(este artículo se publicó originalmente el día 26 de diciembre de 2019 en el diario La Información)
El efecto del que quiero hablarles podría tener el apellido del presidente italiano del Parlamento europeo que autorizó dar el acta provisional de diputado a Puigdmont, David Sassoli. Pero también serviría el efecto Lenaerts, como el juez belga que un día antes leyó la sentencia que reconocia a Junqueras unos supuestos derechos en plena instrucción por los sucesos del 1 de Octubre de 2017. Tampoco le vendría mal el nombre de efecto Lladoners, tomado de la prisión en la que cumplen condena por rebelión los ex consellers que más parece el vestíbulo de un hotel o en ocasiones un estudio de radiotelevisión. Pero no se preocupen, no hace falta seguir buscando nombres para bautizar la sensación de desamparo que una gran mayoría de españoles sentimos estos dias al conocer la sentencia de la Corte de Luxemburgo. El término ya existe desde hace muchos años. Y ademas tiene un matiz positivo que da sentido a esta columna con la que quiero terminar, con buen sabor de boca, este año marcado por el juicio del «procés».
El momento histórico en el que un país sufre una gran decepción pero es capaz de convertir esa frustración en éxitos, se conoce como «efecto Sputnik». Situénse en plena guerra fría en los años 50 del siglo pasado. Estados Unidos y Rusia compiten por demostrar al mundo cuál de los dos países es más poderoso y dispone del mejor talento y tecnología. Inopinadamente el 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética lanza el Sputnik, el primer satélite artificial de la historia. Esta noticia sacudió a la opinión pública estadounidense que hasta entonces disfrutaba plácidamente de la percepción de una supuesta supremacía no sólo militar y tecnológica sino ética ante la URSS. El "efecto Sputnik", despertó a los americanos y les alertó ante una inminente amenaza soviética. Si los rusos estaban colocando satélites en órbita tenían también la capacidad de lanzar misiles nucleares a gran distancia. A partir de ese momento científicos, políticos, empresarios, académicos y funcionarios de Estados Unidos se movilizaron con el impulso, sin matices, de diferentes Presidentes hasta conseguir pasar a la posteridad con la llegada del primer hombre a la Luna en ,,!!1969.
La historia nos ha regalado otros efectos Sputnik para inspirarnos. En nuestro país la pérdida de las últimas colonias del imperio español en 1898 dio lugar, como reacción, a una de las mayores concentraciones de talento artístico, la generación del 98. Pero al principio de ese siglo la dramática guerra de la independencia española hizo posible, unos años después, una de las mejores constituciones que se recuerdan, la Pepa de Cádiz de 1812. O tras décadas de dictadura franquista, sorprendimos al mundo con una modélica transición que ha hecho posible el mayor periodo de bienestar económico de los últimos cinco siglos.
Incluso quién sabe si en los primeros días de enero de 2020 varios ministros dimitirán en protesta por las cesiones a los independentistas catalanes y cae el gabinete Sánchez que es inmediatamente sustituido por Josep Borrell. El nuevo presidente con el apoyo de Merkel y Macron pero también del PP, Cs y PSOE afronta dos años de estabilidad para ser sustituido por otros dos años de gobierno del PP con los mismo apoyos. Mientras tanto las reformas necesarias en España se implementan y se reestablece el Estado de Derecho en Cataluña. La economía española recupera un vigor que nos regala una década de bienestar. Todo un «efecto Sassoli» que sería recordado. Difícil? Si. Pero no imposible y ya que estamos en Navidad, déjenme soñar.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR