domingo, 16 de abril de 2017

El dilema de la Generación Z

(este artículo se publicó originalmente en el diario ABC el día 16 de abril de 2017)

Los siete millones de jóvenes que tienen en este momento entre 14 y 23 años se encuentran en un dilema. Por haber nacido en los últimos años del siglo pasado, internet les ha acompañado toda su vida para estudiar, para ser controlados, para tener amigos y por supuesto para su ocio.

Son la llamada Generación Z, también conocidos como centennials. Pero el mundo no es todavía digital 100%. Por eso, tienen que elegir entre renunciar a parte de su identidad para adaptarse a una realidad hecha por y para sus padres y abuelos o, por el contario, ser ellos mismos aun a riesgo de quedar en la periferia del sistema. Seguir buscando el trabajo que ansiaban sus hermanos mayores o trabajar por proyectos y abrazar la gig economy. Sucumbir al descrédito generalizado en  la política o comprometerse por cambiar lo que no les gusta. Ser fieles a las marcas de siempre o ser consecuentes con su mundo digital donde lo que importa es la experiencia del usuario y las recomendaciones. Estas son algunas de las conclusiones de una nueva edición de la investigación sobre la generación Z elaborada por Deusto Business School con el apoyo de ATREVIA.
Tal y como recoge el citado estudio, que es continuación del publicado en 2016 con el nombre deGeneración Z, el último salto generacional, la web ha sido y es omnipresente desde edades tempranas para los integrantes de esta generación, pero junto a internet hay otros cuatro términos que empiezan por la letra i que también les definen: Irreverencia, inmediatez, inclusión e incertidumbre. Irreverentes porque no dudan en llevar la contraria a sus padres, profesores o mayores, entre otras cosas porque han sido autodidactas. Inmediatez como las redes sociales que frecuentan donde todo es rápido y fugaz. La economía colaborativa y la diversidad que abrazan les convierte en inclusivos. El mundo líquido en el que han nacido, en palabras del filósofo Bauman, donde nada es estable y todo cambia, hace que la incertidumbre sea su compañera desde que nacieron en plena crisis global.
Esta generación se encuentra ante un dilema, ante una encrucijada en la que pueden elegir el mejor camino o perseverar en los fallos de las generaciones anteriores.
El del prisionero es para los economistas el dilema más recordado. Muestra que dos personas pueden no cooperar incluso aun cuando vaya en contra del interés de ambas. Fue desarrollado en los años cincuenta del siglo pasado por dos matemáticos, considerados los padres de la teoría de juegos. Para los que no lo recuerden, en el dilema la policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras incomunicarles, los visita y les ofrece el mismo acuerdo. Si uno confiesa y el cómplice no, este último será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el otro quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrá hacer la justicia es encerrarlos durante un año por un cargo menor.
El punto clave reside en que las mejores opciones individuales finalmente, puestas en relación con la decisión del otro,  son muy malas para cada uno de ellos. Ser egoísta tiene malas consecuencias. En cambio si se aplica la lógica, la única solución  es cooperar entre ellos. Este planteamiento nos lleva a la correcta resolución del dilema, que es decir la verdad y cooperar.
Volviendo al informe, los Z desconfían de la educación superior actual por su falta de pragmatismo y lejanía de las vanguardias tecnológicas; se muestran muy preocupados por la situación política y votaron masivamente en las últimas elecciones. Como empleados, lo más importante no es el sueldo sino el ambiente de trabajo y la capacidad de conciliar; apuestan por el emprendimiento como el empleo ideal y son la primera generación que aspira a equilibrar trabajo y vida privada.
Pero a la vez que todo lo anterior sucede, persisten demasiados jóvenes abocados a instalarse en la precariedad del empleo actual. Adolescentes que cuando dejen de serlo no podrán aspirar a formar una familia con los sueldos que percibirán. Nuevos votantes que ven que la nueva política ha envejecido demasiado rápido y volverán al desencanto. Jóvenes emprendedores que sufren los rigores de la misma administración que les anima a arriesgarse.
Una contradicción pura, dos realidades que conviven en una misma generación. En definitiva una situación comprometida para los jóvenes que no saben por qué optar, porque ni es bueno lo anterior ni lo que viene, porque el pasado no era tan malo ni lo es el presente. Casi la definición literal de dilema que nos ofrece el diccionario. Pero lo que no aparece en ningún manual es la solución mágica a esta disyuntiva que afecta a más de siete millones de españoles que están llamando a las puertas de nuestra sociedad. Esperemos que la respuesta sea la misma que en el dilema del prisionero. Cooperar.
Iñaki Ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School
Nuria Vilanova es empresaria y presidenta de ATREVIA

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