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jueves, 8 de febrero de 2018

La princesa Leonor y su generación


(este artículo se publicó originalmente el 5 de febrero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


Llevo un tiempo escribiendo sobre las generaciones y su influencia en el mundo de la empresa. Como es sabido una generación es un grupo de personas que por nacer en una misma época tuvieron unos influjos culturales y educativos similares que les lleva a comportarse de un modo diferente. En el año 2014 publiqué el primer libro en castellano sobre los millennials, los jóvenes que se hicieron mayores con el nuevo milenio también conocidos como la generación y. Los millennials revolucionaron el mundo del marketing con su frustración y rebeldía ante lo establecido. Desde hace dos años un equipo de Deusto Business School y Atrevia ha investigado otra generación, los chicos y chicas que se educaron con internet en sus hogares, el resultado llegó a finales del año pasado cuando presentamos el libro generación z, una guía práctica para entender a esta cohorte de edad. En breve le tocará el turno a los babyboomers porque sin duda la longevidad es uno de los asuntos más trascendentes para los próximos años y esa generación que no se jubilará a los 65 años, está llamada a ser protagonista de inéditos cambios económicos pero también sociales.

Para el firmante de esta columna, por tanto, es habitual encontrarse con las generaciones en su día a día durante los últimos tiempos. Pero la semana pasada se sucedieron dos hechos, sin conexión aparente, en los que el término generación inopinadamente fue protagonista que hicieron que la extrañeza y de paso la serendipia apareciesen en mi cabeza y hoy en este artículo.

El  28 de enero, se celebró en todas las universidades y colegios católicos del mundo la fiesta de su patrón, Tomás de Aquino. El pensador y santo italiano del siglo XIII pasó a la historia como doctor de la iglesia entre otras muchas cosas por su estudio de la obra de Aristóteles, hasta entonces considerado incompatible con la fe cristiana. La Universidad de Deusto lo celebró este lunes pasado en Bilbao entregando sus títulos de doctores y estrenando paraninfo después de meses de obras. En las palabras que el rector José María Guibert pronunció ante la comunidad universitaria con menciones a San Ignacio pero también glosando la obra del dominico escolástico, se coló la generación z. Los recién remozados lienzos del paraninfo en los que aparece un Carlos V de Zurbarán si pudiesen expresar su sorpresa seguro que lo harían al escuchar en tan solemne intervención cómo el rector de Deusto recomendó a todos los profesores presentes no esgrimir excusas para no estar en twitter o aprender de la inmediatez y la obsesión por internet de los jóvenes nacidos a partir de 1994, en lugar de proscribirla.

Al día siguiente, 30 de enero, el rey Felipe VI cumplió 50 años y para celebrar su efeméride convocó en el salón de columnas del Palacio Real a los principales poderes del Estado, con los presidentes del Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo a la cabeza. Pero no fue un cumpleaños más por muy redonda que fuese la cifra ya que el rey quiso darle una trascendencia especial al imponer el collar del toisón de oro a su hija y heredera al trono, la princesa Leonor. La insigne orden del toisón de oro se creó en 1430 pero fue el emperador Carlos V quien comenzó a nombrar caballeros de la misma entregándoles el collar que esta pasada semana ha recibido la nieta del rey Juan Carlos. “Deberás respetar a los demás, sus ideas y creencias; y amarás la cultura, las artes y las ciencias, pues ellas nos dan la mejor dimensión humana para ser mejores y ayudar a progresar a nuestra sociedad (…) servirás a España con humildad y consciente de tu posición institucional; y harás tuyas todas las preocupaciones y las alegrías, todos los anhelos y los sentimientos de los españoles” fueron algunas de las palabras que el rey pronunció delante de su familia y autoridades. Pero entre esa insigne audiencia un grupo de veinte niños desconocidos llamaba tanto la atención como las palabras del rector vasco el día anterior. Esos niños habían  nacido cerca del año 2005 como Leonor de Borbón y venían de todas las comunidades autónomas. La Casa Real quiso hacer llegar más lejos los consejos del rey a la princesa con la imagen de esos niños y no del collar del vellocino de oro. Con sus 12, 13 y 14 años posaron para todas las cámaras junto a la princesa y acapararon las noticias de medio mundo con su simpatía. Esos chicos y chicas pertenecen a la generación que se ha educado con internet en sus casas y se socializa en las tan criticadas redes sociales. Son la generación z pero la prensa les bautizó como la generación de Leonor.

En Bilbao y Madrid, la generación z en apenas unas horas irrumpió en la formalidad de actos académicos y protocolarios para recordarnos en las palabras que resonaron en el paraninfo deustense y en el palacio real que el amor a la ciencia, la vocación de servicio, la tolerancia y el humanismo no están pasados de moda sino que estos jóvenes y niños los necesitan para crecer en una España donde merezca la pena vivir.


viernes, 25 de agosto de 2017

David y Goliat. La osadía de una generación que se enfrenta al resto del mundo

(este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 22 de agosto de 2017)


El relato bíblico de David y Goliat ha sido usado a lo largo de la historia para demostrar que en ocasiones el débil puede vencer al poderoso. Aunque los combates sean desiguales siempre hay espacio para milagros. En el mundo del deporte encontramos muchos ejemplos que encajan con este símbolo. La victoria en la liga de futbol inglesa en 2016 del humilde Leicester o el Valencia Basket este año ganando la liga ACB a los imbatibles Real Madrid y Barcelona. Pero las derrotas en la guerra fría de las grandes potencias en Vietnam o Afganistán o las inesperadas victorias del Brexit y los partidarios del “no” en Colombia nos recuerdan que lo inusual puede producirse más allá del deporte.

Solo por que seas grande y fuerte no significa que puedas hacer lo que quieras. Aquellos en los que nunca creemos de vez en cuando pueden llegar a la cumbre.  Detrás de estas afirmaciones no solo hay voluntarismo sino también mucho ingenio y la confianza en uno mismo para poder ganar al más fuerte. Los casos anteriores nos enseñan que además del talento de los vencedores es imprescindible perder el miedo reverencial al poderoso. Hay que estar preparado para ganar física y mentalmente. Es imprescindible, por tanto, tener armas competitivas pero además ser irreverente.

Israel, en aquella época, estaba en guerra con los filisteos. Un gigante del ejercito filisteo de casi tres metros de altura llamado Goliat  desafió a los militares hebreos, proponiendo que escogieran a su mejor hombre para hacerle frente. En palabras de Goliat, si él resultaba derrotado y muerto, los filisteos serían esclavos de Israel, pero si él vencía  los israelitas serían sus esclavos. Los hebreos fueron incapaces durante 40 días de encontrar a alguien que tuviese el valor de enfrentarse a Goliat. David, un jovencísimo pastor que se encontraba por casualidad en el campo de batalla escuchó el desafío del gigante y se ofreció para luchar. A pesar de lo que pensaron sus compatriotas y el propio Goliat no era ningún frívolo ya que para defender a sus rebaños de los ataques de fieras salvajes había desarrollado una extraordinaria habilidad con un cayado y una honda. De modo y manera que nada más empezar el combate David le incrustó con su honda una piedra en la frente a Goliat derrotando al filisteo.

Hoy las enseñanzas de este pasaje de las sagradas escrituras están más vigentes que nunca. Es preciso recordar que no existe enemigo desdeñable por pequeño que sea, si el talento le acompaña. Es incuestionable además el poder que tiene la constancia frente a un enemigo en apariencia muy superior. Por último la irreverencia de luchar contra las apariencias se hace indispensable para siquiera poder optar a la victoria. Talento, constancia e irreverencia son a su vez las cualidades de una nueva cohorte de profesionales nacidos a partir de 1994 y que se les conoce como los posmillennials o generación z. Se han educado y socializado con internet absolutamente desarrollado y eso les ha llevado a comportarse de un modo radicalmente diferente a sus predecesores. Son los primeros que han echado por tierra el principio de autoridad de sus padres, profesores y jefes porque tienen a su disposición herramientas hasta ahora impensables. El hacker de 23 años que fue capaz de desactivar, desde su casa WannaCry, el más peligroso ciberataque conocido hasta ahora. Las miles de startups de veinteañeros que en todo el mundo están amenazando el status quo de las empresas más poderosas del planeta saltándose las barreras de entrada a esos mercados con disruptivos productos y servicios. Los jóvenes del Rif marroquí y Venezuela que día tras día se juegan su integridad por denunciar la injusticia de regímenes que no respetan los derechos humanos. Los anónimos becarios que asombran a los empleados de las empresas en las que trabajan con su dominio de las nuevas especialidades de la industria 4.0. Todos ellos representan una nueva generación que como las anteriores tiene la ilusión por triunfar, la constancia de las fuerzas intactas por su edad, los conocimientos más vanguardistas. Pero además los z han perdido el miedo reverencial al poderoso, llámese Gobierno, Multinacional o profesor porque son nativos de un nuevo mundo en el que se manejan a la perfección mientras el resto a duras penas nos mantenemos a flote.

David no solo ganó a Goliat sino que con el tiempo se convirtió en Rey de Israel. Es recordado como uno de los mejores gobernantes y que más hizo por unificar su patria. Precisamente el mes pasado el presidente de la cámara de comercio hispano-israelí explicó en la Universidad de Deusto el “efecto chutzpah” como una de las claves de su milagro económico. La palabra hebrea chutzpah puede traducirse al castellano como irreverencia. Es esa actitud desafiante con la que los estudiantes se dirigen a sus profesores en la universidad,  cómo los empleados desafían a sus jefes, la forma en que los sargentos cuestionan las órdenes de sus generales o los funcionarios ponen en cuestión los mandatos del Ministro de turno.  En algún momento de su vida, un israelí, aprende en la escuela, en casa o en el ejército que lo normal es tener confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus conocimientos. Eso te hace crecer a ti y  a tu sociedad. De ese modo la ciencia y la economía ha podido avanzar increíblemente en ese territorio al no dar por irresoluble ningún problema a pesar de lo que generaciones anteriores les hayan trasmitido.

Hoy la generación z es lo más parecido a ese joven pastor que con su chutzpah venció al soberbio gigante: El reto será que no solo los más jóvenes encarnen esos valores sino el conjunto de las instituciones de nuestra sociedad.


Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School.