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martes, 9 de enero de 2018

El nuevo horóscopo. baby boomers, millennials y otros astros

(este artículo se publicó originalmente el 8 de enero de 2018 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)


Recuerdo cuando era niño leer los primeros días de enero el horóscopo en una de las revistas del corazón que mi madre compraba.  También los llamados periódicos serios reservaban espacio (y reservan) a explicar lo que nos iba deparar el nuevo año en función de la constelación de tu fecha de nacimiento. Pertenezco a la llamada generación de la EGB y todos los que estábamos en esa cohorte de edad no solo conocíamos perfectamente nuestro signo del zodiaco sino también el de nuestros padres, hermanos y hasta futuras novias. Cada vez que tocaba pasar por la peluquería, pero en especial en días como estos de inicio de un año, nos sorprendíamos leyendo en una revista, no sin cierto nerviosismo, si a los aries les iría bien en el amor o a los piscis en el trabajo y hasta si los sagitario deberían cambiar de coche.

Los años han pasado y el horóscopo languidece en la prensa y revistas. De hecho los chicos y chicas de menos de 20 años que no encuentran vinculación alguna entre un bolígrafo bic y una cinta de radiocasete tampoco saben situarse en el horóscopo como capricornio o escorpios.

Pero si en los ochenta estabas obligado a conocer los signos del zodiaco para participar en las conversaciones de sobremesa, hoy las nuevas constelaciones son las generaciones. De modo que si no quieres sentirte como un marciano charlando con amigos y primos o no entender nada en la prensa económica es preciso que sepas situar a tus seres más cercanos en alguna de las siguientes clasificaciones: los niños de la posguerra, los babyboomer, la generación x, los millennials y la generación z.
Esta semana me he tenido que frotar los ojos varias veces al leer “los babyboomers en 2018 tendrá que contratar sin falta un plan de pensiones para compensar su improbable jubilación”. O un artículo en el que se afirmaba que “los millennials en el nuevo año votarían masivamente al partido ganador de las últimas elecciones catalanas”. Por no mencionar un sesudo análisis según el cual “la generación z verá como la norma francesa de no poder usarse móviles en las aulas llegará a nuestro país con el nuevo año”. El nuevo horóscopo son las generaciones. Aquí tienes una guía rápida para situarte:

Los niños de la posguerra es un fenómeno plenamente español vinculado a nuestra contienda nacional. En otros países los nacidos en la década de los años 30 son conocidos como la generación silenciosa porque padeció la gran depresión del año 1929 que les enmudeció en sentido figurado. Pero en nuestro país nos referimos a los niños nacidos entre 1930 y 1948 que crecieron en los rigores de los años posteriores a la Guerra Civil española. El pan negro, las cartillas de racionamiento, los huérfanos y la enfermedad convivieron con esos niños que les hizo labrar una personalidad austera y trabajadora. Estamos hablando de 6 millones de personas hoy en día en España que superan todos ellos los 70 años de edad.

Los babyboomers o generación de la explosión de la natalidad. Son aquellos que nacen tras la Segunda Guerra Mundial animados por una sociedad que respira tranquilidad después de años de convulsión bélica. Especialmente en el mundo anglosajón se da un inusual repunte de la natalidad de modo y manera que estos babyboomers forman parte de la cohorte más numerosa de sus países y crecen con las aulas de sus colegios a rebosar.  En España el fenómeno se da aunque en menor medida y con un retraso de cerca de diez años respecto al resto de Europa y Estados Unidos,  comenzando a principios de los cincuenta al calor de la incipiente bonanza económica, los éxitos en la reducción de la mortalidad infantil y llegando hasta finales de los años 60. El éxodo del campo a la ciudad, la alegría del nuevo desarrollismo español con crecimientos medios anuales del 7% del PIB y el nuevo consumismo del seiscientos y el turismo nacional de playa, marcan la ambición de esta generación. Para el INE  son más de 12 millones los babyboomers, han ostentado todas las magistraturas del poder económico y político y a su vez representan el triunfo de la clase media en nuestro país.

La generación x. En álgebra el signo x se utiliza para representar una cantidad desconocida. No existe consenso sobre el origen del uso de la letra x para reflejar las incógnitas en las ciencias exactas. Se habla del matemático Descartes como propulsor en el siglo XVII  ya que en la imprenta esa letra era la menos usada. También como una traducción fonética del árabe del término “incógnita” por parte de españoles que estudiaron el algebra persa. En cualquier caso la x siempre se ha asociado al misterio o lo desconocido y en el siglo XIX se usó así para bautizar cuestiones tan dispares como los rayos x, esos rayos catódicos que eran una incógnita para los investigadores porque permitían ver a través de la piel. En el siglo XX  por ejemplo el activista de los derechos de los afroamericanos Malcom X, cambio su apellido de nacimiento por la x ya que quería representar la incógnita de su verdadero apellido africano perdido en los años de la esclavitud. En 1991 un libro firmado por el escritor canadiense Coupland con el título “Generación x” definió con esa letra a las nuevas clases medias americanas absolutamente desconocidas para el gran público. El término triunfó en los medios de comunicación para referirse a los jóvenes seguidores del canal de música MTV que eran a su vez los hijos de los babyboomers. Es decir los chicos y chicas nacidos entre 1965 y 1980. Sufrieron el esplendor del consumismo y la obsesión por el triunfo a toda costa de esa época. En nuestro país a causa de la dictadura franquista comienza un poco más tarde, a finales de la década de los sesenta con la apertura política. La componen en la actualidad más de 9 millones de personas y es llamada también la generación de la EGB, acrónimo para referirse a la educación obligatoria que cursaron. Son los últimos niños que aprendieron a jugar en la calle y los primeros que empezaron a jugar con las consolas. Conocieron los primeros ordenadores personales y llegaron a familiarizarse con la informática como herramienta habitual de trabajo pero la televisión para ellos se acababa a las ocho y media de la tarde con la familia Telerín y el famoso “Vamos a la cama que hay que descansar”. Protagonistas del final de una época en España en la que comenzamos a parecernos más al resto del mundo occidental, y asumen, esta generación x, con rapidez la obsesión, casi sin límites, por el éxito profesional  de sus pares europeos y americanos.

La generación y conocidos como los millennials. Tomando como referencia las cohortes de nacidos entre 1981 y 1993, se ha estimado en aproximadamente 7 millones el número de millennials en España, 80 millones en Estados Unidos y unos 1.700 millones en todo el mundo. Son conocidos también como la generación del milenio,  jóvenes que se han hecho mayores con el nuevo siglo. Tienen entre veinte y treinta años, han sido profusamente etiquetados como ninis, individualistas, narcisistas y aburguesados. También están los que les auguran la arcadia feliz con el teletrabajo o la vuelta al campo subsistiendo con un huerto y el trueque. Y por supuesto no fallan los augurios catastrofistas que les sitúan viviendo de las pensiones de sus padres o pidiendo la paga con 50 años. La realidad es mucho más compleja pero no puede obviarse a la hora de analizarles que son los inventores de la economía colaborativa, los defensores y practicantes de la vida sana y las dietas saludables, los protagonistas de las revoluciones que demandan democracia en medio mundo o los trabajadores digitales que nos permiten trabajar menos. Lo anterior no quiere decir que no les haya afectado la coyuntura. Muy al contrario, son nativos en la crisis. Su vida, especialmente la profesional, ha estado mediatizada por las depresiones económicas que han congelado su futuro profesional y les ha provocado una frustración que demuestran en su forma de ser.

La generación z también llamados los centennials, nativos móviles o posmillennials. Son los chicos y chicas nacidos en el periodo 1994-2010 con internet desplegado masivamente. Te adelanto que dominan a la perfección las herramientas de la nueva economía y la nueva sociedad en la que vivimos, porque no han conocido otra cosa desde que nacieron. Eso les otorga el poder del conocimiento lo que les ha hecho perder el respeto y por tanto comportarse irreverentemente con padres, jefes y profesores. Además de irreverentes, son innovadores, reclaman la inmediatez son  toda una incertidumbre. En número son más que los archiconocidos millennials. Son casi 8 millones según la estadística española y suponen algo más que el 25% de la población mundial, 2.000 millones de personas en el planeta Tierra.


Ahora piensa en tu compañera de oficina, en el informático que te arregla el ordenador, en la directora de tu oficina bancaria  o en tus nietos y prueba a situarles en la anterior taxonomía. Mucha suerte.

domingo, 16 de abril de 2017

El dilema de la Generación Z

(este artículo se publicó originalmente en el diario ABC el día 16 de abril de 2017)

Los siete millones de jóvenes que tienen en este momento entre 14 y 23 años se encuentran en un dilema. Por haber nacido en los últimos años del siglo pasado, internet les ha acompañado toda su vida para estudiar, para ser controlados, para tener amigos y por supuesto para su ocio.

Son la llamada Generación Z, también conocidos como centennials. Pero el mundo no es todavía digital 100%. Por eso, tienen que elegir entre renunciar a parte de su identidad para adaptarse a una realidad hecha por y para sus padres y abuelos o, por el contario, ser ellos mismos aun a riesgo de quedar en la periferia del sistema. Seguir buscando el trabajo que ansiaban sus hermanos mayores o trabajar por proyectos y abrazar la gig economy. Sucumbir al descrédito generalizado en  la política o comprometerse por cambiar lo que no les gusta. Ser fieles a las marcas de siempre o ser consecuentes con su mundo digital donde lo que importa es la experiencia del usuario y las recomendaciones. Estas son algunas de las conclusiones de una nueva edición de la investigación sobre la generación Z elaborada por Deusto Business School con el apoyo de ATREVIA.
Tal y como recoge el citado estudio, que es continuación del publicado en 2016 con el nombre deGeneración Z, el último salto generacional, la web ha sido y es omnipresente desde edades tempranas para los integrantes de esta generación, pero junto a internet hay otros cuatro términos que empiezan por la letra i que también les definen: Irreverencia, inmediatez, inclusión e incertidumbre. Irreverentes porque no dudan en llevar la contraria a sus padres, profesores o mayores, entre otras cosas porque han sido autodidactas. Inmediatez como las redes sociales que frecuentan donde todo es rápido y fugaz. La economía colaborativa y la diversidad que abrazan les convierte en inclusivos. El mundo líquido en el que han nacido, en palabras del filósofo Bauman, donde nada es estable y todo cambia, hace que la incertidumbre sea su compañera desde que nacieron en plena crisis global.
Esta generación se encuentra ante un dilema, ante una encrucijada en la que pueden elegir el mejor camino o perseverar en los fallos de las generaciones anteriores.
El del prisionero es para los economistas el dilema más recordado. Muestra que dos personas pueden no cooperar incluso aun cuando vaya en contra del interés de ambas. Fue desarrollado en los años cincuenta del siglo pasado por dos matemáticos, considerados los padres de la teoría de juegos. Para los que no lo recuerden, en el dilema la policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras incomunicarles, los visita y les ofrece el mismo acuerdo. Si uno confiesa y el cómplice no, este último será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el otro quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrá hacer la justicia es encerrarlos durante un año por un cargo menor.
El punto clave reside en que las mejores opciones individuales finalmente, puestas en relación con la decisión del otro,  son muy malas para cada uno de ellos. Ser egoísta tiene malas consecuencias. En cambio si se aplica la lógica, la única solución  es cooperar entre ellos. Este planteamiento nos lleva a la correcta resolución del dilema, que es decir la verdad y cooperar.
Volviendo al informe, los Z desconfían de la educación superior actual por su falta de pragmatismo y lejanía de las vanguardias tecnológicas; se muestran muy preocupados por la situación política y votaron masivamente en las últimas elecciones. Como empleados, lo más importante no es el sueldo sino el ambiente de trabajo y la capacidad de conciliar; apuestan por el emprendimiento como el empleo ideal y son la primera generación que aspira a equilibrar trabajo y vida privada.
Pero a la vez que todo lo anterior sucede, persisten demasiados jóvenes abocados a instalarse en la precariedad del empleo actual. Adolescentes que cuando dejen de serlo no podrán aspirar a formar una familia con los sueldos que percibirán. Nuevos votantes que ven que la nueva política ha envejecido demasiado rápido y volverán al desencanto. Jóvenes emprendedores que sufren los rigores de la misma administración que les anima a arriesgarse.
Una contradicción pura, dos realidades que conviven en una misma generación. En definitiva una situación comprometida para los jóvenes que no saben por qué optar, porque ni es bueno lo anterior ni lo que viene, porque el pasado no era tan malo ni lo es el presente. Casi la definición literal de dilema que nos ofrece el diccionario. Pero lo que no aparece en ningún manual es la solución mágica a esta disyuntiva que afecta a más de siete millones de españoles que están llamando a las puertas de nuestra sociedad. Esperemos que la respuesta sea la misma que en el dilema del prisionero. Cooperar.
Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School
Nuria Vilanova es empresaria y presidenta de ATREVIA

miércoles, 13 de abril de 2016

Pil-Pil

(este artículo fue publicado originalmente el día 12 de abril de 2016 en el periódico El Correo)


Mi padre suele repetir que la clave de un buen bacalao al pil-pil es no dejar de mover la cazuela de barro ni un solo instante. Así lo aprendió él, en algún txoko entre Portugalete y Vitoria. Conseguir emulsionar el aceite, el ajo y la gelatina que suelta el bacalao hasta lograr la famosa salsa vasca es fácil, siempre que seas capaz de mover rítmicamente el recipiente, a la vez que cueces las tajadas. Si por un momento te quedas quieto en ese proceso, el plato se echa a perder. 

Carlos Barrabés es quizás el emprendedor español  más respetado. Hijo de los dueños de un humilde bazar en el corazón del pirineo aragonés,  a finales de los años ochenta‎ fue el pionero del comercio electrónico vendiendo desde Benasque material de montaña y de esquí a toda Europa. En los noventa despertó la atención de los miembros del Foro Económico Mundial ( los mismos que este mes de enero, en Davos, han pregonado la cuarta revolución industrial) y fue nombrado joven líder mundial. Con el nuevo milenio, Carlos, se convirtió en el asesor de referencia  para pilotar la trasformación digital en las multinacionales patrias. Hoy su capacidad para adelantarse a los cambios en la empresa le ha llevado a ser considerado un visionario. Hace unas semanas se reunió en Deusto Business School con los directivos que cursan el programa de liderazgo y les alertó de la necesidad de estar al día de las nuevas tendencias y de estudiar minuciosamente las tecnologías que las soportan. Entre ellas, situó la nueva moneda virtual, el bitcoin, contra la que se puede comprar en la red y sacar dinero de un cajero en la calle Serrano de Madrid. No es sencillo explicar el sistema que da sentido a esta cripto-moneda, pero de un modo brillante Barrabés equiparó el blockchain, que así se llama esa tecnología, con nuestro bacalao al pil-pil, si no lo mueves, no funciona. 

‎Ese es precisamente el paradigma del momento que nos ha tocado vivir, el cambio permanente, la necesidad ineludible de moverse para que las cosas sigan funcionando, exactamente igual que la salsa del bacalao.

Se mueven las grandes empresas para captar las mejores ideas de los emprendedores porque ya no surgen de sus centros internos de innovación. Se mueven l‎as corporaciones para atraer a los recién graduados que ya no suspiran por estar en una multinacional como hace años.  Se mueven las universidades para adaptarse a los nuevos sistemas tecnológicos de enseñanza presionados por las demandas  de la generación z, los nacidos en el entorno el nuevo siglo, que exigen una disrupción en la educación superior. Se mueven los bancos como ING que han pedido públicamente a los hackers que les ataquen y así descubrir sus vulnerabilidades. Se mueven los nuevos consumidores para denunciar los abusos de los grandes y ya están consiguiendo, como dice Moisés Naim, que el poder ya no sea intocable y esté cambiando de manos.  Se mueven las empresas de seguros, los medios de comunicación y hasta los hoteles porque hoy, siendo pequeño pero con talento, consigues capital para poner en marcha nuevos modelos de negocio que revientan sectores que no habían cambiado en cien años. El derecho, como recuerda el juez Eloy Velasco, también  se ha movido de la estabilidad que garantizaba la seguridad jurídica al dinamismo para seguir siendo útil ante la aparición de tantos nuevos delitos.  Hasta la Iglesia se ha movido con la elección de un incómodo Papa que no deja de despertar conciencias diciendo verdades aunque a veces sean como puños.

A España también ha llegado el movimiento y la mayoría de las grandes ciudades han pasado a ser gobernadas por fuerzas políticas que ni siquiera existían en la anterior convocatoria electoral; se mueve también por ejemplo la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, haciendo lo difícil, defendiendo a los nuevos operadores que abaratan los precios en el transporte, como UBER, frente a los taxistas; incluso el Partido Popular se mueve poniendo en su cúpula,  en este momento, a un preparado político vasco que no oculta su homosexualidad.  Pero nada de esto es suficiente mientras muchos sigan  sin moverse, encastillados en sus dogmas.

Y la cosa puede empeorar porque como en Alicia en el País de las Maravillas, otros se mueven más rápido y eso nos deja atrás. Y además encarnan el mal. Se ha movido el nuevo terrorismo yihadista, con internet como aliado,  sembrando el pánico en medio mundo; no deja de moverse el populismo que crece en adeptos haciendo más vigente que nunca la apuesta de Popper por la sociedad abierta frente a los totalitarismos de los años treinta. Muy rápido se mueve el cibercrimen, que es ya la principal amenaza de la seguridad global y lo saben bien no solo los mandatarios o los  jueces que manejan privilegiada información sino también los directivos de cualquier gran empresa o los gestores de infraestructuras críticas. Se mueve también una amenaza silenciosa de indolencia frente al drama de la inmigración que agoniza en nuestras propias fronteras.


Por ello solo cabe demandar movimientos valientes, comprometidos e inclusivos pero no únicamente a los demás sino a nosotros mismos. Moverse y no dejar de moverse para conseguir un mundo donde el hombre y su bienestar sean lo importante. Porque si el mundo sigue igual y se para, como el pil-pil, se echará a perder.


Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de Deusto Business School.

martes, 15 de marzo de 2016

Revolución z

(este artículo se publicó en la revista Ipmark el día 15 de marzo de 2016)

Cuando en 1971 Klaus Schwab fundó desde su cátedra universitaria de Ginebra el Foro Económico Mundial, que cada año reúne en la estación de esquí suiza de Davos, a las instituciones y directivos más poderosos del planeta, nunca pudo imaginar cómo la tecnología lo iba a cambiar todo.

En las primeras semanas de este año, coincidiendo con una nueva edición del foro de Davos, se ha escuchado afirmar al alemán Schwab que estamos a punto de ser arrastrados por un tsunami tecnológico que cambiará el mundo en el que vivimos de forma que aún no podemos ni imaginar. La cuarta revolución industrial será la de las fábricas inteligentes y tomará el relevo de la primera revolución del siglo XIX con la máquina de vapor, de la segunda con la producción masiva y de la tercera con  la incorporación de los ordenadores. Esta industria 4.0 es la de una nueva economía de máquinas inteligentes. En opinión del viejo profesor alemán, como rezan las crónicas de los debates de estos días, en los próximos diez años vamos a ser testigos de transformaciones más profundas que las experimentadas en todo un siglo. La tecnología va a cambiar radicalmente la forma en la que hacemos negocios, compramos y producimos, pero también cómo nos relacionamos, accedemos a la información e influimos en la sociedad. Todos estos avances científicos suponen una excelente oportunidad para la creación de nuevas empresas que solucionen problemas de nuestro mundo.

El filtro por el cual ese potencial de avances tecnológicos se materializará en realidades son los emprendedores. Nunca antes en la historia las ideas de los emprendedores han sido capaces de ponerse en marcha de un modo tan rápido y sencillo. Estos innovadores atraen fondos y talento de todo el mundo y pueden conseguir un mundo mejor con sus disrupciones.

También en estos días ha visitado Madrid, invitado por la Fundación Everis, David Roberts, antiguo militar y banquero; hoy profesor, emprendedor y filántropo. Con un mensaje optimista, Roberts encara los negros augurios sobre la economía mundial, afirmando que se crearán muchas nuevas profesiones para reemplazar a las que van a destruirse, en campos como la energía, el medioambiente, inteligencia artificial, bioinformática, biología sintética… Roberts es también Vicepresidente de la universidad fundada por Google y la NASA con sede en Silicon Valley. La Singularity University toma su nombre del término científico “singularidad”. En el análisis matemático se usa para aludir a ciertas funciones que presentan comportamientos inesperados cuando se le asignan determinados valores a las variables independientes. La singularidad tecnológica se da en un hipotético punto a partir del cual una civilización sufre una aceleración del progreso técnico que provocaría la incapacidad de predecir sus consecuencias.

En España también vivimos tiempos de singularidad. En nuestro entorno pasan cosas inesperadas, y la incertidumbre se ha instalado en nuestras vidas. Pero como nos recuerdan desde Davos, Suiza y desde Silicon Valley, Estados Unidos, estamos en un momento inédito en el que lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no acaba de morir.  Por primera vez en la historia para protagonizar la revolución que viene, ya no hace falta estar en un lugar determinado del mundo o pertenecer a un grupo social, es posible formar parte de esa vanguardia para todos gracias a la tecnología. Una reciente investigación de la Universidad de Deusto ha estudiado la generación z, llamada así porque va detrás de la generación y -los  millennials- que a su vez fueron precedidos por la conocida como la generación perdida, la x. Los z, están saliendo de la universidad en este momento, nacidos entre mediados de los noventa y la primera década del nuevo siglo, son la cohorte de edad con mayores posibilidades de informarse y de transmitir información, de desarrollar proyectos de toda índole gracias a su conectividad global, de expresar su creatividad y de colaborar en proyectos sin que las distancias supongan una barrera.

Y es en el tratamiento de la información en lo que encontramos una de las mayores diferencias intergeneracionales. La generación z no ha sido entrenada para reconocer el principio de autoridad de los emisores de información. Han crecido en un entorno igualitario en el que todo tipo de voces discordantes tienen igual altavoz. Dan igual jerarquía a todos los emisores. Y a la vez, entienden la información como algo modificable y fusionable, y no conocen límites a la hora de transmitir información de forma masiva.

En definitiva, estamos ante una generación que, con las oportunidades adecuadas, está en disposición de mejorar el mundo y sacar lo mejor del imparable desarrollo tecnológico. Están más preparados para trabajar globalmente en equipo, para aportar y trabajar en entornos diversos, para innovar desde su propia experiencia. Son tolerantes y más éticos y generosos por naturaleza, más abiertos a compartir el conocimiento y defensores del acceso generalizado a la información. Son conscientes de que deberán estar aprendiendo toda su vida, y de que es posible aprender de todo y de todos. El mundo, muy pronto, estará en sus manos y lo van a revolucionar. Esta nueva época, con ellos, abre inmensas posibilidades para conseguir un mundo mejor donde el ser humano vuelva a ser el centro de atención de la acción de los gobiernos y las empresas.

Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School en Madrid.


sábado, 9 de mayo de 2015

Atención a los millennials

(este artículo fue publicado originalmente en los periódico El Correo y Diario Vasco el día 7 de mayo de 2015)

La generación del milenio representa las actitudes y habilidades propias del contexto del tercer milenio. Los jóvenes que tienen entre veintitantos y treinta y tantos años - los millennials – se están desarrollando profesionalmente en un contexto muy complejo y novedoso. Por una parte, la larga crisis les ha inducido a desarrollar actitudes laborales proactivas e innovadoras; por otra, la rápida evolución tecnológica en la que han crecido les han convertido en los mejor preparados para afrontarla. Un joven segmento demográfico todavía minoritario, con un importante potencial de crecimiento e influencia en el conjunto de la sociedad.

El estudio sociológico de esos jóvenes pone de manifiesto que estos tienden a cumplir la regla de las 4 Cs: están dispuestos a cambiar de empleo o de ciudad, son más creativos, propensos a la cooperación y a una mayor preparación científico-técnica. Resulta sintomático que durante éste último año el grado universitario con mayor nota de corte en España haya sido la licenciatura de física con matemáticas, unos estudios orientados al análisis cuantitativo más sofisticado. La omnipresencia de la informática, los dispositivos de telefonía, los programas y aplicaciones de interrelación social promueven el dominio de conocimientos y habilidades para aprovecharse de éste entorno. Un nivel de capacitación científico – técnico que está alcanzando a grandes capas de población en el mundo entero, y que les va a permitir una capacidad de progreso personal y dinamización socio-económica como nunca ha habido en la historia.

Los millenials están creciendo con dos clases de “héroes” en sus cabezas. Por una parte los pioneros “mayores” como Bill Gates (Microsoft) o Steve Jobs (Apple); y por otra los más jóvenes, como Larry page y Serguéi Brin (Google), Mark Zuckerberk (Facebook) y Jan Koum (WhatsApp). Ambos grupos de pioneros tienen en común una característica con un enorme potencial de ilusión y de transformación social; partieron de unas escasísimas bases de recursos financieros y humanos, multiplicando exponencialmente la inversión realizada hasta extremos nunca vistos hasta ahora en la historia del hombre sobre la tierra. Tan irresistible atractivo, apoyado por un entorno inversor extraordinariamente favorable (por los bajos tipos y los innumerables clubs de inversores e incubadoras de internet, además del crowdfunding) está convirtiendo el emprendimiento en la primera opción de un creciente segmento de la población occidental.

Por ello los nuevos yacimientos de empleo de los altamente cualificados millenials son cada vez menos accesibles para las grandes empresas, que durante el siglo XX habían venido acaparando el empleo de los segmentos de población más capacitados. Desde que el economista David Birch publicara en 1979 que el empleo lo provocan los emprendedores, los sucesivos estudios han refrendado su tesis; muchas pequeñas y medianas organizaciones son las que crean los empleos; empresas que se coordinan entre sí en complejas cadenas de valor añadido que van copando crecientes parcelas de la economía. Éste entorno les ha empujado a las grandes empresas a buscar cómo integrar en su cultura las actitudes y las capacidades de éste colectivo incorporándolos a sus plantillas; para ello están promoviendo en sus grupos el intra-emprendimiento (el I+D+I que genera nuevos negocios para diversificar); de hecho, el profesor Christiansen – de la Universidad de Harvard – ha afirmado que las empresas del siglo XXI están abocadas a fracasar si no trabajan con emprendedores. No hace falta dedicar mucho espacio a argumentar que la forma de tratar a los millenials debe de ser sustancialmente distinta a la de los empleados habituales; son personas más asertivas, independientes, e incluso rebeldes; si el entorno no les gusta mucho, se marchan. También tienen el potencial de promover y mantener procesos colectivos de innovación y progreso que creen un extraordinario valor para los accionistas de esas corporaciones.

Éste grupo social ha hecho de la necesidad virtud; son fuertes y resueltos. Y nadie puede vislumbrar todavía cual puede ser llegar a ser su influencia en los gustos del conjunto de la sociedad y en las exigencias que van a plantear a las organizaciones sociales y los partidos políticos. Conforme vaya aumentando su número y el peso de sus decisiones en el conjunto de la sociedad, podremos evaluarlo con más precisión. Ahora, en este momento, lo que es seguro que se puede proclamar ¡atención a los millenials!

Ignacio Suárez-Zuloaga, Presidente de la Fundación Zuloaga e Iñaki Ortega Cachón profesor de Deusto Business School.