(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 28 de febrero de 2021)
La figura literaria usada en este
ritual, epanadiplosis o repetición de una palabra al principio y final de una oración
nos sirve para describir la situación actual de la economía española. Si las
pequeñas y medianas empresas en nuestro país mueren supondrá -como con los
reyes en la Francia de las Cruzadas- una amenaza real de inestabilidad. Es
imprescindible recordar que las pymes representan el 99% del tejido productivo
y el 66% del empleo en España. Son todas esas empresas con menos de 250
trabajadores y una facturación anual inferior a 50 millones de euros. Pero si
ponemos la lupa veremos que algo más, 9 de cada 10 pymes son micropymes, es
decir que tienen menos de nueve trabajadores. Es decir, casi todos los negocios
que conocemos son de un tamaño mínimo. España, de hecho, es uno de los países de la
Unión Europea con menor dimensión empresarial, nuestro tejido está formada
principalmente por microempresas como demuestra el dato que el empleo medio por
empresas son dos trabajadores. Antes de que nos comencemos a fustigar por ello,
hay que destacar que su contribución a la generación de empleo empresarial está
en la línea de la media comunitaria. Las cifras económicas, tan frías, nos
impiden ver que detrás de ellas hay una mujer o un hombre que vive de ello a la
vez que forma parte del principal puntal del desarrollo económico español. En
cualquier actividad que se desarrolle en nuestro país encontramos un pequeño
empresario o un trabajador autónomo. Vertebran el país porque están en todos
los sectores, en cada pueblo, ciudad y comunidad autónoma. Sin ellos nada
hubiera sido posible en España y nada lo será en el futuro. Pero por alguna
razón en el imaginario popular sigue estando que solo eres un gran país si
tienes grandes empresas cuando la realidad es que la fuerza sistémica de
cientos de miles de pymes ha construido y construirá las grandes economías del
mundo.
2020, con la crisis de la covid19, ha sido el peor año que se recuerda en la historia reciente para un pequeño empresario. Por suerte desde marzo del año no han sido pocas las herramientas para salvar el tejido económico, desde el plan europeo SURE que ha hecho posible financiar los ERTEs y la financiación del ICO, pasando por las rebajas fiscales que han promovido administraciones con visión de futuro. Tras meses de peticiones agónicas y casi en la antesala de la muerte de muchas miles de empresas, el presidente del Gobierno ha anunciado estos días un plan de ayudas, que por desgracia no ha sabido concretar la vicepresidenta del ramo, Nadia Calviño. En cualquier caso, se precisa un nuevo marco para que las pymes puedan sobrevivir y como recientemente ha afirmado el Rey Felipe VI en la entrega de los premios de la pyme española “serán más fuertes y sólidas, y con una mayor capacidad para crecer y ganar posiciones en mercados altamente competitivos, lo que a su vez permitirá crear empleo estable y de mayor cualificación. De este modo, también podrán aumentar sus exportaciones e invertir más en innovación, ser más productivas y estables y afrontar mejor las variaciones del ciclo económico. En definitiva, unas empresas que ganarán el futuro con los valores y el espíritu de superación que siempre las han caracterizado”
Con la frase ¡El Rey ha muerto!
¡Viva el Rey! Se pretendía evitar la
peligrosa situación política de los interregnos, pero también expresar la
confianza en la continuidad del papel de esa institución. Por eso hoy debemos
gritar lo mismo para las pymes. CEPYME en su barómetro nos alerte de que la
mitad de las pequeñas empresas ve en riesgo su supervivencia fruto de la
pandemia lo que nos llevaría a la peor de las catástrofes. A la vez hemos de
dar vivas por ellas. Pedir todas las ayudas, los mejores planes, el mayor consenso
para que las pymes vivan y de paso también sobreviva nuestra sociedad del
bienestar.
Iñaki Ortega es director Deusto Business School y
profesor de la UNIR
No hay comentarios:
Publicar un comentario