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domingo, 28 de abril de 2024

El último baile del país vasco

(este artículo se publicó en el Informe sobre las elecciones vascas de LLYC publicado el día 22 de abril de 2024)

El aurresku es una danza típica vasca. Se baila para dar solemnidad a un acontecimiento, bien unas fiestas patronales, una visita de postín o un homenaje a una personalidad. En los últimos años se han convertido en habituales y es difícil un acto en Álava, Vizcaya o Guipúzcoa sin esta tradición. Los aurreskus son protagonizados por dos personas, el bailarín y el músico. El danzarín sube la pierna, realiza varios saltos y mientras su acompañante toca una flauta vasca -txistu- y un tamboril. Dos hombres y toda la atención del público.

Las elecciones al parlamento vasco celebradas el 21 de abril han sido como un aurresku. Un juego de dos personas. PNV y Bildu. Nadie más. Y todo el resto atendiendo. Finalmente ha ganado Imanol Pradales, el candidato a lehendakari del PNV, en votos y porcentaje a Pello Otxandiano de EH Bildu. Igual número de escaños, 27 cada uno, pero como en la danza vasca, aunque salgan dos personas al escenario, todas las miradas son para el bailarín, y este, tras una noche electoral de infarto, es Pradales. La danza ha sido entre los dos, sin embargo, el empate en parlamentarios supone una victoria para el de Santurce, ya que los socialistas apoyarán la continuidad en Ajuria Enea del PNV, con la tranquilidad de que están respetando el veredicto de las urnas (y de los pactos que mantienen en las tres diputaciones vascas y en los principales municipios). 

Pradales y Otxandiano, dos auténticos desconocidos para los vascos han protagonizado una lucha cerrada en estas elecciones en la que el resto de los candidatos, solo les cabía gestionar sus miserias. El PSE con Eneko Andueza, sabiendo que pactaría con el PNV porque así lo exige su pacto en Madrid, aspiraba a aportar unos escaños a los 38 de la mayoría absoluta jeltzale. El PP vasco a subir algún parlamentario, con la esperanza de que no le diesen los números al PNV más el PSE y que Vox no repitiese escaño. Sumar, Vox y Elkarrekin Podemos a tener representación, aunque no aporte nada a la gobernabilidad vasca, pero sí a sus arcas. Al final todos contentos menos los de Pablo Iglesias. Los socialistas vascos seguirán siendo socios del PNV en Vitoria y en Madrid; los populares continúan creciendo con Feijóo, aunque tímidamente; Yolanda Diaz tiene su primera alegría tras la fundación de su partido y Vox -sin que nadie diera un duro por ellos- suben en votos y mantiene el asiento de Amaia Martínez. Podemos da un paso más hacia su desaparición. 

Mientras tanto en la Carrera de San Jerónimo los resultados de las elecciones vascas refuerzan la presidencia de Pedro Sánchez. El PSOE respira porque mejora sus resultados y sobre todo porque amarran el voto del PNV para el resto de la legislatura. Bildu seguirá apoyando al presidente del gobierno porque a la vista de su crecimiento electoral en los tres territorios históricos vascos, es muy rentable en las urnas. Sumar coge resuello para las elecciones catalanas y europeas que lo usará con más hiperactividad aún de sus ministros. Los nacionalistas catalanes se miran en el espejo vasco, con la ilusión de que su electorado también premie los pactos de Madrid que seguirán vigentes estas semanas antes de las elecciones al Parlament. Para el PP estas elecciones, sin ser buenas, les permite mantener el discurso de que Sánchez pacta con los más radicales. Sus portavoces se encargarán de recordar en toda España las declaraciones de los socialistas los días previos a los comicios vascos alertando que Bildu no condenaba el terrorismo.

El 25 julio de 2015 en un pueblo de Vizcaya un joven ingeniero bailó un aurresku en un homenaje a un miembro de la banda ETA. Frente a una foto de la terrorista que formó parte del cruel comando Donosti, el bailarín le rindió honores y terminó inclinándose ante la imagen de la etarra. Ese dantzari era Pello Otxandiano. No sabemos si esto le ha costado o no ganar las elecciones vascas de este domingo. Lo que está claro es que una parte importante de la sociedad vasca ya lo ha olvidado. Las miles de víctimas del terrorismo y los cientos de miles de exiliados jamás podrán hacerlo.

lunes, 30 de octubre de 2023

No es lo mismo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 30 de octubre de 2023)

Por mucho que en los últimos tiempos tengamos la sensación de que ha cambiado la forma de pensar del mundo y de nuestros paisanos, conviene recordar algunas cuestiones obvias y por eso mismo inmutables.

Un secuestrador no será nunca lo mismo que un secuestrado. No es lo mismo ser Hitler que Roosevelt. Un empleo no es únicamente una anotación en la estadística oficial. Solamente los resultados empresariales no hacen mejor a la compañía. Una enfermera acosada por usar el castellano no merece el mismo respeto que el político que la persigue. La amnistía no es lo mismo que el indulto. No es igual ganar una plaza por oposición que sin ella. No da igual que las empresas atiendan bien a sus clientes o no. Putin y Zelenski no son lo mismo. Las deudas tienen que pagarse. Fichar a los mejores no es lo mismo que no hacerlo. Lo que nos une con los otros, nos hace mejores que lo que nos divide. Sin bancos no tendríamos casas en propiedad. Leer periódicos es mejor que no hacerlo. Un directivo tóxico lo seguirá siendo por muy rentable que sea su compañía. Un etarra y un policía nunca estarán en el mismo plano moral. Comprar a los árbitros no es defendible.  Esforzarse tiene más réditos que no hacerlo.  La inflación no afecta a todos de la misma manera, siempre se ceba en los que menos tienen. Un dictador no es igual que un primer ministro elegido en las urnas. Los terroristas son muy diferentes a los militares. Hoy todavía hay menos mujeres en puestos de responsabilidad. La educación no supone lo mismo que la barbarie. Los empleos los crean las empresas. No son mejores los musulmanes que los judíos, ni al revés. No son lo mismo el que respeta la cola que el que se la salta. La mentira no es un cambio de opinión. Los que atacan no representan lo mismo que los que se defienden. Aprobar es mejor que no hacerlo. No es idéntico un atleta dopado que el que está limpio. Un régimen teocrático no puede permitirse dar lecciones a una democracia. Trabajar, no es igual que cobrar un subsidio. Innovar no tiene las mismas consecuencias que no hacerlo. Cumplir las leyes hace mejores a los países. Ser puntual es mejor que llegar siempre tarde. Los jóvenes no emprenden más que los mayores.

Hoy posicionarse ante determinados mantras supone un esfuerzo tremendo. Se han instalado en la opinión pública apoyados por un relativismo moral que lo impregna todo y que lleva a proscribir lo que no solo es éticamente defendible, sino que está en las bases de nuestra civilización y nuestra prosperidad. Defender lo obvio se ha convertido en una de las grandes batallas para los próximos tiempos. No es lo mismo la verdad que la mentira. No es lo mismo unir que romper. No es lo mismo madrugar que holgazanear. No es lo mismo apoyar al que crea empleo que atacarle. No es lo mismo, pero qué difícil defenderlo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLY

viernes, 15 de julio de 2022

Quién fue y qué significó Miguel Ángel Blanco

(este artículo se publicó originalmente el día 14 de julio de 2022 en los periódicos del grupo Prensa Ibérica como El Levante, La Opinión, El Faro de Vigo y El Periódico entre otros)



Piensa en tu compañero de pupitre en el colegio, en el vecino del tercero o en esos primos que nunca ves. Quizás en la chica que va contigo en el metro a la universidad, en el nuevo colega que ha entrado en la oficina o por qué no en ti mismo. Alguien así era Miguel Ángel, un chico de veintitantos que vivió en España hace 25 años.

Miguel Ángel Blanco era hijo de un albañil y una ama de casa gallegos que se fueron al País Vaso en busca de un futuro mejor. Se instalaron en una ciudad industrial, como tantas que hay en el entorno metropolitano de Madrid o Barcelona. Nuestro protagonista se crio en plena democracia en Ermua, cerca de Bilbao dónde estudió su carrera. Al mismo tiempo su pasión por la batería, le llevó a enrolarse en un grupo de música que amenizaba las bodas de sus vecinos y las verbenas de los pueblos cercanos. Al terminar la carrera y para ganar unas perrillas su padre le llevó a trabajar con él en la construcción, hasta que consiguió un trabajo como economista en Éibar, a una parada de tren de su casa. Tenía una novia con la que hacía planes y un préstamo para un coche que le permitiese ir a la playa en verano. Al mismo tiempo Miguel Ángel estaba preocupado por las carencias de su ciudad, le sacaba de sus casillas que no hubiese un polideportivo.

Hasta aquí todo normal y nada diferente a lo que le sucede hoy a un joven español de menos de 30 años. Pero Miguel Ángel vivió en la España de hace tres décadas en la que una banda terrorista que había nacido en la dictadura se había resistido a dejar las armas, a pesar de disfrutar de una amnistía con la llegada de la democracia. Los terroristas de ETA mataban policías y militares, de vez en cuando a algún político y empresarios. Contaban con acólitos que jaleaban sus crímenes y hasta se presentaban a las elecciones sin pudor alguno. Miguel Ángel lo sabía y no le gustaba, pero le pudo más defender sus ideas y cuando le ofrecieron ser concejal de Ermua, aceptó encantado. Aunque estaba muy reciente el asesinato de un político muy conocido, al que él mismo había seguido por su claridad de ideas, pensó que quién iba a hacerle daño a él que era un chaval que solo quería unas instalaciones deportivas dignas.

Esos mismo días uno de esos que celebraban los atentados se dio cuenta que Miguel Ángel iba en tren a la misma hora y sabiendo que era concejal pasó esa información a los terroristas, que decidieron secuestrarle. Le metieron en el maletero de un coche a punta de pistola, le maniataron, le encerraron en un sótano sin agua y luz para después de dos días llevarle a un descampado y pegarle dos tiros mortales a quemarropa. Sin él saberlo España entera salió a la calle a pedir su liberación y durante esos días los amigos de los terroristas fueron acorralados por lo que se llamó el Espíritu de Ermua que consiguió, una década después, que los terroristas dejasen las armas.

Ahora que los que le mataron y ayudaron a matarle, quieren que nadie se acuerde de estas cosas o incluso que parezca que su lucha fue justa, cuéntale a todo el mundo quién fue Miguel Ángel Blanco. Así, no volverá a pasar

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de universidad en UNIR y LLYC. En 1997 era presidente de Nuevas Generaciones del PP en el País Vasco

martes, 12 de julio de 2022

Carta desde el cielo

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico ABC el día 12 de julio de 2022)

Aquí los días pasan rápido. Más desde que mis padres están conmigo. Tenía tantas ganas de que dejarán de sufrir y por fin hace dos años que estamos juntos. Miguel, mi padre, era fuerte como un toro, curtido en andamios y zanjas, pero en Ermua los meses siguientes a mi muerte se le atragantaron, no podía soportar las risotadas de los batasunos. Cuando encontró trabajo en Vitoria las cosas cambiaron y no volvió a sentir ese odio irrefrenable. Mi madre, Chelo, nunca dejó de estar rota por dentro, pero cuidar de mi padre y hacer más fácil la vida de mi hermana, la confortaron. Desde aquellos días de julio, no volví a sentir a mis padres, a Marimar y Roberto como habían sido siempre: alegres, vigorosos y optimistas. Solamente cuando jugaban con mis sobrinas, recordaba cómo eran antes de que hace 25 años cogiese un tren que, en lugar de llevarme a Éibar, me trajo donde estoy.

Ahora soy feliz, pero tengo muy presentes esos días que pasaron desde el subidón de la liberación de Ortega-Lara hasta que ya no pude luchar más en la Clínica de San Sebastián. Recuerdo la ilusión de comprarme, por fin, un coche nuevo; la gozada de ver jugar a Bakero con el Barca; lo contento que estaba con mi trabajo tras los años de carrera en Sarriko que se me hicieron muy largos. La música, los amigos y los planes de futuro con Marimar (cómo me alegra que haya rehecho su vida con Joan) ocupaban mis horas esos días, pero, tengo que reconocer, un temor que no se me quitaba de mi cabeza “Qué harán ahora estos locos de ETA para vengarse”. La imagen de José Antonio saliendo del zulo, como si fuese un judío de un campo de concentración, rondaba mis pensamientos. La inhumanidad de los etarras que en la nave industrial no fueron capaces de colaborar con el juez Garzón, sabiendo que con ello estaban matando a un ser humano, martilleaba mi cabeza esos días. El colmo fue ver en el kiosko de la estación de Ermua la portada del periódico Egin “Ortega vuelve a la cárcel”. Pero, yo ya había decidido dejar de ser concejal y dedicarme a mi trabajo que para eso era el primero de mi familia con carrera. En mi partido había una buena cantera que estaban dando la batalla, con Iñaki, Borja, Gonzalo o Esther y tampoco se notaría mi falta. Guardo buen recuerdo de los plenos del ayuntamiento y del alegrón de ver a Aznar en la Moncloa, aunque el asesinato de Goyo, con lo valiente que era y lo que había significado para Nuevas Generaciones, seguía suponiendo un gran vacío.

Y en esas estaba cuando comenzó mi calvario. No me apetece mucho recordarlo. La oscuridad, el pánico, esos ojos inyectados de odio, las dos deflagraciones, rodar por el terraplén, las máquinas y cables del hospital y por fin, sentir la mano de mi madre…He perdonado, pero no he olvidado. Me duele pensar en la impunidad de los que colaboraron en mi secuestro o en los que celebraron mi asesinato, hoy, interlocutores de las instituciones. Termino, que no quiero aburriros, no me olvidéis por favor, porque si eso pasa me temo que otros chicos como yo, antes que tarde, volverán a ser descerrajados por un terrorista

Iñaki Ortega es profesor de universidad y en 1997 era presidente de NNGG del País Vasco.

 


lunes, 11 de julio de 2022

Aquellos días de julio

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 10 de julio de 2022)


Fueron seis jornadas de julio, pero yo las sentí como un único día interminable. No quiero ni pensar cómo serían para ti, Miguel Ángel. Han pasado 25 años y los recuerdos siguen muy vivos. Era un jueves nublado, como siempre en nuestra tierra, y fuiste abordado por tres terroristas en la estación de Éibar. Todos los días, a la misma hora, cogías ese tren desde Ermua para ir a trabajar. Maldita rutina. La policía nos lo había advertido mil veces, pero cómo narices dejas de ir a comer a casa o te mueves por la zona sino tienes coche. Tres etarras, el 10 de julio te metieron a punta de pistola en un maletero y te encerraron maniatado en un agujero perdido del monte, esos mismos pasajes que tanto nos gusta recorrer a los vascos. El martirio de un chico de 29 años de apellidos Blanco Garrido, había comenzado. Su delito ser concejal del Partido Popular en su pueblo. Su condena firmada por miserables chivatos, quizás una vecina o un tabernero, que le conocían bien e informaron a ETA de sus hábitos. La orden de ejecución dictada desde la comodidad de un jardín en Biarritz. Un poco antes de las 7 de la tarde, España se enteró de que los terroristas habían comunicado que o en 48 horas el Gobierno acercaba a todos los presos etarras a las cárceles del País Vasco o te matarían.

En la cabeza todos teníamos la imagen, unos pocos días antes, de Ortega Lara saliendo de su cautiverio como un reo de los campos de concentración nazis. Míguel, como te llamaban en casa, también la tenías en tu retina. La noticia de la amenaza terrorista corrió como la pólvora y yo me fui de Vitoria a Bilbao porque las juventudes de todos los partidos políticos pedimos tu inmediata liberación. Todos, menos los de siempre, entonces Herri Batasuna hoy Bildu, en eso no ha cambiado mucho el País Vasco. Llegó la noche y mientras me iba a Ermua, qué pasaría por tu cabeza. Seguro que no sabías lo del plazo de los dos días y la angustia se habría apoderado de tu cuerpo pensando en un cautiverio tan largo como el del funcionario de prisiones.

Nunca había estado en Ermua hasta esa noche de julio. Me impresionó un pueblo construido en una ladera del monte, literal. Casas de obreros con muchos pisos (como la tuya) y un ayuntamiento en un palacio que mira a una Iglesia parroquial. En el salón de plenos, todo de madera, un vigoroso alcalde, Carlos Totorica, nos enseñó tu escaño (y hasta la historia del Palacio de Valdespina), nos dio las llaves del edificio para dormir donde quisiéramos y se despidió. Nos quedamos unos pocos aprendices de políticos pasando la noche en vela, precisamente en el lugar donde tú sí ejerciste como tal y eso te costó la vida.

Quiero pensar que agotado por el pánico pudieses dormir algo esa noche. Pero tienes que saber que ninguno de tus vecinos durmió. De manera espontanea unos chavales pusieron una vela en la plaza de tu pueblo, tu familia llegó y todo el mundo salió de sus casas con cirios para turnarse y así no dejarles solos durante toda la noche. Miles de velas. Todos anónimos, todos solidarios, nadie por encima de nadie. Creo que jamás viviré algo así por muchos años que viva.  

El día 11 amaneció plomizo y Ermua teñida de sábanas blancas en todos los balcones. La manifestación por las calles que habías pateado tanto, te hubiera conmovido. Juanma Moreno vino desde Málaga con Sandra Moneo. Pero comenzó una tormenta que descargó tanta lluvia que seguro que la sentiste en tu encierro. Te dolería todo el cuerpo y recordarías las palabras que le dijiste a tu hermana Marimar unos días antes “antes me muero que estar 500 días encerrado en un zulo”. El reloj, sin tu saberlo seguía corriendo, y no se pararía -como quizás pensaste al cabo de 500 días- sino en menos de 24 horas. De todo el mundo llegaron mensajes para presionar a ETA, desde el Papa a todos los mandatarios que mereciesen tal nombre. Jaime Mayor y José María Aznar, puedes estar tranquilo que cuidaron a tu familia, así como Carlos Iturgaiz.

El fatídico día 12 de julio llegó y con él, un sol de justicia. Esos raros sábados del País Vasco en el que no se ve una nube y el verano parece que de verdad existe. Manifestaciones convocadas en toda España, pero la más importante en Bilbao. 40 grados y no cabía un alma en la calle, la mayoría con la esperanza de que llegasen las 4 de la tarde y ETA no cumpliese su amenaza. ¿Una mayoría? No. Algunos como Arnaldo Otegui, el líder de Bildu se jactó de estar a esa hora disfrutando de un día de playa. Tú en el patíbulo, el batasuno bañándose en el mar Cantábrico. Cualquier español recuerda dónde estaba el día 12 de julio, ojalá que nadie olvide jamás dónde estaba el actual socio del gobierno de España.

Mientras la manifestación se disolvía, nosotros nos fuimos a esperar noticias a la sede del partido de la Gran Vía -que tanto te gustaba visitar-. En ese momento, te metieron en un coche, desazonado de tanto llorar no te diste cuenta de los baches del camino hasta que Mujika te sacó a gritos y te tiró por un terraplén, Txapote sacó su pistola y sentiste un golpe, el suelo estaba húmedo, luego otro disparo te hizo perder el conocimiento. Amaia les esperaba con el coche en marcha mientras tú te desangrabas.

Las noticias llegaron a las 6 de la tarde. La policía vasca anunció que un joven con varias heridas de bala había sido hallado en Lasarte. Los alaridos llegaron al inmueble donde tus compañeros habíamos rezado por tu salvación. Pero alguien dijo “está vivo, camino de la clínica Nuestra Señora de Aránzazu”. Tus padres se fueron corriendo y llegaron a San Sebastián y pudieron abrazarte. Estoy seguro de que sentiste la mano de tu madre, entre tantos tubos y aparatos, antes de morir.

Al mismo tiempo, los llantos invadieron las calles de media España y en Ermua ese dolor se convirtió en rabia contra los que brindaron por tu muerte. Encerrados en sus bares, solo la policía les salvó de morir linchados. Era ya el día 13 de julio y pude volver a casa después de velar tu capilla ardiente junto a tus seres queridos. Cuando entré en casa, mi padre era Miguel y mi madre era Chelo, sentí como si tus padres fuesen los míos. En la cara de Begoña, mi madre, sentí que veinte años le habían caído encima. Todavía les quedaba, como a muchas familias de mis compañeros, años de sufrimiento. Las manifestaciones volvieron a tomar las calles el día 14 de julio y en Vitoria las carreras, por primera vez, no eran de los radicales sino de chicos normales persiguiendo a los que gritaban ¡Gora ETA! Un cordón de la Ertzaintza tuvo que proteger la Herriko Taberna y los policías vascos se quitaron el verduguillo, porque ellos ya no tenían por qué ocultarse. Nació El Espíritu de Ermua.

El día 15 fue tu funeral y a pesar de los miles de personas que asistieron, te gustará saberlo, una cabeza sobresalía en la Iglesia y subiendo al cementerio. Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, demostró como luego lo ha hecho en su reinado que en los momentos claves de la historia de España, nunca falla a su pueblo. Al sexto día sentimos los españoles que el final de ETA estaba ya muy cerca. Miguel Ángel no lo viviste, pero fue gracias a ti, por eso nunca te olvidaremos. Porque el día que nadie sepa quién eres y lo que víctimas del terrorismo, como tú, disteis por nuestro país, ese día España estará herida de muerte. Y algunos volverán a irse a la playa a celebrarlo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC. En 1997 era presidente de las Nuevas Generaciones del PP en el País Vasco

jueves, 24 de octubre de 2019

Dèja vú

(este artículo se publicó originalmente el día 21 de octubre de 2019 en el periódico 20 minutos)


En psiquiatria, tener la sensación de haber vivido en el pasado una situación que está sucediendo en el presente, se le denomina «dèja vú». El término procede del francés y se traduce literalmente como «ya visto».  Es algo que nos pasa a todos en algún ocasión y te lleva a pensar «vaya, esto me parece que ya lo he vivido hace no mucho». Fue el psicólogo Emile Boirac en el siglo XIX quien acuñó estos engaños de la memoria, que cuando son muy frecuentes, son un indicador de una patología. 

Igual piensas que tengo que ir al psiquiatra pero llevo una semana con deja vu. Y no se me pasa. Cada noche después de trabajar me siento en el sofá a ver la televisión y me encuentro con barricadas, jóvenes encapuchados lanzando piedras, contenedores ardiendo y policías acorralados. Y en mi cabeza aparecen recuerdos de hace 20 años. Yo nací en Bilbao y me crié en Vitoria aunque mis amigos estudiaban en San Sebastián y Pamplona. Y esto ya lo he vivido. Por desgracia no me engaña la memoria. Ojalá nunca España hubiese sufrido la ira del terrorismo de ETA . Autobuses quemados, policías apedreados y sabotajes del mobiliario urbano fueron habituales hasta hace muy poco en el País Vasco y Navarra. El terrorismo de ETA no consistía sólo en asesinar o secuestrar sino que los disturbios callejeros eran otra forma de meter miedo y así los fanáticos pudiesen lograr sus objetivos sin oposición. Para los que crecimos rodeados de la violencia etarra era habitual protegerse en un portal para que un cóctel molotov no te quemase o evitar algunas zonas de la ciudad convertidas en guetos del odio por miedo a que te pegasen una paliza. Viví también como chicos de mi ciudad comenzaban por polítizarse en las aulas pero también en los bares, luego un día envalentonados  por unas cervezas acaban tirando piedras a la policía de «ocupacion» tal y como la denominaba alguna televisión. Ciertos políticos le quitaban importancia a estos hechos como si fuesen pecadillos de juventud, pero la realidad es que yo mismo vi como esos chicos acabaron siendo pistoleros y destrozando familias con sus crímenes. Dèja vú.

No se si durará mucho mi dèja vú. Espero que no. En cualquier caso un vistazo a la historia reciente de España me ayudará a demostrar que no tengo ninguna trastorno de la memoria. Más bien al contrario, quienes se empeñan en relativizar la gravedad de los disturbios en Cataluña, sí que podrían ser diagnosticados con amnesia, en el mejor de los casos, al haber olvidado cuanto ha sufrido nuestro país y cuanto daño hizo a nuestra economía el terrorismo separatista. Pero me temo que no es falta de memoria es pura paranoia. Esos que miran para otro lado ante la violencia en Cataluña les ciega su supremacismo y ven otra realidad. Ojala despierten pronto de ese sueño enfermizo porque las consecuencias del nacionalismo excluyente, otro dèja vú, ya las hemos vivido aquí y en el resto de Europa.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

lunes, 15 de julio de 2019

Que 22 años no es nada

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el día 15 de julio de 2019)


Seguro que recuerdas algún tango de Carlos Gardel. Hoy quiero hablarte de uno en concreto. Te lo cantaría, pero por suerte para tu oído, 20Minutos en papel no tiene esa funcionalidad. Si eres más de Rosalía que de tangos no te preocupes basta con que sepas que esta mítica canción de Gardel habla del paso del tiempo. Escuchando el estribillo entenderás este artículo y porqué millones de españoles cada mes de julio nos ponemos nostálgicos. “Volver…con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir…que es un soplo la vida, que veinte años no es nada (…) Vivir… con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”

La locución “veinte años no es nada” del tango Gardel se ha incorporado a nuestro lenguaje para expresar que, en ocasiones, aunque pase mucho tiempo, no lo parece porque algunos sentimientos vuelven a vivirse como el primer día. La semana pasada se han cumplido 22 años del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda terrorista ETA. Todos los españoles que superamos la treintena tenemos un nítido recuerdo de aquellos horribles días de julio del año 1997, todos recordamos dónde estábamos aquel 12 de julio en el que el joven concejal del PP de Ermua apareció descerrajado, de rodillas y maniatado en un descampado de Lasarte. Han pasado 22 años y no son nada. Los mismos sentimientos vuelven a aparecer como si el crimen hubiese sido ayer. La frustración, la rabia, la impotencia ante una banda de asesinos que acabaron con la vida de un joven simplemente porque pensaba diferente y se atrevió a representar sus vecinos siendo concejal del PP en un pueblo como Ermua.

Pero 22 años después otros nuevos sentimientos, igualmente tristes, han aparecido. Casi al tiempo que recordamos a Miguel Ángel Blanco o el infernal secuestro de Ortega-Lara, la televisión pública ha entrevistado al líder del partido que apoyó a los terroristas esos días. Arnaldo Otegi con sus infames declaraciones nos recordó que la semilla del odio sigue muy viva, que la reconciliación está muy lejos si no hay sincero arrepentimiento y resarcimiento moral a las víctimas. Más allá de la ausencia de ética o si prefieres amnesia de la televisión pública todos tenemos una deuda con las víctimas del terrorismo en nuestro país y por mucho que pasen los años no podemos olvidar el sufrimiento de esas personas y sus familias. Hace dos años la Universidad de Deusto a través de una encuesta puso de manifiesto que la mitad de los jóvenes vascos no sabían quién fue Miguel Ángel Blanco. Qué rápido se olvida todo cuando algunas instituciones se empeñan en que se borre el recuerdo.

22 años no son nada para los que vivimos aquella angustia de 48 horas, pendientes de si una banda de criminales asesinaba a un joven con toda la vida por delante. Pero para 14 millones de españoles que o no habían nacido en el 1997 o que entonces no tenían uso de razón, las víctimas del terrorismo empiezan a ser un recuerdo muy difuso. Ninguno de ellos vivió que hubo un partido, hoy llamado Bildu, que aplaudía los asesinatos; que unos políticos -Otegi- justificaban en público la violencia sin sonrojarse; que cada concentración en repulsa de los atentados en el País vasco había de ser escoltada por la policía porque los amigos del líder entrevistado en TVE querían reventarla por la fuerza. Mala idea blanquear nuestro pasado porque como dijo el filósofo “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

lunes, 3 de noviembre de 2008

A Euskadi le falta una T


“A Euskadi le falta una T”




El pasado viernes 31 de octubre “Expansión” publicó un especial sobre la economía vasca titulado  “Listos para la carrera contra la crisis”. Entre las personalidades entrevistadas se encontraba Miguel Lazpiur, presidente de la patronal vasca Confebask, que afirmó textualmente que “Con todos los respetos al problema vasco, ahora mismo la solución al problema económico es prioritaria”.  Con mi mayor consideración  al señor Lazpiur y especialmente a todas las empresas que representa no puedo dejar de expresar mi desacuerdo con su afirmación.

El profesor americano, Richard Florida, uno de los gurús económicos del momento considera que en la sociedad post-industrial o del conocimiento los innovadores, “the creative class”; como les llama; son el principal motor económico. La clase creadora incluye intelectuales, artistas, ingenieros, directivos etc. En su libro “cities and creative class” incluye datos estadísticos que respaldan su idea de que las ciudades que atraen y retienen miembros de la clase creadora (talentos) prosperan mientras que las que no lo hacen se estancan. De acuerdo con sus conclusiones la mano de obra yo no sigue a las empresas sino que son las propias empresas las que siguen a la mano de obra. Tolerancia atrae a talento y el talento a empresas tecnológicas. El estudio de Cushman&Wakefield “European Citéis Monitor” de 2007 confirma que el factor más relevante para decidir el emplazamiento de una empresa es la disponibilidad de mano de obra cualificada y su importancia va en aumento pues en 2006 aparecía en segundo lugar. En consecuencia es esencial que exista un clima propicio para el éxito económico de los países que implica lo que el profesor Florida denomina 3 Ts: Talento (capital humano de calidad), Tolerancia (diversidad, calidad de vida...) y Tecnología (acceso a infraestructuras que faciliten los flujos de conocimientos, ideas y aprendizaje).


Lo más novedoso del profesor Florida no es señalar que la clave del éxito está en la Tecnología y el Talento ya que su aportación al desarrollo económico de las sociedades ya había sido estudiado por buen número de autores. Lo más original es que a diferencia del factor productivo tradicional, la tierra, no constituyen una simple dotación, un stock que viene dado por las características de una determinada sociedad sino un flujo. Se trata de elementos altamente móviles que se desplazan de un lugar a otro. La clave para atraer y retener tecnología y el talento está en la tolerancia y la calidad de vida. De esta manera las ciudades, las regiones abiertas, diversas, respetuosas y tolerantes serán las mas exitosas.
La clave, por tanto, según Lazpiur para afrontar con éxito los retos que impone la globalización a través de la mejora de la competitividad está en promover la libertad, la convivencia y la tolerancia en los territorios, en este sentido es alarmante la deriva que el País Vasco está siguiendo con ejemplos como la continuada “fuga de cerebros” o el éxodo de los mejores profesionales formados aquí hacia otras regiones de España y Europa.



Efectivamente la educación es fundamental y es una palanca de cambio de competitividad pero antes que ello ha de ser escuela de libertad y el propio Gobierno Vasco que en ese suplemento de Expansión vanagloria de su plan para acelerar el crecimiento económico                                                                                                     es el mismo gobierno que está impulsando una reforma educativa que fomenta un País cerrado en si mismo y atenta contra libertades fundamentales.

Hoy en plena crisis podemos seguir afirmando que La mayor amenaza para economía vasca es la misma que ha sufrido la sociedad vasca durante los últimos 40 años, el terrorismo de ETA. El coste del terrorismo para nuestra economía ha sido estudiado por importantes economistas vascos, simplemente quiero aportar un dato y abundar en la tesis de este articulo, en un tema en el que tradicionalmente los vascos a los largo de la historia hemos sido referentes: la capacidad de emprender. El informe GEM (Global Enterpreneurship Monitor) subvencionado por el propio Gobierno Vasco, pone de manifiesto como Euskadi es menos emprendedora que el resto de España y desde 2004, esta tendencia se ha venido incrementando medida a través de índice TEA (Total Entrepeneurial Activity).

Euskadi, como todos los territorios que aspiran a liderar el futuro, ha de migrar hacia un modelo económico donde prime el talento y la tecnología. Pero nada de ello se logra sin tolerancia y es a esa “T” a la que el presidente de Confebask no da importancia en su entrevista.

No tengo la menor duda de lo que el señor Lazpiur llama “el problema vasco” preocupa mucho a los mayores creadores de riqueza y empleo que son los empresarios. Esta falta de libertad ha taponado el crecimiento de nuestras empresas, provocando la huida de nuestros mejores profesionales y cortocircuitando la atracción de inversión. Aún así hemos resistido y por ello estoy seguro que cuando la tolerancia se instale en nuestro país nada podrá parar la economía vasca.


Iñaki Ortega Cachón
Es economista y secretario de innovación del PP País Vasco