar.

Una especie aspirina caducada porque maquilla las cifras de crecimiento de la actividad medida por el PIB, con transferencias de renta sin actuar sobre el verdadero problema de unas economía poco productivas e inclusivas, como se demuestra tras el análisis de más tres años de los programas públicos de impulso económica que anteriormente se han mencionado, que no han traído las ansiadas reformas de la competitividad. Seguimos con el problema de la deuda, la inflación y el desempleo.

Pero Ruchir Sharma dice algo más que me dejó más preocupado que lo anterior. Y es que este ingente gasto público se comporta como el temido fentanilo. Recordará el lector las imágenes de los adictos a esa droga deambulando moribundos por las calles de cualquier suburbio en Estados Unidos. Pero lo que igual no tiene en la cabeza es que el medicamento OxyContin, recetado como sustitutivo de la morfina, durante años en esa parte del mundo, tenía fentanilo para hacer adicto a un elefante. Prescrito durante años para dolores de todo tipo hoy, ya provoca más muertes en USA que cualquier otra causa, al ser una de las drogas ilegales vendidas masivamente por las mafias.

¿Çómo es posible comparar el gasto del estado del bienestar con una droga tan adictiva y letal? La explicación es sencilla. Los humanos, con las boticas y con los subsidios, nos acostumbramos rápidamente al efecto estimulante inmediato, sin darnos cuenta de que acaba generando una dependencia de la que nunca se sale, sino que siempre va a peor.

Este gasto desbocado es fentanilo para las finanzas públicas porque las mata ya que provoca déficits que han de pagarse con deuda pública. Un gasto que funciona como esta morfina mala porque tiene de efecto secundario una inflación que destruye la economía de las familias y las empresas. No solo porque les hace más pobres sino porque encarece el apalancamiento que hace que las personas y las compañías prosperen.

Pero el incremento exponencial de los presupuestos públicos también es OxyContin ilegal para la salud de la libertad económica de cualquier país. El escritor indio recuerda que en USA la libertad económica, medida por el ranking de Heritage Foundation, ha bajado las dos últimas décadas del cuarto al puesto 25, paralelamente al auge de peso del estado del bienestar. Un análisis que nadie ha hecho para España, tampoco Sharma, pero que es coherente con las cifras que estos días hemos conocido del informe de libertad económica del Instituto de Estudios Económicos (IEE) en el que España desciende varias posiciones hasta situarse en la posición 31 de los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Una tendencia en caída simultánea al imparable ascenso del gasto público, impuestos y déficit público.

Malas recetas que siguen aplicándose, por lo menos, en la economía y que nadie se atreve a denunciar, con la honrosa excepción del brillante financiero indio.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 27 de mayo de 2024

Romper la cuarta pared

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 27 de mayo de 2024)

En el teatro, la cuarta pared es ese muro invisible que se crea en una función entre el actor y los espectadores. Aunque no hayas oído hablar de esa pared, es el secreto que explica la magia del teatro, pero también del cine y la televisión. Es esa frontera que hace que el actor interprete, olvidando que tiene público delante y jamás se dirija a los asistentes, haciendo perder la ilusión de la función. Al mismo tiempo, gracias a esa pared también actúa respetando a la audiencia, nunca dándoles la espalda o siguiendo siempre los movimientos de la cámara y los micrófonos en las películas.

El origen de esta imaginaria cuarta pared nace con el renacimiento del teatro. Un escenario tiene una pared del fondo, dos laterales y esta cuarta que separa a los actores del público. Una frontera mágica que hace que obre el milagro de una ficción creíble.

En las ciencias escénicas se habla incluso de romper la cuarta pared cuando los actores se dirigen al público e interactúan con él. Rompen esa barrera para recuperar una conexión con la audiencia. Algo inimaginable en los conciertos de hace dos siglos, hoy es común las canciones coreadas por los asistentes o preguntas respondidas por la masa. También numerosas series o videojuegos se han apuntado a la moda de hablar al público rompiendo el encanto de la pared invisible. Ahora la economía y la política también quieren romper esa cuarta pared, para reconectar con la ciudadanía.

La semana pasada el gobierno español aprobó la compatibilidad del cobro del subsidio de desempleo con una nómina en un trabajo por cuenta ajena. Parado y empleado a la vez, dos ingresos al mismo tiempo. La medida trae su causa en la evidencia de que las personas que cobran el paro no tienen incentivos para buscar trabajo. Con este incentivo económico, dos abonos en el banco, mucha gente podrá salir del desempleo. Un gobierno de izquierdas rompe la pared que les separa con sus oponentes que llevaban años defendiendo la medida y sobre todo con la sociedad que se beneficiará de la acción. Igualmente, el mismo gabinete ha promovido que pueda también cobrarse la pensión y seguir trabajando o en el pico inflacionario se rebajó el IVA de productos básicos, por no hablar de las ayudas a los autónomos del campo. Se rompe la pared económica e ideológica para conectar con las audiencias que votan.

Romper la cuarta pared también explica muchas de las decisiones del presidente Pedro Sánchez. Su carta en la red social X para reflexionar cinco días o su entusiasta apoyo a la causa palestina. Sánchez quiere interactuar con el público/votante directamente, sin partidos políticos ni medios de comunicación. Nos habla como marido y como padre. Una persona con cara y ojos que sufre ante las ofensas a su mujer, un español que no soporta tantos cadáveres de niños en Gaza. La pared rota, aunque para ello eche por tierra los usos y costumbres de la democracia, la diplomacia o las relaciones internacionales. La pared se cae para que el público le crea, poco importa la bondad de lo defendido o la coherencia con lo prometido, lo importante es el aplauso/voto.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 13 de mayo de 2024

La guerra de Eurovisión

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 13 de mayo de 2024)


El festival europeo de la canción es considerado el programa de televisión más antiguo del mundo ya que se celebra desde 1956. Todos los años supone una auténtica batalla musical entre los cantantes que representan a sus respectivos países. Una encarnizada lucha por lograr los puntos otorgados por el público y por los respectivos jurados nacionales de expertos. Lo que no es tan conocido es que esos términos de batalla y lucha no son metafóricos, sino que Eurovisión ha estado, está y estará muy vinculado a las guerras.

El concurso nació precisamente en plena guerra fría para generar una conciencia europea e influir con la música en la Europa comunista del telón de acero. El espectáculo del festival creado en plena posguerra logró infundir alegría a los europeos al mismo tiempo que traspasó fronteras para exhibir la alegría y libertad de los países de esta parte del mundo. Eurovisión con sus luces, bailes y ritmos desenfrenados era la expresión de las democracias liberales a las que todos los países de la órbita soviética deberían aspirar. Y así fue, casi al mismo tiempo que caía el muro de Berlín a finales de los ochenta, el festival se fue ampliando por el Este hasta nuestros días.

La guerra fría terminó, sí, pero la guerra siguió muy presente en el concurso. En los noventa con la contienda de los Balcanes, en los 2000 con la guerra de Irak y los conflictos en Gaza y Ucrania que tuvieron sus precuelas hace diez años. De hecho, en el año 2022 la ganadora de Eurovisión fue la representante ucraniana, aupada por el masivo voto popular de rechazo a la invasión rusa. Este año Israel ha dado la campanada al lograr un ingente e inopinado voto del público, a pesar de las numerosas llamadas lanzadas para boicotear a la artista hebrea. La opinión pública hoy no necesita solamente las urnas para expresarse, sino que la soñada democracia directa cada día está más cerca y Eurovisión nos lo está demostrado

Y es que las guerras ya no son solo tanques y misiles, cada vez son más culturales y han llegado para no irse, también de Eurovisión. La batalla cultural es un viejo término que nació en la Alemania de Bismarck pero que cuajó a finales del siglo pasado en Estados Unidos y se ha extendido por todo el planeta a la vez que la polarización. Es una guerra por defender unos valores frente a los contrarios. Una batalla de propaganda en la que se manosean derechos universales para desprestigiar al rival -casi siempre- político. Cualquier asunto sirve para esta guerra si ayuda a dividir la sociedad, bien sea el clima, la religión o la sexualidad. Por supuesto que en esta guerra no hay posibilidad de ser neutral y te abocan a participar en la batalla a riesgo de parecer un colaboracionista. Da igual que no apoyes a un régimen terrorista que prohíbe la libertad política, religiosa y sexual como es Hamas, si estás con la paz del mundo tenías que ponerte un pañuelo palestino este año en Eurovisión. Hasta que llegó el televoto.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 6 de mayo de 2024

El tamaño sí que importa

(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el 6 de mayo de 2024)

Enrico Letta fue primer ministro en Italia hace una década. Comenzó su carrera política en la democracia cristiana para acabar cercano al socialismo. Quizás por esa capacidad para entender a las dos grandes familias políticas, desde la Comisión Europea se le encargó un informe sobre el mercado único. El estudio del italiano fue entregado hace unos días y la principal conclusión es que el tamaño importa.

En economía y me temo que también en sexología el tamaño es un debate recurrente y nunca resuelto del todo. A los lectores de esta columna les gustará que me centré en la primera disciplina. Desde el siglo XVIII los economistas han estudiado las economías de escala. Algunas industrias son capaces de producir cada vez más productos con un menor coste. En esas compañías, cuando alcanzan un tamaño muy grande, los costes unitarios decrecen conforme aumenta la producción. Un chollo. La clave para los directivos es saber cuándo se alcanza ese nivel de fabricación en el que obra el milagro de la reducción de los costes unitarios que hace que se disparen los beneficios y los rivales desaparezcan de un plumazo incapaces de competir. El ingeniero americano Taylor, en la frontera entre el siglo XIX y el XX, propuso una organización racional del trabajo que dividía sistemáticamente tareas y procesos para así ganar productividad. El taylorismo instauró la era de la mecanización de la industria que hizo posible la creación de las grandes corporaciones empresariales.

Henry Ford fue el primero que hizo fortuna en 1908 con la aplicación práctica de los dos principios anteriores. La producción a gran escala del famoso Ford T, permitió no solo la creación de la primera industria global americana sino también la implementación del sistema de producción en cadena o en serie conocida por ello como fordismo. El éxito de esta fórmula basada en el gran tamaño rápidamente se extiende consagrando a mediados del siglo XX la figura de las multinacionales en sectores más allá de los industriales como el gran consumo o la energía. Galbraith llega a proclamar el triunfo inapelable de las grandes empresas frente a las pymes en el momento del inicio de la masiva globalización.

En nuestros días, la abundancia de mittelstand o empresas medianas es la explicación de la innovación y competitividad germana. Un estudio del Circulo de Empresarios estimó que, si España tuviera una distribución de empresas con el tamaño de las alemanas, la productividad agregada de nuestra economía sería un 13% superior. En ese país, pero también en el Reino Unido la proporción de empresas medianas es cuatro veces superior que aquí, donde la inmensa mayoría son micropymes.

No solo las empresas se han beneficiado del tamaño. China, Estados Unidos y ahora India, son naciones inmensas que precisamente por ello son también las principales economías del planeta. Con un mercado interior potente y una oferta imbatible de mano de obra han sido capaces de liderar la producción mundial.  Pero en este ranking podría estar Europa, según Letta, si el gran tamaño geográfico del continente no tuviese fronteras para la economía y sus empresas. Unir mercados, eliminar burocracia y garantizar la efectiva libertad de circulación de mercancías, servicios, personas y capitales que consagran los sucesivos tratados europeos. El ejemplo de la fragmentación del mercado de las finanzas europeo es usado como argumento en el informe para demostrar la debilidad de nuestra economía frente a la americana porque aquí los capitales, en forma de ahorros o empresas, huyen a Estados Unidos. Reteniendo con un mercado financiero único esos capitales podrían financiarse nuevas industrias medioambientales o de defensa. Pero el italiano va más lejos aún y pide una libertad de circulación más: la libertad de movimiento para la innovación y el conocimiento que incluiría los datos para no perder la carrera de la inteligencia artificial. Grandes universidades europeas y grandes proyectos de innovación transnacionales que nos permitirían competir con los gigantes de América y Asía.

Europa es un continente, del tamaño de China o Estados Unidos. Pero, ahora, somos iguales a ellos únicamente en metros cuadrados, para serlo en millones de dólares de producción e innovación, necesitamos eliminar trabas y barreras que persisten a pesar de lo que rezan los tratados. Un mercado único en el que el talento y el conocimiento fluya en la era de la tecnología de la mano de estados y leyes amistosas con las empresas. De otra manera, y que me perdonen por volver a una materia que no es la mía ni la de estas páginas, sufriremos un gatillazo. Europa querrá, pero no podrá. Su historia le dirá que sí y su realidad que no.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


domingo, 5 de mayo de 2024

Mientras tanto…

(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 6 de mayo de 2024)


El miércoles 24 de abril a las siete de la tarde se paró el país. Durante cinco días solamente se habló del estado de ánimo del presidente del gobierno, de sus cuitas matrimoniales y de la decisión que finalmente tomaría el lunes por la mañana.

Todos los medios de comunicación durante más de cien horas intentando escudriñar la mente del presidente y buscando explicación a un suceso tan extraordinario en un estado de derecho como que su presidente interrumpa casi una semana sus obligaciones. De hecho, esta decisión de Pedro Sánchez arrastró a su gobierno y a los partidos que le apoyan a salir en tromba a la calle, medios de comunicación y redes sociales, desatendiendo sus responsabilidades de servicio público en ministerios o altos cargos de la administración.

Mientras tanto, aunque parezca mentira, el mundo no se paró y ni mucho menos la economía. La inflación, el desempleo, la deuda, la inversión o la fiscalidad no consultaron esos días manuales de psicología o de estrategia política, sino que, tozudas, siguieron con su preocupante tendencia.

España ha registrado en abril una tasa de inflación estimada del 3,4%, dos décimas más que en el mes de marzo, y ha escalado hasta ser el tercer país con la tasa de inflación más alta de la Eurozona, tras Bélgica (4,9%), Croacia (4,7%).  El Banco de España alertó la semana pasada que las subidas de tipos de interés dejan a más de un millón de hogares (el 7,2% del total) sin poder pagar los gastos básicos.

Durante el retiro espiritual del presidente también hemos conocido los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). España ha perdido 139.700 ocupados en el primer trimestre del año, lo que supone la mayor destrucción de empleo para este periodo de enero a marzo desde el año 2020. Este dato ha ido acompañado de un incremento en el número de parados en España de 117.000, con lo que el número total de desempleados en el país se sitúa casi en los tres millones (2.977.800) y la tasa de paro ha escalado hasta situarse en el 12,3%, desde el 11,8% en que se encontraba a cierre de 2023.

Respecto a nuestro endeudamiento, estos mismos días Bruselas ha advertido que España es el país de la Unión Europea donde más aumentará el gasto en pensiones, debido al impacto de las reformas del sistema, que según la Comisión Europea supondrán un incremento del gasto de hasta 4,6 puntos porcentuales del PIB en el periodo de proyección, que abarca hasta 2070.  De hecho, según nuestro supervisor bancario, España necesitará 25 millones de inmigrantes en 2053 para mantener las pensiones.

La inversión extranjera en España es otra pieza que encaja -por desgracia- en este puzle. En 2023 cayó un 18,7% con respecto al año anterior, siendo esta más de un 50% inferior al nivel máximo alcanzado en 2018. No hace falta recordar que en una economía como la española el peso de lo público en la inversión es considerable, no solo por el esfuerzo presupuestario sino por las facilidades que puedan darse desde la regulación. Respecto a lo primero sabemos, desde la convocatoria de las elecciones catalanas, que no tendremos Presupuestos Generales del Estado este año y respecto a lo segundo hay que mencionar el papel gubernamental en la nueva regulación para la inversión extranjera. Un mecanismo puesto en marcha hace unos meses para autorizar determinadas inversiones en sectores estratégicos que está ralentizando muchas operaciones. Naturgy, Telefónica o Talgo han visto cómo los sucesos de estos días retrasaban más aún la toma de decisiones que puede hacer que huya el dinero extranjero.

Lo cierto es que mientras Sánchez meditaba, la economía sufría. Cepsa, la segunda petrolera en España, anunció esos días que había alcanzado un resultado neto negativo de ocho millones de euros en el primer trimestre de este año fruto del impuesto a los beneficios caídos del cielo que el gobierno puso en marcha en plena crisis energética. El CEO de la compañía ha explicado que al mismo tiempo en febrero pagaron más de 122 millones por el primer tramo del impuesto lo que ralentiza, sin duda, sus planes de inversión para convertir España en un hub mundial de hidrógeno. El Gobierno lleva meses planteándose cambios en este tributo para preservar estas inversiones verdes pero la agenda medioambiental, a la vista del retraso, es menos importante que la política.

Qué decir de las empresas patrias que por mucho que empatizasen con la aparente desazón del presidente no dejaron ni un minuto de mirar sus cuentas de resultados amenazadas por nuevos impuestos y contribuciones extraordinarias. No pocos accionistas hicieron caso omiso de este culebrón, porque lo que les ocupaba -y ahora más todavía- era saber si el Estado finalmente tomará el control de compañías bandera españolas, bien directamente con la SEPI o con la colaboración de Criteria. Y a la vez millones de españoles con un ojo en la televisión y el otro en la declaración de la renta en la que pagarán este año más porque se no han deflactado las tarifas.

Actuar tiene consecuencias, no actuar también.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 30 de abril de 2024

Un ego desbocado

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 29 de abril de 2024)

Abraham Maslow ha pasado a la historia por su famosa pirámide de las necesidades. Este psicólogo dedicó su vida al estudio de la salud mental, aunque dónde se hizo archiconocido fue en el ámbito empresarial gracias a su jerarquía de las motivaciones plasmada en la pirámide que lleva su nombre. La teoría en cuestión defiende que conforme los humanos satisfacemos nuestras necesidades más básicas podemos aspirar a deseos más elevados. Eso explica la motivación tan fuerte que muchos líderes tienen para alcanzar el éxito. En la base de la pirámide se sitúa lo fisiológico (comer o dormir) y a continuación la seguridad, es decir la garantía de que no vas a morir por un ataque o una enfermedad. En la parte central está la necesidad de afiliación o lo que es lo mismo la amistad y sentirse querido. La cúspide del poliedro tiene a las necesidades más vinculadas al ego de las personas: el reconocimiento y la autorrealización. Los humanos una vez que tenemos todas las necesidades anteriores cubiertas, nos mueve el reconocimiento, tener éxito, ganarnos el respeto de la sociedad. Y la autorrealización que es el estadio más alto que puede alcanzarse ya que permite diferenciar lo falso de lo real y así lograr estar satisfecho con uno mismo.

Este ego para la psicología no es algo bueno ni malo, es simplemente cómo nos reconocemos a nosotros mismos. De hecho, siguiendo la pirámide de Maslow es una fórmula contrastada para crecer profesionalmente. Aspirar a pasar de un estadio a otro de la pirámide es una motivación para cualquier persona y para muchos profesionales. Quiero ser reconocido o aspiro a ser feliz mueven las carreras de muchas personas de éxito. El ego es por tanto como un caballo en el que te montas y te permite avanzar rápido. Escalas posiciones con menor esfuerzo que el resto y sin darte cuenta, movido por la confianza en ti mismo y por tus logros, alcanzas la cúspide. Un buen caballo ese ego que te lleva lejos.

Pero Maslow alerta de que cuando no se consigue la autorrealización, el deseo de reconocimiento por sí mismo, el pensar únicamente en tus deseos o el atosigar con tus cuitas a todo hijo de vecino, solo lleva al disgusto, el cinismo y la depresión. Es como si el caballo del que hablamos, se desbocase. Y es el ego el que marca el ritmo del trote y la dirección. Sin nadie quien dirija a ese caballo, sin una correa que embride a ese ego, acaba convirtiéndose en una pesadilla para el jinete y para todo el que está alrededor. Todos reconocemos a ese líder con el ego mal embridado que solamente te habla de su carrera profesional y logros, sin saber nada de la tuya. Ese supuesto amigo que consume horas y horas explicando sus dolencias y no pregunta por tu salud jamás. Esos colegas de trabajo del que sabes hasta el último detalle de su fin de semana porque, sin duda, es mejor que el tuyo. Qué decir de esos jefes que solo ven culpables a los demás de su nefasta gestión. Y tantas personas que, movidas por un ego desmadrado, acaban generando problemas a su alrededor por cuestiones meramente personales que deberían arreglar en su intimidad.

En la empresa y visto lo visto estos días en la política española, urge domar nuestros egos para que nos lleven a la armonía y no al desgobierno que vaticinó Maslow.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 28 de abril de 2024

El último baile del país vasco

(este artículo se publicó en el Informe sobre las elecciones vascas de LLYC publicado el día 22 de abril de 2024)

El aurresku es una danza típica vasca. Se baila para dar solemnidad a un acontecimiento, bien unas fiestas patronales, una visita de postín o un homenaje a una personalidad. En los últimos años se han convertido en habituales y es difícil un acto en Álava, Vizcaya o Guipúzcoa sin esta tradición. Los aurreskus son protagonizados por dos personas, el bailarín y el músico. El danzarín sube la pierna, realiza varios saltos y mientras su acompañante toca una flauta vasca -txistu- y un tamboril. Dos hombres y toda la atención del público.

Las elecciones al parlamento vasco celebradas el 21 de abril han sido como un aurresku. Un juego de dos personas. PNV y Bildu. Nadie más. Y todo el resto atendiendo. Finalmente ha ganado Imanol Pradales, el candidato a lehendakari del PNV, en votos y porcentaje a Pello Otxandiano de EH Bildu. Igual número de escaños, 27 cada uno, pero como en la danza vasca, aunque salgan dos personas al escenario, todas las miradas son para el bailarín, y este, tras una noche electoral de infarto, es Pradales. La danza ha sido entre los dos, sin embargo, el empate en parlamentarios supone una victoria para el de Santurce, ya que los socialistas apoyarán la continuidad en Ajuria Enea del PNV, con la tranquilidad de que están respetando el veredicto de las urnas (y de los pactos que mantienen en las tres diputaciones vascas y en los principales municipios). 

Pradales y Otxandiano, dos auténticos desconocidos para los vascos han protagonizado una lucha cerrada en estas elecciones en la que el resto de los candidatos, solo les cabía gestionar sus miserias. El PSE con Eneko Andueza, sabiendo que pactaría con el PNV porque así lo exige su pacto en Madrid, aspiraba a aportar unos escaños a los 38 de la mayoría absoluta jeltzale. El PP vasco a subir algún parlamentario, con la esperanza de que no le diesen los números al PNV más el PSE y que Vox no repitiese escaño. Sumar, Vox y Elkarrekin Podemos a tener representación, aunque no aporte nada a la gobernabilidad vasca, pero sí a sus arcas. Al final todos contentos menos los de Pablo Iglesias. Los socialistas vascos seguirán siendo socios del PNV en Vitoria y en Madrid; los populares continúan creciendo con Feijóo, aunque tímidamente; Yolanda Diaz tiene su primera alegría tras la fundación de su partido y Vox -sin que nadie diera un duro por ellos- suben en votos y mantiene el asiento de Amaia Martínez. Podemos da un paso más hacia su desaparición. 

Mientras tanto en la Carrera de San Jerónimo los resultados de las elecciones vascas refuerzan la presidencia de Pedro Sánchez. El PSOE respira porque mejora sus resultados y sobre todo porque amarran el voto del PNV para el resto de la legislatura. Bildu seguirá apoyando al presidente del gobierno porque a la vista de su crecimiento electoral en los tres territorios históricos vascos, es muy rentable en las urnas. Sumar coge resuello para las elecciones catalanas y europeas que lo usará con más hiperactividad aún de sus ministros. Los nacionalistas catalanes se miran en el espejo vasco, con la ilusión de que su electorado también premie los pactos de Madrid que seguirán vigentes estas semanas antes de las elecciones al Parlament. Para el PP estas elecciones, sin ser buenas, les permite mantener el discurso de que Sánchez pacta con los más radicales. Sus portavoces se encargarán de recordar en toda España las declaraciones de los socialistas los días previos a los comicios vascos alertando que Bildu no condenaba el terrorismo.

El 25 julio de 2015 en un pueblo de Vizcaya un joven ingeniero bailó un aurresku en un homenaje a un miembro de la banda ETA. Frente a una foto de la terrorista que formó parte del cruel comando Donosti, el bailarín le rindió honores y terminó inclinándose ante la imagen de la etarra. Ese dantzari era Pello Otxandiano. No sabemos si esto le ha costado o no ganar las elecciones vascas de este domingo. Lo que está claro es que una parte importante de la sociedad vasca ya lo ha olvidado. Las miles de víctimas del terrorismo y los cientos de miles de exiliados jamás podrán hacerlo.

¡A pagar

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 15 de abril de 2024)


Los mayores del lugar se acordarán de un concurso televisivo de los años noventa que consistía en acertar el precio exacto de un producto. Presentado por el mítico Joaquín Prats comenzaba el programa con un recordado gesto con su mano derecha mientras gritaba ¡a jugar!

Han pasado treinta años y ya no se emite este formato, pero miles de españoles recordamos el concurso del precio justo ahora que comienza la campaña de la renta. Lo explico rápidamente. Hasta el primero de julio habrá tiempo para regularizar el IRPF con la hacienda pública con la certidumbre de que habrá que pagar más a la vista de los informes que hemos conocido esta semana. El servicio oficial de estadística europea ha confirmado que en España en los últimos cinco años la presión fiscal ha subido 30 veces más que la media de la Unión Europea. La suma de impuestos, cotizaciones, nuevas figuras recaudatorias y la desaparición de las rebajas del IVA y otras ayudas como la de la gasolina, sitúa a los españoles como los europeos con mayores alzas de impuestos.

Nada que deba sorprendernos porque este gobierno se ha jactado con la ministra de hacienda de portavoz de que hay que subir los impuestos para financiar los crecientes gastos del estado. Montero defiende que hay margen para alcanzar los impuestos de alemanes o franceses, olvidando que no tenemos la riqueza de esas naciones. Lo de los nuevos tributos a los bancos y las eléctricas ya lo sabíamos porque se han empeñado en recordárnoslo, pero me temo que ahora en la campaña del IRPF nos daremos cuenta en primera persona de las subidas en la renta y en las contribuciones extraordinarias para pagar las pensiones. Al mismo tiempo las peticiones para actualizar las tarifas impositivas a la subida de los precios no han sido tenidas en cuenta por el gobierno. No es fácil de entender, así que aquí va un resumen: mientras los españoles, fruto de la inflación y de estos impuestos, tenemos cada vez menos dinero en la cartera, el gobierno ha recaudado como nunca en la historia de la hacienda pública española.  En este contexto ha de entenderse la petición del presidente de los empresarios para que la nómina llegue a los trabajadores sin descontar impuestos, de modo y manera que así millones de empleados se diesen cuenta de la cantidad de impuestos y contribuciones que pagamos al estado. Nada como verlo en tus cuentas corrientes (y no en las ajenas).

En cualquier caso, como nada de esto va a pasar, ni los impuestos bajarán ni la nómina nos llegará integra, nos toca gritar rememorando a aquel presentador de los años noventa ¡a pagar! Esa es la única certeza en los próximos meses para millones de españoles, aunque la renta te salga a devolver (enhorabuena) pagaremos todos los días más impuestos indirectos como el IVA y otros impuestos invisibles asociados a la subida de los precios. Que no abra ya los informativos la inflación no oculta que acumulamos dos años de subidas de los precios en los alimentos y eso unido a que en las nóminas nos retienen más y más dinero, cada vez somos más pobres. Y las arcas públicas a rebosar.  Qué nostalgia de ese precio justo con el que se titulaba el concurso, quizás así podría equilibrarse mejor el dinero del bolsillo y el dinero de hacienda.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 8 de abril de 2024

¿Qué les pasa a los europeos?

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 6 de abril de 2024)

El presidente Macron anunció en París hace unas pocas semanas que no descarta tropas francesas en Ucrania. En Alemania el gobierno del canciller Scholz se está planteando volver a un servicio militar obligatorio. Un renacido Donald Tusk saca pecho estos días porque Polonia es el país de la OTAN que más gasta en armamento en relación con su PIB.  Mientras tanto aquí INDRA, la empresa tecnológica participada por el estado español, ha celebrado por todo lo grande la presentación de su nuevo plan estratégico en el que prevé un crecimiento de un 40% de su facturación hasta alcanzar los 6.000 millones de euros debido al auge del sector de la defensa con proyectos emblemáticos que incluyen además de software de seguridad, aviones de combate o una nueva división de espacio satelital.

El embajador Pablo García-Berdoy lleva tiempo defendiendo que en el actual contexto geopolítico de guerras y conflictos para Europa es imprescindible contar con un sistema de defensa que sea capaz de hacer frente a las amenazas regionales y globales.  La Política Común de Seguridad y Defensa, así como la Ley de Refuerzo de la Industria Europea de Defensa mediante Adquisiciones Comunes o el esperado Programa Europeo de Inversiones en Defensa, son el marco perfecto para intensificar una colaboración público-privada que diseñe y ponga en marcha unas capacidades renovadas para la defensa. La mayoría de nuestros socios europeos lo ven claro y nuestra industria también. Hasta la ministra Margarita Robles se ha cansado de repetirlo con poco éxito dentro del gabinete en el que se mantiene la pulsión pacifista del socio del PSOE.

Más allá de poner la bandera de Ucrania en los avatares de redes sociales, no sabemos si esta tendencia es compartida por la ciudadanía europea. A las puertas de unas elecciones europeas en junio no estaría mal conocer si empresas, estados y ciudadanos van alineados. A eso se ha dedicado un reciente estudio que ha analizado la conversación digital en la red social X durante el último año en España, Francia, Alemania, Italia, Portugal, Polonia, Suecia, Países Bajos y Rumanía. En total se han analizado casi un millón de perfiles y más de 17 millones de mensajes. Y la sorpresa es que defensa y política exterior -con cerca de la mitad de todas las menciones identificadas- y ampliación y vecindad -con una de cada cuatro- destacan de manera muy significativa como los temas de conversación más relevantes. En un año que ha seguido marcado por la agresión rusa sobre Ucrania, así como por los ataques terroristas y las tensiones migratorias, la ciudadanía europea manifiesta un interés creciente por cómo la Unión se enfrenta a esas amenazas externas. La mala noticia es que la conversación predominante es ,como se dice en las redes, “hater”. El sentimiento mayoritario es negativo con un 60% de las menciones analizadas en las conversaciones sobre esta temática. La defensa y la ampliación enfadan a la vieja Europa con alemanes, italianos y franceses exhibiendo los niveles de hostilidad más elevados en la conversación social, con un 56%, 51% y 47% de sentimiento negativo neto respectivamente.

Y la muestra de que la defensa es algo que preocupa de verdad, es que esos mismos europeos apenas muestran interés por los problemas de competitividad y tampoco compran el optimismo de los expertos en la lucha contra el cambio climático Ahora el reto, especialmente para España, es superar ese acaloramiento del debate y la calculada ambigüedad del gobierno. Nuestra industria española de defensa que está demostrando una importante capacidad para producir y exportar productos y servicios en el sector terrestre, naval y aéreo, así como en los sistemas de información y comunicaciones requeridos por las operaciones militares, ha de ser percibida como una oportunidad para millones de españoles.  Empresas como Airbus, ITP, Navantia, Oesía o Aciturri además de la citada Indra son algunos ejemplos de esta nueva armada española.

En los próximos años se abre un escenario muy atractivo para todas aquellas compañías, pero también profesionales que quieran crecer en el campo de la seguridad y la defensa. Lejos de ser una responsabilidad exclusiva de los estados miembros, se hace inevitable una intensa colaboración público-privada para reforzar las capacidades europeas y una intensa pedagogía social. La industria española presenta un nivel de madurez elevado en este ámbito, estando en condiciones de afrontar el diseño y despliegue de proyectos europeos. Es probable que aquellas empresas que no participen de forma activa y temprana de esta dinámica de colaboración público-privada encuentren crecientes dificultades para mantener su competitividad y su capacidad de hacer negocio en el sector; pero también aquellos estados que se dejen vencer por trasnochados discursos pacifistas dejarán sin unas indudables oportunidades de empleo y por tanto bienestar para sus habitantes.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC