(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el día 15 de julio de 2019)
Seguro que recuerdas algún tango de Carlos Gardel. Hoy quiero
hablarte de uno en concreto. Te lo cantaría, pero por suerte para tu
oído, 20Minutos en papel no tiene esa funcionalidad. Si eres más de
Rosalía que de tangos no te preocupes basta con que sepas que esta mítica
canción de Gardel habla del paso del tiempo. Escuchando el estribillo
entenderás este artículo y porqué millones de españoles cada mes de julio nos
ponemos nostálgicos. “Volver…con la frente marchita, las nieves del tiempo
platearon mi sien. Sentir…que es un soplo la vida, que veinte años no es nada
(…) Vivir… con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”
La locución “veinte años no es nada” del tango Gardel se ha incorporado a nuestro lenguaje para expresar que, en ocasiones, aunque pase mucho tiempo, no lo parece porque algunos sentimientos vuelven a vivirse como el primer día. La semana pasada se han cumplido 22 años del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda terrorista ETA. Todos los españoles que superamos la treintena tenemos un nítido recuerdo de aquellos horribles días de julio del año 1997, todos recordamos dónde estábamos aquel 12 de julio en el que el joven concejal del PP de Ermua apareció descerrajado, de rodillas y maniatado en un descampado de Lasarte. Han pasado 22 años y no son nada. Los mismos sentimientos vuelven a aparecer como si el crimen hubiese sido ayer. La frustración, la rabia, la impotencia ante una banda de asesinos que acabaron con la vida de un joven simplemente porque pensaba diferente y se atrevió a representar sus vecinos siendo concejal del PP en un pueblo como Ermua.
La locución “veinte años no es nada” del tango Gardel se ha incorporado a nuestro lenguaje para expresar que, en ocasiones, aunque pase mucho tiempo, no lo parece porque algunos sentimientos vuelven a vivirse como el primer día. La semana pasada se han cumplido 22 años del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda terrorista ETA. Todos los españoles que superamos la treintena tenemos un nítido recuerdo de aquellos horribles días de julio del año 1997, todos recordamos dónde estábamos aquel 12 de julio en el que el joven concejal del PP de Ermua apareció descerrajado, de rodillas y maniatado en un descampado de Lasarte. Han pasado 22 años y no son nada. Los mismos sentimientos vuelven a aparecer como si el crimen hubiese sido ayer. La frustración, la rabia, la impotencia ante una banda de asesinos que acabaron con la vida de un joven simplemente porque pensaba diferente y se atrevió a representar sus vecinos siendo concejal del PP en un pueblo como Ermua.
Pero 22 años después otros nuevos sentimientos, igualmente
tristes, han aparecido. Casi al tiempo que recordamos a Miguel Ángel Blanco o
el infernal secuestro de Ortega-Lara, la televisión pública ha entrevistado al
líder del partido que apoyó a los terroristas esos días. Arnaldo Otegi con sus
infames declaraciones nos recordó que la semilla del odio sigue muy viva, que
la reconciliación está muy lejos si no hay sincero arrepentimiento y
resarcimiento moral a las víctimas. Más allá de la ausencia de ética o si
prefieres amnesia de la televisión pública todos tenemos una deuda con las
víctimas del terrorismo en nuestro país y por mucho que pasen los años no
podemos olvidar el sufrimiento de esas personas y sus familias. Hace dos años
la Universidad de Deusto a través de una encuesta puso de manifiesto que la
mitad de los jóvenes vascos no sabían quién fue Miguel Ángel Blanco. Qué rápido
se olvida todo cuando algunas instituciones se empeñan en que se borre el
recuerdo.
22 años no son nada para los que vivimos aquella angustia de 48
horas, pendientes de si una banda de criminales asesinaba a un joven con toda
la vida por delante. Pero para 14 millones de españoles que o no habían nacido
en el 1997 o que entonces no tenían uso de razón, las víctimas del terrorismo
empiezan a ser un recuerdo muy difuso. Ninguno de ellos vivió que hubo un
partido, hoy llamado Bildu, que aplaudía los asesinatos; que unos políticos
-Otegi- justificaban en público la violencia sin sonrojarse; que cada
concentración en repulsa de los atentados en el País vasco había de ser
escoltada por la policía porque los amigos del líder entrevistado en TVE
querían reventarla por la fuerza. Mala idea blanquear nuestro pasado porque
como dijo el filósofo “los pueblos que no conocen su historia están condenados
a repetirla”.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR
Yo tenía 5 años y me acuerdo perfectamente. Volvía de la playa ese día cuando en la radio del coche escuchamos que le habían pegado dos tiros en la nuca. Nunca se me olvidará aquel día
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