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lunes, 2 de mayo de 2022

El primo turco de Feijóo

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día de 28 abril de 2022)


Aunque no lo sepa, Feijóo tiene un primo turco.  O si no es primo, por lo menos tienen mucho en común a la luz del plan económico presentado por el gallego a Pedro Sánchez.

Alberto Núñez Feijóo nació en los años 60 en Orense, Daron Acemoğlu en esa misma década en Estambul. Uno se fue a estudiar derecho a Santiago de Compostela; el otro, economía a Londres. Al terminar, Alberto obtuvo una plaza de funcionario público en Galicia y Daron, una de profesor titular en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).  Núñez Feijóo rápidamente ascendió en la administración y Acemoğlu igualmente hasta llegar a ser catedrático en el MIT. Pero lo que les une, y lo desconocen, es que sus trayectorias han estado guiadas por la defensa de las instituciones y de la institucionalidad. Uno desde la praxis política y el otro desde la teoría académica,

Comencemos por recordar los dos conceptos. Instituciones son aquellos organizaciones que desempeñan una función de interés público. La institucionalidad es una escuela de pensamiento en la economía que defiende que las reglas del juego en una sociedad las marcan las instituciones y en función de ellas la economía prospera. Hace dos siglos John Stuart Mill dejó escrito que “las sociedades son económicamente exitosas cuando tienen buenas instituciones económicas y son estas instituciones las que causan la prosperidad”. Esas palancas de desarrollo, para este consenso académico, son la estructura de derechos de propiedad y la existencia de mercados competitivos.

Acemoğlu ha dedicado toda su vida universitaria a demostrar que la institucionalidad económica explica fuertemente las diferencias existentes en el crecimiento y el desarrollo entre países. En 2012 junto al profesor James A. Robinson publicaron el célebre libro “Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”. Los autores analizaron numerosos aspectos de la economía, la sociología o la política para encontrar los motivos que llevan a unos lugares a prosperar frente a otros. La tesis del libro es que son las instituciones de un territorio las que lo van a hacer prosperar. Es decir, la forma en que las sociedades se organizan. Si por ejemplo son respetuosas con la propiedad privada, garantizan una separación de poderes efectiva o posibilitan el correcto funcionamiento de una economía de libre mercado, habrá una buena calidad de vida. Para Acemoğlu la clave de la prosperidad de los paises no reside en qué lugar del planeta está situado. La clave es si disfruta de instituciones inclusivas, es decir leyes, empresas, gobiernos que promueven la igualdad de oportunidades con incentivos, inversión e innovación y un ecosistema en el que la mayoría de los ciudadanos puede desarrollar su talento. En cambio, fracasan cuando las instituciones son extractivas o lo que es lo mismo buscan que todo siga igual. Corrupción, burocracia, opacidad, mal sistema judicial, ineficiencia en la gestión del gobierno, inexistentes políticas de libre competencia o pésimos manejos presupuestarios definen esas no deseables instituciones.

No es fácil construir una buena institucionalidad económica pero el “Plan de medidas urgentes y extraordinarias en defensa de las familias y la economía de España” presentado por Núñez Feijoo, va en esa dirección. Es inclusivo porque huye de las siglas políticas para que otras sensibilidades políticas puedan incorporarse. Además, establece una batería de medidas como rebajas fiscales y ayudas directas para la igualdad de oportunidades al centrarse en la parte de la población con menores ingresos. Busca reducir el gasto burocrático y las partidas superfluas del presupuesto público. Reduce ministerios y apuesta por la evaluación ex ante del gasto público Promueve la transparencia y el reforzamiento de órganos independientes de control como la AIREF. En cuanto a los fondos Next Generation, siguiendo el caso francés e italiano, defiende que se usen para reducir la carga fiscal que impacte en los más necesitados. Al mismo tiempo busca que el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia se convierta en una herramienta de cohesión para que no solo se beneficien las grandes corporaciones y las administraciones sino también las pymes y autónomos.

Que el plan sea institucionalista no es garantía de infalibilidad debido a la diabólica situación de cuasi estanflación a la que vamos abocados, con los precios desbocados y el crecimiento bajo mínimos. Tocar una tecla para aliviar a los sectores más perjudicados por la pandemia y la guerra, como el turismo o la industria, puede alimentar la escalada del IPC. No es fácil. Pero nadie puede negar que el presidente gallego y el economista turco en esto de las instituciones están muy alineados.

Acemoğlu, aunque a estas alturas del artículo ya sepamos que no es primo de Núñez Feijóo, alerta también de esas dinámicas de cambio que hacen que todo salte por los aires en algunos momentos críticos.  Así, afirma que el "batir de las alas de una mariposa" causada por una suave "deriva institucional" pueden dar lugar a grandes consecuencias -para bien o para mal- cuando el territorio se ve afectado por una "coyuntura crítica" (como por ejemplo la crisis que vivimos acelerada por la invasión de Ucrania). España no ha recuperado -según el FMI- los niveles previos a la pandemia y la oportunidad/amenaza reside en que una gran parte de la fuerza de trabajo y la economía se transforme. En la mano de las instituciones españolas, de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo también, está elegir esa "deriva institucional", el camino para tener un mejor país dentro de unos años. Los acuerdos y la cercanía a Europa lo pueden hacer posible.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad de Internet UNIR y LLYC


jueves, 9 de marzo de 2017

Acemoglu y las instituciones inclusivas

(este artículo se publicó originalmente en el periódico Expansión el 9 de marzo de 2017)

El 21 de febrero la Fundación BBVA anunció que el premio Fronteras del Conocimiento en su categoría de economía había recaído en el economista turco y profesor del MIT Daron Acemoglu. Para el jurado del premio el catedrático del Instituto Tecnológico de Massachusetts «fue el primero en demostrar que existen instituciones que generan prosperidad y otras que perjudican el desarrollo; la obra del galardonado ha abierto todo un campo en el que los investigadores pueden medir y cuantificar el efecto del modelo institucional en el desarrollo de una sociedad a distintas escalas».

Para el gran público Acemoglu se dio a conocer por el bestseller escrtito en 2012 junto al profesor James A. Robinson y que rápidamente se convirtió en un fenómeno global. «Por qué fracasan los países» permitió que cientos de miles de lectores en todo el mundo conociesen algo que no era nuevo pero que hasta ese momento no había usado la literatura divulgativa como vehículo.  La clave de porqué unos territorios triunfan y otros fallan no reside en el ADN de sus habitantes ni la latitud del país y ni mucho menos los recursos naturales de los que dispone, sino de las instituciones que se ha dotado. En concreto los autores clasifican las instituciones en extractivas e inclusivas. Las primeras abocan a sus habitantes al subdesarrollo con la ausencia de democracia  e impidiendo los cambios sociales. Las instituciones inclusivas, en cambio, otorgan igualdad de oportunidades, promueven las libertades y garantizan con ello la redistribución de la riqueza.

El concepto de institución utilizado por Acemoglu es muy amplio y comprende el conjunto de “reglas formales e informales que rigen las interacciones humanas, desde el derecho laboral a la protección de la propiedad y los contratos -seguridad jurídica-, pasando por los costes de transacción, los derechos de propiedad, las infraestructuras o el sistema educativo como medio de ampliar las posibilidades de las personas”. También las empresas son instituciones inclusivas siempre que sigan los viejos principios de competencia perfecta del economista inglés Alfred Marshall y así maximicen el bienestar económico. Las externalidades de las empresas como instituciones son conocidas por todos, más empleo, más riqueza, más innovación y mayor cohesión social.
El institucionalismo es una escuela que supera lo económico impregnando la historia y la ciencia política. Desde el siglo XIX han sido numerosos los investigadores que han puesto en valor las instituciones –entendidas como las reglas de juego y los jugadores de un territorio-  a la hora de explicar los cambios sociales o económicos. La academia sueca premió en 1993 con el Nobel a uno de los principales representantes de la actualización del insititucionalismo, el economista e historiador estadounidense Douglash North.. En aquella ocasión los académicos reunidos en Estocolmo valoraron “sus estudios sobre los cambios institucionales que permitieron concluir que son más relevantes que los tecnológicos para explicar el desarrollo económico.” Para North los factores políticos, sociales y económicos inciden sobre las instituciones y los grupos sociales siendo aquellos grupos que ocupan posiciones sociales dominantes los que, si detectan que las instituciones no responden a sus intereses, han de forzar los cambios.
Que las empresas son instituciones claves para el desarrollo económico es una tautología pero gracias a investigadores como los citados hoy sabemos que sin ellas no hay democracia y tampoco bienestar social. El propio Marshall allá por el año 1890 incluso dejó escrito en su obra Principios de Economía "como fuerza social, un individuo con una idea vale por noventa y nueve con un solo interés"
A nuestro economista premiado, nacido en Estambul pero afincado en Estados Unidos, le ha tocado vivir una época donde las instituciones están sufriendo la incertidumbre. En los dos países de Acemoglu  gobiernos con fuertes liderazgos personales sacuden diariamente las bases de esas instituciones inclusivas, ora deteniendo a opositores turcos indiscrimindamente, ora cerrando fronteras a la inmigración. Pero esa fiebre se ha extendido rápidamente por el mundo y hasta la tierra que vio nacer a Marshall pone trabas a la libre circulación de personas y mercancías. La vieja Europa también padece la amenaza de populismos que no creen en la libertad de empresa sino que al contrario acusan a estas instituciones de todos los males posibles. Por ello hoy toca volver a leer la obra de institucionalistas como el premiado Acemoglu y repetir con ellos “solo es posible la prosperidad de las naciones siendo sociedades abiertas”

Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School.