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domingo, 2 de octubre de 2022

El poder para las trabajadoras

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Información el día 1 de octubre de 2022)

Las niñas españolas tienen una ratio de fracaso escolar mucho menor que sus compañeros de clase, lo ha certificado un informe de ESADE que hemos conocido estos días. Llueve sobre mojado porque desde hace años las universitarias superan en número y en expediente académico a los hombres. Inopinadamente la cosa cambia cuando las chicas empiezan a trabajar. Hay menos mujeres que hombres trabajando en números absolutos, su tasa ocupación y actividad también es menor. El trabajo autónomo y el emprendimiento femenino se comportan, por desgracia, de la misma manera.


Esta brecha de género no solo es padecida en todas las cohortes de edad, sino que aumenta conforme cumplen años las mujeres. Al mismo tiempo el agujero crece conforme la responsabilidad profesional es mayor, hasta alcanzar un diferencial máximo en la alta dirección, como nos recuerdan los informes promovidos por la directiva española Mirian Izquierdo desde la Fundación Woman Forward.


No hay un techo de cristal, esa expresión tantas veces utilizada para referirse a la ausencia de mujeres en las posiciones de alta responsabilidad en las empresas. Son muchos techos y no uno único en los consejos de administración. Porque, como acabamos de ver, no es una situación que afecta exclusivamente a las mujeres directivas, sino que la sufren todas las mujeres, de todas las edades y en todo el nivel jerárquico. Por ello, desde hace un tiempo se habla de “peldaños rotos” en la escalera de la igualdad. Esa escalera social funciona en la enseñanza obligatoria y en la superior, los datos lo certifican, pero una vez que se inicia el tramo profesional, comienzan los escalones rotos que dificultan que las mujeres sigan ascendiendo hacia la igualdad plena.


Algunos de esos peldaños en los que no pueden apoyarse las mujeres, son conocidos, otros no tanto. Por eso te animo a que subamos juntos -en este artículo- esa escalinata para darte cuenta que el problema del talento desaprovechado no reside en el consejo de administración o en los comités ejecutivos, sino que comienza aguas abajo.

 
Efecto flip se le ha llegado a bautizar, por la drástica reversión de las cifras, desde una mayoría de mujeres que entran a trabajar en la parte baja del escalafón hasta que se convierten en clara minoría en la alta dirección. En concreto, el estudio elaborado por McKinsey descubrió para Estados Unidos que de cada 100 hombres que promocionan a mandos intermedios, únicamente son 72 mujeres las que lo hacen. Y esta tendencia se acentúa al ascender en el organigrama; según Gender Diversity Index en 2022, las mujeres ocupaban únicamente el 27,3% de los puestos directivos. Si miramos a España, este dato -para la CNMV- es más bajo todavía, únicamente un 19% de directivas mujeres.


Estamos ya en la escalera y nos encontramos un primer peldaño roto, el de la ambición. Las profesionales no pueden apoyarse en este escalón porque la sociedad ha comprado la idea contraria: las mujeres son menos ambiciosas. Por eso si no alcanzan funciones de máximo poder no es porque no se les presente la oportunidad, sino porque no quieren desempeñarlas.  Pronto llega el peldaño roto del trabajo no remunerado. No por conocido deja de ser lacerante un escalón en el que lejos de impulsar, ancla a las mujeres evitando promocionar. La cantidad de tiempo que las mujeres dedican a las tareas no remuneradas -cuidados de la familia y atención al hogar- es muy superior al que dedican los hombres. El de los sesgos es otro escalón estropeado. La sociedad atribuye a la mujer atributos teóricamente opuestos a los que debe reunir un buen líder; por eso se les exige demostrar un rendimiento superior para poder ascender. De modo y manera que no únicamente tienen las mujeres escalones rotos sino la meta más lejana que los hombres.


Y quedan más trampas en este viaje por la escalinata que estamos haciendo, por ejemplo, el del salario. Aunque parezca increíble sigue siendo así. Por el mismo trabajo, los hombres cobran más que las mujeres. Funcas lo ha analizado para nuestro país y aunque la buena noticia es que se redujo a la mitad en la década previa a la pandemia, la retribución media por hora trabajada de los hombres sigue superando en un 8,5% a la de las mujeres en 2020. También tropezaremos con el peldaño roto de la autoestima. Resumido perfectamente en el conocido “síndrome de la impostora” que afecta a las mujeres, pero no a los hombres. Un estudio publicado en Harvard Business Review demostró que ellos optan a un puesto si cumplen el 60% de las habilidades requeridas, pero las mujeres no lo hacen si no cuentan con el 100%. Y finalmente el peldaño roto de la visibilidad. Luisa García de LLYC lleva tiempo analizando este lastre del diferencial de notoriedad que la sociedad -medios de comunicación y redes sociales- les otorga. Estudiando conversaciones en Twitter ha demostrado la escasa visibilidad de las mujeres en el ámbito empresarial que ha acabado provocando un vacío importante de referentes.

 
Así está nuestra escalera de la igualdad en España, a pesar de los avances en la educación de las mujeres, en el mundo laboral la velocidad es lenta. Como si hablásemos de un embudo, en la base son mayoría las mujeres tituladas y que ingresan en el mercado laboral, pero al final solo una minoría alcanza las máximas responsabilidades.
Así que cuando te cuenten eso del techo de cristal recuerda que no vale con mirar los datos del final de la escalera, el consejo, y con eso quedarnos satisfechos por el avance. La realidad es que ocultan lo importante, los nefastos datos desde las primeras promociones en el escalafón hasta las últimas. De hecho, el esperanzador dato que aporta la CNMV, de un 29% mujeres consejeras en las cotizadas españolas, no puede ocultar que la brecha salarial no existe cuando las mujeres tienen menos de 35 años, pero luego se agranda hasta dispararse cuando se alcanzan los sesenta. El impacto en nuestra economía de esta pérdida de talento es un drama que no nos podemos permitir. Si la herramienta de la educación ha funcionado para alcanzar la igualdad entre las profesionales menores de la treintena, consigamos que haga ese mismo efecto en las mayores de esa edad. Educación a lo largo de la vida o upskilling -como se dice ahora- es una de las fórmulas mágicas para tener mejores y más empleos. Es el verdadero poder para las trabajadoras.


Pero seguro que no verás nada de esto en las campañas de las ministras que tienen esta responsabilidad en el gobierno.  Esto de esforzarse está mal visto y es mejor hablar de hombres blandengues y niños sexualizados. Así nos va.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Para gustos, los colores

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el 4 de noviembre de 2019)

¿No te recuerdas usando esta frase? Seguro que en tu casa, de pequeño, también la escuchaste en muchas ocasiones. Incluso, si te esfuerzas, te acordarás de cómo en el colegio algún profesor zanjaba así las discusiones. «Para gustos, los colores» es una expresión del idioma español que proviene del adagio latino “gustibus non disputadum” que subrayaba la inutilidad de pelearse sobre las preferencias de cada uno.

La tradición oral nos ha regalado esta sabía frase que usamos para poner de manifiesto que no todos tenemos los mismos gustos y que nadie puede imponer los suyos. Hay tantas opiniones como colores existen. Y ¿cuántos colores hay? Según Newton, eran siete, que son exactamente los que forman parte de un arcoiris. Pero la ciencia nos ha demostrado que son cientos de miles los que pueden surgir de las diferentes combinaciones de los llamados colores primarios: azul, rojo y verde. Por tanto si como algunos defienden hay hasta billones de colores diferentes, también hay miles de millones de opiniones sobre
el mejor color. 

Ahora que en las empresas el fenómeno de la diversidad se ha convertido en un mantra, me he acordado de esta frase para así convencer (inspirar) a los más recalcitrantes (rígidos) para que superen sus recelos.

No todos somos iguales a pesar de que nuestra mente nos lleve a pensar así equivocadamente. En psicología estas trampas han sido bautizadas como sesgos cognitivos. Nuestro cerebro ha recibido tantas veces información sobre lo que es «normal» que acaba construyendo una realidad paralela asociada a esa información, que no siempre es un fiel reflejo. 

Para superar estas jugarretas de la mente simplemente hay que poner luz sobre el mundo,sobre todo el mundo, no sólo sobre  muestro mundo. Si así lo hacemos nos daremos cuenta que no todos tenemos la misma edad, no todos los directivos son hombres, no todos tenemos las mismas capacidades, la misma raza, la misma ideología. No todos tenemos la misma sexualidad, no hemos estudiado en la misma universidad o ni siquiera todos tenemos educación superior. Tampoco será unánime la forma de entender la familia, ni nuestro credo ni tampoco las capacidades, el lugar de nacimiento o la lengua materna.

Para esos que aún en tu oficina siguen sin tenerlo claro puedes decirles que la diversidad ha de respetarse no solamente por humanidad sino también porque es fuente de competitividad. Es la única vía de poder seguir operando como empresa en el mundo incierto y sin fronteras (físicas ni mentales) que nos ha tocado vivir. Tener equipos diversos garantiza diferentes formas de pensar y nuevas soluciones para nuevos problemas. Permite ofrecer nuevos bienes y servicios para públicos hasta ahora escondidos pero que han emergido con fuerza. Hace posible que aparezcan nuevos prismas culturales, alejados de la supuesta normalidad, que sean tenidos en cuenta.

Si aún así no les convences, prueba a explicarles que diversidad tiene la misma raíz que la palabra divertirse. Que intenten ser diversos porque por lo menos se divertirán.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR.

domingo, 23 de junio de 2019

600.000 valientes

(este artículo se publicó originalmente el día 17 de junio en el diario 20 minutos en la sección de opinión)



De vez en cuando hay buenas noticias. Hace unas semanas se presentó el informe GEM que mide la actividad emprendedora en más de setenta países de todo el mundo. Entre los muchos datos que recoge este estudio quiero destacarte uno que me ha alegrado, el emprendimiento femenino. En España hoy son más de 600.000 mujeres las que desafían diariamente los obstáculos para abrir y hacer crecer un negocio. Una cifra que cada año crece consiguiendo reducir la brecha de género en el emprendimiento. De hecho al día de hoy casi hemos conseguido alcanzar la paridad y hay 9 mujeres que emprenden por cada 10 hombres que lo hacen. Además, y este dato es relevante, las mujeres que optan por ser nuevas empresarias, en un 70% son emprendedoras de oportunidad, o lo que es lo mismo que no emprenden por necesidad -porque no tiene otra opción para trabajar- sino porque han encontrado una idea y apuestan por ella. Estos negocios de oportunidad son los que más valor aportan a la sociedad ya que son innovadores y permiten expandir la economía y generar empleo y riqueza.

Pero todavía una mujer que emprende se enfrenta a demasiadas trabas que nos impiden bajar la guardia a pesar de la positiva evolución. Insuficientes instrumentos de financiación, normas que penalizan el riesgo de las aventuras empresariales o esteriotipos culturales que desincentivan estas vocaciones femeninas. A este respecto un reciente estudio de la consultora francesa Malt ha demostrado que la gran mayoría de los trabajadores por cuenta propia en España lo son por elección propia entre otras cosas porque les ayuda a la conciliación y permite una flexibilidad de la que no disfrutan los que no son freelance.

Nuestro país ha padecido como mínimo durante los últimos 18 años -fecha del primer informe GEM- la falta de mujeres emprendedoras, ese talento desaprovechado nos ha impedido disfrutar del conocido como efecto «purple pound». Los anglosajones llaman «libra morada», a los beneficios de incorporar a tantas mujeres como hombres a la actividad económica. Con esas nuevas empresas no solo se conseguirá reducir el desempleo femenino sino darles autonomía y además ayudar a cebar la economía con más consumo, inversiones y exportaciones. Quizás te estás preguntando la razón por la que se tinta de este color los beneficios de la incorporación de la mujer. La respuesta es a la vez un homenaje a esas 600.000 valientes emprendedoras españolas. En pleno auge de la industrialización, hace más de 100 años en Nueva York, una fábrica textil se incendia y mueren quemadas cientos de trabajadoras ya que las puertas estaban bloqueadas para evitar el absentismo. De la factoria en llamas unas columnas de humo morado pudieron verse a cientos de kilómetros de Manhattan; en la combustión se habían mezclado los tejidos rojos que fabricaban esas mujeres con el hollín de las chimeneas. Esas víctimas, desde donde estén, sonreírán al ver tantas mujeres españolas emprendiendo libremente.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR