(Este artículo se publicó originalmente el 1 de junio de 2021 en el periódico La Información)
El pasado 26 de mayo la compañía de origen español
Flywire comenzó a cotizar en el Nasdaq, el índice tecnológico de la Bolsa de
Nueva York. Flywire es una fintech creada por un ingeniero valenciano.
En 2008 Iker Marcaide en pleno estallido de la crisis financiera iniciaba su
andadura en el prestigioso Massachusetts Technology Institute (MIT) de Estados
Unidos, fue tal el quebradero de cabeza con la transferencia para el pago de la
matrícula que le llevó a crear una startup de nombre Peertransfer. La idea era sencilla,
montar una plataforma de pagos a los estudiantes en las universidades. La clave
nacer a caballo entre Boston y Valencia; el primero uno de los ecosistemas de
referencia global para la innovación y Valencia con talento de calidad y
competitivo para la oficina de desarrollo. Trece años después, Flywire es uno
de los pocos unicornios españoles junto a Cabify y Glovo y nuestra primera
startup que logra salir al Nasdaq.
Mientras tanto en España parece que lo importante son
las malas noticias de las viejas empresas. Que, si el gobierno pone y quita presidentes
de una cotizada como Indra o que el Banco Sabadell y el BBVA darán la última
vuelta de tuerca para reducir aún más la plantilla por no hablar del presidente
de Iberdrola que acudirá “voluntariamente” a declarar en los tribunales. No es
país para startups.
“Navegando a Bizancio” es uno de los poemas del poeta
William Butler Yeats. Escrito en 1920, el primer verso reza asi: That is no
country for old men (No es país para viejos). De este modo el premio Nobel
irlandés se quejaba del poco caso que los jóvenes hacían de la experiencia de
los mayores. La frase se hizo conocida en los ambientes literarios y la
película de los hermanos Coen de 2007 con Barden como protagonista terminó por
hacerla viral. Casi cien años después a la vista de la nula atención a los
éxitos de los emprendedores españoles (salvo honrosas excepciones) podemos lamentarnos como el literato dublinés: ¡No
es para para startups!
Flywire es una solución a los altos costes y a la
incertidumbre de los pagos internacionales y es lo que se ha venido a llamar
como una fintech. Se encuentra dentro de la industria de los servicios
de pago, quizás una de las ramas financieras donde más penetración tienen en la
actualidad las startups. Las nuevas tecnologías facilitan los pagos, reducen su
coste y permiten dar cobertura a segmentos de población que antes tenían
dificultades de acceso a este tipo de servicios. La creciente demanda ha
estimulado la entrada de estas empresas tecnológicas que, mediante aplicaciones
web y móvil, pasan a formar parte de los sistemas de pagos.
Siguiendo al quizás mayor experto español en venture
capital Joaquín Sanz-Berrioategortúa, el término fintech procede de las
palabras en inglés finance y technology, hace referencia a todas
aquellas actividades que implican el empleo de la innovación y los desarrollos
tecnológicos para el diseño, oferta y prestación de productos y servicios
financieros. Actualmente representan alrededor del 5% del negocio bancario,
pero su crecimiento está siendo muy rápido. El número de nuevas empresas
de este tipo casi se duplicó en el último año llegando a un total de 20.925
empresas.
Es muy amplio el espectro de empresas fintech
que existen en el mercado, en aras de simplificar podríamos identificar los
principales verticales de los emprendedores financieros. Además de los ya
explicados medios de pagos tenemos el asesoramiento patrimonial,
es decir plataformas desde las que se gestiona el capital de los clientes
utilizando procedimientos automatizados, que incluyen complejos algoritmos. Son
conocidos como roboadvisors, robots que asesoran en las finanzas
mediante carteras automatizadas pero que tienen en cuenta las circunstancias
personales. Son los nuevos competidores de la banca personal y privada, una
revolución en la gestión de patrimonios. Si tuviésemos que destacar en España
una fintech en esta especialidad podría ser Finanbest que ofrece planes de
pensiones y carteras de fondos de inversión en función del perfil de inversor,
construidas mediante un modelo de inversión algorítmico sumado a muy bajos
costes gracias a la automatización. La aportación mínima es de 3.000€ y la
rentabilidad para sus clientes es de un 3,4% neta anual superior a la media del
mercado, medida por Inverco.
Otro ámbito de las fintech son las finanzas
personales. De modo y manera que ofrecen al cliente la gestión de las
finanzas personales y la posibilidad de comparar distintos productos
financieros. Facilitan información sobre el estado y los movimientos de sus
cuentas y ofrecen productos financieros perfilados a las necesidades de los
usuarios. Hacen posible organizar automáticamente los gastos en tiempo real,
colocando en una misma aplicación la información financiera personal de bancos
y tarjetas, de tal manera que se puede obtener predicciones financieras, así
como, recomendaciones de ahorro en función de nuestro estilo de vida. Fintonic,
es española y es el primer banco de este tipo de habla hispana que facilita
servicios financieros gracias a su oferta de préstamos, cuentas y tarjetas,
renegociación de facturas y acceso único a los movimientos de todos los bancos
y tarjetas. Todo en remoto.
El tercer vertical fintech podría ser la financiación
alternativa. Son préstamos rápidos online. Préstamos a particulares y
empresas, de pequeños importes, concedidos de forma ágil. Y por otro lado la
financiación participativa, que consiste en poner en contacto a través de una
plataforma a promotores que necesitan financiación para sus proyectos con una
pluralidad de inversores particulares. Este tipo de financiación, también
conocida como crowdfunding, puede ser a través de préstamos (crowdlending) o
mediante la emisión de determinados instrumentos financieros como son las
acciones (crowdequity). Grow.ly fundada en 2014 ha sido pionera en nuestro país
en este campo.
No podemos olvidar las fintech que usan tecnologías
disruptivas como el bigdata, inteligencia artificial, la biometría y el
blockchain. En este último caso los más llamativos están siendo los
criptoactivos que son la representación de activos, registrados en formato
digital, que se apoyan en la criptografía y en las tecnologías de registros
distribuidos como el blockchain. Entre estos activos se encuentran las
criptomonedas como el bitcoin, omnipresentes en los últimos tiempos por sus
expectativas a pesar del alto grado de volatilidad y especulación.
Pero las fintech están desbordando las finanzas para
alcanzar industrias como los seguros o la promoción inmobiliaria. Si siguen al
doctorado por Deusto Business School, Sanz-Berrioategortúa, podrán saber que la
comparación entre las entidades tradicionales del sector financiero con las
nuevas fintech exige fijarse en el modelo de negocio de cada una de ellas. Se
trata de lo digital frente a lo analógico. De ese modo podemos resumir en tres
conceptos este cambio de paradigma. En primer lugar, el coste fijo vs coste
variable. La forma tradicional de hacer empresa exige una estructura
física, en las fintech todo pasa a ser coste variable y venta
incremental. En segundo lugar, la fábrica vs plataforma.
Tradicionalmente era dentro de las paredes de la empresa donde se crean, elaboran
y gestionan las nuevas propuestas de negocio. A la inversa, las fintech
operan en un entorno abierto y compartido. No funcionan como compartimentos
estancos, sino frente a las caducas relaciones bidireccionales empresa-cliente,
para ellas cualquier relación, hasta la más simple, es multilateral. Y por
último conocimiento privado vs conocimiento compartido. En la empresa
tradicional el conocimiento es considerado parte de la propiedad. Por el
contrario, en las fintech el centro de gravedad se desplaza hacia los
usuarios que van ganando en libertad de elección y visibilidad de la oferta
gracias a la mayor transparencia que concede internet.
No quiero terminar sin recordar que Flywire ha podido
llegar hasta aquí gracias a talento de sus fundadores pero también al apoyo de
inversores españoles que creyeron en ellos desde el inicio del proyecto, como
Kibo Ventures, el fondo de inversión liderado por Aquilino Peña y Javier
Torremocha, además de agentes clave del ecosistema valenciano como Raúl Aznar o
Iñaki Berenguer. Estos inversores españoles, pero también otros como Carina
Szpilka, Javier Santiso, Iñaki Arrola, Jon Uriarte o Yago Arbeloa y
emprendedores fintech como Lupina Iturriaga, Asier Uribeechevarria y Mireia
Badía son la esperanza para que un día gritemos ¡España, si es un país para
startups!.
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la
Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
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