(este artículo se publicó originalmente el 5 de febrero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)
Llevo un tiempo escribiendo sobre
las generaciones y su influencia en el mundo de la empresa. Como es sabido una
generación es un grupo de personas que por nacer en una misma época tuvieron
unos influjos culturales y educativos similares que les lleva a comportarse de
un modo diferente. En el año 2014 publiqué el primer libro en castellano sobre
los millennials,
los jóvenes que se hicieron mayores con el nuevo milenio también conocidos como
la generación y. Los millennials revolucionaron
el mundo del marketing con su frustración y rebeldía ante lo establecido. Desde
hace dos años un equipo de Deusto Business School y Atrevia ha investigado otra
generación, los chicos y chicas que se educaron con internet en sus hogares, el
resultado llegó a finales del año pasado cuando presentamos el libro generación z, una guía práctica para
entender a esta cohorte de edad. En breve le tocará el turno a los babyboomers porque sin duda la longevidad es uno de
los asuntos más trascendentes para los próximos años y esa generación que no se
jubilará a los 65 años, está llamada a ser protagonista de inéditos cambios
económicos pero también sociales.
Para el firmante de esta columna,
por tanto, es habitual encontrarse con las generaciones en su día a día durante
los últimos tiempos. Pero la semana pasada se sucedieron dos hechos, sin
conexión aparente, en los que el término generación inopinadamente fue protagonista
que hicieron que la extrañeza y de paso la serendipia apareciesen en mi cabeza
y hoy en este artículo.
El 28 de enero, se celebró en todas las
universidades y colegios católicos del mundo la fiesta de su patrón, Tomás de
Aquino. El pensador y santo italiano del siglo XIII pasó a la historia como
doctor de la iglesia entre otras muchas cosas por su estudio de la obra de
Aristóteles, hasta entonces considerado incompatible con la fe cristiana. La
Universidad de Deusto lo celebró este lunes pasado en Bilbao entregando sus
títulos de doctores y estrenando paraninfo después de meses de obras. En las
palabras que el rector José María Guibert pronunció ante la comunidad
universitaria con menciones a San Ignacio pero también glosando la obra del dominico
escolástico, se coló la generación z. Los recién remozados lienzos del
paraninfo en los que aparece un Carlos V de Zurbarán si pudiesen expresar su
sorpresa seguro que lo harían al escuchar en tan solemne intervención cómo el
rector de Deusto recomendó a todos los profesores presentes no esgrimir excusas
para no estar en twitter o aprender
de la inmediatez y la obsesión por internet de los jóvenes nacidos a partir de
1994, en lugar de proscribirla.
Al día siguiente, 30 de enero, el
rey Felipe VI cumplió 50 años y para celebrar su efeméride convocó en el salón
de columnas del Palacio Real a los principales poderes del Estado, con los
presidentes del Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Tribunal
Supremo a la cabeza. Pero no fue un cumpleaños más por muy redonda que fuese la
cifra ya que el rey quiso darle una trascendencia especial al imponer el collar
del toisón de oro a su hija y heredera al trono, la princesa Leonor. La insigne
orden del toisón de oro se creó en 1430 pero fue el emperador Carlos V quien
comenzó a nombrar caballeros de la misma entregándoles el collar que esta pasada
semana ha recibido la nieta del rey Juan Carlos. “Deberás respetar a los demás,
sus ideas y creencias; y amarás la cultura, las artes y las ciencias, pues
ellas nos dan la mejor dimensión humana para ser mejores y ayudar a progresar a
nuestra sociedad (…) servirás a España con humildad y consciente de tu posición
institucional; y harás tuyas todas las preocupaciones y las alegrías, todos los
anhelos y los sentimientos de los españoles” fueron algunas de las palabras que
el rey pronunció delante de su familia y autoridades. Pero entre esa insigne
audiencia un grupo de veinte niños desconocidos llamaba tanto la atención como
las palabras del rector vasco el día anterior. Esos niños habían nacido cerca del año 2005 como Leonor de
Borbón y venían de todas las comunidades autónomas. La Casa Real quiso hacer
llegar más lejos los consejos del rey a la princesa con la imagen de esos niños
y no del collar del vellocino de oro. Con sus 12, 13 y 14 años posaron para
todas las cámaras junto a la princesa y acapararon las noticias de medio mundo
con su simpatía. Esos chicos y chicas pertenecen a la generación que se ha
educado con internet en sus casas y se socializa en las tan criticadas redes
sociales. Son la generación z pero la prensa les bautizó como la generación de
Leonor.
En Bilbao y Madrid, la generación
z en apenas unas horas irrumpió en la formalidad de actos académicos y
protocolarios para recordarnos en las palabras que resonaron en el paraninfo
deustense y en el palacio real que el amor a la ciencia, la vocación de
servicio, la tolerancia y el humanismo no están pasados de moda sino que estos
jóvenes y niños los necesitan para crecer en una España donde merezca la pena
vivir.
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