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viernes, 29 de diciembre de 2023

2024, el año de Asimov

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el 29 de diciembre de 2023)

No hay efeméride que lo justifique, pero ahora que ponemos etiquetas a los próximos doce meses, una que tendría todo el sentido sería “el año de Isaac Asimov”. Aunque 2024 no coincidirá con el aniversario del nacimiento del escritor (1920), tampoco con una cifra redonda desde que murió (1992), ni nada que ver con la fecha de su primera gran novela de ciencia ficción La Fundación (1951), simple y llanamente en este nuevo año gran parte de las profecías que el profesor plasmó en sus libros se cumplirán.

Por eso el diccionario Collins lo ha tenido claro al elegir IA (inteligencia artificial) como la palabra del año que está terminado. Hemos vivido solo el primer escalón en la irrupción de este término gracias a los interminables usos de una nueva IA, la conocida como generativa, ya que permite crear textos, imágenes, audio y vídeos. ChatGPT ha entrado en 2023 en el primer cajón del podio de las aplicaciones en alcanzar los 100 millones de usuarios, dos meses, venciendo a TikTok que tardó nueve o Instagram que necesitó casi tres años.

La IA seguirá dando que hablar en 2024 también por las amenazas que puede provocar en la sociedad, al ser prácticamente imposible diferenciar lo que es real de lo que no. Por los empleos que se esfumarán o las empresas que cerrarán por ineficientes al no adaptarse a esta tecnología en tiempo y forma. La alta dirección no será la excepción. En una reciente encuesta de AED a directivos españoles, el 70% afirmó que la inteligencia artificial (IA) tendrá un impacto disruptivo y transformador para sus negocios. Para este colectivo la IA impactará en la automatización de procesos, el análisis de datos, la selección de personal y en la toma de decisiones estratégicas.  La mala noticia reside en que solo el 21% considera que está preparado para ello y apenas un 35% de los primeros ejecutivos están participando activamente en el aterrizaje de la IA en su empresa.

Pocas dudas hay al respecto de que en 2024 la IA generativa será una herramienta clave para cualquier directivo. El economista Ignacio de la Torre ha recordado que el CEO de Cisco antes de invertir en una compañía interroga al consejero delegado de la misma sobre su estrategia al respecto de la IA generativa. Si no sabe responder, no habrá inversión porque para Chuck Robbins la empresa no tendrá futuro.

2024 será el año también de la ratificación por los estados y el parlamento de la nueva normativa europea sobre los usos de la inteligencia artificial y por ello, los cargos públicos continentales tendrán la misma lectura que los directivos de las empresas. Todos tendrán que reflexionar sobre cómo afectará a sus administrados o empleados la disrupción de esta nueva generación de la IA. Las preocupaciones comunes de ambos colectivos versarán sobre si los derechos humanos de los europeos, sean contribuyentes o clientes, se verán lesionados. Y seas parlamentario o CEO, la amenaza de que un algoritmo altere la conciencia de tu público objetivo, será una de las principales ocupaciones.

Nada que no predijese Isaac Asimov hace media docena de décadas cuando ni siquiera soñábamos con los teléfonos sin cables.  La directiva mexicana Sofia Belmar, apasionada de la obra de Asimov, ha defendido hace unas semanas como el escritor predijo el siglo pasado la situación que viviremos en 2024. En concreto esta experta financiera explica que el libro Las Tres Leyes de la Robótica escrito allá por el año 1942 será, inopinadamente, la referencia en los próximos meses sobre la ética de la inteligencia artificial. Puesto que la primera de esas leyes establecía que "un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño". La segunda planteaba que "un robot obedecerá las órdenes dadas por los seres humanos". Y la última que "un robot protegerá su propia existencia". Asimov exploró las implicaciones de la IA en "Yo, Robot" (1950) y en esta obra se aborda por ejemplo la cuestión de cómo los robots interpretan las normas legales, lo que a menudo resulta en decisiones que los humanos consideran perjudiciales.  También introduce una IA que puede leer mentes, lo que le llevó a prever la invasión de la privacidad y el consentimiento que hoy discutimos. Además, Asimov también imaginó mundos donde las IA desempeñan papeles cruciales, por ejemplo, seleccionar líderes, anticipando cuestiones sobre la toma de decisiones algorítmicas, la influencia de la IA en la democracia o en las conductas humanas.

Antes de que nos pongamos a revisar aquellos viejos libros de nuestra adolescencia a la caza y captura de algún manual de Asimov, me permito recordar que el escritor ruso-americano no paró de trabajar toda su vida, todos los días del año delante de su máquina de escribir.  Por tanto, un buen consejo para el año 2024 que empieza en breve, es seguir el ejemplo del novelista, dedicar tiempo a lo que ya está aquí, antes de que nos lleve por delante.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 31 de mayo de 2023

Robot en checo significa trabajo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 29 de mayo de 2023)


Ahora que todo el mundo usa las aplicaciones de Inteligencia Artificial, yo también he decidido experimentar. Esta semana después de cenar hice la prueba para conseguir un artículo como el que estás leyendo.

Para empezar, tuve que descargarme la aplicación de moda, luego registrarme en ella y a continuación leerme un rápido manual de instrucciones. Ahí es dónde me di cuenta de que sólo me daría datos hasta 2021, lo cual me dejó bastante chafado porque a mis lectores les gustan los temas de actualidad. Trasteando en la red descubrí que hay un buscador de una famosa compañía tecnológica que sí tiene datos actualizados hasta 2023. Me pongo con ello. Llevo ya una hora invertida. Ahora me toca descargar este buscador, no sin problemas porque no me lo hace fácil mi ordenador que tiene otro por defecto. De nuevo, he de dar mis datos personales para registrarme y finalmente invertir unos minutos para descubrir dónde está el famoso chat y cómo narices funciona. Mi reloj dice que he invertido casi dos horas y no tengo ni una palabra del artículo. En casa todos duermen.

Ya estoy dentro del chatbot. Le pido que escriba mi artículo y le doy el tema y la extensión. Tras unos segundos de espera viene el chafe porque me responde que no es capaz de hacer eso. Le escribo que cómo es posible cuando me consta que mis alumnos lo están haciendo. Se lo piensa y me responde que en otras aplicaciones se puede pero que tenga cuidado porque puede tener errores.  Me voy a la otra aplicación, que era la que tenía datos antiguos, y esta vez sí obtengo mi artículo de opinión. Pero, aunque no está mal escrito, es una fría sucesión de datos. A base de recomendaciones el artículo va cogiendo alma. Aparecen fallos y hasta falsedades, pero cuando le alertó de ello se disculpa y lo arregla. El tiempo pasa volando y me estoy divirtiendo porque siempre me responde con educación y a la vez me sorprende. Tres horas de trabajo y el artículo está hecho. Me voy a dormir.

A la mañana siguiente antes de mandar el artículo a publicar, lo releo por última vez. Ni con dos cafés bien cargados nadie aguantaría su lectura. Vaya tostón. El artículo es impecable, pero es más aburrido que una ostra. No puedo mandarlo así. A la papelera con él y a por doble dosis de cafeína para mí porque las horas  robadas al sueño por la Inteligencia Artificial se empezaban a notar. Cuando los expresos empiezan a surgir efecto, el folio en blanco sigue ahí delante y vuelvo a mi método tradicional de escritura hasta obtener las líneas que estás leyendo. El título surge del comentario de un colega en una comida que me aseguró que la palabra robot tenía origen eslavo porque significa trabajo forzado. El resto es ir tejiendo un texto con palabras, datos, anécdotas personales y mis propias palabras. Oficio frente a la máquina.

La tecnología será buena o mala en función de lo que hagamos con ella. Y eso es algo que dejó escrito hace ya ochenta años Isaac Asimov en sus leyes de la robótica. Pero lo que está claro es que la etimología de robot es cierta, y los nuevos chatbots nos dan trabajo, mucho trabajo. Ahora esperemos que también creen puestos de trabajo y no solo los destruyan como parece.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor en UNIR y LLYC