(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 6 de julio de 2025)
Hoy en día ya más del 35% de las búsquedas son resueltas directamente por estas aplicaciones de IA. Sin darnos cuenta la IA ha “secuestrado” los buscadores y el primer resultado de una búsqueda en internet no responde al motor de los Googles o Bings de turno sino a la IA. Usted mismo puede comprobarlo porque los buscadores, eso les honra, avisan de que la respuesta proviene de la IA, con un recuadro en el que aparece la contestación. Este porcentaje se disparará con el despliegue de la competencia de ChatGPT, al mismo tiempo que caerá el tráfico de los buscadores tradicionales que serán sustituidos -lo están siendo ya- por estas aplicaciones conversacionales o incluso por redes sociales como Tik Tok. Hoy ya más de la mitad de los españoles utiliza la IA en sus procesos de compra, pero si hablamos de menores de 30 años el porcentaje sube al 70.
La visibilidad y el recuerdo, por tanto, de las empresas dependerá de si son citadas por la IA o bien ignoradas por ella. Exactamente igual ocurrirá con las personas o hasta con las ideas políticas. Antes decidía el SEO (search engineering optimization) o lo que es lo mismo, el algoritmo del buscador, si éramos visibles o no; ahora es la IA quien decide qué empresas son las mejores, incluso qué profesionales serán los más recomendable o qué ideología es la mejor para ser votada.
Me permitirá el lector que a la luz del reciente informe que he leído con el título de “El consumidor impulsado por la IA” me centre en este artículo en las consecuencias para las empresas y las marcas de este cambio de paradigma en internet. Dejo para otra reflexión cómo la calidad de los futuros gobiernos estará condicionada también por la imparable llegada de la IA a nuestra navegación en internet.
Las webs comerciales de las empresas están muriendo porque cada vez tienen menos tráfico por este fenómeno recién descrito y que ha sido bautizado como efecto cocodrilo. Ahora imagine la boca de un cocodrilo abriéndose: la mandíbula superior sube y la inferior baja. Gracias a la IA en los buscadores aumentan las impresiones, es decir el contenido de una empresa aparece más en los resultados de internet (mandíbula superior) pero al mismo tiempo las visitas reales a las webs se desploman (mandíbula inferior) porque nadie ha de recurrir a los espacios web porque la IA responde en los buscadores sin necesidad de clics. Este efecto cocodrilo se resume en la paradoja de que gracias a la IA usaremos mucho más internet pero apenas habrá visitas a las webs clásicas. Dependeremos de si la IA nos trata bien o no. O lo que es lo mismo: la web ha muerto, viva la IA.
En este nuevo escenario, la IA se convierte en el agente clave para cualquier marca comercial. Es el principal canal que informa, influye y, en muchos casos, decide sobre las compras. Las respuestas que dan los modelos generativos no saldrán ya de la web de la empresa, sino de lo que la IA ha aprendido sobre ese producto concreto. Por ello si las marcas no definen su identidad en este nuevo paradigma, la IA lo hará por ellas. Y si desde las empresas no se entrena a la IA con los datos adecuados o incorporan la IA a sus webs, quedarán fuera sus bienes y servicios del catálogo de opciones del consumidor.
La IA no es el futuro y pobre del que piense lo contrario y crea que dispone de margen para ponerse al día; es ya el medio a través del cual el público descubre productos, compara opciones y toma decisiones. La IA generativa moldea nuestro comportamiento como agentes económicos y ya es parte de nuestro día a día, aunque muchos directivos no se hayan dado cuenta aún.
Esto no ha hecho más que empezar. El estudio citado demuestra que ya los jóvenes confían más en la IA que en los influencers y que el 90% de los españoles cambiaremos en poco tiempo nuestra forma de buscar información. Esto supone un cambio de paradigma y las marcas que no sepan adaptarse a esta nueva manera de relacionarse a través de la IA y sus nuevas reglas, verán cómo sus interacciones disminuyen y su posicionamiento e identidad de marca se diluye.
Por favor que nadie se tome estos datos como una fotografía o un diagnóstico, es mucho más, es un obligado mapa de acción para lo que viene en el que los directivos especializados en tecnología tendrán que trabajar de la mano de los que saben del comportamiento del consumidor.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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