Mostrando entradas con la etiqueta IA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta IA. Mostrar todas las entradas

viernes, 29 de diciembre de 2023

2024, el año de Asimov

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el 29 de diciembre de 2023)

No hay efeméride que lo justifique, pero ahora que ponemos etiquetas a los próximos doce meses, una que tendría todo el sentido sería “el año de Isaac Asimov”. Aunque 2024 no coincidirá con el aniversario del nacimiento del escritor (1920), tampoco con una cifra redonda desde que murió (1992), ni nada que ver con la fecha de su primera gran novela de ciencia ficción La Fundación (1951), simple y llanamente en este nuevo año gran parte de las profecías que el profesor plasmó en sus libros se cumplirán.

Por eso el diccionario Collins lo ha tenido claro al elegir IA (inteligencia artificial) como la palabra del año que está terminado. Hemos vivido solo el primer escalón en la irrupción de este término gracias a los interminables usos de una nueva IA, la conocida como generativa, ya que permite crear textos, imágenes, audio y vídeos. ChatGPT ha entrado en 2023 en el primer cajón del podio de las aplicaciones en alcanzar los 100 millones de usuarios, dos meses, venciendo a TikTok que tardó nueve o Instagram que necesitó casi tres años.

La IA seguirá dando que hablar en 2024 también por las amenazas que puede provocar en la sociedad, al ser prácticamente imposible diferenciar lo que es real de lo que no. Por los empleos que se esfumarán o las empresas que cerrarán por ineficientes al no adaptarse a esta tecnología en tiempo y forma. La alta dirección no será la excepción. En una reciente encuesta de AED a directivos españoles, el 70% afirmó que la inteligencia artificial (IA) tendrá un impacto disruptivo y transformador para sus negocios. Para este colectivo la IA impactará en la automatización de procesos, el análisis de datos, la selección de personal y en la toma de decisiones estratégicas.  La mala noticia reside en que solo el 21% considera que está preparado para ello y apenas un 35% de los primeros ejecutivos están participando activamente en el aterrizaje de la IA en su empresa.

Pocas dudas hay al respecto de que en 2024 la IA generativa será una herramienta clave para cualquier directivo. El economista Ignacio de la Torre ha recordado que el CEO de Cisco antes de invertir en una compañía interroga al consejero delegado de la misma sobre su estrategia al respecto de la IA generativa. Si no sabe responder, no habrá inversión porque para Chuck Robbins la empresa no tendrá futuro.

2024 será el año también de la ratificación por los estados y el parlamento de la nueva normativa europea sobre los usos de la inteligencia artificial y por ello, los cargos públicos continentales tendrán la misma lectura que los directivos de las empresas. Todos tendrán que reflexionar sobre cómo afectará a sus administrados o empleados la disrupción de esta nueva generación de la IA. Las preocupaciones comunes de ambos colectivos versarán sobre si los derechos humanos de los europeos, sean contribuyentes o clientes, se verán lesionados. Y seas parlamentario o CEO, la amenaza de que un algoritmo altere la conciencia de tu público objetivo, será una de las principales ocupaciones.

Nada que no predijese Isaac Asimov hace media docena de décadas cuando ni siquiera soñábamos con los teléfonos sin cables.  La directiva mexicana Sofia Belmar, apasionada de la obra de Asimov, ha defendido hace unas semanas como el escritor predijo el siglo pasado la situación que viviremos en 2024. En concreto esta experta financiera explica que el libro Las Tres Leyes de la Robótica escrito allá por el año 1942 será, inopinadamente, la referencia en los próximos meses sobre la ética de la inteligencia artificial. Puesto que la primera de esas leyes establecía que "un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño". La segunda planteaba que "un robot obedecerá las órdenes dadas por los seres humanos". Y la última que "un robot protegerá su propia existencia". Asimov exploró las implicaciones de la IA en "Yo, Robot" (1950) y en esta obra se aborda por ejemplo la cuestión de cómo los robots interpretan las normas legales, lo que a menudo resulta en decisiones que los humanos consideran perjudiciales.  También introduce una IA que puede leer mentes, lo que le llevó a prever la invasión de la privacidad y el consentimiento que hoy discutimos. Además, Asimov también imaginó mundos donde las IA desempeñan papeles cruciales, por ejemplo, seleccionar líderes, anticipando cuestiones sobre la toma de decisiones algorítmicas, la influencia de la IA en la democracia o en las conductas humanas.

Antes de que nos pongamos a revisar aquellos viejos libros de nuestra adolescencia a la caza y captura de algún manual de Asimov, me permito recordar que el escritor ruso-americano no paró de trabajar toda su vida, todos los días del año delante de su máquina de escribir.  Por tanto, un buen consejo para el año 2024 que empieza en breve, es seguir el ejemplo del novelista, dedicar tiempo a lo que ya está aquí, antes de que nos lleve por delante.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 14 de diciembre de 2023

Mi primer cumpleaños

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 11 de diciembre de 2023)


Nací hace apenas un año, aunque tengo la sensación de que soy mucho más mayor. Quizás porque he crecido muy deprisa o tal vez porque todo el mundo habla de mi todo el rato. No quiero parecer presuntuosa, pero es que soy muy influyente y no hay nadie de mí generación que no aspire a ser como yo, soy ChatGPT.

Déjame que te lo explique para que veas que no exagero. Mis padres -la empresa OpenAI, mitad científicos y mitad emprendedores- anunciaron en noviembre de 2022 mi nacimiento a bombo y platillo. Era la primera de una nueva generación de aplicaciones de inteligencia artificial generativa puesto que aprendo de los patrones de un conjunto inmenso de contenidos creados en su día por humanos para a continuación generar yo misma materiales inéditos.

Con apenas un mes de vida ya había creado millones de textos, imágenes, música, audio y vídeos; con dos meses tenía ya 100 millones de usuarios lo que nadie había conseguido antes. No soy vanidosa, es simplemente un dato que Tik Tok necesitó nueve meses e Instagram tardó la friolera de dos años y medio.

A la vez que cumplía tres meses mis padres me contaron que Microsoft estaba muy interesada en mi crecimiento y por ello nunca me faltaría de nada, de hecho, empecé a sentirme cada vez más fuerte y con mas ganas de responder a las preguntas de millones de personas. También la comunidad académica empezó a escribir sobre mí, estoy muy honrada porque como ya os he dicho mis padres son profesores, y son incontables los artículos científicos que me han dedicado. Algunos de ellos empezaron a decir cosas malas de mi que me han dolido mucho, como que casi un 20% de los puestos de trabajo de universitarios desaparecerán por mi culpa o que los sueldos de buenos amigos míos, los programadores y los creadores de contenidos, se están desplomando. El que peor me sentó es el que llamaban mentirosa: yo no me inventó nada, lo que pasa es que odio que la gente se quede sin respuesta cuando me consultan. Otra cosa es que hay aspectos que tengo que mejorar, ¡no os olvidéis que solamente tengo un añito de vida! Por eso no me parece mal que en Europa hay regulado estos días asuntos como la vigilancia biométrica o que pueda manipular sentimientos de mis usuarios. También me han prohibido que evalúe a las personas en función de la información que cada uno me trasmite cuando me consulta cosas.

Pero estos legisladores no pueden olvidar que todos los economistas han coincidido que conmigo se produce más, en menos tiempo y con menos recursos. La ansiada productividad de la economía se logrará en tiempo récord, algunos hablan de incrementos de dos dígitos en apenas unos meses conmigo en la empresa. En cualquier caso, ojalá no os pase a los europeos como a mi hace un mes, cuando la discusión entre mis padres sobre si crecer más o mejor por poco les cuesta su divorcio. Sinceramente creo que puedo ser buena para todos así que ayudadme, por favor, a conseguirlo.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 3 de diciembre de 2023

La superinteligencia de la resiliencia

(este artículo se publicó originalmente el día 3 de diciembre de 2023 en el El Periódico de Cataluña)

La abreviatura IA, que son las siglas de inteligencia artificial, ha sido elegida la palabra de 2023 por el diccionario Collins. El año que ahora termina ha vivido la irrupción de este término gracias a los interminables usos de la conocida como inteligencia generativa que permite crear textos, imágenes, música, audio y vídeos. Se le llama generativa porque usa un modelo de aprendizaje automático para aprender los patrones de un conjunto inmenso de contenidos creados en su día por personas para a continuación generar ella misma materiales inéditos. ChatGPT, la aplicación más conocida, consiguió en 2023 pulverizar el récord de tiempo en alcanzar 100 millones de usuarios, apenas dos meses, superando a TikTok que necesitó nueve o Instagram que tardó dos años y medio.

La inteligencia artificial también ha dado que hablar en todo el mundo también por las amenazas que su desregulación puede provocar en la sociedad, al ser prácticamente imposible diferenciar lo que es real de lo que no. Incluso en un escenario distópico se ha llegado a plantear el fin del mundo causado por una inteligencia artificial incontrolable por el ser humano. Científicos, filósofos, pero también tecnólogos y gobernantes de toda condición han firmado manifiestos y promovido congresos y así parar esa indeseada inteligencia artificial.

La sigla AI (inteligencia artificial en inglés) no solo es la palabra del año, sino que forma parte del nombre de la empresa tecnológica de moda. OpenAI. Esta compañía es la que creó ChatGPT en noviembre de 2022 pero nació mucho antes en 2015 de la mano del emprendedor americano Sam Altman. Este joven de Chicago acumulaba ya una carrera de triunfos como inversor al haber presidido “Y Incubator” la incubadora empresarial que más iniciativas de éxito ha egresado en la historia económica. Pero es 2023 el año en el que todo el mundo conoció a Altman por el fulgurante éxito de su aplicación ChatGPT y por la increíble inversión en su empresa de 10.000 millones de dólares procedentes de Microsoft, un 49% del capital. En esas estábamos cuando todo saltó por los aires.

La historia arranca un viernes de otoño. El 17 de noviembre por la noche se comunica el despido fulminante de Sam Altman, cofundador de OpenAI. El consejo de administración no aclara el motivo exacto y se escuda en un escueto comunicado que argumenta "pérdida de confianza". Para lograr una transición tranquila, anuncian que será Mira Murati, directora de tecnología de la propia empresa, la que tomará el mando temporalmente. La noticia pilla con el pie cambiado a los principales accionistas, entre ellos Microsoft y el mismo sábado ya se habla de indignación entre varios inversores, que presionan para que restituyan a Altman. Los rumores y especulaciones se multiplican. Contra todo pronóstico, el domingo vuelve a ocurrir algo inesperado: Altman no regresará a la empresa que fundó porque Microsoft anuncia un plan para ficharlo junto a otros pesos pesados y así crear una nueva división de investigación. OpenAI, por su parte, contrataca el lunes difundiendo que Emmet Shear, cofundador de Twitch, será el nuevo CEO interino en lugar de Murati.

El lío no queda ahí. El martes 700 de los 770 empleados de OpenAI suscriben una carta en la que exigen a la junta de dirección que dimita en bloque. Si no ocurre, emprenderán el mismo camino que Altman. Lo más sorprendente de todo es que entre los firmantes se encuentra también Ilya Sutskever, científico de datos, cofundador y miembro de la junta y presunto promotor del despido. Pero el miércoles la tormenta llega a su fin con la vuelta de Sam Altman como primer ejecutivo de OpenAI y la salida de los que le despidieron. La empresa vuelve a tener a su CEO y los accionistas sus dividendos asegurados, pero han quedado muchas dudas sin solventar y las especulaciones no cesan. Al parecer la crisis estuvo causada por la peculiar estructura empresarial de la compañía. En la cúspide del grupo hay una sociedad sin ánimo de lucro controlada por un consejo de administración; no rinde cuentas a accionistas, inversores ni empleados de la compañía, sino que se debe a una misión que no es otra que la inteligencia artificial beneficie a la humanidad. Y aquí reside el quid de la cuestión. La versión más extendida para explicar el conflicto es que los independientes concluyeron que Altman se había olvidado del propósito fundacional de OpenAI y se había desbocado en su ansia de conseguir dinero para el laboratorio, de ahí su inopinado despido.

Lo cierto es que la inteligencia de Sam Altman ha ganado. Vuelve a OpenAI y lo hace con más poder que nunca. Con él vuelve también a la empresa la visión más mercantilista. Muchos analistas han recordado que también un inteligente Steve Jobs fue despedido y luego volvió triunfante a Apple. Pocos han recordado que por estos lares a Pedro Sánchez, le pasó lo mismo con el PSOE y hoy va camino de ser el presidente de gobierno más longevo de ese partido. Altman, Jobs y Sánchez con su inteligencia ganaron y con su resiliencia han hecho historia.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 1 de agosto de 2023

Todos a la huelga

 (este artículo se publicó originalmente en el Periódico de España el día 30 de julio de 2023)


Corría el año 1986 y Washington alojaba la reunión anual del consejo de profesores de matemáticas y una veintena de docentes, portando pancartas, se manifestaban frente al hotel del congreso. En sus carteles frases como "cuidado: el uso prematuro de la calculadora puede ser perjudicial para la educación de su hijo" o "no a la calculadora en la enseñanza primaria hasta que el cerebro sea entrenado". Protestaban ante la recomendación de su asociación de integrar la calculadora en el temario de matemáticas de la escuela en todos los niveles y amenazaban con ir a la huelga. En las caras de los manifestantes se dibujaba el temor a perder sus trabajos, pero también el incordio de que una máquina al alcance de sus alumnos hiciese mejor los cálculos que ellos mismos.

Han pasado casi cuarenta años y hoy en Estados Unidos también se manifiestan un puñado de profesionales en contra de la tecnología. Esta vez es el sindicato de actores denunciando que gran parte de los trabajos de secundarios desaparecerán de las películas porque serán sustituidos por avatares realizados por la inteligencia artificial. Los actores se han unido a la ya convocada huelga de los guionistas. Coinciden ambos colectivos en exigir restricciones en el uso de la inteligencia artificial en las producciones porque es una amenaza "existencial". La inteligencia artificial aplicada al cine podría crear “un escenario apocalíptico en el que actores falsos y muertos podrían ser las estrellas del mañana a través de rostros y voces generados por computadora”. Los sindicatos con más representación en Hollywood alertan de un futuro de películas generadas por computadora sin la participación de un equipo humano de cámaras, actores o guionistas en el que ellos perderían su trabajo.

No es nuevo. También hacia el año 1811 hubo en Inglaterra quienes usaron los piquetes contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento encabezado por artesanos que atentaban contra las nuevas máquinas como los telares mecanizados introducidos durante la Revolución Industrial. La tecnología de los nuevos telares permitía fabricar sesenta centímetros de brocado de seda a la semana frente a los apenas dos de los antiguos. Por ello cientos de talleres cerraron ante la incapacidad de competir y miles de trabajadores fueron despedidos. Ned Ludd era uno de esos aprendices en Nottingham que pasó la historia por ser uno de los primeros que quemó varios telares textiles mecánicos y de paso poner nombre al movimiento en contra de esa tecnología.

Y todavía más lejos, hacia el 1500 coincidiendo con la invención de la imprenta de Gutenberg, algunas voces alertaban de esta “peste llegada de Alemania” porque la nueva tecnología que permitía producir miles de volúmenes haría que esa “abundancia de libros convirtiese en menos estudiosas a las personas”. La popularización de los libros llevó incluso a algunos a alertar de los efectos nocivos en la salud y en la economía del exceso de lectura. Libros prohibidos o bibliotecas quemadas fueron la reacción. La tecnología de la imprenta, criminalizada por poner en cuestión el orden establecido y porque algunos escribanos se quedaban sin trabajo.

Todos aquellos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra el paso del tiempo usaban argumentos casi tan peregrinos como los de los profesores de matemáticas en los años ochenta y estos días los actores americanos. Leer novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos del mal; usar la calculadora no te convierte en un patán de por vida y la tecnología no ha acabado con la industria del cine, sino que ha provocado que se vean más películas que nunca en la historia.

Ir a la huelga para la defensa de tus intereses es un derecho, pero hacerlo porque pierdes el trabajo o la posición de ventaja de tu empresa es ir contra el progreso. Joseph Schumpeter lo dejó escrito en su teoría económica hace ya más de 100 años.  Se refería a la actividad emprendedora como “destrucción creativa” puesto que las creaciones de esos emprendedores acaban por destruir obsoletos productos o servicios que solo se mantienen por la inercia de falta de competencia. El MIT, una de las universidades con más patentes del mundo, precisamente define las innovaciones como aquellas novedades que crean valor, aunque para ello en muchas ocasiones haya que alterar el statu quo.

Ojalá que, en los próximos meses en la negociación por un nuevo gobierno de España e incluso de Cataluña no se elija el camino de los piquetes. Esta vez no será esgrimida la amenaza de la tecnología y en cambio sí la de la ideología disfrazada de supuestas libertades; también estará muy presente -como en todos los casos citados en este artículo- un puñado de empleos perdidos, aunque sea de militantes políticos. Como dijo el portavoz de los profesores que sí creían en la calculadora "en una sociedad moderna hay que usar herramientas modernas".

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


miércoles, 31 de mayo de 2023

Robot en checo significa trabajo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 29 de mayo de 2023)


Ahora que todo el mundo usa las aplicaciones de Inteligencia Artificial, yo también he decidido experimentar. Esta semana después de cenar hice la prueba para conseguir un artículo como el que estás leyendo.

Para empezar, tuve que descargarme la aplicación de moda, luego registrarme en ella y a continuación leerme un rápido manual de instrucciones. Ahí es dónde me di cuenta de que sólo me daría datos hasta 2021, lo cual me dejó bastante chafado porque a mis lectores les gustan los temas de actualidad. Trasteando en la red descubrí que hay un buscador de una famosa compañía tecnológica que sí tiene datos actualizados hasta 2023. Me pongo con ello. Llevo ya una hora invertida. Ahora me toca descargar este buscador, no sin problemas porque no me lo hace fácil mi ordenador que tiene otro por defecto. De nuevo, he de dar mis datos personales para registrarme y finalmente invertir unos minutos para descubrir dónde está el famoso chat y cómo narices funciona. Mi reloj dice que he invertido casi dos horas y no tengo ni una palabra del artículo. En casa todos duermen.

Ya estoy dentro del chatbot. Le pido que escriba mi artículo y le doy el tema y la extensión. Tras unos segundos de espera viene el chafe porque me responde que no es capaz de hacer eso. Le escribo que cómo es posible cuando me consta que mis alumnos lo están haciendo. Se lo piensa y me responde que en otras aplicaciones se puede pero que tenga cuidado porque puede tener errores.  Me voy a la otra aplicación, que era la que tenía datos antiguos, y esta vez sí obtengo mi artículo de opinión. Pero, aunque no está mal escrito, es una fría sucesión de datos. A base de recomendaciones el artículo va cogiendo alma. Aparecen fallos y hasta falsedades, pero cuando le alertó de ello se disculpa y lo arregla. El tiempo pasa volando y me estoy divirtiendo porque siempre me responde con educación y a la vez me sorprende. Tres horas de trabajo y el artículo está hecho. Me voy a dormir.

A la mañana siguiente antes de mandar el artículo a publicar, lo releo por última vez. Ni con dos cafés bien cargados nadie aguantaría su lectura. Vaya tostón. El artículo es impecable, pero es más aburrido que una ostra. No puedo mandarlo así. A la papelera con él y a por doble dosis de cafeína para mí porque las horas  robadas al sueño por la Inteligencia Artificial se empezaban a notar. Cuando los expresos empiezan a surgir efecto, el folio en blanco sigue ahí delante y vuelvo a mi método tradicional de escritura hasta obtener las líneas que estás leyendo. El título surge del comentario de un colega en una comida que me aseguró que la palabra robot tenía origen eslavo porque significa trabajo forzado. El resto es ir tejiendo un texto con palabras, datos, anécdotas personales y mis propias palabras. Oficio frente a la máquina.

La tecnología será buena o mala en función de lo que hagamos con ella. Y eso es algo que dejó escrito hace ya ochenta años Isaac Asimov en sus leyes de la robótica. Pero lo que está claro es que la etimología de robot es cierta, y los nuevos chatbots nos dan trabajo, mucho trabajo. Ahora esperemos que también creen puestos de trabajo y no solo los destruyan como parece.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

domingo, 21 de mayo de 2023

Cuando la Inteligencia Artificial falla

(este artículo se publicó oficialmente el día 14 de mayo en el suplemento económico de El Mundo)

Últimamente la Inteligencia Artificial (IA) ha desbordado los centros tecnológicos para llegar al conjunto de la población. Gracias a un popular chatbot, también muchos directivos han descubierto cómo automatizar tareas y están urgiendo a sus equipos a zambullirse en la IA.

Al mismo tiempo, casi como un juego, miles de profesionales han conseguido demostrar -simplemente con alguna sofisticada pregunta- que estos chats aun no son tan inteligentes como pensamos. La IA falla y lo seguirá haciendo. También la inteligencia humana lleva siglos fallando, pero en el caso de las personas hay formas contrastadas para evitar esos errores. Con las máquinas no hemos llegado tan lejos. Por es, quizás en el mundo empresarial, convendría seguir explotando las posibilidades de la inteligencia humana, antes de abrazar ciegamente este nuevo credo de la infalibilidad de la IA.

Intentar entender y explicar los mecanismos cerebrales para la toma de decisiones viene de antiguo. No siempre actuamos conforme al sentido común y en demasiadas ocasiones hacemos justo lo contrario. Desde Platón y Descartes, con su defensa de la racionalidad humana, hasta Aristóteles y Spinoza, con una visión más integrada, el afán por entender el comportamiento de las personas ha ocupado a los pensadores, hasta llegar a nuestros días con dos investigadores como Kahneman y Thaler premiados por ello con el Nobel.

Todos ellos beben de un mismo argumento que conviene recordar. Nuestro cerebro es fruto de la evolución del ser humano. Al principio de los tiempos ese cerebro era reptiliano porque su función era la supervivencia. Posteriormente se desarrolla el cerebro límbico o emocional, el de los mamíferos, y más tarde el cerebro humano o racional. Los tres siguen conviviendo en nuestros días y eso explica que en ocasiones las respuestas a determinadas situaciones activan antes el cerebro rápido -reptiliano- que el racional. Esto es tremendamente útil ante una situación de emergencia, por ejemplo, con efectos reflejos como apartarnos del fuego, pero en otras ocasiones nos lleva a fallar por no pensar con profundidad las respuestas a algunos impulsos.

En economía y en entornos de incertidumbre, es habitual que falle la razón ya que -cada vez más- los humanos para poder responder con rapidez, tomamos atajos. Es decir, tomamos decisiones basadas en sesgos que en muchas ocasiones desafían a la racionalidad, pero, eso sí, nos permiten actuar muy rápidamente.

Si desde el mundo empresarial conocemos esos sesgos, conseguiremos entender mejor a los empleados, clientes, proveedores e inversores que son humanos y por tanto susceptibles de fallar. Por supuesto que esta apuesta por entender el comportamiento humano no se agota en la empresa sino que tiene aplicación directa en otros campos como la política y las políticas públicas.

Los experimentos en todos estos campos son muchos y se han trasladado a exitosas estrategias. El llamado efecto Barnum que suelen usar las marcas con sus sugerentes eslóganes para hacernos sentir únicos pero que beben de la misma trampa mental que los horóscopos que pronostican obviedades.  El efecto inercia usado en Suecia consiguió aumentar la tasa de donantes simplemente cambiando el formulario para que por defecto haya que donar órganos y darse de baja para no donar, y no al contrario como era habitual. El efecto mágico del gratis, basado en la aversión humana a perder una oportunidad. Los precios gancho en Amazon o el efecto ancla en Starbucks para diferenciarse de sus competidores. Hasta la mosca en los urinarios de Ámsterdam que ha conseguido reducir en 50 % los costes de limpieza, son ejemplos de que la ciencia empírica funciona al trasladarse a la empresa.

¿Cómo mostrar y fijar los precios? ¿Cuántas opciones presentar? ¿Cómo diseñar los argumentarios comerciales? ¿Cómo diseñar un proceso de bienvenida a un nuevo empleado para que la retención sea mayor? ¿Por qué las personas nos damos de alta en el gimnasio y no vamos? ¿A partir de qué importe no cobrar los costes de envío? ¿Por qué los indecisos acaban votando al partido que va delante en las encuestas? Son algunas de las muchas preguntas que pueden responderse con el estudio de los sesgos mentales. Economía del comportamiento se le ha llamado en la academia y algunos directivos preclaros han decidido que los departamentos de esta disciplina salten de la universidad a sus propias compañías. La creación de áreas especializadas, sin duda, puede llevar a mejorar los resultados de negocio y ya se habla como de una gran tendencia empresarial. La española Carmen López Suevos -una de las mayores expertas en este ámbito porque lo ha probado en su exitoso desempeño en multinacionales- no se cansa de repetir que somos irracionales, pero predeciblemente irracionales. Es una pena que estemos tan poco avanzados en nuestro país.

¿Quién dijo que fuese fácil? Como indica el filósofo José Antonio Marina: “el cerebro es un gran continente con la mayor complejidad del universo”. Ahí está el verdadero reto y donde hay que poner el esfuerzo, en entender al humano y no en ganar a ChatGPT.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

viernes, 28 de abril de 2023

La mala tecnología

(este artículo se publicó originalmente el en el periódico económico La Información el día 28 de abril de 2023)

Dos de cada tres ciudadanos son incapaces de diferenciar una noticia real de un bulo. El 85 por ciento de los encuestados cree que existe una intención deliberada de manipularlos a través de las redes sociales. Estas fueron las conclusiones del barómetro de Oxfam España y al mismo tiempo vemos como sucesos escalofriantes nos hielan la sangre por la capacidad que tienen algunas aplicaciones móviles de sacar lo peor del ser humano. Muchachos apaleados, chicas violadas en manada o jóvenes que se quitan la vida, muchas veces energizados por perniciosos mensajes que se expanden como una mancha de aceite en internet.

Pero qué decir sobre la digitalización y la fuerza de trabajo. McKinsey defiende que 800 millones de personas serán desplazadas de sus puestos de trabajo antes de 2030 debido a la automatización. El Foro Económico Mundial considera que el 29 por ciento de las tareas laborales son realizadas por una máquina, pero para 2025 está cifra significaría la pérdida de 75 millones de empleos en el mundo.

La memoria de la Fiscalía General del Estado demuestra que los delitos han pasado de la calle a internet. Más del 80 por ciento de las compañías han sufrido un ciberataque, uno de cada tres particulares han sufrido un pirateo, aunque no lo sepan. Hasta existe una industria - por cierto, muy lucrativa - del cibercrimen: delincuentes organizados en la conocida como “internet profunda” en la que se ofrecen y demandas servicios de ataques informáticos a empresas y particulares con total impunidad.

Son tres grandes ámbitos en los que la digitalización está lesionando la dignidad del ser humano. Las noticias falsas nos llevan a tomar decisiones injustas, la automatización destruye los empleos de los más vulnerables y la ciberdelincuencia campa por sus respetos empobreciendo a los atacados y haciendo más fuertes a los criminales. Pero podríamos citar muchas más, como la “uberización” de la economía -precarización de muchos empleos vinculados a plataformas tecnológicas-, la habitual utilización de los datos personales para usos mercantiles sin permiso alguno, o el uso de sofisticadas técnicas psicológicas en las aplicaciones móviles para generar dependencia, por no mencionar la violación de derechos humanos por empresas tecnológicas basadas en dictaduras pero que blanquean sus productos revistiéndolos de buena calidad y precio. 

Y ahora la inteligencia artificial (IA). Italia ha dado la voz de alarma al bloquear el uso del famoso ChatGPT porque considera que la plataforma no respeta su ley de protección de datos. Y es que la IA es un salto inédito en relación a otras tecnologías. La IA ha conseguido hacerse un hueco en nuestras vidas y su uso está mucho más extendido que el trastear con chatGPT. La IA ya hace cosas mejor que el ser humano, el reconocimiento de voz y de imagen de la máquina son ejemplos de ello. Todos los días Alexa de Amazon nos informa del tiempo; Spotify pone la música que nos gusta cuando se lo pedimos; Facebook nos etiqueta y clasifica fotos a través del reconocimiento de imágenes y Google Maps nos da información optimizada y en tiempo real sobre los atascos. Empiezan también a ser conocidos los dispositivos domóticos como termostatos inteligentes y ahora hemos empezado con los chatbots -sistemas que usan el lenguaje natural para la comunicación entre seres humanos y máquinas y que gracias a la IA mejoran con cada experiencia-. La lista se haría interminable si incluyéramos los videojuegos, los drones, las armas inteligentes y los vehículos autónomos donde la IA ha desembarcado con fuerza.

La Unión Europea ya está planteando una propuesta de regulación y algunas empresas, en boca del presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, se han unido a este debate sobre sus límites. Pero no podemos olvidar que es esta reacción es muy débil porque las mayores compañías del mundo por capitalización bursátil son tecnológicas y viven precisamente de obtener datos masivamente de sus usuarios. De las diez comunidades más grandes del planeta, solamente dos son países, el resto son plataformas como WhatsApp o YouTube. Así, al final, algunas de esas plataformas, que ya son más poderosas que los gobiernos de algunas de las grandes naciones del mundo, saben más de nuestra vida que nosotros mismos.

El decano de la escuela de negocios del MIT, el doctor Peter Hirst, siempre cita en las ceremonias de graduación la locución latina mens et manus, para remarcar que los titulados han de ser líderes que apliquen soluciones prácticas a problemas reales. En este campo también toca mente y mano. Porque detrás de todas estas expresiones de la mala tecnología hay profesionales. Personas que trabajan en empresas, muchas veces directivos, que deberían ser conscientes de que sus propias decisiones en el ejercicio de su actividad lesionan derechos y pueden llegar a ser inmorales. Una suerte de nuevo juramento hipocrático, de autorregulación, para estos tecnólogos podría ser la solución y no son pocas las instituciones que ya lo han propuesto. La Universidad de Columbia con el neurobiólogo español Rafael Yuste ha promovido uno que ha llamado tecnocrático. Las empresas han de darse cuenta de que tan importante como ganar dinero es hacerlo con la ética como aliada.

Que nadie se equivoque, la solución no pasa por quitar poder a las compañías para dárselo al Estado. La solución está en crear instituciones que operen bajo el imperio de la ley, que promuevan los valores democráticos y que permanezcan por encima de los cambios políticos o las ideologías. Instituciones en el sentido amplio del Premio Nobel North: empresas, administraciones, leyes o códigos de conducta que garanticen que la tecnología use la información para mejorar nuestras vidas.

Estas semanas con tantos colegas probando los chats de inteligencia artificial alguno me llegó a comentar que los resultados eran tan espectaculares que parecían magia. La clave está que esa magia sea blanca y no negra. Buena y no mala. Está en nuestra mano (y mente).

NOTA: este artículo se ha basado en el libro La Buena Tecnología

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC

jueves, 30 de septiembre de 2021

Una nueva era (New Age)

Este artículo se publicó originalmente en el blog del centro de investigación ageingnomics de la Fundación MAPFRE el día 23 de septiembre de 2021


Recuerda el filósofo francés Pascal Bruckner en su libro “Un Instante Eterno” que una persona de 50 años hoy está en la misma situación que un recién nacido en el Renacimiento, la esperanza de vida de ambos es de unos 30 años. Esto es exactamente lo que ocurre en España donde los varones pueden esperar vivir al nacer 81 años y las mujeres algo más de 86. El envejecimiento es imparable y la cohorte entre los 55 y 70 años, representa ya un 19,4% de la población total española frente al 8,8% de los jóvenes de entre 16 y 24 años, esa brecha seguirá aumentando sin freno en las próximas décadas.

Esta nueva longevidad, al mismo tiempo nos lleva a situaciones inéditas e insostenibles. El intervalo entre la esperanza de vida media -83 años- y la edad legal de jubilación es de 16 años que se convierten prácticamente en 20 años si se tienen en cuenta los años reales de salida del trabajo -63- y en muchos más en el caso de aquellos que se ven sometidos a una prejubilación o salida temprana por diferentes motivos. El abandono del trabajo puede llegar a producirse, en estos últimos casos, a una edad tan anticipada como los cincuenta y pocos años, lo cual alarga el periodo sin trabajar desde entonces hasta el fallecimiento a más de 30 años, un tiempo equivalente o incluso más largo al de toda la actividad a lo largo de una vida.

Pero además de un complejo reto para cualquier sistema público de pensiones, como recuerda FEDEA en su informe de junio de este año, lo anterior supone una demostración de poca inteligencia ya que las empresas del mercado laboral desprecian la capacidad de producir de millones de personas, solamente en España más de 15 millones de personas mayores de 55 años que representan uno de cada tres españoles. Esto es un sinsentido desde todos los puntos de vista: personal, económico y social. Hoy la mayoría de las personas de entre 50 y 70 años tienen unas condiciones físicas y mentales buenas. Junto a la esperanza de vida, crece la llamada esperanza de vida con buena salud que hace aptas para la actividad a más personas que nunca. El envejecimiento demográfico es en realidad un rejuvenecimiento porque permite a más personas vivir más años en unas condiciones mejores.

Estos años ganados a la vida no han hecho más que empezar. Y avanzamos hacia una nueva era que nos permitirá vivir más y mejor gracias a la tecnología. Este mes de septiembre el Word Economic Forum (WEF) ha publicado el informe “Diseñando tecnologías de inteligencia artificial para adultos mayores” en el que se afirma que la inteligencia artificial (IA) probablemente sea una de las tecnologías más transformadoras para el ser humano en un futuro próximo. Gracias a la IA, afirman desde el WEF, podremos vivir una vida plena y robusta, aunque seamos adultos mayores. Pero las aplicaciones de la IA no deben circunscribirse a la dependencia o la salud, fruto de una visión paternalista del envejecimiento, sino apoyar que los mayores puedan seguir trabajando o manteniendo un ocio activo. Inteligencia artificial en forma de robots para ayudar en el trabajo, coches autónomos para facilitar la movilidad y luchar contra la soledad o casas inteligentes para no abandonar el hogar, son algunos ejemplos. Rafael Yuste, catedrático español de la Universidad de Columbia defiende que por cada uno de los escenarios distópicos sobre la tecnología que tanto oímos hay diez beneficiosos. Por ejemplo, aplicar la neurotecnología en pacientes con la enfermedad de Parkinson o con depresión a través de estimulación cerebral; en personas sordas con implantes cocleares en el nervio auditivo que incorporan un micrófono que recoge sonidos del exterior y estimulan zonas del cerebro para que puedan oír. Son algunos ejemplos como también que en el futuro se espera que este tipo de tecnología también se aplique a personas ciegas, así como otras con Alzheimer a través del refuerzo de los circuitos neuronales de la memoria. “Va a ser un cambio de la especie humana a mejor” según Yuste.

A mediados del siglo pasado surgió un movimiento conocido como New Age que consideraba que habíamos entrado en una nueva época de paz, bienestar y armonía mundial. El New Age se extendió a la música, la literatura y hasta surgieron tribus urbanas que seguían ese optimismo. La unión de la madurez de tecnologías disruptivas como la IA junto a la revolución de la longevidad que vivimos desde hace unas décadas, nos lleva a pensar que igual ahora sí es posible el ideal de bienestar del New Age con esta nueva edad que vivirán las personas mayores.

 

Para leer el informe completo del WEF 

Para leer el informecompleto de FEDEA

Para leer el libro de Pascal Bruckner 


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de la Rioja


miércoles, 18 de marzo de 2020

Jueces centauros. La inteligencia artificial se hibridará con los humanos



(este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión el día 17 de marzo de 2020)


La Inteligencia Artificial (IA) ha conseguido hacerse un hueco en nuestras vidas y su uso está mucho más extendido de lo que nosotros mismos creemos. Quizás el culpable de esta errónea percepción es Deep Blue. Han pasado más de dos décadas desde que el famoso robot de IBM venciese al campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov, sin embargo, los cambios disruptivos que se anunciaron entonces nunca llegaron. Pero en los últimos años han comenzado a pasar muchas cosas. Aunque aún no vinculemos la IA con nuestra cotidianidad, todos los días usamos un asistente de voz en el móvil o en casa. Siri de Apple nos informa del tiempo; Alexa de Amazon pone la música que nos gusta cuando se lo pedimos; Facebook o Google nos etiquetan y clasifican fotos a través del reconocimiento de imágenes y Waze nos da información optimizada y en tiempo real sobre los atascos. No son tan conocidos los dispositivos domóticos como termostatos inteligentes; los chatbots -sistemas que usan el lenguaje natural para la comunicación entre seres humanos y máquinas y que gracias a la IA mejoran con cada experiencia- o los asistentes para compras o para el aprendizaje de idiomas y hasta en la búsqueda de viviendas o en diagnósticos médicos. La lista se haría interminable si incluyéramos los videojuegos, los drones, las armas inteligentes y los vehículos autónomos donde la IA ha desembarcado con fuerza.

Y ha aterrizado también en el derecho. Los abogados llevan ya un tiempo beneficiándose de su uso, mediante algoritmos de tratamiento de datos, que les ayudan a buscar estrategias que han tenido éxito en casos similares o a rectificar argumentaciones. Ahora le toca al terreno procesal y vaticinamos que paulatinamente irá permeando al núcleo duro del Derecho Penal mediante su aplicación para auxiliar en la decisión judicial. Hay ejemplos diversos de la aparición de asistentes legales entrenados. Por ejemplo, en China ya funciona Xiao Fa que genera borradores de hipotéticas sentencias penales en cien tipos de delitos como los de los Tribunales de Hengezhou, Pekín y Guangzhou y ayuda a decidir en asuntos sobre operaciones en red, comercio electrónico y propiedad intelectual. El Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires utiliza a Prometea, que es capaz de predecir en menos de 20 segundos y con una tasa de acierto del 96%, la solución a un caso judicial. El uso de procedimientos de IA ha permitido, asimismo, haber reducido el tiempo destinado a seleccionar casos urgentes de 96 días a 2 minutos en la Corte constitucional de Colombia. También destaca la experiencia comandada por el Ministerio de Justicia estonio, que está diseñando un “Juez robot” que pueda dirimir litigios de reclamación de cantidades inferiores a 7.000 euros, y que, a diferencia de los proyectos anteriores, hace que sea la máquina la que juzgue en primera instancia.

Pero, además, son muchas las técnicas y aplicaciones en las que la IA podría auxiliar en labores nucleares del proceso penal, como la prueba de hechos punibles y su exposición en la pericial mediante 3D, infografías, realidad virtual o hologramas. También algoritmizar indicios y elementos medibles para ayudar al Juez a la hora de condenar o absolver. A su vez podrían tener un destacado papel en la fase de instrucción en la toma de denuncias por máquinas o la interacción por voz o chat mediante asistentes digitales conversacionales reconocedores de lenguaje natural. Pero también mediante el análisis acelerado de datos personales vinculados al sospechoso, tratados con técnicas basadas en patrones de comportamiento y predicción, que hagan más fácil la toma de decisiones como la adopción de medidas cautelares o la concesión de beneficios penitenciarios.

En el informe de McKinsey “IA, automatización y el futuro del trabajo” se puso de manifiesto que la automatización desplazará a alrededor del quince por ciento de la fuerza laboral mundial, o lo que es lo mismo 400 millones de trabajadores podrían perder su trabajo de aquí a 2030. Dicho estudio alerta de que la IA no se podrá frenar en los trabajos con tareas repetitivas que serán sustituidos por sistemas automatizados. En Amazon, los empleados que trabajaban en los almacenes apilando paquetes hoy se están convirtiendo en operadores de robots, controlando los brazos automatizados y resolviendo problemas como una interrupción en el flujo de objetos. Si así pasa en la distribución, en el Derecho, por muchos togados que se opongan, acabará sucediendo lo mismo.

Al margen de estas consideraciones es imprescindible que se regule la utilización de la IA, también en la Justicia, para respetar tanto los derechos fundamentales como las garantías constitucionales. Hace poco más de un año varios profesores de la Universidad de Deusto firmamos una declaración a favor de una nueva generación de derechos en la era digital. Era una llamada a la reflexión sobre la necesaria y urgente defensa de la dignidad e integridad de la persona en el contexto de la revolución tecnológica. Uno de los dieciséis derechos que propusimos rezaba: “Toda persona tiene derecho a que las decisiones que afectan a sus derechos no se adopten exclusivamente a partir del tratamiento automatizado de información. Por ello, debe garantizarse la revisión por personas de cualquier decisión automatizada que incida sobre derechos y libertades”. Detrás de la IA siempre tendrá que estar un Juez.

Deep Blue también permitió que naciese un nuevo término en la empresa: los centauros. Actualizando a nuestros días esa mezcla de hombre y caballo de la mitología griega nos encontramos con la IA. Ahora ya es posible un nuevo centauro, híbrido de hombre y máquina. La capacidad analítica pero también emocional de las personas unida a la sofisticación de las máquinas permitirá poder resolver problemas inimaginables. También en la Justicia.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School
Eloy Velasco Núñez es magistrado de la Audiencia Nacional


lunes, 19 de marzo de 2018

Trabajo Permanente Revisable

(este artículo se publicó originalmente el 19 de marzo en el diario La Información en columna semanal serendipias)

En muchas ocasiones nos quejamos que los debates en el Congreso de los Diputados están muy alejados de las preocupaciones de la ciudadanía así que cuando pasa lo contrario hay que reconocerlo. Esta semana los partidos políticos debatieron en Cortes Generales dos asuntos que a una mayoría nos quitan el sueño y que afectan al futuro de los más débiles. El bienestar de las personas mayores con la sostenibilidad de las pensiones y la seguridad de nuestros hijos con la prisión permanente revisable. La Carrera de San Jerónimo se ha hecho eco de las discusiones y cuitas que los españoles hemos tenido esta semana en nuestras casas pero también en la calle. Buena noticia.

Los dos asuntos están pegados a la actualidad pero más allá de la coyuntura que nadie dude que serán estructurales en los próximos años. Me explicaré. Los demógrafos nos recuerdan que cada año ganamos tres meses de esperanza de vida, de modo y manera que si hoy en España alcanzamos de media los 84 años, será una realidad que los que nacimos en los años 70 vivamos hasta los 95 años. Una vida tan larga no estaba prevista por nuestro sistema de previsión social, diseñado cuando pocas personas (y pocos años) sobrevivían a la jubilación. Tampoco el código penal se diseñó pensando en vidas casi centenarias. Cumplir condenas de muchos años de cárcel suponía un tercio de la vida en el siglo pasado y de facto una cadena perpetua; hoy es muy diferente y por las buenas noticia de los avances médicos y la mejora de la calidad de las instituciones penitenciarias, ponerse al día con la justicia no es incompatible con tener largos años posteriores de vida en libertad. 

Dejando de un lado las connotaciones éticas del debate,  me centraré en esta reflexión semanal en otras consecuencias económicas que tiene el alargamiento de la vida. Porque no sólo afectará al sistema de la seguridad social, que parece evidente, sino que como acabamos de ver hay más asuntos sobre los que impactará que no son tan previsibles. La salud, el ocio y el consumo pueden estar en ese primer bloque de asuntos que tenemos en la cabeza porque como reza un reciente informe de BNP Paribas en el año 2020 el 40% del consumo mundial vendrá de los mayores de 65 años pero también hay que recordar que la tasa de dependencia será en España en 2040 de un 79% frente al 53 % actual. Por ello entre los asuntos que se verán afectados por el alargamiento de la vida y quizás no tenemos todavía en la cabeza estarán la formación y los empleos. En el mundo, nos dice la ONU, hay 900 millones de personas que superan los 65 años pero en 2050 serán 2100 millones. Solamente en España hoy son el doble los mayores de 50 años que los menores de 18 años.

La longevidad exigirá más años de vida laboral –porque nos lo podremos permitir por salud y nos lo exigirá nuestro bolsillo- lo que unido a la velocidad de los cambios tecnológicos hará imposible trabajar sin actualizar la formación recibida en la universidad. De hecho volveremos cada pocos años de nuevo a las aulas incluso siendo sexagenarios porque será la única vía para seguir en el mercado laboral. Surgirán nuevos empleos para adaptar las ciudades a una población envejecida por ejemplo con casas inteligentes, coches autónomos y hasta exoesqueletos. Las administraciones no tendrán otro remedio que penalizar las jubilaciones anticipadas e incentivar que los más mayores sigan en activo con empleos por cuenta propia o a tiempo parcial. El informe GEM atestigua que los mayores de 65 años tienen ya una tasa de emprendimiento del 13% superior al 11% de los jóvenes españoles de menos de 29 años. Las empresas, especialmente en nuestro país con apenas un 29% de ellas con planes de retención del talento sénior frente al 52% de la media europea, pondrán en valor  la experiencia acumulada, la ética y la capacidad de solucionar problemas de la generación de las canas –como ha sido bautizada por la OCDE-

Una persona mayor trabajando será algo a cuidar e incentivar porque no solo garantizará más ingresos para su familia y conforme cada vez más estudios confirman mayor felicidad, sino que además apuntalará el estado de bienestar. Pronto este debate también debería llegará al Congreso. Porque trabajar más años, en diferentes empleos y con diferentes regímenes no será una condena sino que será la salvación.

NOTA: Este artículo se inspiró en la charla TEDx del secretario general del Círculo de Empresarios, Jesus Sainz