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miércoles, 21 de marzo de 2018

Derechos fundamentales en la era digital

(este artículo se publicó originalmente en el diario El País el dia 19 de marzo de 2018 firmado por Eloy Velasco e Iñaki Ortega)

¿Estamos seguros de que el único precio que pagamos por utilizar un teléfono móvil es la tarifa plana? España es, junto con Singapur, uno de los países donde hay más teléfonos móviles por persona. El 92% de los ciudadanos españoles tiene uno y hay 120 líneas por cada 100 usuarios. Nos situamos por tanto, incluso por encima de Estados Unidos, donde solo el 90% de la población tiene un móvil.

Precisamente en ese país, un juez de Michigan ha condenado a 110 años de prisión a una persona, apellidada Carpenter, porque se le involucró en cuatro atracos a cuatro centros comerciales por los datos de ubicación sacados de su teléfono móvil, aunque se obtuvieron sin orden judicial. A pesar de que su abogado alegó ante el Tribunal Superior que, según la cuarta enmienda de la Constitución americana se estaban violando sus derechos, el tribunal de apelación desestimó la alegación asegurando que nadie está obligado a llevar un teléfono móvil y que si alguien no desea que le geolocalicen, es mejor que no lo tenga.

La tecnología es el presente, y no debe alarmarnos, pero sí es preocupante cómo un uso indebido de la cantidad de datos recolectados gracias a ella puede lesionar la privacidad, la reputación e incluso la dignidad del ser humano.

Los usuarios hemos perdido el control de nuestros datos y es importante retomarlo. Proponemos para ello el Derecho, para que actúe como límite a la explotación desordenada, al desequilibrio y al abuso en la gestión de la tecnología. Debemos ser capaces de disfrutar de los beneficios de la tecnología, pero eso no debe ser incompatible con que gestionemos nuestros datos.

No son pocos los investigadores que hablan de una cuarta generación de derechos humanos que nos permita poder desconectar o que las máquinas nos olviden, incluso que la Red sea neutral. La primera generación de derechos humanos, con la libertad y la igualdad, nos protegió frente al poder de los Estados gracias a la Revolución Francesa. La segunda generación, con el derecho al empleo y la sanidad, permitió un Estado que nos defendiese. La tercera generación de derechos fundamentales fue coherente con la globalización y consagró el pacifismo. Ahora el Derecho tiene que volver a ser el límite a la explotación y al abuso, esta vez en la gestión de la tecnología que muchas plataformas están haciendo. Se necesita por tanto una cuarta generación, la de los derechos fundamentales en la era digital. El derecho al olvido, el derecho a la muerte digital, el derecho a la neutralidad de la Red o el mencionado derecho a gestionar tus datos, son solo algunos campos donde merece la pena profundizar.

En estos momentos, las cinco empresas que se sitúan a la cabeza de la facturación mundial ya no son constructoras o compañías de hidrocarburos, sino que son plataformas que están relacionadas con las telecomunicaciones y la tecnología. Si se nos permite el juego de palabras, el nuevo petróleo son los datos que estas empresas obtienen masivamente de sus usuarios, en ocasiones de manera inconsciente. Es cierto que todas estas compañías sí piden formalmente permiso a los usuarios para obtenerlos, pero el consentimiento que prestamos se da, más para no quedar aislados tecnológicamente del mundo, que por otras razones. Se tardan unos 40 minutos de promedio en leer los “términos y condiciones de uso” que se nos exigen cuando damos de alta un aparato o nos inscribimos en una red social. Sin embargo, y también de promedio, los usuarios prestamos nuestro consentimiento en tan solo ocho segundos.

En 2020 se calcula que habrá 50.000 millones de dispositivos conectados a Internet en el llamado IoT (Internet de las cosas). De modo que a las fuentes habituales de captación de datos deberemos añadir en breve la aportación de los procesadores, los sensores y el tratamiento masivo de esos big data. Y conviene también tener en cuenta que esas máquinas además de captar datos, pueden tratar, ordenar e incluso llegar más allá de lo que normalmente podemos hacer los humanos con nuestras limitadas capacidades.

Mucha de la información que queda en manos de estas empresas son datos personales que incluyen salud, ocio, ideario político o religioso del presente, del pasado e incluso de futuro —a través de nuestra agenda—. Eso incluye también, para nuestra desgracia, los datos borrados y enviados a la papelera o cortes de voz, o imágenes familiares íntimas, por no hablar de los datos de geolocalización. Así, al final, algunas de esas plataformas, que ya son más poderosas que la mayoría de los Gobiernos del mundo, saben más de nuestra vida que nosotros mismos.

A lo largo de la historia cada impulso relevante en la defensa de los derechos humanos ha surgido como respuesta de la sociedad civil a manifiestos abusos del poder. Ante la monarquía absolutista, la declaración de derechos de Virginia del año 1776. Ante el auge de los totalitarismos la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Asamblea de Naciones Unidas del año 1948. Ahora, ante el auge exponencial de tantas violaciones de derechos en el mundo digital, a qué esperamos para actualizar esa lista, e incluso para incluir nuevos derechos.

Es evidente que la transformación digital ha traído muchas ventajas, algunas irrenunciables y casi todas irreversibles. Por tanto, la solución no es poner pie en pared frente a la tecnología. La solución es humanizarla.



Eloy Velasco Núñez es Magistrado-Juez de la Audiencia Nacional e Iñaki Ortega es `profesor y director de Deusto Business School

martes, 23 de enero de 2018

Cuatro manzanas y un folio


(este artículo se publicó originalmente el 22 de enero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)



La historia de la manzana e Isaac Newton es quizás la serendipia más conocida. El golpe recibido en su cabeza al caer la manzana del árbol le sirvió a Newton para entender que el universo se basa en un juego de contrafuerzas. A petición de varios lectores de esta columna traigo de nuevo a mi reflexión semanal alguna de esas famosas casualidades de las que pueden extraerse conclusiones extraordinarias. Isaac Newton ha pasado a la historia como uno de los científicos más importantes y la manzana por haber ayudado a que el genio inglés desarrollase la teoría de la gravedad. Pero lo que es menos conocido es que era un gran tecnólogo para su tiempo. Fue admirado por sus contemporáneos también por sus inventos y gadgets que desarrolló hasta su muerte. Molinos de viento, relojes solares, carricoches, linternas instaladas en cometas y por supuesto telescopios son algunos de sus experimentos con la tecnología de la época. En las líneas siguientes, inspirados en esa serendipia demostraremos que la manzana de Newton sigue haciendo posible aprender lecciones inesperadas y casuales. 

Si hoy pidiésemos, como en esos test de personalidad que nos hacían en el colegio, una respuesta inmediata a la asociación de dos conceptos como manzana y tecnología, pocos dirían Newton pero en cambio, estará el lector conmigo, que muchos habríamos respondido Apple. La compañía tecnológica con su famoso logotipo de la manzana mordida es el símbolo de la nueva economía con su deseado iPhone en la cúspide. 

Nueva York sería la segunda respuesta más pronunciada. No sólo porque Gran Manzana es la forma de referirse a Nueva York en medio mundo sino porque no se entiende el crecimiento de la tecnología y de sus empresas bandera sin la financiación obtenida en el mercado de valores con sede en Times Square, conocido como NASDAQ. Google, Apple, Facebook  Amazon, los famosos GAFA, consiguieron crecer gracias a la financiación del mercado de valores tecnológico de la gran manzana. 

Se cuenta que el torero El Gallo dijo “Tié q’haber gente pa’tó” cuando le presentaron a Ortega y Gasset como un señor que se dedicaba a pensar. Pues en nuestra particular encuesta seguro que encontraríamos alguien que respondería con la palabra gusano. Gusano es lo que todos nos hemos encontrado alguna vez en una manzana pero también es uno de los malware más temidos en ciberseguridad. 

Estas cuatro posibles respuestas nos permiten avanzar hacia el sentido último  de este artículo. La tecnología ha alcanzado un increíble grado de madurez y financiación sin duda gracias a las empresas citadas que les ha permitido alcanzar beneficios espectaculares y escalar los puestos de las compañías más destacadas. Pero la vez, esa sofisticación de la tecnología apoyada en esas corporaciones está creando problemas que no habríamos imaginado en la peor de nuestras pesadillas. La inteligencia artificial, los dispositivos conectados, el coche autónomo o el blockchain están dando lugar a inéditos conflictos y violaciones de derechos. El ciberacoso, la ciberguerra, el cibercrimen, las ciberadiciones,  las fakenews y la posverdad han irrumpido paralelamente a la demanda de nuevos derechos como el derecho al olvido, el derecho a la neutralidad de la red, el derecho a la muerte digital o el derecho a la inviolabilidad de los dispositivos.

A lo largo de la historia cada impulso relevante en la defensa de los derechos humanos ha surgido como respuesta de la sociedad civil a manifiestos abusos del poder. Ante la monarquía absolutista, la declaración de derechos de Virginia del año 1776 o la declaración de derechos del hombre y la ciudadanía en Francia en 1789. Ante el auge de los totalitarismos la declaración universal de los derechos humanos de la asamblea de naciones unidas del año 1948. Ahora ante el auge exponencial  de tantas violaciones de derechos en el mundo digital a qué esperamos para actualizar esa lista e incluso para incluir nuevos derechos. Bastaría un folio para poner negro sobre blanco que internet ha traído nuevos problemas y amenazas que impactan en el bienestar del ser humano y necesitamos reinventar el derecho natural. Cuántas manzanas más tienen que caer en nuestras cabezas o en la de nuestros gobernantes para ello.