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domingo, 27 de junio de 2021

3, …, 1, 0 ¿la cuenta atrás para las empresas españolas?

(este artículo se publicó originalmente el día 19 de junio en el diario El Economista)


No hay equivocación en el título de este artículo. No se ha borrado el número “2” de esta particular cuenta. Lo entenderán si se animan a seguir leyendo y de paso para conocerán la mayor startup de finanzas en el planeta.

Ant Group es su nombre. Y ha llegado a esta posición gracias a ser la plataforma de pago y de servicios de Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico. Sus resultados del año 2020 impresionan, unos ingresos de 71.985 millones de dólares que suponen un crecimiento del 62% frente al ejercicio anterior y un beneficio neto de 21.080 millones de dólares que mejora en un 85% el de 2019. Ant Group, con sede en Hangzhou, conocida como el Silicon Valley chino, controla el 70% del mercado de pagos móviles en su país China y da servicio a un total de 960 millones de clientes, en el que dos de cada diez ya están fuera de China.

La ambición de convertirse en un supermercado financiero le ha llevado a abrirse camino internacionalmente a golpe de talonario. En 2018 pagó 880 millones de euros por MoneyGram, el líder americano de las remesas. También ha invertido en la india Paytm, la tailandesa Ascent Money y la surcoreana Kakao Pay. La guinda de esta estrategia corporativa iba a ser la salida a Bolsa a finales del pasado año, la más grande de la historia con un importe total de 270.000 millones de euros, pero se canceló por el gobierno chino que no veía con buenos ojos tanto poder en una única empresa. Abrumadoras cifras e intervenciones estatales aparte, es evidente que Ant Group es un buen ejemplo de la innovación que está sufriendo las finanzas con las conocidas como fintech, empresas de nueva creación en este sector que se apalancan sobre la tecnología.

Los pagos a través de Alipay son el negocio fundamental de Ant Group, sin embargo, la empresa está creciendo rápidamente con nuevos servicios que van desde la gestión de activos hasta los préstamos y seguros. Servicios como Ant Fortune (plataforma de gestión de patrimonio), Zhima Credit (sistema de calificación de riesgos o scoring financiero además de un programa de fidelización) o Ant Forest (aplicación que busca concienciar a los ciudadanos de llevar una vida más saludable y respetuosa con el medio ambiente) son una muestra de esta diversificación.

Pero para lo que nos ocupa aquí tenemos que destacar su servicio MyBank, un banco exclusivamente digital, muy enfocado a los autónomos y a las PYMES chinas que desde su creación en 2015 ha concedido más de 290 billones de dólares en préstamos bajo el modelo 3-1-0. Una oferta imbatible que se resumen en “3 minutos para solicitar el préstamo, 1 segundo para su aprobación y 0 intervención humana”. En todo el proceso no precisan de personal alguno pues el big data y la inteligencia artificial hacen todo el trabajo. Además, lLa cantidad de información que Ant Group posee de sus clientes hace además posible tenerle permite además hacer gala del el menor nivel de impagados del sector, un 1%. Por eso nos preguntamos si el slogan 3-1-0 puede ser la cuenta atrás para la desaparición de las entidades que no sean capaces de digitalizarse a la velocidad china.

A principios de este año Jack Ma, el fundador de este grupo, aseguró que los bancos tradicionales son dirigidos como “viejas casas de empeño”. Más allá del exabrupto contra uno de sus competidores, es una realidad la debilidad de las empresas europeas de finanzas pero también del retail, y lo que es peor el desplome de sus valores bursátiles. Si las empresas incumbentes de esta parte del mundo quieren defender su cuota de mercado están obligados a innovar y prestar una atención excelente al cliente, dos áreas en las que destacan las fintech exitosas,

Por todo lo anterior se requiere una transformación completa y “enseñar a bailar a los elefantes como gacelas” que así como resumieron los investigadores de CISE en su reciente informe sobre intraemprendimiento. En la búsqueda de mantener vivo el espíritu de innovación las grandes empresas se sienten torpes, su estructura paquidérmica les impide ser ágiles como las fintechs. Pero la música está sonando, y la pista de baile se está poblando con infinidad de gacelas bailonas, de hecho, se estima que actualmente hay ya más de 20.000 fintechs operando en los mercados financieros.

Este momento recuerda a un agujero negro, donde las leyes convencionales de espacio y tiempo no resultan aplicables. Las corporaciones tienen que “desaprender” la cultura de gran empresa para volver a sentir el ansia de innovación. Esperemos que la amenaza china del “3, …, 1, 0” junto con la oportunidad del emprendimiento corporativo lleven a muchas grandes empresas a aprender a bailar como estas gacelas fintech y así salvarse.

Por todo lo anterior se requiere una transformación completa y “enseñar a bailar a los elefantes como gacelas” que así como resumieron los investigadores de CISE en su reciente informe sobre intraemprendimiento. En la búsqueda de mantener vivo el espíritu de innovación las grandes empresas se sienten torpes, su estructura paquidérmica les impide ser ágiles como las fintechs. Pero la música está sonando, y la pista de baile se está poblando con infinidad de gacelas bailonas, de hecho, se estima que actualmente hay ya más de 20.000 fintechs operando en los mercados financieros.

Este momento recuerda a un agujero negro, donde las leyes convencionales de espacio y tiempo no resultan aplicables. Las corporaciones tienen que “desaprender” la cultura de gran empresa para volver a sentir el ansia de innovación. Esperemos que la amenaza china del “3, …, 1, 0” junto con la oportunidad del emprendimiento corporativo lleven a muchas grandes empresas a aprender a bailar como estas gacelas fintech y así salvarse.

 

IÑAKI ORTEGA CACHÓN, PhD. Profesor en Universidad Internacional de la Rioja UNIR

JOAQUIN SANZ BERRIOATEGORTUA, PhD. Socio en Kereon venture capital

domingo, 6 de junio de 2021

Castillos de arena frente a tsunamis

 

(este artículo se publicó originalmente el día 6 de junio de 2021 en el suplemento Actualidad Económica del periódico El Mundo)

Alipay es la plataforma de pagos de Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico, pero también es la punta de lanza de más de 20.000 fintechs que están poniendo en jaque a las entidades financieras. Un auténtico tsunami en el que las finanzas occidentales han de optar entre quedarse en sus “playas” jugando a castillos de arena con los famosos sandboxes o surfear la “ola gigante” de la disrupción.

Siguiendo al especialista en venture capital, Joaquín Sanz-Berrioategortúa, los resultados anuales de Alibaba en el año fiscal 2020 impresionan. Obtuvo 71.985 millones de dólares de ingresos y un beneficio neto de 21.080 millones de dólares, con un aumento anual del 62% en el primer caso y del 86% en el segundo. Su plataforma de pagos, Alipay controla el 70% del mercado de pagos móviles en China. Su ambición de convertirse en un gigante financiero le ha llevado a abrirse camino internacionalmente a golpe de talonario. En enero del 2018 pagó 880 millones de euros por MoneyGram, el líder de las remesas en Estados Unidos. También ha invertido en la fintech india Paytm, la tailandesa Ascent Money y la surcoreana Kakao Pay. La guinda de toda esta estrategia corporativa iba a ser la salida a bolsa, la más grande de la historia, con un importe total de 270.000 millones de euros, pero el estado chino ha paralizado esta operación además de propiciar un relevo del CEO. La decisión sólo se explica por el temor del gobierno chino a perder el control ante el gigante.

Alibaba junto a Baidu, Tencent, conocidas como las BAT por sus siglas, son un buen ejemplo de la innovación financiera con origen en China. Estamos acostumbrados a tener a Occidente como referente mundial, pero para entender esta revolución hemos de comenzar mirando hacia el Este. Su laxa regulación favorece la incursión de las grandes tecnológicas chinas en los servicios financieros mientras que en Europa celebramos que hemos empezado a jugar a “castillos de arena” con los sandboxes promovidos por las autoridades nacionales.

Volviendo a Alibaba, los pagos a través de Alipay son su negocio fundamental en esta industria, pero al mismo tiempo está creciendo rápidamente en áreas que van desde la gestión de activos hasta los préstamos pasando por los seguros puesto que conforme afirma el doctor en economía Sanz-Berrioategortúa cuenta con una base inmejorable de 960 millones de usuarios y 225 millones de operaciones que realiza diariamente. De hecho, hoy en el grupo financiero de Alibaba nos encontramos plataformas de servicios a través de la cual sus usuarios pueden desde pedir un taxi o gestionar su patrimonio pero también servicios de inversión personalizados y hasta sistemas de calificación de riesgos, seguros médicos, bancos digitales para autónomos que conceden préstamos en tres minutos o créditos sin intereses para jóvenes.

Resulta apabullante el vendaval de servicios de Alibabá, sin embargo, este gigante chino no es más que la punta del iceberg de la nueva industria fintech. El término fintech procede de las palabras en inglés finance y technology, y hace referencia a todas aquellas actividades que implican el empleo de la innovación y los desarrollos tecnológicos para el diseño, oferta y prestación de productos y servicios financieros. Las fintechs han llegado para quedarse. Actualmente representan alrededor del 5% del negocio bancario, pero su crecimiento está siendo muy rápido (49% anual según Morgan Stanley). Estas nuevas empresas aportan innovación, movilidad y una mejor experiencia de usuario.  Son muchas las expresiones de este nuevo sector desde el asesoramiento y gestión patrimonial, pasando por las finanzas personales y por supuesto las criptomonedas.

A principios de 2021 Jack Ma, el fundador de Alibaba tachó las normativas financieras de obsoletas y demasiado reacias a tomar riesgos. Se atrevió a tildar los acuerdos de supervisión bancaria de Basilea como “obra de un club de viejos”. El primer aviso de un tsunami con origen chino. No es la primera alerta, hace diez años Bill Gates definió la banca de consumo como un “dinosaurio” que iba a sufrir indefectiblemente ante las soluciones nativas. Hasta Harvard en una reciente encuesta a directivos ha constatado que el 65% de éstos consideran que las fintechs pasarán a ser un muy serio competidor en el cercano 2022. 

Para hacer frente a este tsunami, las instituciones financieras tradicionales se han puesto manos a la obra con nuevos CEOs tecnólogos, fusiones y cierres de oficinas para adelgazar. También con sofisticadas herramientas de inversión e incubación de emprendedores. Al mismo tiempo promoviendo espacios libres de regulación para innovar de la mano de sus reguladores: “areneros» se les ha llamado por su nombre en inglés sandboxes. Toda una ironía jugar con la arena en las “playas” de la regulación europea mientras el tsunami financiero avanza sin que nadie le pare.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR)

jueves, 3 de junio de 2021

No es país para startups

(Este artículo se publicó originalmente el 1 de junio de 2021 en el periódico La Información)


He revisado las portadas en papel de los principales diarios económicos españoles y nada, no aparece. He buceado en los tuits de los líderes políticos y tampoco, ni una palabra. ¿Cómo es posible que la noticia más relevante en materia de emprendedores en años no exista para la economía y la política patria? ¿Alguien puede explicar tantas grandes palabras sobre los emprendedores y promoviendo rimbombantes planes de apoyos a startups y ahora nadie se acuerde?

El pasado 26 de mayo la compañía de origen español Flywire comenzó a cotizar en el Nasdaq, el índice tecnológico de la Bolsa de Nueva York. Flywire es una fintech creada por un ingeniero valenciano. En 2008 Iker Marcaide en pleno estallido de la crisis financiera iniciaba su andadura en el prestigioso Massachusetts Technology Institute (MIT) de Estados Unidos, fue tal el quebradero de cabeza con la transferencia para el pago de la matrícula que le llevó a crear una startup de nombre Peertransfer. La idea era sencilla, montar una plataforma de pagos a los estudiantes en las universidades. La clave nacer a caballo entre Boston y Valencia; el primero uno de los ecosistemas de referencia global para la innovación y Valencia con talento de calidad y competitivo para la oficina de desarrollo. Trece años después, Flywire es uno de los pocos unicornios españoles junto a Cabify y Glovo y nuestra primera startup que logra salir al Nasdaq.

Mientras tanto en España parece que lo importante son las malas noticias de las viejas empresas. Que, si el gobierno pone y quita presidentes de una cotizada como Indra o que el Banco Sabadell y el BBVA darán la última vuelta de tuerca para reducir aún más la plantilla por no hablar del presidente de Iberdrola que acudirá “voluntariamente” a declarar en los tribunales. No es país para startups.

“Navegando a Bizancio” es uno de los poemas del poeta William Butler Yeats. Escrito en 1920, el primer verso reza asi: That is no country for old men (No es país para viejos). De este modo el premio Nobel irlandés se quejaba del poco caso que los jóvenes hacían de la experiencia de los mayores. La frase se hizo conocida en los ambientes literarios y la película de los hermanos Coen de 2007 con Barden como protagonista terminó por hacerla viral. Casi cien años después a la vista de la nula atención a los éxitos de los emprendedores españoles (salvo honrosas excepciones) podemos lamentarnos como el literato dublinés: ¡No es para para startups!

Flywire es una solución a los altos costes y a la incertidumbre de los pagos internacionales y es lo que se ha venido a llamar como una fintech. Se encuentra dentro de la industria de los servicios de pago, quizás una de las ramas financieras donde más penetración tienen en la actualidad las startups. Las nuevas tecnologías facilitan los pagos, reducen su coste y permiten dar cobertura a segmentos de población que antes tenían dificultades de acceso a este tipo de servicios. La creciente demanda ha estimulado la entrada de estas empresas tecnológicas que, mediante aplicaciones web y móvil, pasan a formar parte de los sistemas de pagos.

Siguiendo al quizás mayor experto español en venture capital Joaquín Sanz-Berrioategortúa, el término fintech procede de las palabras en inglés finance y technology, hace referencia a todas aquellas actividades que implican el empleo de la innovación y los desarrollos tecnológicos para el diseño, oferta y prestación de productos y servicios financieros. Actualmente representan alrededor del 5% del negocio bancario, pero su crecimiento está siendo muy rápido.  El número de nuevas empresas de este tipo casi se duplicó en el último año llegando a un total de 20.925 empresas.

Es muy amplio el espectro de empresas fintech que existen en el mercado, en aras de simplificar podríamos identificar los principales verticales de los emprendedores financieros.  Además de los ya explicados medios de pagos tenemos el asesoramiento patrimonial, es decir plataformas desde las que se gestiona el capital de los clientes utilizando procedimientos automatizados, que incluyen complejos algoritmos. Son conocidos como roboadvisors, robots que asesoran en las finanzas mediante carteras automatizadas pero que tienen en cuenta las circunstancias personales. Son los nuevos competidores de la banca personal y privada, una revolución en la gestión de patrimonios. Si tuviésemos que destacar en España una fintech en esta especialidad podría ser Finanbest que ofrece planes de pensiones y carteras de fondos de inversión en función del perfil de inversor, construidas mediante un modelo de inversión algorítmico sumado a muy bajos costes gracias a la automatización. La aportación mínima es de 3.000€ y la rentabilidad para sus clientes es de un 3,4% neta anual superior a la media del mercado, medida por Inverco.

Otro ámbito de las fintech son las finanzas personales. De modo y manera que ofrecen al cliente la gestión de las finanzas personales y la posibilidad de comparar distintos productos financieros. Facilitan información sobre el estado y los movimientos de sus cuentas y ofrecen productos financieros perfilados a las necesidades de los usuarios. Hacen posible organizar automáticamente los gastos en tiempo real, colocando en una misma aplicación la información financiera personal de bancos y tarjetas, de tal manera que se puede obtener predicciones financieras, así como, recomendaciones de ahorro en función de nuestro estilo de vida. Fintonic, es española y es el primer banco de este tipo de habla hispana que facilita servicios financieros gracias a su oferta de préstamos, cuentas y tarjetas, renegociación de facturas y acceso único a los movimientos de todos los bancos y tarjetas. Todo en remoto.

El tercer vertical fintech podría ser la financiación alternativa. Son préstamos rápidos online. Préstamos a particulares y empresas, de pequeños importes, concedidos de forma ágil. Y por otro lado la financiación participativa, que consiste en poner en contacto a través de una plataforma a promotores que necesitan financiación para sus proyectos con una pluralidad de inversores particulares. Este tipo de financiación, también conocida como crowdfunding, puede ser a través de préstamos (crowdlending) o mediante la emisión de determinados instrumentos financieros como son las acciones (crowdequity). Grow.ly fundada en 2014 ha sido pionera en nuestro país en este campo.

No podemos olvidar las fintech que usan tecnologías disruptivas como el bigdata, inteligencia artificial, la biometría y el blockchain. En este último caso los más llamativos están siendo los criptoactivos que son la representación de activos, registrados en formato digital, que se apoyan en la criptografía y en las tecnologías de registros distribuidos como el blockchain. Entre estos activos se encuentran las criptomonedas como el bitcoin, omnipresentes en los últimos tiempos por sus expectativas a pesar del alto grado de volatilidad y especulación.

Pero las fintech están desbordando las finanzas para alcanzar industrias como los seguros o la promoción inmobiliaria. Si siguen al doctorado por Deusto Business School, Sanz-Berrioategortúa, podrán saber que la comparación entre las entidades tradicionales del sector financiero con las nuevas fintech exige fijarse en el modelo de negocio de cada una de ellas. Se trata de lo digital frente a lo analógico. De ese modo podemos resumir en tres conceptos este cambio de paradigma. En primer lugar, el coste fijo vs coste variable. La forma tradicional de hacer empresa exige una estructura física, en las fintech todo pasa a ser coste variable y venta incremental. En segundo lugar, la fábrica vs plataforma. Tradicionalmente era dentro de las paredes de la empresa donde se crean, elaboran y gestionan las nuevas propuestas de negocio. A la inversa, las fintech operan en un entorno abierto y compartido. No funcionan como compartimentos estancos, sino frente a las caducas relaciones bidireccionales empresa-cliente, para ellas cualquier relación, hasta la más simple, es multilateral. Y por último conocimiento privado vs conocimiento compartido. En la empresa tradicional el conocimiento es considerado parte de la propiedad. Por el contrario, en las fintech el centro de gravedad se desplaza hacia los usuarios que van ganando en libertad de elección y visibilidad de la oferta gracias a la mayor transparencia que concede internet.

No quiero terminar sin recordar que Flywire ha podido llegar hasta aquí gracias a talento de sus fundadores pero también al apoyo de inversores españoles que creyeron en ellos desde el inicio del proyecto, como Kibo Ventures, el fondo de inversión liderado por Aquilino Peña y Javier Torremocha, además de agentes clave del ecosistema valenciano como Raúl Aznar o Iñaki Berenguer. Estos inversores españoles, pero también otros como Carina Szpilka, Javier Santiso, Iñaki Arrola, Jon Uriarte o Yago Arbeloa y emprendedores fintech como Lupina Iturriaga, Asier Uribeechevarria y Mireia Badía son la esperanza para que un día gritemos ¡España, si es un país para startups!.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)


viernes, 2 de marzo de 2018

Sandbox. Una caja de arena para la innovación corporativa


(este artículo se publicó originalmente el día 26 de febrero de 2018, su versión corta, en el periódico lainformacion.com dentro de la columna semanal #serendipias)


Un arenero es un espacio lleno de arena que suele situarse en parques y patios de colegios para que los niños jueguen. La arena de estos espacios mantiene a los niños entretenidos haciendo carreteras y castillos pero también les evita consecuencias mayores ante golpes o accidentes y protege a los más pequeños de los juegos más violentos de los mayores. 


En la pirotecnia las cajas de arena se usan para explotar fuegos artificiales que ya no pueden lanzarse y de ese modo amortiguar el sonido y otras consecuencias de la deflagración.

 Por último, en el ámbito de los desarrollos informáticos, el término se utiliza para referirse a un entorno de pruebas aislado que evita la eventual afección a las partes claves del sistema en funcionamiento. En ciberseguridad es habitual usar estas cajas de arena o sandbox para estudiar la evolución de un software potencialmente malicioso sin que afecte de manera real a los sistemas. 

Aunque como directivo de una empresa no te ocupen los virus informáticos, no tengas niños pequeños y lo más cerca que hayas visto fuegos artificiales sea en las fiestas de tu ciudad, me temo que cada día más a menudo oirás hablar de las sandbox. El nuevo uso del término sigue manteniendo el significado original, un lugar donde jugar, hacer pruebas o experimentar sin consecuencias irreparables. En el ámbito legal anglosajón se utiliza la expresión sandbox cuando un regulador o supervisor público permite desarrollar una determinada actividad al amparo de una autorización administrativa sin aplicar la regulación vigente en ese ámbito. Es, como recuerda el abogado Francisco Uría, un espacio de prueba en el que un determinado producto, servicio o tecnología puede chequearse en relación con un número determinado de clientes, con la seguridad de que no existirán consecuencias sancionadoras por parte de los supervisores. 

Un sandbox está concebido por tanto, para promover las mejores condiciones que favorezcan el desarrollo de nuevos modelos de negocio en el contexto de mercados regulados que se encuentran sometidos a la irrupción de la tecnología. Su objetivo es evitar que ideas innovadoras, susceptibles de repercutir en un beneficio para los consumidores, sean desechadas por las complicaciones regulatorias que impiden ponerlas en marcha. Esta técnica regulatoria se está utilizando ya en Reino Unido, Singapur, Malasia o Australia para facilitar la innovación tecnológica y la trasformación digital en ámbitos de los servicios financieros como son el fintech o el insurtech. Según Lupicinio Abogados hasta veinte países han anunciado al día de hoy la implantación de alguna forma de regulatory sandbox, dentro de una estrategia más amplia para atraer el talento internacional emprendedor. En España la CNMV ha incluido en su plan de actividades de 2018 el estudio de este fenómeno y no son pocas las voces que reclamaban su implantación inmediata de cara a mejorar el ecosistema de innovación en el sector financiero español. 

Es tal su utilidad, que los sandbox están desbordando el ámbito regulatorio para introducirse en el corazón de las grandes corporaciones coincidiendo con la disrupción tecnológica. Ante un escenario cada vez más cambiante y competitivo, las organizaciones han visto en el emprendimiento corporativo una vía para adoptar los exitosos modelos de innovación disruptiva de las startups, ya sea tendiendo puentes de colaboración con estas mediante fórmulas de innovación abierta o promoviendo el espíritu emprendedor de sus propios trabajadores. Pero es sabido que los procesos y procedimientos matan muchas nuevas ideas en las grandes empresas, más aún si hablamos de emprendimiento corporativo donde habitualmente el elefante -la multinacional- acaba pisando a la gacela -el intraemprendedor-. Por eso para evitar que la burocracia, el status quo o las jerarquías puedan convertirse en un freno para la innovación tecnológica, las empresas pioneras en innovación abierta implantaron en su día fast tracks, inspirados en esos servicios de las compañías aéreas que permiten que los clientes VIPS no esperen largas colas y embarquen directamente. De modo y manera que los emprendedores disponían de un camino expedito para innovar en las compañías. El siguiente paso en esta estrategia facilitadora, son los sandbox. Esta caja de arena garantiza el mejor ambiente para emprender dentro de una organización. Un ambiente que es algo más que espacios abiertos de trabajo o financiación para crecer, es un ecosistema dentro de la corporación que blinde a las startups y que les permita trascender los procedimientos corporativos y hasta las políticas basadas en la tradición y la cultura de la empresa, que lastran su velocidad de crecimiento. 

¿Se nos ocurre otra forma de promover en las empresas el uso de una tecnología como el blockchain, con sus derivadas en criptomonedas, ICOs o smart contracts, que no sea aislándola en nuestro “arenero”? ¿Acaso alguien cree que pasaría el estricto control de la asesoría jurídica de turno? La otra opción es dejar escapar el tren de las innovaciones disruptivas. Un sandbox es el único camino para compatibilizar la velocidad de los emprendedores con los objetivos corporativos al facilitar un ambiente controlado de prueba y error. Además, permite una estrecha colaboración entre startups y corporaciones donde ambos aprenden y puede funcionar la innovación abierta. Es una herramienta indispensable para que los intraemprendedores, muchas veces directivos, no lastren ellos mismos sus proyectos por miedo a traicionar el legacy de sus empresas. Todo sea por proteger el emprendimiento de la tediosa e improductiva lentitud de las multinacionales. El último libro del ideólogo de la filosofía lean startup, Eric Ries "The Startup Way: How Entrepreneurial Management Transforms Culture and Drives Growth" nos avisa de que la única forma de sobrevivir a los cambios que se avecinan es que “todos los empleados tendrán que tener la oportunidad de ser emprendedores y sus ideas serán respetadas e impulsadas”. Los sandbox van en esa dirección.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

lunes, 31 de octubre de 2016

Disrupción en el retail

(este artículo fue publicado originalmente en la revista Contact Center del mes de octubre de 2016)

La palabra retail no existe en el idioma castellano,  se usa en inglés para referirse “a la venta minorista”. Tampoco existe en el español la palabra “incumbente”, un calco también del idioma de Shakespeare. En economía llamamos “incumbentes” a aquellas empresas que llevan años en un mercado y que disponen de una posición de dominio precisamente por ello.

En cambio la voz insurgente sí aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE); dos son los significados sugeridos: levantado y sublevado. En ambos la acción o si quieren la reacción, está muy presente. La actual dirección de la RAE se ha caracterizado por su dinamismo para incorporar nuevas entradas cuando su uso es habitual. Más pronto que tarde incorporará a los incumbentes porque el fenómeno que define la situación económica del momento les ha puesto en el punto de mira debido a que unos agentes nuevos, los “insurgentes” -jóvenes emprendedores-, les están desplazando del liderazgo que han disfrutado en las últimas décadas.

Hoy los jóvenes tienen en su poder armas inéditas, hasta ahora, para su empoderamiento y han empezado a usarlas. La tecnología y el capital están a su disposición y por primera vez en la historia no importa donde nazcas o si dispones o no de dinero...si tienes talento puedes conseguir que tus ideas se hagan realidad. El vehículo de este fenómeno es el emprendimiento. En los años 70 si querías cambiar el mundo montabas una banda de rock, hoy los jóvenes idealistas crean una startup. Esta tendencia se ha convertido en global y España no es una excepción.

Si repasamos los mejores expedientes de los egresados en nuestras  universidades veremos que se han convertido en emprendedores, algunos ya creando cientos de empleos y recibiendo inversiones millonarias. Sus ámbitos de actuación son nuevos, modelos de negocios que nadie reparó antes, pero que están funcionando. La venta de entradas online, las nuevas bebidas, los tractores autónomos, la segunda mano por internet…son ejemplos de sus disrupciones.

Los emprendedores están obligando a que la mayoría de las industrias se reinventen. Pronto serán todos los sectores los que habrán de cambiar hacia un nuevo modelo en el que quien no lo haga, verá como esos “insurgentes”, revientan su mercado con sus innovaciones. Unos jóvenes suecos que con 24 años crearon Spotify cambiaron la industria de la música con las descargas online; dos startups de veinteañeros como Uber y AirnBnb han revolucionado el mundo del trasporte y el turismo. ¿Tendríamos tarifa plana en nuestros teléfonos sin el talento de un valiente emigrante ucraniano que creó Whatsapp?; comunicarse nunca será lo mismo gracias a la empresa que fundó Marc Zuckerberg con 20 años, y la seguridad en internet tiene un antes y después de que el emprendedor guatemalteco Luis Von Aul crease los captchats, esos números torcidos que tenemos que escribir antes de rellenar un formulario en línea. Podríamos seguir dando ejemplos de jóvenes emprendedores que amenazan años  de tranquilidad de las empresas “incumbentes”, pero no tendríamos suficiente espacio en este artículo.

El Foro Económico Mundial, reunido como todos los años en Davos, pronosticó este mes de enero que el 65% de los empleos del 2020 ni siquiera existen en este momento. Por ello, si quieres predecir el futuro, habla con los emprendedores, visita las incubadoras y aceleradoras donde se alojan. Están muy cerca de tu lugar de trabajo o residencia y están inventando el futuro de la economía.

Y si el Foro de Davos presagiaba esta employement revolution, el Retail Big Show, evento de referencia del retail a nivel mundial celebrado anualmente en la Ciudad de Nueva York, auguraba otra predicción revolucionaria cuando, en su edición de 2013, concluía que el comercio cambiaría en los próximos cinco años el equivalente a la transformación experimentada en las últimas cinco décadas.

Un futuro que no será ni on ni off, sino “omnicanal”, con el cliente en el centro de la escena. Un cliente conectado, donde quiera y cuando quiera, que exige a los retailers un nuevo modelo de relación. Un cliente mucho más exigente, más informado, más responsable, más solidario y, ante todo, menos fiel; que prioriza la comodidad, utilizando cualquier canal a su alcance para encontrar aquello que busca.

Según un estudio llevado a cabo por Goldman Sachs, en cinco años la generación millenial podría representar un tercio de las ventas en retail. Clientes impulsivos, impacientes, caprichosos, que demandan respuesta inmediata y eficaz, que comparten sus gustos y experiencia de compra, y que, en muchos casos, pueden disponer de más información sobre un producto que el propio retailer.

Vivimos en un mundo en el que las líneas móviles ya han alcanzado la cifra de habitantes del planeta. Los dispositivos móviles nos acompañan a todas partes, y sin lugar a dudas serán, en un futuro no muy lejano, el eje principal en la toma de decisiones e impulso de las conversiones por parte de los clientes.

Efectivamente, estamos inmersos en una auténtica, profunda y de consecuencias desconocidas, retail revolution, en la que “el tamaño ya no importa”. Es la hora de los “pequeños bebés tiburones”, los “insurgentes” del retail. Es la ley del mar: los viejos escualos que no pueden ya nadar con rapidez son devorados por los más rápidos y hambrientos, que, con un poco de suerte, en su día serán tiburones grandes.

Y todo ello combinado con un emergente “ejército de clientes”, cada vez más tecnológico, más alineado, más cooperador y colaborador, que exige a los retailers un esfuerzo continuo e incesante de prácticas innovadoras y comportamientos éticos, responsables y transparentes.

La tecnología ha saltado de las empresas y las oficinas al individuo, proporcionándole un poder sin precedentes en la historia de la humanidad. Facebook y Twitter, las redes sociales más usadas en el mundo, se han convertido en el “libro de reclamaciones de los consumidores”.

Cuando los detonantes de la primera, segunda y tercera revolución comercial fueron, respectivamente, el nacimiento de los grandes almacenes, los hipermercados y los e-shoppers; la cuarta, en la que estamos inmersos, es el de la disrupción. Es innovación, tecnología, creatividad, hibridación, cooperación, colaboración, transparencia, ética, responsabilidad y sostenibilidad. Y en el centro del tablero, un cliente con todo el poder en sus manos, o, mejor dicho, en sus smartphones.

Y si a estas alturas de la presente reflexión todavía hay algún incrédulo le animamos a que lea atentamente esta explicación: en los bolsillos de los chicos y chicas de hoy tienen en sus smartphones más capacidad de computación que todos los ordenadores de la NASA cuando el hombre llego a la Luna… y la están empezando a usar. Tienen acceso, de manera libre, a todo el conocimiento de la historia; pueden hacer llegar a los inversores de Boston, Israel o Londres sus planes de negocio porque todos quieren invertir en ellos; no hay gran empresa en el mundo que no esté detrás de su trabajo para acelerar sus startups y de paso "contagiarse" de sus innovaciones.

El estudio de los ecosistemas más dinámicos ha demostrado que el papel de las instituciones en este terreno es clave con actuaciones concertadas de gobiernos, normas y sociedad civil. Así se puso de manifiesto en las ponencias y debate de Madrid Retail Congress, celebrado hace unas semanas en la capital de España

La historia nos ha enseñado que se llega más lejos sumando fuerzas y no restando. No hagamos de este momento una batalla entre insurgentes e incumbentes, entre los nuevos y los viejos, entre los  emprendedores y las empresarios. Al contrario, el crecimiento será exponencial si trabajamos juntos.

Las startups están reinventando el capitalismo para volver a sus esencias. Mercados en el que no haya asimétricas de la información, con menos barreras de entrada y salida, en el que el talento sea lo que determine el éxito y no los "contactos". Pero si todo ello no fuera suficiente, además estos jóvenes están consiguiendo con sus disrupciones que el mundo sea mejor, más decente.

Vivimos uno de los mejores periodos de la historia para ser joven. Aprovechar ese potencial al servicio de la humanidad nos exigirá a todos, con independencia de nuestra edad, una tarea: levantarnos de nuestra comodidad para  colaborar y cooperar con humildad.​

Iñaki Ortega es Doctor en Economía y Director de Deusto Business School

Guillermo Gonzalez es Promotor de Madrid Retail Congress y Director General de la Confederación de Comercio de Madrid (COCEM)