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lunes, 8 de abril de 2024

¿Qué les pasa a los europeos?

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 6 de abril de 2024)

El presidente Macron anunció en París hace unas pocas semanas que no descarta tropas francesas en Ucrania. En Alemania el gobierno del canciller Scholz se está planteando volver a un servicio militar obligatorio. Un renacido Donald Tusk saca pecho estos días porque Polonia es el país de la OTAN que más gasta en armamento en relación con su PIB.  Mientras tanto aquí INDRA, la empresa tecnológica participada por el estado español, ha celebrado por todo lo grande la presentación de su nuevo plan estratégico en el que prevé un crecimiento de un 40% de su facturación hasta alcanzar los 6.000 millones de euros debido al auge del sector de la defensa con proyectos emblemáticos que incluyen además de software de seguridad, aviones de combate o una nueva división de espacio satelital.

El embajador Pablo García-Berdoy lleva tiempo defendiendo que en el actual contexto geopolítico de guerras y conflictos para Europa es imprescindible contar con un sistema de defensa que sea capaz de hacer frente a las amenazas regionales y globales.  La Política Común de Seguridad y Defensa, así como la Ley de Refuerzo de la Industria Europea de Defensa mediante Adquisiciones Comunes o el esperado Programa Europeo de Inversiones en Defensa, son el marco perfecto para intensificar una colaboración público-privada que diseñe y ponga en marcha unas capacidades renovadas para la defensa. La mayoría de nuestros socios europeos lo ven claro y nuestra industria también. Hasta la ministra Margarita Robles se ha cansado de repetirlo con poco éxito dentro del gabinete en el que se mantiene la pulsión pacifista del socio del PSOE.

Más allá de poner la bandera de Ucrania en los avatares de redes sociales, no sabemos si esta tendencia es compartida por la ciudadanía europea. A las puertas de unas elecciones europeas en junio no estaría mal conocer si empresas, estados y ciudadanos van alineados. A eso se ha dedicado un reciente estudio que ha analizado la conversación digital en la red social X durante el último año en España, Francia, Alemania, Italia, Portugal, Polonia, Suecia, Países Bajos y Rumanía. En total se han analizado casi un millón de perfiles y más de 17 millones de mensajes. Y la sorpresa es que defensa y política exterior -con cerca de la mitad de todas las menciones identificadas- y ampliación y vecindad -con una de cada cuatro- destacan de manera muy significativa como los temas de conversación más relevantes. En un año que ha seguido marcado por la agresión rusa sobre Ucrania, así como por los ataques terroristas y las tensiones migratorias, la ciudadanía europea manifiesta un interés creciente por cómo la Unión se enfrenta a esas amenazas externas. La mala noticia es que la conversación predominante es ,como se dice en las redes, “hater”. El sentimiento mayoritario es negativo con un 60% de las menciones analizadas en las conversaciones sobre esta temática. La defensa y la ampliación enfadan a la vieja Europa con alemanes, italianos y franceses exhibiendo los niveles de hostilidad más elevados en la conversación social, con un 56%, 51% y 47% de sentimiento negativo neto respectivamente.

Y la muestra de que la defensa es algo que preocupa de verdad, es que esos mismos europeos apenas muestran interés por los problemas de competitividad y tampoco compran el optimismo de los expertos en la lucha contra el cambio climático Ahora el reto, especialmente para España, es superar ese acaloramiento del debate y la calculada ambigüedad del gobierno. Nuestra industria española de defensa que está demostrando una importante capacidad para producir y exportar productos y servicios en el sector terrestre, naval y aéreo, así como en los sistemas de información y comunicaciones requeridos por las operaciones militares, ha de ser percibida como una oportunidad para millones de españoles.  Empresas como Airbus, ITP, Navantia, Oesía o Aciturri además de la citada Indra son algunos ejemplos de esta nueva armada española.

En los próximos años se abre un escenario muy atractivo para todas aquellas compañías, pero también profesionales que quieran crecer en el campo de la seguridad y la defensa. Lejos de ser una responsabilidad exclusiva de los estados miembros, se hace inevitable una intensa colaboración público-privada para reforzar las capacidades europeas y una intensa pedagogía social. La industria española presenta un nivel de madurez elevado en este ámbito, estando en condiciones de afrontar el diseño y despliegue de proyectos europeos. Es probable que aquellas empresas que no participen de forma activa y temprana de esta dinámica de colaboración público-privada encuentren crecientes dificultades para mantener su competitividad y su capacidad de hacer negocio en el sector; pero también aquellos estados que se dejen vencer por trasnochados discursos pacifistas dejarán sin unas indudables oportunidades de empleo y por tanto bienestar para sus habitantes.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 10 de julio de 2023

Wagner, no solo en Rusia

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 8 de julio de 2023)

Los atajos siempre han existido, son consustanciales al ser humano. Salirse de la seguridad del camino señalizado para llegar antes, aunque eso suponga transitar por una vereda inhóspita, es habitual. La fortísima tentación de ahorrar tiempo, aun sabiendo que en ocasiones no compensa, bien porque te pierdes, bien porque llegas agotado. El peligro está cuando atajar ha funcionado en anteriores ocasiones porque nuestra mente cae en la trampa de que los éxitos pasados aseguran éxitos futuros.

Algo así le ha pasado a Putin con el ejército Wagner, pero no solo a él.  El primer atajo liderado por Prigozhin, líder de los mercenarios, fue hace ocho años para conquistar la región ucraniana de Dombás y funcionó. Luego asistieron a las fuerzas separatistas de las auto declaradas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y también salió bien. A partir de ahí este ejército de matones participó en guerras civiles donde Rusia tiene intereses, Siria, Libia, Centroáfrica y Malí. La trampa mental se había instalado en el Kremlin y no había razón para pensar que iba a salir mal en la operación especial de Ucrania. Pero este atajo compuesto de expresidiarios y pandilleros ha conseguido poner en jaque al oligarca ruso.

A Pablo Iglesias también le han gustado los atajos. Derrotar en una asamblea del partido a los díscolos es agotador y exige tiempo. Expulsar a los críticos es rápido y mientras Podemos estaba en auge, no tenía desgaste alguno en las elecciones. Por eso fueron cayendo uno a uno todos los fundadores del partido de Pablo Iglesias, desde Errejón a Bescansa pasando por Luis Alegre o Ramón Espinar. El siguiente atajo era cambiar la imagen de Podemos con el trampantojo de Yolanda. Este sesgo cognitivo de que lo que ha funcionado antes volverá a funcionar (y la admiración maoísta de muchos de ellos) llevó a pensar a los directivos podemitas que las purgas periódicas nunca tendrían consecuencia en votos, pero en el 28M se quedaron sin representación en media España. El Wagner de Podemos ha sido Yolanda Diaz con Sumar que se ha revuelto contra Iglesias antes de que fuese ella misma apartada. Para ello, al igual que Prigozhin ha tenido que tomar decisiones drásticas como sacar de las listas a Irene Montero. Putin no olvidará los blindados a las puertas de Moscú, Iglesias tampoco.

Todo lo que acabamos de ver tiene un término que lo resume: la heurística. Es la capacidad que tiene el ser humano para crear o inventar algo, con la finalidad de proporcionar estrategias que ayuden a la resolución de un problema. La RAE va más allá y considera que la heurística, en algunas ciencias, es la manera de buscar la solución de un problema mediante métodos no rigurosos.

En la economía moderna es habitual el uso de la heurística. En concreto en el contexto de la conocida como economía del comportamiento que analiza las razones por las cuales el ser humano no toma siempre las decisiones racionales. Después de estudiar miles de comportamientos fallidos, estos economistas concluyeron que nuestras emociones nos engañan. Y de ahí surgió la fe en la heurística entendida como una serie de reglas de la toma de decisiones rápidas que usamos para simplificar nuestras elecciones diarias y que a menudo funcionan bien, pero en ocasiones crean sesgos o trampas mentales. En otras palabras, en determinadas situaciones, la heurística nos lleva a cometer errores sistemáticos, pero si la usamos adecuadamente puede ayudarnos para bien.


Kahneman y Thaler han recibido respectivamente el premio de la academia sueca por su trabajo en este ámbito.  Existen dos tipos de cerebros, el reptiliano y el racional. El primero es rápido y el segundo es lento. Pero estamos diseñados para funcionar con el primero que es inmediato y no exige esfuerzo como el segundo y eso nos hace tomar decisiones equivocadas. Los atajos son parte de ese pensamiento reptiliano que nos hace fallar tanto. La buena noticia es que estas trampas mentales se pueden vencer e incluso utilizarlas para engañar al cerebro y permitir que se tomen buenas decisiones.

Ahora piensa si en tu empresa se usan atajos para cumplir los planes operativos. O si en tu sector a veces se utilizan métodos no rigurosos para conseguir vender más o a mejor precio situándose en los márgenes de las leyes de competencia. Incluso si en tu desarrollo profesional te has apoyado en atajos para alcanzar antes una determinada posición, aunque por el camino haya quedado una vieja amistad. Hasta el partido político que vas a votar en las próximas elecciones, sea el que sea, quizás en alguna ocasión optó por la vía rápida y sencilla de ocultar sus planes al electorado. Wagner no solo existe en Rusia.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC





lunes, 4 de julio de 2022

Lo que vino con Biden

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 1 de julio de 2022)

La deseada instantánea con el presidente americano por fin ha llegado, pero a la vez otras cosas han desembarcado desde el otro lado del Atlántico que a Pedro Sánchez no le van a suponer tanta alegría.

El álbum de fotos de la Moncloa se va a quedar pequeño con tantos retratos que incluir, Sánchez con Biden, Begoña con la primera dama y también con Joe, nuestro presidente posando en el Prado, de anfitrión supervisando los trabajos en IFEMA o bromeando en el Palacio Real y hasta las nietas del mandatario en chándal tendrán su hueco… Lo que, me temo, no le va a gustar tanto son las noticias que han llegado al mismo tiempo con la delegación americana.  

En Torrejón aterrizaba el Air Force One y los dosieres en las mesas del avión destacaban las palabras de Jerome Powell de la Reserva Federal reconociendo su incapacidad en estos meses para frenar la inflación, todo ello tras la mayor subida de tipos desde hace tres décadas. El riesgo de que la inflación se cuele en la primera economía del mundo provocando destrucción de empleo, es ya una realidad. A ningún político le gusta el paro y menos a uno americano tan acostumbrado al pleno empleo.

Mientras la limusina de Biden conocida como “La Bestia” circulaba por el Paseo de la Castellana, los asesores del presidente le ponían al día de las últimas noticias de la comisión de investigación de la Cámara de Representantes sobre el ataque al Capitolio. Un miembro del gabinete de Trump había reconocido que el anterior presidente ordenó quitar los detectores de metales porque los alborotadores armados “no me van a atacar a mí”. Lejos de provocar un hundimiento de Trump en las encuestas, le cuentan a Biden sus asistentes a punto de llegar al Paseo de Recoletos, estas noticias hacen que aumente la popularidad del empresario hotelero, en una suerte de sima que se agranda, la mitad de la nación le odia y la otra le idolatra.

Dos crisis, a cuál peor, se han enquistado en Estados Unidos y avanzan peligrosamente hacia esta parte del mundo. La economía americana sufre una inflación inédita que tiene su origen -a diferencia de la europea- en un shock de demanda o lo que es lo mismo un aumento voraz del consumo que las empresas no pueden atender y que lleva a que los compradores paguen más por satisfacer sus necesidades. Pero como si de un ser vivo se tratase, la inflación allí ha ido mutando y ahora es tan importante la originada por la demanda como la tiene su origen en la oferta. Si quieren entender un poco mejor esta realidad los animo a seguir al economista de ING, Paco Quintana. Básicamente, el alza de los precios de la energía, el trasporte internacional pero también la falta de trabajadores (la archiconocida “Gran Dimisión”) han tensionado los precios provocando un nuevo shock, ahora de oferta. Para llorar sin trabajas en la Reserva Federal, cuyo único mandato es política monetaria para mantener precios estables.

La división irreconciliable de la sociedad americana no se ha difuminado con la llegada de Biden a la Casa Blanca. La penúltima demostración ha sido la decisión del Tribunal Supremo de anular la sentencia de 1973 que garantizaba el derecho al aborto. Para unos un retroceso en los derechos de la mujer, para otros se fortalece la democracia representativa ya que los jueces dejan en manos de las cámaras estatales la decisión última. Citando a Adolfo Corujo desde su atalaya de Miami, en Estados Unidos se vive la realidad como si el pueblo estuviese en dos salas de cine diferentes. Unos, que pueden ser votantes demócratas, luchan por la igualdad y defienden la cultura de la cancelación (boicotear a todos los que osen ir en contra de lo políticamente correcto). Otros, que apoyan un neoconservadurismo, se apalancan en el descontento social para derribar consensos como la libre circulación de personas y mercancías. Cada uno ve, lee y escucha sus noticias y la brecha entre ambos no deja de aumentar.

Cuando el bedel de la Moncloa guarde la última bandera de las barras y estrellas, Sánchez hará un respingo porque sabe lo que viene ahora. Biden se ha ido, pero ha dejado en España dos problemas que no dejan de crecer y que sufre el amigo americano. La inflación y el adanismo. Los precios están desbocados en nuestro país y ninguna de las medidas del gobierno son capaces de frenar la escalada.  Para colmo la subida de tipos del Banco Central Europeo aprieta más la soga a los españoles por el encarecimiento de las hipotecas. El verano será el más caro de la historia y a nuestra inflación basada en un shock de oferta (los productos se han encarecido porque las materias primas y la energía que utilizan las empresas son más caras por la Guerra y la reseca pandémica) se retroalimentará porque estamos agotados de tantas malas noticias y vamos a gastar en vacaciones como si no hubiese un mañana (shock de demanda).

Adán, dice la Biblia, fue el primer hombre en la faz de la Tierra. Y así se sienten algunos en Estados Unidos, pero también en España. Como si fuesen los primeros que defienden la democracia o los pioneros en escuchar a los desfavorecidos.  Ese adanismo que divide al pueblo americano ha fructificado en España. Despreciamos las ideas de los demás, se gobierna sin tener en cuenta la experiencia de los que te precedieron, hasta llegamos a pensar que hemos inventado la democracia o pensamos que somos los únicos que pueden gestionar los problemas y, por supuesto, la culpa de todo siempre la tienen los demás. Ese adanismo patrio, alimenta un populismo en tus seguidores y al mismo tiempo el de tus adversarios. Si las cosas van bien, no hay mayor problema, pero ¡ay! si la coyuntura es mala como la actual.  Gobernar creyéndose Adán y con la economía en contra, tiene un final conocido que no es otro que ser expulsado del jardín del Edén, como en las sagradas escrituras. Sánchez tiene un año por delante para enmendarlo sino enfilará la carretera de La Coruña en dirección a Madrid, eso sí con su álbum de fotos bajo el brazo.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC