(este artículo fue publicado originalmente el día 25 de febrero de 2021 en el diario Cinco Días)
Los recientes datos de la EPA han confirmado que el año de la pandemia, 2020, ha sido maldito, no sólo para la salud de los mayores de 55 años, sino también para su empleo. El número de desempleados de esta cohorte de edad ha crecido el año pasado hasta alcanzar la cifra total de 936.200 personas. Y, además, el 43% de ellos lleva sin ocupación dos o más años, según el INE.No hay nada peor que triunfe una
idea sencilla pero falaz. Y parece que la vinculación de cambio tecnológico y
ausencia de preparación de las personas de más edad ha calado en la sociedad.
Sin embargo, la ciencia nos confirma que las neuronas no dejan de regenerarse a
lo largo de la vida. A su vez, economistas como Acemoglu y Restrepo defienden
hasta una relación positiva entre implantación de la robótica y trabajadores
longevos. Está demostrado que los seres humanos somos capaces de seguir
aprendiendo y creando durante la mayor parte de nuestra vida. Basta con repasar
la edad de los fundadores de empresas como Swatch o Natura Bissé o de las más
brillantes obras de Beethoven o Cervantes. Por lo tanto, las razones del
descrédito de las personas de más edad han de buscarse no en la naturaleza,
sino en los prejuicios (propios y ajenos).
Grandes empresas que aligeran plantillas mirando la fecha de nacimiento
y no el nivel de desempeño. O séniors que a medida que cumplen años –y perciben
la losa del ostracismo-ven la salida anticipada como una liberación.
Frente a los sesgos engañosos
nosotros defendemos aportar la luz de los datos de una nueva aritmética vital. Modigliani
fue galardonado con el premio Nobel de Economía por su teoría del ciclo vital,
escrita en 1966. Explicaba que los ingresos a lo largo de su vida tienen forma
de campana, bajos al inicio, altos en la edad central y de nuevo bajos tras la
jubilación. Por tanto, hay solo tres fases vitales: la previa al inicio la vida
laboral, la etapa de actividad laboral y la del retiro. En la primera de ellas,
el nivel de ingreso es inferior a las necesidades de consumo, las cuales se
financian a través de crédito o transferencias familiares (des-ahorro). En la
segunda, llamada de vida laboral, el ingreso permite cubrir las necesidades de
consumo y mantener un excedente bajo la forma de ahorro. Y en la etapa de
retiro se presenta un proceso de des-ahorro mediante el cual el individuo
emplea el ahorro generado para satisfacer las necesidades de consumo que de
otra forma sus nuevos niveles de ingreso le impedirían alcanzar.
La esperanza de vida se está
acercando sin darnos cuenta a los 90 años (86 años las mujeres al día de hoy).
Cuando el economista Modigliani empezó a escribir su teoría de los tres ciclos
estaba por debajo de los 70 años. Más de quince años ganados a la vida lo que
exige reajustar los diferentes hitos de esta nueva vida. Partiendo del cada vez
más largo periodo de formación hasta los 25 años, se abrirá otro de vida
profesional y recualificación hasta por lo menos los 70 años. Permaneceremos
activos aproximadamente 45 años, es decir, la mitad de nuestra existencia.
Estos 45 años de vida activa no se pueden considerar como uniformes, ya que
atravesarán situaciones muy diversas del ciclo personal y profesional. Por ello
tendremos que dividir, a su vez, en tres tercios la vida laboral total. A
saber, de los 25 a los 40 años; de los 40 a los 55 y de los 55 a los 70. El
primer tercio se caracteriza por ser un periodo de capacitación ligada al
itinerario laboral escogido y a la acumulación de las experiencias laborales
diversas. El segundo, de los 40 a los 55 abarca quizás el segmento más fructífero
con hitos relevantes para una trayectoria profesional siempre ligada a la
formación continua fruto de una inquietud permanente. El último tercio,
comprendido entre los 55 y los 70, lejos de ser, como en la actualidad, el
periodo de salida acelerada de la vida activa, se convertirá en una etapa
fecunda en el que capitalizar la experiencia acumulada y la ambición por seguir
siendo útil. Esta última etapa vital, a la que denominamos “activos de gran
experiencia”, actualmente afecta solamente a unos pocos empleados y
emprendedores, pero afirmamos con rotundidad que con el desarrollo de un marco
legal adecuado y flexible, guiado por un imperativo cambio cultural, podría
implicar a una gran mayoría.
Esta nueva aritmética vital exige
una transformación radical de la manera de entender la vida laboral por parte
de los individuos, pero también para las empresas. La buena noticia de la
disrupción de la demografía nos impide seguir poniendo excusas, bien como empleadores,
bien como empleados. Y por si fuera poco las evidencias se acumulan en todo el
mundo sobre el dividendo económico que ello puede suponer, que se ha bautizado
como economía plateada. Un futuro cercano en el que viviremos hasta alcanzar la
centuria y además no será una maldición sino un regalo. Lynda Gratton y Andrew
Scott, profesores de London Business School, nos recuerdan que “Quienquiera que
seamos, dondequiera que vivamos y tengamos la edad que tengamos, necesitamos
comenzar a pensar ahora sobre las decisiones que debemos tomar para poder sacar
provecho de esta vida más larga. Lo mismo sucede a las empresas para las que
trabajamos y a la sociedad en la que vivimos”. dibuja un futuro cercano en el
que viviremos hasta alcanzar la centuria y además no será una maldición sino un
regalo
Tomás Arrieta es presidente de la Fundación Activos de Gran Experiencia
Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School
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