(este artículo se publicó
originalmente en el blog de Vida Silver el día 3 de noviembre de 2021)
Hasta marzo de 2020 los virus que
más nos preocupaban eran los informáticos, pero todo cambió esa primavera
marcada por la covid19. No obstante, en plena crisis sanitaria, la tecnología
nos permitió sobrevivir. Hizo posible que la atención médica en remoto salvase
vidas, garantizó el suministro alimentario y evitó también un colapso de las
infraestructuras. A la vez y en tiempo récord, se pudo diseñar unas vacunas que
ya han salvado millones de vidas y que apuntalarán la reconstrucción. Ha tenido
que ser el coronavirus el que nos ha hecho ver cómo la tecnología nos ha
cambiado la vida para bien y no hay marcha atrás. Los zeta seguían dando pasos para ser la
generación clave, pero al mismo tiempo la pandemia ha puesto de manifiesto la
fortaleza de un grupo de edad, los mayores de 55 años, que sufrió como nadie
pero que son invisibles para el mercado laboral y en muchas ocasiones para las
empresas y gobiernos, a pesar de lo que representan.
Ya son varios los informe, como
los de CENIE, el Círculo de Empresarios o el centro de investigación
ageingnomics, que han demostrado que la mayoría del consumo y el patrimonio
recae en España en los seniors. Incluso se ha llegado a tasar en un 26% la
aportación de la llamada economía plateada al PIB. Además de suponer ya uno de
cada tres habitantes de nuestro país y que con seguridad en 2050 serán ya la
mitad de la población.
Sigo pensando que los zeta son
una generación clave para liderar el mundo, pero no lo van a hacer solos. Los
silvers, es decir, los seniors que superan los 55 años están empezando a
aparecer en esta ecuación. Una cohorte de edad sin complejos, decidida a seguir
siendo un pilar fundamental a pesar de que los usos y costumbres les quieren
apartar, jubilándoles laboral y socialmente. Mi apuesta es que los zeta y los
silvers, dos generaciones muy diferentes, son el motor oculto de una sociedad
que necesita reinventarse ante los últimos acontecimientos que han puesto en
jaque todas nuestras certezas y a las que nos hemos enfrentado con
improvisación.
Cada época histórica ha tenido
una cohorte etaria que ha sido motor de desarrollo. Los jóvenes en los años 60,
las mujeres con la democracia o la inmigración en el nuevo milenio. La
combinación de pandemia y avances científicos hace que sean dos generaciones en
la sombra (los menores de 25 años y los mayores de 55 años) los llamados a
liderar el mundo. Los zeta y los silvers, hasta ahora “invisibles” y
damnificados emergerán. Es imposible seguir soportando altísimas tasas de
desempleo y de precariedad en el empleo de los jóvenes. Nuestro país tampoco se
merece que prácticamente la única forma de seguir empleado a partir de los
cincuenta sea ser autónomo. Este abandono de los mayores y los jóvenes que
representan el 60% del censo electoral, tarde o temprano tendrá sus
consecuencias. Quizás algo tiene que ver que poco más del 30% de los diputados
del Congreso están en esas franjas de edad.
La generación Z se puso de moda,
como en su día lo hicieron los millennials, pero, con lo que no contábamos en
aquel momento, era que iban a compartir el liderazgo con los silvers. Pero la
sabiduría popular siempre lo tuvo claro. Conviene recordar algunos refranes que
se pierden en el tiempo para entender cómo ambos, zetas y silvers, pueden ser
la combinación perfecta para una reactivación económica y social tan necesaria
en estos tiempos. “La juventud tiene la fuerza y la vejez la prudencia”. Pero
más castiza aún es “A caballero nuevo, caballo viejo”. Ambas nos llevan a
entender que la experiencia y resiliencia de la persona madura debe encauzar la
osadía e intrepidez de la juventud. Los mayores son quienes mejor pueden guiar
a los jóvenes, por su experiencia, sabiduría, ese conocimiento tan importante
para acertar en las decisiones y evitar errores. Los jóvenes, a su vez, retando
a los mayores con sus innovaciones que ponen en cuestión lo hecho hasta ahora.
La convivencia intergeneracional
en las empresas, pero en general en nuestro país traería ventajas indudables.
Compañías que entenderían mejor a su público y por tanto serían más rentables y
administraciones que servirían mejor a sus administrados, por no hablar de un
abanico de oportunidades para generar nuevos bienes y servicios que generen
creación de valor y creen empleo. Los profesores David Ruiz y Carlos Arciniega
están aplicando con éxito modelos de este tipo en grandes compañías utilizando
el tratamiento masivo de datos.
Hasta ahora todos estos retos
económicos siempre descansaban en las élites que tenían acceso a información
privilegiada o gozaban de insalvables barreras de entrada. Pero una vez que se
ha puesto de manifiesto para el gran público este caudal de nuevos negocios, no
hay excusas para que emprendedores patrios se beneficien de estas nuevas
oportunidades económicas. Tampoco hay ningún impedimento para que nuevos bienes
y servicios se ofrezcan a estos silvers y zetas que no han visto satisfechas
hasta ahora gran parte de sus necesidades.
Nuestra economía en crisis pide a
gritos que empresas, ciudadanos y administraciones se comprometan a situar la
economía de la diversidad en la más alta prioridad. Dar alas a dos
generaciones, los mayores y los jóvenes, rompiendo estereotipos y miradas
sesgadas, buscando las sinergias, pero tomando decisiones valientes.
Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la
Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y coautor del libro reciénpublicado “De los zetas a los silvers”
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