(este artículo se publicó originalemente el 13 de febrero de 2018 en el periódico El Economista)
Hace ya dos años que Amazon anunció un sistema de reparto premium en Madrid mediante el cual en
menos de una hora desde el pedido online el producto estaría en tu casa. Atrás
quedaron los tiempos en que encargabas un producto en la tienda de tu barrio y
habías de esperar un mes para recibirlo. La rapidez es algo con lo que ha
convivido desde que nacieron los jóvenes que se incorporan a la universidad,
son la llamada generación z. Descargas online inmediatas, velocidad de
navegación inaudita o conversaciones simultaneas con varios amigos es lo normal
para estos universitarios. El gigante de la distribución, Amazon, nace
precisamente el mismo año que esta cohorte de edad, en el 1994. El hoy líder
indiscutible del comercio minorista ha visto como los nuevos universitarios
asumieron con naturalidad la entrega en el día. También cómo los millennials, hace un lustro,
consideraron un triunfo poder disponer de cualquier producto del mundo en menos
de dos semanas en su casa. Pero el fundador de la tienda en línea, Jeff Bezos,
formó parte de una generación, la x, que estaba acostumbrada a solo poder
comprar lo que se vendía en el supermercado de su ciudad y que exclusivamente
gracias a un amigo viajero podía disponer un par de veces al año de algún
producto exótico. Pasar del reparto en un año a en una hora es algo que hay que
tener en cuenta para entender como la educación superior ha de responder al
reto de la inmediatez.
Hace unos meses varios profesores de las universidades de
Deusto, ICADE, ESADE y Loyola se juntaron en Madrid en un seminario sobre las
nuevas generaciones de alumnos. Algunas de las cuestiones que se comentaron
eran por ejemplo la exigencia de los estudiantes a los profesores de respuestas
rápidas a sus dudas, de mayor velocidad en la corrección de los trabajos y los
exámenes así como poder agendar tutorías presenciales con los docentes con
apenas unas horas de antelación. Da igual que el docente tenga 10 o 300
alumnos, o que imparta varias asignaturas en varios cursos, los z quieren la
velocidad de internet, la rapidez de Amazon en todas las facetas de su vida.
Hoy el reto para la educación superior es superar el estupor ante estas
demandas para usar la tecnología como herramienta que mejore la conexión entre
estudiantes y alumnos antes de que sea demasiado tarde. Por suerte la madurez
de la tecnología nos permite hoy afrontar ese desafío con garantías; de hecho,
las universidades que no lo hagan desaparecerán.
Deusto Business School ha emprendido esta aventura adaptando
temarios, formatos y hasta soportes a su enseñanza ejecutiva. Programas sobre
big data, cibeseguridad, fintech o hasta sobre blockchain se han convertido en
las nuevas estrellas de la señera universidad vasca frente a los clásicos MBAs.
Nuevos cursos de posgrado con menos horas presenciales pero más contenido
online y más pegado a la actualidad nos anuncian el auge de los llamados
programas blended. Además la
irrupción de nuevas formas de enseñar, como la clase invertida o flipped classroom nos enseñan el camino
para seguir innovando en la educación superior.
El teléfono necesitó 75 años para alcanzar los 100 millones
de usuarios, el móvil en cambio apenas necesitó 16 años. Internet logró esos
usuarios en siete años y Facebook solo precisó de cuatro años. Instagram lo
hizo en dos pero Candy Crush en solo uno. Esa rapidez para crecer tiene una
doble cara, que es la increíble velocidad también para desaparecer. Que nadie
lo olvide en un sector como el universitario que aun con más de 700 años de
vida puede desaparecer de un plumazo.
Iñaki Ortega es doctor
de economía y director de Deusto Business School
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