lunes, 5 de octubre de 2015

Los z

(este artículo fue publicado originalmente como post en socioseinversores.com el 5 de octubre de 2015)

X, y, z no son sólo las tres últimas letras del abecedario, son además el nombre de las generaciones de los que tenemos menos de cincuenta años. Todo empezó con el fotógrafo Robert Capa que escribió, después de las grandes guerras, sobre la generación desconocida, la x.  De ahí cogió el nombre el grupo de los nacidos entre los 60 y 70. Después vinieron los y, los millennials, que se hicieron mayores con el nuevo milenio de la mano de la crisis y la tecnología. Los z están ahora saliendo de las aulas.

Hace unos días con motivo de la aparición de un informe sobre los hábitos de los estudiantes, un periódico de tirada nacional ilustró la noticia con este titular: “Efecto pavoroso de los estímulos audiovisuales en la educación”. Se lanzaba la voz de alarma sobre el abuso que hacen los adolescentes de los dispositivos electrónicos, a la luz de un estudio realizado por académicos americanos que establecía una relación inversamente proporcional entre el número de horas que los estudiantes están expuestos a las cinco pantallas (tv, móvil, tableta, consola y PC)  y su rendimiento escolar. Al parecer, transcribo literalmente, “los alumnos adoptan hábitos lúdicos que penalizan el esfuerzo que supone, por ejemplo, leer un libro”.

No es el primer informe ni el último sobre este asunto.  Unas semanas antes, investigadores universitarios destacaban que más de la mitad de los menores, de 9 a 16 años, tienen un uso compulsivo del móvil.  Con preocupación, se ponía el acento en que los niños tienen acceso a internet ya con siete años y a los ocho, su primer móvil.

También hace más de dos siglos hubo en Inglaterra quienes alertaron contra los avances tecnológicos. Los luditas, fue un movimiento encabezado por artesanos  que atentaban contra las nuevas máquinas como los telares mecanizados  introducidos durante la Revolución Industrial en el Reino Unido, ya que reemplazaba a los trabajadores menos cualificados.

Y todavía más lejos de nuestros días, Miguel de Cervantes, hace más de 300 años, quiso reírse de otros agoreros que alarmaban de los efectos nocivos del exceso de lectura, coincidiendo con la popularización de la imprenta y el papel, inventándose al hidalgo Don Quijote, enfermo por ingesta de novelas caballerescas.
El lector podrá incluso llegar a identificar esa criminalización de las pantallas, por quienes parece que les cuesta tanto usarlas, con aquellos luditas que quemaban los nuevos telares industriales porque no sabían usarlos o los que satanizaban los best sellers de caballeros porque tampoco sabían escribirlos.
Todos esos que en el siglo XVII y en el XIX luchaban contra el paso del tiempo usaban argumentos  casi tan peregrinos como los que hoy arguyen esos informes que ven tantos peligros en los nuevos soportes tecnológicos. Leer novelas de caballeros no enloquece; los telares mecánicos no son instrumentos del mal; la comunicación social hoy no se entiende sin el móvil; estudiar, jugar y leer a través de una pantalla no te convierte en un patán. Son verdades que en cada momento histórico costó comprender precisamente por aquellos que no están en el corazón de los cambios, por edad, mentalidad o capacitación.

Los chicos y chicas que ahora están en las aulas han sido bautizados como la generación z.  Ellos son el corazón de la disrupción. Son la generación que nació con internet, es decir aquellos que vieron la luz entre 1994 y 2009. Han crecido entreteniéndose con los móviles de sus padres y para ellos las tabletas y  las consolas no tienen secretos. Lo que para nosotros es una experiencia innovadora,  como ojear un periódico digital, leer un libro en un kindle o escuchar música en spotify, para ellos es el soporte natural de esos contenidos. Y ahí está la clave, la tecnología es el medio no el fin y por eso yerran los que auguran catastrofistas fracasos escolares en los estudiantes de esta generación. La lectura es clave en la educación así como el cálculo o el dibujo, y lo seguirá siendo con independencia de que se lea en papel o en una pantalla; se hagan las operaciones matemáticas en calculadora o con excel; se dibuje con rotring o en autocad.

En una serie de entrevistas que desde Deusto Business School, en colaboración con otras entidades, hemos realizado a algunos representantes de esta generación z, Meriem El Yamri, una veinteañera desarrolladora y ganadora del concurso para estudiantes emprendedores de Junior Achievement, nos contó que le resulta chocante aprender con  libros de texto escritos por analfabetos tecnológicos. Luis Iván Cuende, hacker de 19 años  y emprendedor, defiende la informática y la tecnología como elementos claves de esta época y no como simples asignaturas incoherentes con el resto del currículo educativo. Rodrigo Fernández Touza, apenas superados los veinte años y ya consultor de Mckinsey, no entiende que si trabajaremos con móviles y ordenadores, estén prohibidos en las aulas. Por último Sara Izquierdo, Premio Nacional de Bachillerato 2015, apuesta por contenidos más prácticos en la enseñanza y defiende la tecnología como elemento acelerador del esfuerzo de los estudiantes.
Los primeros z en elegir carreras universitarias están aplicando estos consejos apostando por grados con alto componente tecnológico como las ingenierías. En el País Vasco, por ejemplo,  la titulación con nota de corte más alta, este curso, ha sido ingeniería con física desbancando a la histórica líder de este ranking, como era medicina. El dato se repite en el resto de España en los últimos años con el liderazgo de estudios que se han bautizado como STEM (science, tech, engineer and maths). Son ya muchos los analistas que lo usan para medir en los territorios el grado de inserción en la nueva economía a través del porcentaje de egresados en esas especialidades sobre el total de titulados.

El periódico The Guardian quiso analizar en un momento clave de demanda de información, el atentado a la sede de Charlie Hebdo en Paris, cómo llegaban sus lectores a las noticias que escribieron esos días. El resultado no deja lugar a dudas sobre los cambios que estamos viviendo: el 80% procedían de la red social Facebook.

No todo es color de rosa. Y es ahí donde puede disculparse la vehemencia de esos informes contra las pantallas. El peligro del exceso de individualismo y los casos patológicos de jóvenes en Japón enclaustrados en casa son conocidos, aunque anecdóticos. Más ciencia hay alrededor del sedentarismo, y las consiguientes consecuencias en la salud de únicamente jugar en el sofá y con una consola (aunque los avances en la tecnología de los videojuegos están empezando a convertir los salones de las casas con niños en polideportivos…)

Los jóvenes que hoy devoran las pantallas son miembros de la última generación. No porque vayan enloquecer como Don Quijote o embrutecerse por no leer signos en papel…sino porque, los miembros de la generación z, son los últimos de una época. Una era que está  muriendo mientras comienza otra donde la tecnología lo cambiará, lo está empezando a cambiar, todo: los empleos, las relaciones sociales, los viajes, las compras y también la educación. Serán la última generación en hacer las cosas de una determinada manera para empezar a hacerlas de otra muy diferente con la tecnología como aliado. Serán la última generación, también, porque al final y al cabo, la z, es la última letra del abecedario.

Iñaki Ortega es doctor en economía, director de Deusto Business School en Madrid  y profesor de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja)

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