jueves, 12 de diciembre de 2019

Un futuro de oportunidades

(este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión el día 11 de diciembre de 2019)

“En tres tiempos se divide la vida: presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto”. La reflexión de Séneca, a pesar de haber sido formulada hace 2.000 años, es más actual que nunca para nuestras vidas, pero también para la de nuestro país, España.

Vivimos un mundo cambiante, marcado por grandes disrupciones socioeconómicas, geopolíticas, tecnológicas, demográficas y medioambientales a las que habrá que dar respuesta. Todo ello en un entorno marcado por la desaceleración económica sincronizada, el debilitamiento del orden multilateral, la crisis de liderazgo, las consecuencias del Brexit y las crecientes tensiones políticas y sociales en Oriente Medio, América Latina y Hong Kong, entre otros factores. Un presente al que España no es ajeno ya que, si bien nuestro país continúa liderando el crecimiento entre las grandes economías europeas, la OCDE ha advertido de que nuestra coyuntura se deteriora a mayor ritmo que en el conjunto de la unión monetaria y también del riesgo creciente que conlleva la actual inestabilidad política. Una incertidumbre que no parece que vaya a despejarse ante el previsible Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, forjado con un acuerdo programático en torno a tres ideas fuerza: más gasto público, apoyado en una mayor carga impositiva sobre las empresas y las familias; más intervencionismo en detrimento de la necesaria libertad de empresa; y más fragmentación frente a la ansiada y necesaria unidad de mercado económica y equilibrio interterritorial. Un conjunto de medidas que impactarán negativamente no solo sobre el crecimiento económico, sino también sobre la sostenibilidad del Estado de Bienestar, la igualdad de oportunidades de los españoles y el futuro de las próximas generaciones. 

Y a pesar de que Séneca nos alertó de que lo único cierto es el pasado, no recordamos apenas datos de nuestra historia reciente que ponen de manifiesto que España y su democracia son un caso de éxito. Desde 1978, se ha multiplicado por 14 el gasto en educación, por 13 el gasto social y por 15 el PIB per cápita, en un contexto en el que se ha duplicado la población activa, principalmente por la incorporación de siete millones de mujeres al mercado laboral. A su vez, el modelo productivo se ha terciarizado, como en el resto de las economías avanzadas, concentrando el sector servicios el 75% del empleo (42% en 1978). Las exportaciones, por su parte, han aumentado de un 13,3% a un 34,3% del PIB, destacando el papel de las multinacionales españolas líderes a nivel mundial. Además, en la actualidad, nuestro país lidera el ranking de Competitividad de Turismo del WEF, y ha sido clasificado como la nación más saludable del mundo por Bloomberg que, a su vez, sitúa nuestro sistema sanitario en tercera posición a nivel global en función de su eficiencia, entre otros hechos relevantes. Todo ello, sin olvidar que la integración al proyecto europeo ha impulsado la atracción de inversión extranjera y dotado a nuestra economía de una mayor estabilidad de precios y de tipos de interés. Y sumado a estos datos económicos, en el plano social, los españoles hemos sorprendido al mundo por nuestra capacidad para trabajar en equipo, por nuestro talento y creatividad; bien sea para coordinar la mejor red de trasplantes de órganos del planeta, o bien por ser el país más longevo de la Tierra.

Pero el futuro es una duda, no solo porque lo afirmara el filósofo cordobés, sino porque la recuperación española no ha sido suficiente para resolver los problemas estructurales que hoy persisten. A los elevados niveles de paro, especialmente el de larga duración y el juvenil, de endeudamiento público y de economía sumergida, se unen la ineficiencia de nuestro sistema educativo, el aumento de la desigualdad, el reto demográfico y el deterioro de la calidad institucional. Circunstancias que, coincidentes en el tiempo con un cambio de coyuntura internacional, nos hacen pensar que el futuro será incierto, pero no por ello ingestionable. En demasiadas ocasiones se nos olvida que la incertidumbre no solo forma parte de nuestras vidas, sino también de la historia de los países. Así, cada generación de españoles ha tenido que superar momentos decisivos, como fue el de la transición de una dictadura hacia un sistema democrático, en la que prevaleció una visión generosa, vertebradora y de largo plazo. En estos días, marcados por la incertidumbre que genera el escenario político español en el que los líderes políticos se cierran a debatir y consensuar con sus oponentes ideológicos las reformas que nuestro país necesita, es urgente recordar que, si bien el futuro siempre es una duda que abre oportunidades, las épocas de progreso en España han estado vinculadas a proteger nuestro legado común.



Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y Alicia Coronil es directora de Economía del Círculo de Empresarios

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