sábado, 31 de marzo de 2018

Facebook no solo tiene la culpa

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información en la columna #serendipia el 26 de marzo de 2018)

Que los usuarios hemos perdido el control de nuestros datos es algo que no deberíamos haber tardado tanto tiempo en enterarnos. Pero la semana pasada emergió el caso Facebook a raíz de una investigación a la consultora Cambridge Analytica destapándose que se usan datos de las redes sociales sin  autorización. De repente, gracias a esa noticia, se nos ha caído la venda de los ojos que nos impedía darnos cuenta que nuestra información personal ya no está solo en nuestras manos.
Chivo expiatorio es una antigua expresión, que ya aparecía en la Biblia, que se usa para denominar a aquel que paga las culpas de otra persona, librándole de las consecuencias. Su origen está en la costumbre de los judíos de sacrificar un joven macho de cabra, chivo, como ofrenda a Dios para expiar los pecados.
Ahora parece que todos queremos convertir a la empresa de Mark Zuckenberg en el perfecto chivo expiatorio del uso de datos personales para fines espurios. Nos viene bien no enfrentarnos a una realidad mucho más compleja en la que, por supuesto, las grandes plataformas tecnológicas como Facebook tienen su responsabilidad pero compartida con los gobiernos del mundo que no han estado a la altura y sin olvidarnos de los propios usuarios que hemos actuado con demasiada inmadurez. Facebook no solo tiene la culpa sino que si somos justos una parte alícuota nos corresponde a nosotros mismos y otra a la miopía de lo público ante una nueva realidad.
Los llamados GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) obtienen masivamente datos de sus usuarios que en muchos casos se han convertido en ciegos seguidores. Gran parte de la información que queda en sus manos son datos personales muy sensibles. Es cierto que todas estas compañías piden permiso a sus usuarios para obtenerlos, pero damos nuestro visto bueno porque de otro modo quedaríamos privados de usar esas plataformas, lo que hoy significaría casi nuestra muerte social. Se tarda algo más de cuarenta minutos de media en leer los “términos y condiciones de uso” que se nos exigen cuando nos damos de alta en los GAFA, sin embargo, y también de promedio, los usuarios damos el OK en tan solo ocho segundos. Por no mencionar las famosas cookies que aparecen cuando navegamos por internet y las aceptamos sin saber que a partir de ese click estaremos ya tan balizados como el coche que llevó a Puigdemont de Finlandia a Alemania.
Esas plataformas son ya más poderosas que la mayoría de los gobiernos del mundo y saben más de nuestra vida que nosotros mismos, o por lo menos tienen esos datos y no se les olvidan tan fácilmente como a los humanos. Pero en una mezcla de miedo a ofender al poderoso, ignorancia tecnológica ante una inédita situación de abusos o simplemente ausencia de armas para luchar en esta nueva guerra, los gobiernos no han sabido defendernos.
Estos días algunos analistas muy cercanos a esas corporaciones han querido quitar importancia al asunto porque no es la primera vez que surgen histerias colectivas en referencia a los datos y la tecnología. Sus argumentos te hacían sentir como un ludita queriendo romper los telares en los albores de la revolución industrial inglesa. Para ellos es algo parecido a los que pasó en los años 60 con la publicidad subliminar en las películas o a finales de los 90 con la cámaras en las ciudades. Puesto que ni esas películas nos hacían comprar lo que no queríamos, ni nuestras vidas se convirtieron en un Gran Hermano ni ahora nadie comercializará peligrosamente con nuestros datos. Pero es cuestión de tiempo que aparezcan más casos como el de los datos de 50 millones de usuarios “robados” por la consultora británica, como también es cuestión de tiempo que ya no se pueda ocultar mucho más los miles de chantajes en la red que sufren cada día anónimos ciudadanos o rentables corporaciones por descuidar su seguridad informática.
Por eso, es importante retomar el control de la situación. Para  ello se antoja imprescindible concienciarnos, como usuarios, del problema y actuar con responsabilidad; debemos ser capaces de disfrutar de los beneficios de la tecnología, pero eso no debe ser incompatible con que gestionemos nuestros datos. Apelo también a la conciencia de los fundadores de esas grandes plataformas para que no olviden que con sus pioneros emprendimientos situaban a los usuarios en el centro frente al beneficio o las ventas. Por último los gobiernos han de ser audaces y con la ayuda de los organismos supranacionales han de usar el derecho internacional  como límite al abuso en la gestión de la tecnología.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Derechos fundamentales en la era digital

(este artículo se publicó originalmente en el diario El País el dia 19 de marzo de 2018 firmado por Eloy Velasco e Iñaki Ortega)

¿Estamos seguros de que el único precio que pagamos por utilizar un teléfono móvil es la tarifa plana? España es, junto con Singapur, uno de los países donde hay más teléfonos móviles por persona. El 92% de los ciudadanos españoles tiene uno y hay 120 líneas por cada 100 usuarios. Nos situamos por tanto, incluso por encima de Estados Unidos, donde solo el 90% de la población tiene un móvil.

Precisamente en ese país, un juez de Michigan ha condenado a 110 años de prisión a una persona, apellidada Carpenter, porque se le involucró en cuatro atracos a cuatro centros comerciales por los datos de ubicación sacados de su teléfono móvil, aunque se obtuvieron sin orden judicial. A pesar de que su abogado alegó ante el Tribunal Superior que, según la cuarta enmienda de la Constitución americana se estaban violando sus derechos, el tribunal de apelación desestimó la alegación asegurando que nadie está obligado a llevar un teléfono móvil y que si alguien no desea que le geolocalicen, es mejor que no lo tenga.

La tecnología es el presente, y no debe alarmarnos, pero sí es preocupante cómo un uso indebido de la cantidad de datos recolectados gracias a ella puede lesionar la privacidad, la reputación e incluso la dignidad del ser humano.

Los usuarios hemos perdido el control de nuestros datos y es importante retomarlo. Proponemos para ello el Derecho, para que actúe como límite a la explotación desordenada, al desequilibrio y al abuso en la gestión de la tecnología. Debemos ser capaces de disfrutar de los beneficios de la tecnología, pero eso no debe ser incompatible con que gestionemos nuestros datos.

No son pocos los investigadores que hablan de una cuarta generación de derechos humanos que nos permita poder desconectar o que las máquinas nos olviden, incluso que la Red sea neutral. La primera generación de derechos humanos, con la libertad y la igualdad, nos protegió frente al poder de los Estados gracias a la Revolución Francesa. La segunda generación, con el derecho al empleo y la sanidad, permitió un Estado que nos defendiese. La tercera generación de derechos fundamentales fue coherente con la globalización y consagró el pacifismo. Ahora el Derecho tiene que volver a ser el límite a la explotación y al abuso, esta vez en la gestión de la tecnología que muchas plataformas están haciendo. Se necesita por tanto una cuarta generación, la de los derechos fundamentales en la era digital. El derecho al olvido, el derecho a la muerte digital, el derecho a la neutralidad de la Red o el mencionado derecho a gestionar tus datos, son solo algunos campos donde merece la pena profundizar.

En estos momentos, las cinco empresas que se sitúan a la cabeza de la facturación mundial ya no son constructoras o compañías de hidrocarburos, sino que son plataformas que están relacionadas con las telecomunicaciones y la tecnología. Si se nos permite el juego de palabras, el nuevo petróleo son los datos que estas empresas obtienen masivamente de sus usuarios, en ocasiones de manera inconsciente. Es cierto que todas estas compañías sí piden formalmente permiso a los usuarios para obtenerlos, pero el consentimiento que prestamos se da, más para no quedar aislados tecnológicamente del mundo, que por otras razones. Se tardan unos 40 minutos de promedio en leer los “términos y condiciones de uso” que se nos exigen cuando damos de alta un aparato o nos inscribimos en una red social. Sin embargo, y también de promedio, los usuarios prestamos nuestro consentimiento en tan solo ocho segundos.

En 2020 se calcula que habrá 50.000 millones de dispositivos conectados a Internet en el llamado IoT (Internet de las cosas). De modo que a las fuentes habituales de captación de datos deberemos añadir en breve la aportación de los procesadores, los sensores y el tratamiento masivo de esos big data. Y conviene también tener en cuenta que esas máquinas además de captar datos, pueden tratar, ordenar e incluso llegar más allá de lo que normalmente podemos hacer los humanos con nuestras limitadas capacidades.

Mucha de la información que queda en manos de estas empresas son datos personales que incluyen salud, ocio, ideario político o religioso del presente, del pasado e incluso de futuro —a través de nuestra agenda—. Eso incluye también, para nuestra desgracia, los datos borrados y enviados a la papelera o cortes de voz, o imágenes familiares íntimas, por no hablar de los datos de geolocalización. Así, al final, algunas de esas plataformas, que ya son más poderosas que la mayoría de los Gobiernos del mundo, saben más de nuestra vida que nosotros mismos.

A lo largo de la historia cada impulso relevante en la defensa de los derechos humanos ha surgido como respuesta de la sociedad civil a manifiestos abusos del poder. Ante la monarquía absolutista, la declaración de derechos de Virginia del año 1776. Ante el auge de los totalitarismos la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Asamblea de Naciones Unidas del año 1948. Ahora, ante el auge exponencial de tantas violaciones de derechos en el mundo digital, a qué esperamos para actualizar esa lista, e incluso para incluir nuevos derechos.

Es evidente que la transformación digital ha traído muchas ventajas, algunas irrenunciables y casi todas irreversibles. Por tanto, la solución no es poner pie en pared frente a la tecnología. La solución es humanizarla.



Eloy Velasco Núñez es Magistrado-Juez de la Audiencia Nacional e Iñaki Ortega es `profesor y director de Deusto Business School

lunes, 19 de marzo de 2018

Trabajo Permanente Revisable

(este artículo se publicó originalmente el 19 de marzo en el diario La Información en columna semanal serendipias)

En muchas ocasiones nos quejamos que los debates en el Congreso de los Diputados están muy alejados de las preocupaciones de la ciudadanía así que cuando pasa lo contrario hay que reconocerlo. Esta semana los partidos políticos debatieron en Cortes Generales dos asuntos que a una mayoría nos quitan el sueño y que afectan al futuro de los más débiles. El bienestar de las personas mayores con la sostenibilidad de las pensiones y la seguridad de nuestros hijos con la prisión permanente revisable. La Carrera de San Jerónimo se ha hecho eco de las discusiones y cuitas que los españoles hemos tenido esta semana en nuestras casas pero también en la calle. Buena noticia.

Los dos asuntos están pegados a la actualidad pero más allá de la coyuntura que nadie dude que serán estructurales en los próximos años. Me explicaré. Los demógrafos nos recuerdan que cada año ganamos tres meses de esperanza de vida, de modo y manera que si hoy en España alcanzamos de media los 84 años, será una realidad que los que nacimos en los años 70 vivamos hasta los 95 años. Una vida tan larga no estaba prevista por nuestro sistema de previsión social, diseñado cuando pocas personas (y pocos años) sobrevivían a la jubilación. Tampoco el código penal se diseñó pensando en vidas casi centenarias. Cumplir condenas de muchos años de cárcel suponía un tercio de la vida en el siglo pasado y de facto una cadena perpetua; hoy es muy diferente y por las buenas noticia de los avances médicos y la mejora de la calidad de las instituciones penitenciarias, ponerse al día con la justicia no es incompatible con tener largos años posteriores de vida en libertad. 

Dejando de un lado las connotaciones éticas del debate,  me centraré en esta reflexión semanal en otras consecuencias económicas que tiene el alargamiento de la vida. Porque no sólo afectará al sistema de la seguridad social, que parece evidente, sino que como acabamos de ver hay más asuntos sobre los que impactará que no son tan previsibles. La salud, el ocio y el consumo pueden estar en ese primer bloque de asuntos que tenemos en la cabeza porque como reza un reciente informe de BNP Paribas en el año 2020 el 40% del consumo mundial vendrá de los mayores de 65 años pero también hay que recordar que la tasa de dependencia será en España en 2040 de un 79% frente al 53 % actual. Por ello entre los asuntos que se verán afectados por el alargamiento de la vida y quizás no tenemos todavía en la cabeza estarán la formación y los empleos. En el mundo, nos dice la ONU, hay 900 millones de personas que superan los 65 años pero en 2050 serán 2100 millones. Solamente en España hoy son el doble los mayores de 50 años que los menores de 18 años.

La longevidad exigirá más años de vida laboral –porque nos lo podremos permitir por salud y nos lo exigirá nuestro bolsillo- lo que unido a la velocidad de los cambios tecnológicos hará imposible trabajar sin actualizar la formación recibida en la universidad. De hecho volveremos cada pocos años de nuevo a las aulas incluso siendo sexagenarios porque será la única vía para seguir en el mercado laboral. Surgirán nuevos empleos para adaptar las ciudades a una población envejecida por ejemplo con casas inteligentes, coches autónomos y hasta exoesqueletos. Las administraciones no tendrán otro remedio que penalizar las jubilaciones anticipadas e incentivar que los más mayores sigan en activo con empleos por cuenta propia o a tiempo parcial. El informe GEM atestigua que los mayores de 65 años tienen ya una tasa de emprendimiento del 13% superior al 11% de los jóvenes españoles de menos de 29 años. Las empresas, especialmente en nuestro país con apenas un 29% de ellas con planes de retención del talento sénior frente al 52% de la media europea, pondrán en valor  la experiencia acumulada, la ética y la capacidad de solucionar problemas de la generación de las canas –como ha sido bautizada por la OCDE-

Una persona mayor trabajando será algo a cuidar e incentivar porque no solo garantizará más ingresos para su familia y conforme cada vez más estudios confirman mayor felicidad, sino que además apuntalará el estado de bienestar. Pronto este debate también debería llegará al Congreso. Porque trabajar más años, en diferentes empleos y con diferentes regímenes no será una condena sino que será la salvación.

NOTA: Este artículo se inspiró en la charla TEDx del secretario general del Círculo de Empresarios, Jesus Sainz

Lecciones de pensiones y feminismo (Isidoro y María José no solo compartieron apellido)

(este artículo se publicó originalmente el 11 de marzo en el diario La Información en columna semanal serendipias)



No le sorprenda si los datos que a continuación voy a contar no los conocía. Estas semanas ha habido poco espacio en los medios de comunicación para algo que no fuesen las protestas de los pensionistas y las movilizaciones de las mujeres con motivo del 8 de marzo. No acuso a los mass media de parcialidad, simplemente atestiguo que informes con conclusiones relevantes no han encontrado su espacio.

“Panorama de las pensiones”, es un informe que todos los años realiza la OCDE en el cual se estudian exhaustivamente las pensiones de los países más desarrollados del mundo. Este año las conclusiones para España eran las siguientes. Uno: tras la jubilación, la protección social española garantiza que los niveles de pobreza caen a mínimos, situándose en línea con los países con mejores sistemas de protección, como Finlandia, Francia o Noruega. Dos: Los niveles de pobreza relativa de los mayores españoles se sitúan entre los más bajos de los países desarrollados. El mejor dato de todos es el de Dinamarca, uno de los países del mundo con un estado del bienestar más avanzado. Su riesgo de pobreza para los jubilados es del 3,2%, esto es, apenas dos puntos mejor que España.

Además coincidiendo con la semana de las movilizaciones del 8 de marzo, se conoció un informe de la prestigiosa Universidad de Georgetown que sitúa España como quinto país en el bienestar para las mujeres. Se trata del Índice Global de Paz y Seguridad de las Mujeres, elaborado por el Instituto de Georgetown para las Mujeres, Paz y Seguridad y el Instituto de Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo. El estudio compara 11 indicadores relacionados con la inclusión, la justicia y la seguridad y analizan desde los años de escolarización, la inclusión financiera, el empleo femenino, el uso de móviles  o la violencia en el seno de la pareja. El reporte de Georgetown utiliza esos indicadores para situar a España en la quinta posición de la clasificación general, con una puntuación de 0.860 puntos sobre 1. El listado lo encabeza Islandia, le siguen Noruega, Suiza y Eslovenia.

El convulso momento político actual nos exige poner en valor las grandes cosas que los españoles hemos conseguido en campos en los que tradicionalmente recurrimos a ejemplos de fuera de nuestras fronteras. El estado de bienestar y la igualdad son ejemplos de los que podemos sentirnos orgullosos, pero también la historia de muchas empresas con sus emprendedores.

La vida de Isidoro Álvarez directivo de El Corte Inglés durante cuarenta años o la de María José Álvarez presidenta de la empresa que más personas emplea en nuestro país, Eulen,  son buena prueba de ello. Isidoro lideró El Corte Inglés convirtiéndolo en una de las mayores historias de éxito empresarial en España. Bajo su mandato se crearon cientos de miles de puestos de trabajo y favoreció la creación de un tejido económico que floreció gracias a la generosidad y el efecto multiplicador de los grandes almacenes.  Hoy el grupo es ejemplo para otros grandes almacenes europeos, da trabajo a más de 90.000 empleados y aporta al PIB español cerca de 4.000 millones al año.

María José Álvarez es la presidenta y principal accionista del grupo Eulen. Apenas se la conoce cuando los datos de su empresa y su trayectoria de lealtad y coraje personal, reclaman lo contrario. Emplea más de 95.000 trabajadores con presencia en 14 países,  tiene de clientes a las empresas más importantes del mundo y ofrece servicios en ámbitos tan diversos como el trabajo temporal, el telemarketing, la salud, la seguridad, la limpieza, el mantenimiento o el medio ambiente. Nadie es profeta en su tierra y hace unas semanas reconocieron en Nueva York a María José como la líder empresarial del año.  

En nuestros días, cuando la digitalización amenaza el empleo en cualquier industria o el populismo campa por sus respetos en medio mundo, no es complicado  acordarse del pensador  Nassim Taleb y su parábola de los cisnes negros. Qué pensarían aquellos expedicionarios holandeses, dirigidos por el explorador Willem de Vlaminghen cuando llegaron a Australia Occidental en el siglo XVI y vieron por primera vez un cisne que no era blanco. El negro de sus plumas les hizo pensar en multitud de sombríos augurios que vendrían a continuación. Nada más lejos de la realidad, el mundo no ha dejado de prosperar desde entonces.

Los sencillos datos de esos informes o las historias de estos directivos son una llamada a perseverar en los principios y valores que han permitido que hoy seamos uno de los mejores países para vivir.  España, con ciudadanos informados y líderes honrados, sacará provecho de la adversidad y seguirá siendo referente en el mundo.

domingo, 11 de marzo de 2018

Antifrágil. El nuevo liderazgo


(este artículo fue publicado originalmente el día 10 de marzo en el diario Expansión en la sección The War Room, firmado junto a Iván Redondo)


Ésta es una Sala de Guerra poco habitual. La palabra que les acercamos por ello hoy es doble, resultado de la conversación entre dos buenos amigos detrás de una taza de café. “¿Cuál es el liderazgo que viene?” fue la base de la disputa intelectual. No piensen en el inefable Donald Trump (sonrían), apuntemos mucho más alto. Memoria, compromiso y luces largas. Miremos más allá.

Durante mucho tiempo pensamos que tanto en la política como en la empresa había que luchar contra “la fragilidad” porque te exponía innecesariamente a demasiados riesgos. De hecho, en la mayoría de las corporaciones y partidos políticos se promovieron liderazgos robustos, precisamente porque esa rigidez era lo contrario de la “peligrosa” fragilidad. Recuerden una pregunta básica en las campañas presidenciales: ¿A quién quieres más? ¿A “papá” (derecha)? ¿O a “mamá” (izquierda)? Siempre ha sido, y sigue siéndolo, uno de los mejores medidores a la hora de determinar si estamos en un país ante un ciclo de cambio o de continuidad. Pueden hacer el ejercicio.

Pero entremos en materia: el nuevo liderazgo. El profesor Nassim Taleb, colega de Daniel Khaneman, padre de la teoría de la psicología económica, premiado con el nobel de economía, nos ha demostrado con su exhaustivo estudio de los fenómenos inauditos que muchos de los analistas están completamente equivocados. Los tiempos actuales tienen sus propios vectores. “Papá” o “mamá” quedaron atrás.

La antítesis de frágil es algo más que resiliencia o robustez en estos tiempos de cisnes negros. La base de encontrar en los sucesos aparentemente negativos oportunidades, reside en lo que él denomina “antifrágil”, que define como aquello que, a diferencia de lo rígido o de lo frágil, se beneficia de los cambios, del desorden o de la volatilidad. Lo robusto aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil, sin embargo, mejora. Esta propiedad se halla detrás de todo lo bueno que se ha mantenido a lo largo de la historia, desde una receta de cocina a las tecnologías o la forma de ganar una elección. Las convulsiones que atisbamos como estructurales y no coyunturales, nos llevan a concluir que también lo antifrágil ha de aplicarse al liderazgo empresarial y político.

El cambio de época en el que nos encontramos nos exige poner en valor las grandes cosas que los españoles han hecho en campos en los que tradicionalmente recurrimos a ejemplos de fuera de nuestras fronteras. Y en esta Sala de Guerra por un día dejaremos atrás a los referentes políticos. Les recordaremos para ello la contribución de dos clásicos: la historia de Isidoro Álvarez directivo y empresario de El Corte Inglés durante cuarenta años o la de Amancio Ortega que ha sido capaz de convertir Inditex en la empresa de referencia global.  

Álvarez, después de egresarse con honores en ciencias empresariales lideró El Corte Inglés hasta su muerte para convertirlo en una de las mayores historias de éxito empresarial de nuestro país. Bajo su mandato se crearon cientos de miles de puestos de trabajo y favoreció la creación de un tejido económico que floreció gracias a la generosidad y el efecto multiplicador del retailer español. Su historia personal nos permite poner negro sobre blanco algunas lecciones de ese nuevo liderazgo que Taleb nos propone y el mundo nos reclama y de paso seguir apuntalando la capacidad de hacer grandes cosas en un país como España.

Dos sencillos pilares dieron sentido a la trayectoria vital y empresarial de Isidoro Álvarez. El ejemplo y la honradez. Álvarez visitaba de incógnito sus tiendas (y también las de la competencia) ejerciendo así un liderazgo a pie de calle y de escucha; de estar justo en el lugar donde ocurren las cosas, para resolver y entender los problemas. Antifrágil. Honradez es pagar tus impuestos en tu país garantizando las mejores condiciones para tus empleados y proveedores.

Cultivó, quizás sin saberlo, esa antifragilidad. Porque con la honestidad y la ejemplaridad por bandera cualquier vendaval no solo no te hunde, sino que puede impulsarte más allá. Hoy el grupo que lideró y consolidó Isidoro Álvarez es ejemplo para otros grandes almacenes europeos. Con una cifra de negocios de 15.505 millones, da trabajo a más de 91.600 empleados, el 87% de las compras que realiza El Corte Inglés son a proveedores nacionales y el 7% a suministradores de otros países de la Unión Europea y el grupo aporta a la renta nacional más de 3.700 millones al año.

En nuestros días, cuando la trasformación digital y los nuevos operadores amenazan cualquier industria y la incertidumbre política campa como quiere en medio mundo, vuelvan a Taleb. El liderazgo “antifrágil” es una vuelta a lo básico. Amancio Ortega comienza su carrera, como saben, a la edad de catorce años en La Coruña, como mozo en unas tiendas de ropa. Tras trabajar un tiempo en Santiago de Compostela, en 1963 crea la compañía Confecciones GOA, sus iniciales en sentido inverso, dedicada a la fabricación de albornoces. Perfeccionista y autodidacta, Amancio logra que este negocio alcance un tamaño importante llegando a distribuir su producto a distintos países europeos. Su filosofía no es sólo ser vender, sino también fabricar y distribuir. Supera la primera gran crisis económica de la democracia abriendo la primera tienda Zara en una céntrica calle de La Coruña y expandiéndose por toda España.

En 1988, con la tienda en Oporto comienza su expansión internacional, la cual en plena crisis de los 90, inopinadamente triunfa en EuropaAméricaAsiaOriente Medio y norte de África. En 2001 sale a  la bolsa su empresa Inditex, en una época poco propicia para ello, lo que no le impide llegar a ser el primer grupo textil del mundo. Y cuando la penúltima amenaza, la irrupción del online, parecía que iba frenar el gigante de Amancio Ortega, la brillante gestión de su ejecutivo de confianza, Pablo Isla, les ha hecho más fuertes que nunca sacando una distancia impensable a sus eternos rivales los suecos de H&M y los japoneses de Uniqlo.

Las sencillas lecciones de liderazgo de estos directivos que fueron capaces de construir empresas como El Corte Inglés o enseñas como Zara, son más que una llamada a perseverar en los principios y valores que han permitido que España pase a la historia como una de las grandes naciones. Supieron superar en diferentes etapas los marcos tradicionales situándose más allá de “papá” o “mamá”, sacando provecho de la adversidad y siendo referentes en el mundo. El liderazgo que viene es éste. ¿Pero viene o vuelve? Como decía el Luis Aragonés de General Electric, su ex CEO Jack Welch, en tantos y tantos manuales de liderazgo que devoramos en la Universidad, los líderes nunca pueden ser cerrados de mente. Hay que cambiar de "curso” cuando las “circunstancias” cambian. “Antifrágiles”. No lo olviden. En estos “días de futuro pasado”.

Iñaki Ortega, director de Deusto Business School

Ivan Redondo, consultor político y CEO Redondo & Asociados Public Affairs Firm

martes, 6 de marzo de 2018

Las pensiones de los Modigliani


(este artículo se publicó originalmente el día 5 de marzo de 2018 en el periódico lainformacion.com dentro de la columna semanal #serendipias)

El pintor Amadeo Modigliani pasó a la historia por sus retratos y desnudos muy característicos, con rostros y cuerpos alargadísimos. Contemporáneo de Picasso protagonizó la efervescencia cultural del París de los primeros años del siglo pasado.  Es considerado uno de los más importantes artistas modernos, de hecho sus esculturas y cuadros han alcanzado las más altas pujas en las subastas de arte durante los últimos años.

Pero para los economistas  hay también otro célebre Modigliani. Franco Modigliani no solo comparte apellido con el pintor sino también nacionalidad y familia judía. El profesor Modigliani fue galardonado con el premio Nobel de Economía del año 1985 por su teoría del ciclo vital. Desde su cátedra del MIT explicó que los ingresos de un individuo a lo largo de su vida tienen forma de campana, bajos al inicio, altos en la edad central y de nuevo bajos tras la jubilación. De modo y manera que el ahorro total de una economía está por tanto determinado no solo por factores económicos sino también por factores demográficos como la estructura de la pirámide poblacional o la esperanza de vida.

Modigliani, el pintor, falleció prematuramente en el año 1920 a los 35 años en París por una meningitis tuberculosa que le torturó los últimos años de su vida. Modigliani, el economista, murió apaciblemente en 2003 a los 85 años a las afueras de Boston después de una larga carrera académica en las más prestigiosas universidades americanas.

Quienes leen semanalmente esta columna conocen mi afición por las serendipias, aquellos “descubrimientos” que se obtienen de modo casual.  Casual es que ambos Modigliani tengan el mismo apellido, que naciesen en Italia, que fuesen judíos, que estudiasen en París. Pero parece causal que ambos fuesen perseguidos por su obra en diferentes momentos de la historia europea, el pintor por escandalizar con sus desnudos y el profesor por su denuncia del fascismo. No obstante “el descubrimiento” que da sentido a mi reflexión de hoy no trae su causa en lo anterior sino que tiene que ver con la edad, el año y la razón por la que fallecen ambos personajes de idéntico apellido. Si aguantan hasta el final del artículo descubrirán la serendipia.

Conviene, primeramente, repasar la teoría del ciclo de la vida del profesor Modigliani (1966). A los efectos de las decisiones de los agentes económicos, la vida puede dividirse en tres fases: la etapa previa al inicio la vida laboral, la etapa de actividad laboral, y la etapa de retiro. En la primera de ellas, el nivel de ingreso es inferior a las necesidades de consumo, las cuales se financian a través de crédito o transferencias familiares (des-ahorro). En la segunda etapa, llamada de vida laboral, el ingreso permite cubrir las necesidades de consumo y mantener un excedente bajo la forma de ahorro. Y en la tercera fase o etapa de retiro se presenta un proceso de des-ahorro mediante el cual el individuo emplea el ahorro generado para satisfacer las necesidades de consumo que de otra forma sus nuevos niveles de ingreso (menores a los obtenidos durante la etapa de vida laboral) le impedirían alcanzar.

Estos días donde el debate público ha girado en relación a las pensiones, el esquema de Modigliani es útil, también, para vislumbrar que los efectos que tiene la irrupción de la longevidad hacen inviable algunas de las propuestas que hemos conocido.La longevidad, es decir el fenómeno por el cual los humanos alcanzamos edades muy avanzadas, plantearía una distorsión del ciclo de la vida de Modigliani de modo y manera que el monto del ahorro generado a lo largo de la etapa laboral podría terminar resultando insuficiente para sostener el ritmo de consumo en la parte final del ciclo de vida. Es un hecho incontestable que cuando nacieron los sistemas actuales de pensiones, sistemas de reparto en los que los trabajadores pagan las pensión de los retirados, la supervivencia más allá de los 65 años era de apenas 8 años, hoy en España van en camino de los 15 e incluso alcanzará en breve los 20 años. En 1916 en Alemania se rebajó la edad de jubilación a 65 años, muchas cosas han cambiado en los últimos 100 años salvo esos 65 años que siguen vigentes. Conforme a datos de INE, OCDE y ONU, los años efectivos de percepción de la pensión en nuestro país superan los 23, lo que ilustra el esfuerzo titánico de ahorro que ha de hacerse durante la vida laboral para sostener tantos años de jubilación.

Pero más útil todavía es recordar que la esperanza de vida en el año que muere el pintor era de 40 años frente a la de casi 80 años cuando fallece el profesor. Amadeo Modigliani murió porque todavía no habían llegado los exitosos tratamientos para enfermedades infecciosas como la tuberculosis, la viruela o la polio. El descubrimiento de esas vacunas y antibióticos explican que si hablásemos de un tercer Modigliani, de nombre Daniela, esta vez nacida en el año 2000, tendría una esperanza de vida de cerca de 100 años. Los sistemas de pensiones aguantaban en el año 1920 perfectamente porque había muchas personas como Amadeo, probaron su fortaleza con muchos ancianos como Franco pero reventarán, si no hacemos nada, con Daniela.


viernes, 2 de marzo de 2018

Sandbox. Una caja de arena para la innovación corporativa


(este artículo se publicó originalmente el día 26 de febrero de 2018, su versión corta, en el periódico lainformacion.com dentro de la columna semanal #serendipias)


Un arenero es un espacio lleno de arena que suele situarse en parques y patios de colegios para que los niños jueguen. La arena de estos espacios mantiene a los niños entretenidos haciendo carreteras y castillos pero también les evita consecuencias mayores ante golpes o accidentes y protege a los más pequeños de los juegos más violentos de los mayores. 


En la pirotecnia las cajas de arena se usan para explotar fuegos artificiales que ya no pueden lanzarse y de ese modo amortiguar el sonido y otras consecuencias de la deflagración.

 Por último, en el ámbito de los desarrollos informáticos, el término se utiliza para referirse a un entorno de pruebas aislado que evita la eventual afección a las partes claves del sistema en funcionamiento. En ciberseguridad es habitual usar estas cajas de arena o sandbox para estudiar la evolución de un software potencialmente malicioso sin que afecte de manera real a los sistemas. 

Aunque como directivo de una empresa no te ocupen los virus informáticos, no tengas niños pequeños y lo más cerca que hayas visto fuegos artificiales sea en las fiestas de tu ciudad, me temo que cada día más a menudo oirás hablar de las sandbox. El nuevo uso del término sigue manteniendo el significado original, un lugar donde jugar, hacer pruebas o experimentar sin consecuencias irreparables. En el ámbito legal anglosajón se utiliza la expresión sandbox cuando un regulador o supervisor público permite desarrollar una determinada actividad al amparo de una autorización administrativa sin aplicar la regulación vigente en ese ámbito. Es, como recuerda el abogado Francisco Uría, un espacio de prueba en el que un determinado producto, servicio o tecnología puede chequearse en relación con un número determinado de clientes, con la seguridad de que no existirán consecuencias sancionadoras por parte de los supervisores. 

Un sandbox está concebido por tanto, para promover las mejores condiciones que favorezcan el desarrollo de nuevos modelos de negocio en el contexto de mercados regulados que se encuentran sometidos a la irrupción de la tecnología. Su objetivo es evitar que ideas innovadoras, susceptibles de repercutir en un beneficio para los consumidores, sean desechadas por las complicaciones regulatorias que impiden ponerlas en marcha. Esta técnica regulatoria se está utilizando ya en Reino Unido, Singapur, Malasia o Australia para facilitar la innovación tecnológica y la trasformación digital en ámbitos de los servicios financieros como son el fintech o el insurtech. Según Lupicinio Abogados hasta veinte países han anunciado al día de hoy la implantación de alguna forma de regulatory sandbox, dentro de una estrategia más amplia para atraer el talento internacional emprendedor. En España la CNMV ha incluido en su plan de actividades de 2018 el estudio de este fenómeno y no son pocas las voces que reclamaban su implantación inmediata de cara a mejorar el ecosistema de innovación en el sector financiero español. 

Es tal su utilidad, que los sandbox están desbordando el ámbito regulatorio para introducirse en el corazón de las grandes corporaciones coincidiendo con la disrupción tecnológica. Ante un escenario cada vez más cambiante y competitivo, las organizaciones han visto en el emprendimiento corporativo una vía para adoptar los exitosos modelos de innovación disruptiva de las startups, ya sea tendiendo puentes de colaboración con estas mediante fórmulas de innovación abierta o promoviendo el espíritu emprendedor de sus propios trabajadores. Pero es sabido que los procesos y procedimientos matan muchas nuevas ideas en las grandes empresas, más aún si hablamos de emprendimiento corporativo donde habitualmente el elefante -la multinacional- acaba pisando a la gacela -el intraemprendedor-. Por eso para evitar que la burocracia, el status quo o las jerarquías puedan convertirse en un freno para la innovación tecnológica, las empresas pioneras en innovación abierta implantaron en su día fast tracks, inspirados en esos servicios de las compañías aéreas que permiten que los clientes VIPS no esperen largas colas y embarquen directamente. De modo y manera que los emprendedores disponían de un camino expedito para innovar en las compañías. El siguiente paso en esta estrategia facilitadora, son los sandbox. Esta caja de arena garantiza el mejor ambiente para emprender dentro de una organización. Un ambiente que es algo más que espacios abiertos de trabajo o financiación para crecer, es un ecosistema dentro de la corporación que blinde a las startups y que les permita trascender los procedimientos corporativos y hasta las políticas basadas en la tradición y la cultura de la empresa, que lastran su velocidad de crecimiento. 

¿Se nos ocurre otra forma de promover en las empresas el uso de una tecnología como el blockchain, con sus derivadas en criptomonedas, ICOs o smart contracts, que no sea aislándola en nuestro “arenero”? ¿Acaso alguien cree que pasaría el estricto control de la asesoría jurídica de turno? La otra opción es dejar escapar el tren de las innovaciones disruptivas. Un sandbox es el único camino para compatibilizar la velocidad de los emprendedores con los objetivos corporativos al facilitar un ambiente controlado de prueba y error. Además, permite una estrecha colaboración entre startups y corporaciones donde ambos aprenden y puede funcionar la innovación abierta. Es una herramienta indispensable para que los intraemprendedores, muchas veces directivos, no lastren ellos mismos sus proyectos por miedo a traicionar el legacy de sus empresas. Todo sea por proteger el emprendimiento de la tediosa e improductiva lentitud de las multinacionales. El último libro del ideólogo de la filosofía lean startup, Eric Ries "The Startup Way: How Entrepreneurial Management Transforms Culture and Drives Growth" nos avisa de que la única forma de sobrevivir a los cambios que se avecinan es que “todos los empleados tendrán que tener la oportunidad de ser emprendedores y sus ideas serán respetadas e impulsadas”. Los sandbox van en esa dirección.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR