lunes, 25 de noviembre de 2019

Casandra y las pensiones


(este artículo se publicó originalmente en el diario El Correo el día 24 de noviembre de 2019 )

El síndrome de Casandra es aquella situación en la que alguien predice un hecho certero, pero nadie le cree. Se habla de ese síndrome cuando no nos atrevemos a ser sinceros por las consecuencias que puede tener. Casandra era una sacerdotisa del templo del dios Apolo. Éste, para conseguir su amor, le ofrece el don de la profecía. En el momento que recibe la capacidad de adivinar el futuro, Casandra rechaza a Apolo, lo que lleva al dios a vengarse de su amada incluyendo en el don otra característica: nadie creerá sus pronósticos. Casandra vaticinó la caída de Troya, pero nadie le dio crédito; previó su propia desgracia, pero tampoco pudo evitarla. A los autores de este artículo el mito de Casandra se nos viene a la cabeza cada vez que explicamos el futuro de las pensiones en España.

El sistema de pensiones es uno de los grandes éxitos de nuestro Estado del Bienestar porque ha conseguido que la vejez no sea sinónimo de pobreza. Las sociedades avanzadas organizaron en los últimos años del siglo XIX sistemas para garantizar que cuando las personas dejaban de trabajar a causa de la edad dispusieran de, al menos, una renta básica mensual. Entre otros aspectos se fijaron los 65 años como la edad para dejar de trabajar. Pero hoy el problema en todos los países avanzados es de fondo y se resume en cómo adaptarse a las tendencias demográficas para seguir ofreciendo pensiones adecuadas.

A principios del siglo pasado apenas 1 persona de cada 100 llegaba a los 65 años; hoy son 9 de cada 10.  En España, en 2030 el 25 por ciento de la población tendrá derecho a una pensión porque superará los 65 años, de manera que la previsión es que en 2050 cada trabajador tendría que sostener a un pensionista, exactamente un pensionista por cada 1,34 trabajadores. En la Alemania de Bismarck -el primer país que puso en marcha el actual sistema de pensiones- se estimaba como mucho una supervivencia de una década, hoy la esperanza de vida germana a los 65 años supera los 20 años. En España conforme a datos del INE, los años efectivos de percepción de la pensión superan los 23. De hecho, según BBVA, en España todas las aportaciones al sistema público de pensiones que ha hecho un trabajador que se jubile ahora mismo se agotan tras 12 años de pensión, cuando le quedarían, conforme a su esperanza de vida, otros 9 años de vida.

Como Casandra, los autores de este artículo queremos atrevernos a decir la verdad, aunque esperamos tener más predicamento que la joven helena. Las pensiones cada año serán más bajas y de una tasa de reposición menor. Es decir, en un par de décadas el porcentaje del último sueldo que cubre la pensión pasará del 80% actual a un 50% de este. Pero aún estamos a tiempo de revertir este proceso si aplicamos dos soluciones. Por una parte, incrementar la tasa de ahorro de los españoles y, por la otra, la necesidad de extender en parte el período de vida laboral. Si asumimos que las pensiones públicas irremediablemente serán más bajas, la gran mayoría de la población tendrá un serio problema ya que sólo tiene esa fuente de renta en su retiro. Pero existe una medida para garantizar el nivel de vida de las personas tras su jubilación, y es diversificar las fuentes de renta de los futuros jubilados cuando tienen capacidad de ir acumulando; es decir, mientras trabajan. En resumen, habrá que ahorrar más. En este sentido, la mayoría de los países de nuestro entorno han creado mecanismos de ahorro, más o menos obligatorios, para que grandes capas de la población vayan constituyendo un patrimonio complementario a la pensión pública. España es uno de los pocos que aún no lo ha hecho. Este retraso no es inocuo, a lo largo de toda la vida labora cada mes un español está ahorrando 100 euros menos que un sueco, alrededor de 80 menos que un británico o un holandés, o 44 euros menos, cada mes a lo largo de toda la vida, que un ciudadano que viva en Francia. No es una quimera conseguirlo. En nuestro país, en Guipúzcoa, la exitosa experiencia de GEROA, con los planes de pensiones de empleo, nos anima a defender estos pilares alternativos de ahorro. De hecho, hoy dos de cada tres trabajadores de ese territorio se benefician de una pensión complementaria a la pública que les iguala en ingresos para la vejez con sus vecinos franceses.

Trabajar más es la segunda medida que, como Casandra, nosotros nos atrevemos a reivindicar también en esta reflexión. No hablamos solamente del desplazamiento progresivo de la edad de retiro hasta los 67 años que la mayoría de los países europeos estamos implementando. Nos referimos a la necesidad de parar el edadismo, o la discriminación que sufren los mayores en el mercado laboral. Si conseguimos revertir ese proceso y acercarnos a tasas de actividad de los trabajadores mayores de 55 años equivalentes a economías como Nueva Zelanda o Suecia, no solo conseguiremos mayores ingresos para afrontar el futuro, sino una economía más grande que soporte mejor nuestro sistema del bienestar.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y Antonio Huertas es presidentre de MAPFRE. Ambos son autores del libro LA REVOLUCIÓN DE LAS CANAS

lunes, 18 de noviembre de 2019

Los unicornios

(este artículo apareció publicado originalmente el 18 de noviembre de 2019 en el diario 20 minutos)

Es habitual que los economistas nos inspiremos en animales para conseguir analogías que expliquen sucesos complejos. Los cisnes negros (animales que predicen una catástrofe) han sido mencionados estos días ante la posibilidad de un acuerdo político en España que nos lleve al populismo. Los dragones asiáticos en los años 90 del siglo pasado eran los emergentes países del sudeste asiático que competían sin complejos con las potencias occidentales. Hoy te quiero hablar de un animal menos siniestro pero que tienes que conocer, te interese o no la economía, porque puede que acabes trabajando para ellos.

Un unicornio es un animal mitológico que se representa generalmente con cuerpo de joven caballo blanco además de con un gran y afilado cuerno que sale de su cabeza en la que también caben unos hermosos ojos azules. En ocasiones se le menciona con patas de antílope, cola de león y cabeza de chivo, pero siempre tiene un único cuerno que le da sus poderes porque le permite ser inmortal e invencible en la lucha. Desde antes de Cristo se ha documento el carácter milagroso de su cornamenta y los poderosos de todas las épocas han buscado beber pociones hechas con ese cuerno para alcanzar la vida eterna.

Pero hoy, en el mundo empresarial, un unicornio es una compañía muy poco común que consigue en los tres primeros años de vida una capitalización global superior a mil millones de dólares. Seguro que conoces a la americana Dropbox que te ayuda a colgar tus archivos en la nube o la alemana Zalando con la que compras moda por internet, ambas son unicornios como también lo es AirBnB para conseguir hacer turismo sin pagar caros hoteles. No es algo tan ajeno a ti porque en España también tenemos unicornios que superan la valoración de un billón, usando la terminología americana. Cabify en el trasporte de personas en las ciudades o Glovo en la comida a domicilio, engrosan la lista de estos nuevos “seres fantásticos”.

Estas empresas son el objeto de deseo de todas las grandes corporaciones como lo era el cuerno del unicornio en la Edad Media para los reyes ansiosos de alcanzar la inmortalidad. La explicación es sencilla, las empresas y los humanos seguimos tendencias contrarias.  Me explico: las niñas que están naciendo en nuestro país vivirán más de 100 años, en cambio la edad media de las empresas no ha dejado de caer en el último siglo. La vida media de las empresas más importantes del mundo ha pasado de 65 años en 1955 a apenas 15 años hoy día. Éste será un proceso de regeneración increíble de la población de las grandes empresas, en el que sólo sobrevivirán unas pocas que practiquen un nuevo liderazgo y una nueva capacitación que sí poseen los unicornios.

Por eso te decía que trabajarás para estas “mitológicas empresas” y aunque pienses que esos “poderosos” les encontrarán antes que tú, no olvides que los unicornios, tal y como nos ha llegado a nuestros días en sucesivas leyendas, solo se aparecen ante personas puras.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR



miércoles, 6 de noviembre de 2019

Para gustos, los colores

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el 4 de noviembre de 2019)

¿No te recuerdas usando esta frase? Seguro que en tu casa, de pequeño, también la escuchaste en muchas ocasiones. Incluso, si te esfuerzas, te acordarás de cómo en el colegio algún profesor zanjaba así las discusiones. «Para gustos, los colores» es una expresión del idioma español que proviene del adagio latino “gustibus non disputadum” que subrayaba la inutilidad de pelearse sobre las preferencias de cada uno.

La tradición oral nos ha regalado esta sabía frase que usamos para poner de manifiesto que no todos tenemos los mismos gustos y que nadie puede imponer los suyos. Hay tantas opiniones como colores existen. Y ¿cuántos colores hay? Según Newton, eran siete, que son exactamente los que forman parte de un arcoiris. Pero la ciencia nos ha demostrado que son cientos de miles los que pueden surgir de las diferentes combinaciones de los llamados colores primarios: azul, rojo y verde. Por tanto si como algunos defienden hay hasta billones de colores diferentes, también hay miles de millones de opiniones sobre
el mejor color. 

Ahora que en las empresas el fenómeno de la diversidad se ha convertido en un mantra, me he acordado de esta frase para así convencer (inspirar) a los más recalcitrantes (rígidos) para que superen sus recelos.

No todos somos iguales a pesar de que nuestra mente nos lleve a pensar así equivocadamente. En psicología estas trampas han sido bautizadas como sesgos cognitivos. Nuestro cerebro ha recibido tantas veces información sobre lo que es «normal» que acaba construyendo una realidad paralela asociada a esa información, que no siempre es un fiel reflejo. 

Para superar estas jugarretas de la mente simplemente hay que poner luz sobre el mundo,sobre todo el mundo, no sólo sobre  muestro mundo. Si así lo hacemos nos daremos cuenta que no todos tenemos la misma edad, no todos los directivos son hombres, no todos tenemos las mismas capacidades, la misma raza, la misma ideología. No todos tenemos la misma sexualidad, no hemos estudiado en la misma universidad o ni siquiera todos tenemos educación superior. Tampoco será unánime la forma de entender la familia, ni nuestro credo ni tampoco las capacidades, el lugar de nacimiento o la lengua materna.

Para esos que aún en tu oficina siguen sin tenerlo claro puedes decirles que la diversidad ha de respetarse no solamente por humanidad sino también porque es fuente de competitividad. Es la única vía de poder seguir operando como empresa en el mundo incierto y sin fronteras (físicas ni mentales) que nos ha tocado vivir. Tener equipos diversos garantiza diferentes formas de pensar y nuevas soluciones para nuevos problemas. Permite ofrecer nuevos bienes y servicios para públicos hasta ahora escondidos pero que han emergido con fuerza. Hace posible que aparezcan nuevos prismas culturales, alejados de la supuesta normalidad, que sean tenidos en cuenta.

Si aún así no les convences, prueba a explicarles que diversidad tiene la misma raíz que la palabra divertirse. Que intenten ser diversos porque por lo menos se divertirán.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR.