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sábado, 1 de junio de 2019

El secreto de la felicidad es votar

(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 30 de abril de 2019)

Nunca desde el mundo de la empresa habíamos hablado tanto de la felicidad. Las grandes compañías crean institutos con su nombre; científicos y economistas se han unido a la lista de profesionales que la cultivan hasta hace poco compuesta en exclusiva por poetas y psicoanalistas; el curso más demandado de la Universidad de Yale es para alcanzarla y hasta la ONU ha dedicado un día en el calendario para honrarla; finalmente la lista de los llamados libros de empresa dedicados a ella crecen exponencialmente.

Pero quizás sin darnos cuenta, en España, tenemos muy cerca el secreto de la felicidad. Nuestro país podría pasar a la historia como los inventores del elixir de la felicidad y no estamos siendo capaces de contarlo a todo el mundo.

Sino cómo se explican alguna de las cosas que han sucedido esta semana de resaca electoral. El PSOE no puede estar contento porque su objetivo de alcanzar el poder en Madrid se ha frustrado, el PP ha visto como el mapa municipal se ha teñido de rojo, Ciudadanos no consigue superar a los populares en ningún feudo y Podemos se desploma en todos los territorios. Pero la magia de las urnas ha hecho que estos negativos hechos objetivos se conviertan en la mayor de la felicidad para los votantes de esos partidos. Los socialistas se despertaron el lunes 25 de mayo felices por haber ganado las elecciones europeas pero también las municipales. Los populares durmieron con una sonrisa en la boca por la recuperación de las instituciones madrileñas. Los ciudadanos que apoyaron a ídem están emocionados por seguir creciendo en votos cada vez que hay unas elecciones y ya van cinco o seis. Hasta los podemitas han encontrado la felicidad en el descalabro del “traidor” Iñigo Errejón.
Votar es el secreto de la felicidad. Sea cual sea el partido que votes, el mero hecho de introducir una papeleta en la urna provoca inmediatamente un estado de alegría como hemos visto esta semana poselectoral. Les animo a que pongan a prueba este descubrimiento con otros españoles que han votado a fuerzas distintas de las anteriores, por ejemplo ERC que a pesar de tener a sus líderes en prisión saltan de alegría por haber ganado a Colau en Barcelona o hasta los que apoyaron con su voto al independentismo catalán -que no ha conseguido ser mayoritario estas elecciones- se felicitan ostentosamente porque el fugado Puigdemont es el eurodiputado con mas apoyos en esa parte de España. Y los nostálgicos votantes de VOX que ha pinchado a la primera de cambio, se arrogan con alharacas la derrota de la izquierda en la capital de España. Votar es milagroso y cual bálsamo de fierabrás lo cura todo. Después de ejercer el derecho al voto se arreglan, como con esa poción mágica, todas las dolencias del alma y se alcanza la felicidad.
Mientras tanto otros países como Bután han creado índices de contabilidad nacional para medir la felicidad. Frente al Producto Interior Bruto (PIB) en esa parte del mundo han diseñado el ratio de Felicidad Interior Bruta (FIB) que mide la calidad de vida en términos menos economicistas y más comprehensivos. El término fue propuesto por  el rey de Bután hace unos años como respuesta a las críticas de la pobreza económica de su país. Mientras que los modelos económicos convencionales miden el crecimiento económico, el concepto de FIB se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual. Los cuatro pilares de este nuevo índice de la contabilidad nacional de la felicidad son: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno.

Incluso Harvard ha creado una cátedra para su estudio y como nos recuerda este mes la revista Ethic, los más conocidos y respetados profesores de esa universidad como Steven Pinker especulan sobre ella. Para Pinker la felicidad tiene dos caras: una experiencial y cognitiva. El primer componente consiste en equilibrar emociones positivas como la alegría y las negativas como la preocupación. El segundo consiste en vencer los sesgos cognitivos que nos conducen al pesimismo lo cual podría lograrse, según Pinker, gracias a la ciencia con un localizador que suene en momentos aleatorios para indicarnos cómo nos sentimos. La medida última de la felicidad consistiría en una suma integral o ponderada a lo largo de la vida de cómo se sienten las personas y durante cuánto tiempo se sienten así.

Quién tendrá la razón Bután, Harvard o las urnas españolas no es fácil de saber, pero Miguel de Cervantes nos dejó una pista sobre la felicidad en El Quijote que conviene repasar de vez en cuando (cambiando la palabra libro por vida) «No hay libro tan malo que no tenga algo bueno».

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

domingo, 5 de mayo de 2019

El efecto ancla

(este artículo se publicó originalmente el día 5 de mayo en el diario 20 minutos en la sección de opinión)



Seguro que alguna vez te has subido en un bote. Para poder pescar o bucear, el marinero suele lanzar un ancla y así el barco está fondeado y no va a la deriva. Las primeras anclas datan de dos mil años A.C. y en economía también se lleva años estudiando porqué  los directivos toman decisiones erróneas con graves consecuencias para clientes, trabajadores y accionistas. Se le ha dado tanta importancia al estudio de esa falta de lógica en los gerentes que hasta se ha creado una escuela dentro de esta ciencia social llamada Economía del Comportamiento. Uno de los prejuicios que nos llevan a distorsionar la realidad y por tanto a acometer  decisiones  ilógicas ha tomado su nombre del mundo del mar, es el efecto ancla. Este efecto se da cuando es más importante la información primera que se recibe, con independencia de su veracidad,  que cualquiera posterior de mayor calidad. Nuestra mente se queda anclada en ese primer dato lo que nos impide avanzar.

Los primeros compradores de cada nueva versión del iPhone hacen grandes colas y compran muy  caro el nuevo Smartphone. Pero el grueso de las venta las obtiene Apple por aquellos que después del lanzamiento, al ver un descuento, se deciden a comprarlo pensando que se llevan un chollo al pagar por debajo de su precio inicial (sin darse cuenta que estaba inflado para que lo comprasen solo los fanáticos).

Pero este efecto sirve también para explicar cuando queremos vender nuestra casa al mismo precio que la vendió nuestro vecino aunque hayan pasado varios años y estemos en otra coyuntura. También cuando no vuelves a mandar tu CV a una empresa porque hace un tiempo te descartó en otro proceso de selección. Este anclaje mental funciona cuando en el supermercado aparece un aviso prohibiendo llevarse más de diez latas de una cerveza especial y el resultado es que se venden más unidades que si en el cartel hubiera aparecido que no pueden comprarse más de cinco. Hasta los electores sufren de este efecto y no son pocos los votantes que se quedan anclados en sucesos del pasado desmentidos posteriormente. Pero el anclaje tiene sus peores consecuencias con esos enfados familiares por malentendidos que nunca se perdonan por mucho que pase el tiempo o se aclare el lío. O cuando te empeñas en seguir discutiendo con tu pareja por una tontería fruto de un mal día y el ofuscamiento te impide ver evidencias posteriores que entierran el supuesto agravio. La mente humana tiene estas cosas y es así de imperfecta, En la náutica lo resuelven muy fácil, si quieres avanzar para volver a puerto o seguir navegando tienes que levar el ancla. Por eso en tu trabajo pero también en tus relaciones personales te recomiendo que a veces hagas un esfuerzo, pases página y subas el ancla. Avanzarás.  

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR



miércoles, 1 de mayo de 2019

Sesgos electorales


(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 30 de abril de 2019 )




Actualizando mis apuntes de “Economía de la Empresa” de cara al curso que viene, me he topado con el cuarto tema de la asignatura titulado “La toma de decisiones”. El manual explica que elegir es la esencia de una empresa, pero también de la vida de cualquier persona, sea o no directivo. Todos los gerentes de una compañía aspiran a tomar buenas decisiones, es decir elegir entre dos o más alternativas de un modo óptimo. Por ello intentamos enseñar a los alumnos matriculados, diferentes técnicas para la toma racional de decisiones o lo que es lo mismo herramientas para una elección entre alternativas lógicas, consistentes y que maximicen el valor. Son las llamadas reglas generales de administración y dirección de empresa o heurísticas (perdón por el palabro). La experiencia nos indica que no siempre hay tiempo para examinar todas las alternativas de un modo exhaustivo, por eso desde hace un tiempo en la empresa se habla de la racionalidad limitada. El fundador de Netflx lo llama “intuición informada”, de hecho, Reed Hasting ha llegado a afirmar que “en el crecimiento internacional invertimos muchos recursos en analizar datos pero que esa información es tan importante como la intuición”. Es decir, que la experiencia, los sentimientos y los juicios acumulados nos ayudan tanto a tomar decisiones como la mera lógica. Hemos evolucionado, por tanto, de huir de la emotividad en la toma de decisiones a incluirla junto a la racionalidad en la fórmula mágica para acertar.

Lo dicho hasta ahora sirve para dirigir empresas, pero si repasan las líneas anteriores comprobarán que este domingo los españoles hemos seguido fielmente -sin saberlo- mi asignatura. Y los electores como los directivos han de saber que tomando decisiones de modo absolutamente racional o hibridando con la intuición, no están libres de padecer los llamadas sesgos cognitivos que el premio nobel Kahneman describió magistralmente en un artículo en Harvard Business Review en 2011.

Los sesgos no son mas que errores o prejuicios que nos llevan a distorsionar la realidad o a juicios inexactos o interpretaciones ilógicas. Algunos de esos sesgos que nos llevan a la irracionalidad son los siguientes:

1. Exceso de confianza, cuando los responsables de tomar decisiones tienden a pensar que saben más de lo que realmente saben.

2. Gratificación inmediata, lo sufren aquellos individuos que siempre buscan los beneficios rápidos frente a las opciones en que la gratificación es mayor, pero en el largo plazo.

3. Efecto ancla, cuando es más importante la información primera que se recibe (aunque sea incompleta) frente a una posterior de calidad.

4. Confirmación, se busca información parcial que reafirme nuestras decisiones y se huye de los datos que nos contradicen.

5. Disponibilidad, solamente recordamos para tomar decisiones los sucesos recientes, olvidando los más antiguos, de modo y manera que distorsionamos la realidad.

6. Representatividad, o lo que es lo mismo hacer analogías o ver situaciones idénticas en donde no existen.

7. Casualidad o serendipia que da título a esta columna en La Información, que no es otra cosa que hacer categoría de una simple casualidad.

8. Egoísmo, aquellas personas que alardean de sus éxitos inmediatos y culpan a cualesquiera factores externos de sus fracasos

9. Retrospectiva o la tendencia a creer erróneamente que hubiera podido predecir con exactitud el resultado de un evento, una vez que ya se conoce el resultado.

10. Y aunque Kahneman no la menciona exactamente, no puedo dejar de citar las profecías autocumplidas, que usan los autores de las fake news. Quizás la más famosa es aquel bulo que hablaba de la insolvencia de un banco, que al propagarse genera el pánico en los clientes de la entidad financiera que retiran sus fondos provocando de ese modo la banca rota.

No siempre razonamos correctamente, por supuesto. Y ninguna de nosotros está libre de ello. Pero como nos recuerda el premio nobel de economía de 2005, simplemente si somos conscientes de esos sesgos y luchamos contra ellos por ejemplo formándonos o simplemente prestando algo de atención a esta lista corta, el desempeño de las instituciones en las que trabajamos aumentaría en el entorno del 10 por ciento. Y esto vale para las empresas, pero también para grandes decisiones colectivas como las de este domingo.

Si se han quedado con ganas de profundizar más en estos sesgos les animo a que lean el libro "Nuestra mente nos engaña. Sesgos y errores cognitivos que todos cometemos", de Helena Matute, catedrática de Psicología Experimental de la Universidad de Deusto. Pero si además tienen curiosidad de situar circunstancias concretas de estas elecciones generales en el decálogo anterior de sesgos tendrán (como en los crucigramas) que ojear esta leyenda tan particular como que solo la suscribo yo y no las instituciones que me honran siendo docente.


1. Ley D´Hondt 2. Debates electorales 3. Moción de censura 4. Programas electorales 5. Situación económica 6. Elecciones andaluzas y generales 7. El bolso de Soraya en el escaño de Rajoy 8. Clase política 9. Tertulias políticas 10. Redes sociales

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR