El 17 de enero de 1979, el mismo
día que cumplía 50 años, Ricardo recibió una llamada del accionista de
referencia de la empresa de la que era Director General, en la que se le despedía.
Tras una exitosa carrera como directivo de multinacionales, Ricardo se encontró
con cuatro hijos, sin trabajo, en un país en crisis que destruía empleo y
deslocalizaba inversiones. Consultó la indemnización a la que tenía derecho, la
sumó a sus ahorros y con esa información juntó a toda su familia esa misma
tarde en su casa de Barcelona para decirles que a partir de ese momento todos serían
vendedores porque iban a crear su propia empresa.
La aventura emprendedora del
cincuentón catalán poco tenía que ver con el sector en el que había trabajado
hasta entonces, la alimentación, de hecho solo le sirvió un pequeño detalle al
final de sus 30 años de experiencia en esa industria. Ricardo, en aquella fría
mañana de enero de finales de los 70, se despidió uno a uno de los operarios de
la empresa de hidrolizados de proteínas que acababa de darle el finiquito.
Estrechando las manos de los empleados que manipulaban las proteínas surgió la
serendipia. La piel tan suave e hidratada de las manos de todos y cada uno de
esos trabajadores, con independencia de su edad y condición, le llevaron a pensar que los activos que
manipulaban debían tener algún beneficio para la piel. Acabó por darse cuenta
de que lo que había que hacer era romper la cadena de la proteína consiguiendo
que los aminoácidos mantuvieran sus proporciones. Con ayuda de unos amigos
médicos aplicaron esos activos a una base de crema e hicieron unas pruebas
ciegas con 500 personas en el hospital Vall d’Hebron. Todos esos voluntarios
que participaron en el experimento mostraron su plena satisfacción por una piel
nutrida y sin arrugas como nunca antes habían tenido lo que llevó a Ricardo
Fisas Mulleras a crear, la hoy multinacional de la estética, Natura Bissé. Hoy
la empresa tiene filiales en Estados
Unidos, México, Emiratos Árabes Unidos y Gran Bretaña, y opera en más de 35 países, exporta el 80% de
su producción, tiene 500 empleados y una facturación millonaria. Líder en el
sector de la cosmética de alta gama, está presente en los mejores hoteles,
grandes almacenes y centros de belleza del mundo hasta Beyoncé ha dedicado una
canción a sus cremas y su poder anti arrugas. Pero nada de esto hubiera
sucedido sin esa chispa que surgió de un casual roce de manos en una triste
mañana de enero.
En la historia de Ricardo Fisas, al que tuve la suerte de conocer, hay casualidad pero sobre todo causalidad. Ricardo se educó en los jesuitas y
ejerció como tal hasta los treinta años, en los que abandonó la orden para
casarse y fundar una familia. Gracias a su manejo del inglés y sus dotes de
liderazgo, dedicó las siguientes décadas de su vida a trabajar y viajar por el
mundo con multinacionales de la alimentación. Su humanismo a la hora de dirigir
esas empresas le permitió tejer una red de amigos que en el momento que pierde
su trabajo se convierte en el mejor aliado para crear y escalar su
emprendimiento. La clarividencia de Fisas al optar por arriesgar sus ahorros en
lugar de buscar trabajo por cuenta ajena, tiene su explicación en su contacto
con los mercados internacionales. El mundo de los negocios desde 1973 padecía
el alza del precio de petróleo, pero no así España que en plena transición
política no podía permitirse el coste político de ajuste alguno y trató de evitarlo
con actuaciones de política monetaria hasta que en el mismo año que despiden a
nuestro protagonista, 1979, la crisis irrumpe con toda su crudeza en nuestro
país. Nadie hubiese contratado a ese ejecutivo en paro, y él lo sabía, pero
arriesgando sus ahorros y los de sus amistades no solo consiguió empleo sino
pasar a la historia de la empresa española. El resto de la vida de Ricardo
Fisas hasta que muere en 2012 en un accidente de tráfico con 83 años puede
leerse en su autobiografía “Pinceladas de una vida” editada un año antes de su
fallecimiento. Tampoco es casualidad que los últimos años de su vida los
dedicase a su fundación para ayudar con microcréditos a mujeres en Bolivia o
creando productos de cosmética para enfermos de cáncer.
Hoy no cabe más que frotarse los
ojos cuando vemos que empresas de todo sector y en todo el mundo siguen
prejubilando a sus empleados con cincuenta años. Perder el talento de personas
de la edad en la que Fisas o el fundador de la empresa suiza de relojes Swatch
crearon sus empresas, no parece muy lógico y menos en un país como el nuestro
que está a la cabeza del mundo en esperanza de vida, para la OMS, pero también con uno de los sistemas de
pensiones, según la OCDE, más insostenible. Parece, ironías de la vida, que la
única enseñanza aprendida de la trayectoria de Ricardo Fisas por parte de muchos
presidentes de compañías que despiden o no contratan a mayores de 50 años es
que la arruga no es bella.
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