miércoles, 28 de octubre de 2015

El tren

(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Norte de Castilla el día 27 de octubre 2015)

Durante mucho tiempo pensamos que el éxito profesional era algo parecido a subirse a un tren. Por supuesto que no era fácil coger ese tren y para ello había que tener una buena titulación académica, idiomas o un contrastado desempeño profesional. Pero, eso sí, ‎una vez dentro, solo era cuestión de tiempo que alcanzases tus metas. Sin darnos cuenta, en 2007 llegó la crisis y lo cambió todo. Dejó congeladas las expectativas profesionales de toda una generación. El tren se paró y nunca más volvió a funcionar. Las vías se habían terminado, al igual que en las viejas películas del Oeste.


La buena noticia es que al mismo tiempo que irrumpió la crisis, la tecnología ha hecho posible una revolución inimaginable a principios del siglo XX: la universalización de los medios de producción. Hoy el acceso al conocimiento y al capital son más democráticos que nunca; gracias a Internet y a la financiación no bancaria están al alcance de todos. Esa combinación de crisis y tecnología está permitiendo nuevas soluciones a viejos problemas. La economía colaborativa de Wikipedia que consigue que tengamos una enciclopedia en el bolsillo. La innovación abierta de los juguetes de Lego que incorpora a los propios niños a su proceso de ideación para que Dinamarca gane por goleada en calidad y ventas a sus competidores asiáticos. La innovación social de la empresa alemana SAP que se ha comprometido a llegar a un 1% de empleados autistas por su gran capacidad de concentración para detectar fallos de programación. Todos son ejemplos de cómo hoy el mundo puede ser mejor. Un mundo que ha cambiado el enfoque con el que se analizaban las cosas, de lo grande a lo pequeño. Como lo son los nuevos líderes globales en industrias como la hotelera o la del trasporte, nuevos agentes que como David han vencido a Goliat. Esos nuevos micropoderes de los que alertó hace unos años Moisés Naim representan un nuevo activismo que utiliza sus startups para conseguir un mundo mejor y que actúan en sectores como la ecología y la defensa de derechos civiles, que creíamos solo abonados para las ONG o la política.

El tren que da título a este artículo se paró porque no había ya más vías sobre las que circular, pero la buena nueva es que ya no es necesario seguir los raíles de nadie para triunfar. Hoy gracias a la tecnología somos más libres, más autónomos para ir por donde queramos, para orientar nuestras vidas profesionales. Porque con la disrupción digital tenemos herramientas que nos empoderan y además permitirán hacer un mundo mejor.


Iñaki Ortega es director de Deusto Business School en Madrid y profesor de la UNIR


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