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viernes, 22 de diciembre de 2023

Un cuento de Navidad

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el 22 de diciembre de 2023)

 

La decisión del Gobierno de España de adquirir un 10% de las acciones en Telefónica me ha llevado a una especie de viaje en el tiempo al siglo pasado. 

Desde su nacimiento como monopolio en 1924, pasando por su nacionalización en 1945, y hasta su privatización total en 1996, la empresa de telecomunicaciones fue un ministerio más del gobierno de turno. Con un presidente de la compañía nombrado en Moncloa (o en El Pardo) y un consejo de administración con buen acomodo para figuras relevantes de la política española. Al mismo, tiempo en esos años en los equipos directivos de Telefónica valían más por sus apellidos que por el mérito y la capacidad. Todo cambió cuando en los años noventa, dos gobiernos de diferente color pero con una misma motivación, acometieron la privatización de la empresa. Primero Felipe González y luego José Maria Aznar, entendieron que la mejor gestión de las empresas es cuando está en manos privadas y vendieron sus acciones, logrando de paso importantes ingresos para las entonces necesitadas arcas públicas.

Como en Qué bello es vivir, la película por excelencia de la Navidad, sería muy duro comprobar ahora las consecuencias de haber tomado otra decisión en los años noventa, es decir seguir con el control público de la compañía. Y es que si Telefonica no hubiese sido privatizada, hoy lisa y llanamente no existiría. Sería, seguramente, una franquicia de un grupo francés o estaría controlada por un fondo de inversión que a su vez la habría comprado a otro. El cuartel general en París o Londres y el primer ejecutivo un curtido italiano en aplicar recortes y despidos. Su tamaño sería escuálido para adaptarse a los requerimientos del mercado y por tanto su aportación a la economía española se reduciría a una línea de su informe de sostenibilidad.

El estado español gestionando esa empresa jamás hubiera podido asumir las exigencias de la libre competencia, ni las innovaciones y mucho menos las sofisticadas demandas de los clientes. Estoy seguro que tras financiar año tras año pérdidas de la operación hubiera acabado malvendiendo la empresa. La otra posibilidad sería que presionado por unos funcionarios europeos aplicando estrictamente leyes de libre competencia, la empresa española se hubiera fusionado con una más grande del propio continente.

Al igual que en la película de Frank Capra, el encanto desaparece y vemos la realidad. Telefónica es hoy una compañía bien gestionada, con un equipo directivo de alto rendimiento, oferta sofisticada y alta capacidad de inversión. Pero a diferencia del cuento de Navidad, los protagonistas no son como James Stewart capaces de ver las bondades del momento. Muy al contrario el gobierno ha hecho caso omiso de este flashback que les estoy contando y ha anunciado un desembolso de 2.000 millones para volver a los años ochenta y mandar con plenos poderes en Telefónica. Seguro que en la cabeza de más de uno están ya los nombres de un nuevo presidente no ejecutivo, de los consejeros que desembarcaran en la telco española o de las entrevistas a conceder en los canales de televisión de la empresa.

Nada nuevo bajo el sol. En el pasado las cajas de ahorro y las energéticas hicieron sufrir a sus clientes y a la economía española por mezclar la propiedad pública con la gestión privada. También administraciones públicas manirrotas llevaron a la quiebra a las finanzas patrias hace muy poco. Aeropuertos sin uso, autopistas a medio terminar o hospitales con infinitas listas de espera son las cicatrices que nos recuerdan que las alegrías de gastar lo que no se tiene, siempre se acaban pagando con creces. 

Me temo que solo nos queda la esperanza de que esto termine de la misma manera que el filme, con un milagro en la Nochebuena que les haga ver lo bueno de no volver al pasado. Un milagro o un comisionado europeo que ponga el grito en el cielo. Casi lo mismo.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 27 de noviembre de 2023

Un ratón en el Congreso

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 27 de noviembre de 2023)

Ya tenemos nuevo gobierno. Como en la fábula de Esopo después de tanta expectación, el resultado ha sido pírrico. El breve cuento clásico se tituló “El parto de los montes” y decía así: “Hace mucho tiempo, en tiempos muy lejanos los montes daban señales de parir y los hombres de aquellos tiempos, esperaban ese parto con mucho miedo, y asombro por saber qué clase de monstruo iban a abortar; y al fin resultó que el temible fruto de los montes era un inofensivo ratón, lo cual causó carcajadas en los hombres”-

Desde el mes julio llevamos escuchando que se iban a reducir los ministerios y que el presidente Pedro Sánchez acometería una grandísima reforma del gabinete. Un nuevo tiempo continental, liderado por un español en la presidencia europea, exigiría dar ejemplo de austeridad y las carteras serían las imprescindibles. Los mejores perfiles formarían parte del equipo y como en las purgas maoístas desaparecerían del círculo presidencial los ministros más relevantes, para dar paso a nuevos y puros perfiles sanchistas. Al mismo tiempo los barones de Extremadura, Aragón y Valencia entrarían en el consejo de ministros en compensación por su salida de los gobiernos autonómicos a causa del voto de castigo a Sánchez en las elecciones de mayo. La antigua alcaldesa de Barcelona, otrora activista contra desahucios, sería la ministra de vivienda e ilustres funcionarios dejarían altísimas responsabilidades en organismos de prestigio internacional para acompañar a Pedro Sánchez en su insigne tarea de explicar el modelo de desarrollo económico y social español que ha parado a la derecha con sus pulsiones golpistas. Un gobierno de campanillas que deslumbraría a todos los españoles.

Pues bien, el parto gubernamental ha sido una camada con el mismo número de ministros, nada más y nada menos que 22. Muchos más que en Alemania, Francia, Bélgica o Holanda. Con la novedad de una vicepresidencia más y alguna que otra secretaría de estado extra. Al mismo tiempo ministerios que antes no tenían esa categoría por apenas disponer de competencias ahora son elevados a dicha condición para contentar a colegas o compañeros de partido. Ni rastro, por tanto, de los famosos ahorros, más bien al contrario, un mayor gasto público. Tampoco nada de la llegada de figuras de reconocido prestigio, únicamente conmilitones con la única experiencia de trienios acreditados en luchas intestinas de partido y hoja de servicios trufada de insultos al adversario político.

El español Félix María de Samaniego reescribió más de dos mil años después la fábula clásica de Esopo y quiso introducir un párrafo final para detallar la moraleja para que a nadie le cupiese duda alguna. “Hay autores que en voces misteriosas, estilo fanfarrón y campanudo nos anuncian ideas portentosas. Pero suele a menudo ser el gran parto de su pensamiento, después de tanto ruido sólo viento”. Ahora que el parlamento vuelve a abrirse y con ello la separación de poderes, clave en cualquier democracia, superará el lapso de seis meses sin control al gobierno, volveremos a escuchar esas voces fatuas que dice Samaniego. Grandilocuentes propuestas con afectadísima voz serán pronunciadas desde la tribuna de la Carrera de San Jerónimo y aunque lo intentaré, lo juro, no tendré otro remedio que acordarme del ratoncillo que parieron los montes.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 8 de marzo de 2023

Cerrar la persiana

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 6 de marzo de 2023)

Ferrovial se va, pero no cierra la persiana. Traslada su sede a los Países Bajos para poder tener inversores de la Bolsa de Nueva York, aunque seguirá siendo una empresa de españoles. El gobierno se ha lanzado en tromba frente al presidente de la compañía, dentro de su estrategia del último año de acusar de todos los males a los empresarios, bien la inflación, bien los sueldos, bien el desempleo y ahora el mal uso del dinero público. Me temo que los ataques al señor Rafael del Pino se han exagerado con la íntima esperanza de que sirvan para olvidar -aunque sea por unos días-  la excarcelaciones de la ley de el “solo sí es sí” o el caso del diputado que por la mañana votaba en contra de la prostitución y por la tarde se dedicaba al tráfico de influencias en lupanares.

Toda esta energía gubernamental debería dedicarse a mejorar las condiciones para que empresas como Ferrovial no tengan que irse a Ámsterdam y así conseguir financiación que les permita seguir creciendo. Pero si por algún prejuicio ideológico o porque su socio de coalición no les deja, desde aquí les pido que por lo menos centren su atención en la sangría de cierres de comercios -215 tiendas que cada día bajan la persiana para siempre-; en la caída del número de autónomos -más de 20.000 solamente en el primer mes del año- y en los 110.000 jóvenes empresarios que han clausurado sus negocios.

Las grandes empresas son importantes, pero no puede olvidarse que el 98% de nuestras compañías son pymes que están padeciendo el alza de costes por la inflación y la caída del consumo. Según datos de CEAJE, cerca de la mitad de las pequeñas empresas españolas está en pérdidas o muy cerca. No pueden ganar dinero porque cada vez los suministros son más caros por la subida de la luz, otros costes no dejan de escalar como los laborales por el nuevo salario mínimo o la factura fiscal que ha subido con las nuevas tarifas de la seguridad social. Y al mismo tiempo sus compradores -los consumidores españoles- son más pobres. Para la OCDE somos el país que más poder adquisitivo ha perdido. Es sencillo de entender, la cesta de la compra ha subido cerca de un 30% en dos años, las hipotecas un 50% en un año, los empleos en los últimos tres años son peor pagados porque son de menos horas -sólo la mitad de los empleados trabaja ocho horas al día-. Por eso el consumo se ha hundido y con ello los ingresos de las micropymes.

Las naciones prosperan por el dinamismo de sus empresas y emprendedores. Millones de españoles vieron en el trabajo autónomo y en el comercio una vía para su prosperidad y la de su país. Hoy cientos de miles han cerrado la persiana y con ello sus ilusiones, otros tantos cada día sienten la soga más apretada en su garganta y la mayoría apenas llegan a fin de mes. Mientras tanto en las noticias tienen que escuchar de sus gobernantes que ellos son los culpables de todo, que son los de arriba y que viven en un festín.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

viernes, 9 de diciembre de 2022

La economía dopada

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 8 de diciembre de 2022)

El uso de sustancias estimulantes para potenciar el rendimiento del organismo de un deportista está prohibido. Con los esteroides se consigue más musculatura, con la EPO eliminar la fatiga y con los narcóticos ya no hay dolor, pero no es legal ni ético y además perjudica la salud. El dopaje solamente está perseguido en el deporte, pero a la vista de los últimos indicadores económicos quizás se debería extender a la política económica.

Las cifras del desempleo registrado se desploman en España porque no se contabilizan los fijos discontinuos sin actividad o los empleados en ERTE que no están trabajando. Al mismo tiempo los cotizantes crecen con decenas de miles de empleos promovidos por el sector público. Se consigue artificialmente tener menos parados, muy parecido a los boxeadores que toman diuréticos antes de subirse a la báscula y así rebajar su peso.

Cuando los presupuestos generales del estado no cuadran porque los gastos superan los ingresos, basta con introducir en el cuadro macroeconómico un supuesto optimista de crecimiento del PIB del 2,1%, aunque todas las previsiones de los analistas lo sitúen en la mitad. De modo y manera que se consigue equilibrar la cuenta, pero eso sí, con los ingresos hinchados, como los músculos del atleta americano Ben Johnson cuando consiguió la plusmarca de los cien metros lisos, gracias a los esteroides.

Si los sueldos son bajos o nadie contrata a los mayores de 52 años, el BOE viene al rescate subiendo el salario mínimo interprofesional en más de un 30% o estableciendo a los seniors un subsidio vitalicio de 500 euros. Más deuda pública para evitar sentir el dolor de un tejido productivo que no crea empleo de calidad asfixiado por trabas e impuestos. Tampoco sentían dolor en sus piernas tantos ciclistas que recordamos -como el mítico Pantani- porque corrían dopados con anfetaminas pero que luego lo pagaron con sus vidas.

Si, aún así, los compromisos de gasto siguen creciendo fruto de las exigencias de socios insaciables y no hay ingresos que los soporten, siempre se puede recurrir a nuevos impuestos a la banca o a las energéticas. ¿Que no es suficiente? pues se inventa un tributo para los ricos o se suben las contribuciones a los empresarios. Da igual si son legales o no, incluso si finalmente no se recauda ni un euro tras ser desautorizada por los tribunales. Cuántos atletas se han quedado por el camino tras descubrirse por las autoridades que consumían sustancias prohibidas, pero la ambición por ganar les llevó a truncar sus carreras.

No es nuevo. La política monetaria del Banco Central Europeo con los tipos en negativo durante seis años permitió el dinero gratis para los bancos, alimentando enfermizamente una demanda continental. Ahora los fondos Next Generation EU, creen que harán posible lo imposible, como la soberanía industrial o la autonomía energética en Europa. Una lluvia de millones, esta vez sí caída del cielo, porque parece que es gratis. Todo cuesta y las reformas estructurales en nuestro país no se consiguen de la noche a la mañana. A la tenista María Sharapova y al ciclista Lance Armstrong sí les costó y mucho, usar atajos para ganar, y tras descubrirse nunca volvieron a ser los mismos.

Pero pobre del que se atreva a denunciar algo de la anterior, sea un funcionario, un economista o un político. Fascista, trumpista o catastrofista serán los calificativos recibidos, cuando no jubilado o despedido de su posición en la administración. Exactamente igual como cuando hace años un médico o un periodista descubrían el dopaje de un famoso deportista y eran linchado por lesionar el prestigio del ídolo.

La mayoría de las sustancias catalogadas como dopantes son medicinas utilizadas para aliviar enfermedades, por tanto, no son malas per se. Simplemente cuando se usan para otros fines o con otras dosis, es cuando son problemáticas. Exactamente igual sucede con la política económica. Los subsidios son necesarios para corregir fallos de mercado, la política fiscal garantiza la redistribución de la riqueza y la monetaria el acceso al crédito. Pero siempre con la dosis y con el fin adecuado, que en economía es la satisfacción de las necesidades humanas y no ganar elecciones.

Las leyes antidopaje tardaron en llegar, pero finalmente se consiguieron. Lo que antes era legal o por lo menos alegal, hoy está prohibido. Esperemos que más pronto que tarde, una ley impida también el dopaje de la política económica.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 14 de noviembre de 2022

Torturas en la contabilidad nacional

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico el día 11 de noviembre de 2022)

Se atribuye al economista británico Ronald Coase la repetida frase de que «si torturas los datos por suficiente tiempo, confesarán lo que sea». A este insigne miembro de la escuela de Chicago no le concedieron el Premio Nobel de Economía en el año 1991 por su ocurrente sentencia sino por demostrar la importancia de las instituciones en las transacciones.

Pero cómo no acordarse de Coase estas semanas en las que, para un mismo dato económico, la interpretación del gobierno difiere radicalmente de la del consenso de todos los analistas.

Los precios en octubre siguen al alza con un 7,3% y aunque llevamos 13 meses con subidas que superan el 5%, los mensajes triunfalistas desde las tribunas oficiales equiparan subir menos con bajar. Para el gobierno, España no tiene un problema de precios, pero sí Alemania e Italia, obviando que las medidas para luchar contra la inflación son europeas con la política monetaria del BCE.

La economía española arrastra los pies con una escuálida subida trimestral del 0.2% y el gobierno habla de la gran fortaleza de nuestra economía. Pero, aun así, el dato no es malo para el ministerio, porque a pesar de la guerra de Ucrania “la resistencia de la actividad española es sorprendente”. Del frenazo de las exportaciones y de la caída de la inversión no se habla porque para qué estropear un buen titular.

La tasa de desempleo aumenta hasta alcanzar un 12,6% o lo que es lo mismo casi 3 millones de españoles que quieren trabajar, pero no encuentran empleo. Y desde el Gobierno lo celebran porque justifican el aumento de la tasa de paro por mor de la matemática, ya que la tasa es un cociente y no solo aumenta el denominador -los parados- sino también el numerador - “fuerte incremento de la población activa”-. Eso significa que hay más personas buscando un empleo porque ha aumentado “la confianza de los trabajadores” en el mercado de trabajo.

El premiado economista con su flema inglesa, ante esta situación, hubiese bromeado con que alguien en el Ministerio de Economía está torturando al IPC, a la EPA y al PIB. Casi estoy viendo la imagen que tanto haría reír a Coase. En un remoto despacho del Paseo de la Castellana, técnicos comerciales del estado, nombrados por la vicepresidenta Nadia Calviño, aplicando electrodos, luces cegadoras y música ensordecedora a los pobres indicadores de contabilidad nacional que exhaustos acaban firmando una declaración sobre la buena situación de la economía patria. Ese siempre riguroso IPC, después de horas sin dormir, reconoce que, en España, con un 7,3% de inflación y una subyacente del 6,2%, no tenemos problemas con los precios por mucho que se haya aprobado una agresiva subida de los tipos de interés para toda la zona euro. El viejo pero confiable PIB no tiene otro remedio que confesar, ante la amenaza de más descargas, que, aunque no hemos recuperado los niveles pre-COVID el año que viene con una aumento -que nadie se cree- del 2% estaremos ya como en 2019. Y la pobre tasa de desempleo, agotada tras el interrogatorio, tiene que asumir el papelón de minusvalorar los más de 60.000 parados de este verano y poner en cambio el foco en los miles de empleos que se han creado por el sector público.

A Coase ya no le hubiera hecho tanta gracia los cambios en la dirección de instituciones como el Instituto Nacional de Estadística (INE) que emiten los principales indicadores económicos de nuestro país. Ni tampoco que instituciones como la AIREF haya puesto en solfa los informes económicos sobre los que se diseñan los presupuestos. No en vano el premiado economista fue el fundador de la conocida como Nueva Economía Institucional que defiende el papel clave de las instituciones sociales (leyes, contratos reguladores, supervisores y administraciones públicas entre otras) en el comportamiento de los agentes económicos. Imagino su cara de desagrado al contarle que en España el responsable del organismo público CIS es un militante del partido del gobierno que emite encuestas electorales que no coinciden con las de ningún instituto demoscópico. Pero ya le hubiera indignado sobremanera, a la luz de sus estudios sobre las leyes contractuales, conocer que las instituciones españolas no son capaces de desbloquear el gobierno de los jueces que sigue dependiendo de los partidos políticos.

Torturando la contabilidad nacional, los argumentarios de los consejos de ministros están consiguiendo mantener la vana ilusión de que la economía española está libre de problemas. Igual que los martirios del señor Tezanos a las encuestas acaban generando mayorías incontestables para su jefe de partido. Pero, esos suplicios a los datos, tarde o temprano se acaban descubriendo. Las medidas aprobadas por el Banco Central acabarán congelando definitivamente la economía continental; empezarán los despidos y ya no podrán pagar las hipotecas muchas familias. Al mismo tiempo llegarán las elecciones y las urnas dirán verdades y no deseos. Y los indicadores de contabilidad nacional recuperarán su tranquilidad y su fiabilidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la UNIR y LLYC

 

 

 


miércoles, 5 de octubre de 2022

No son ricos

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 3 de octubre de 2022)


Esa abogada que parece que vive en el despacho porque a la hora del día que vayas, hasta los sábados, está impecable con su carmín y su traje de chaqueta. Ya ha contratado a varios graduados en derecho, mucho mayores que ella y a una docena de auxiliares, al mismo tiempo que está cursando por las noches su enésimo máster sobre fiscalidad. Los domingos los dedica a viajar a las seis ciudades donde ha abierto delegaciones.

Ese amigo del colegio que por las tardes estudiaba alemán mientras los demás estábamos callejeando, acabó graduándose en ingeniería, aunque la mayoría de sábados no le veíamos por la noche porque siempre tenía que “empollar”. Pidió un crédito para estudiar en MBA en la mejor escuela de negocios y le fichó muy pronto una empresa americana. Se casó y empezó a viajar por todo el mundo, los niños llegaron y él seguía viviendo en un avión. Ahora, es directivo de esa compañía. Pasa más noche al año fuera de casa que con su familia.

Ese zapatero a punto de jubilarse que te sigue atendiendo con una sonrisa, pese a que ya casi no le visitas. Empezó con un almacén de calzado, repartiendo por toda la ciudad género que traía desde Alicante. Madrugar con los pedidos y trasnochar con las devoluciones fue su vida durante cuarenta años. La primera tienda la abrió con los nuevos barrios de la ciudad, luego llegaron una docena más, que ahora gestionan sus hijos.

Esa doctora de la seguridad social que ha curado todos los catarros de tus hijos y ahora los achaques de tus padres. De joven, empezó por las tardes en una consulta privada que le hacía llegar a casa muy tarde. Los fines de semana, atendía guardias en varias clínicas, para ahorrar y tener su propia consulta. Hoy sigue trabajando más de 12 horas, seis días a la semana, pero tiene su negocio en propiedad.

Ese bisabuelo que harto de la miseria de su pueblo, se enroló como polizonte en un carguero hacia América. En México entró de aprendiz con un herrero que hacía cajas de caudales. 15 años de ferrería le sirvieron para conocer el oficio y empezar a vender ese producto por todo el país. Cada hotel nuevo disponía de cientos de esas cajas, 50 años en la carretera le convirtieron en el principal proveedor de cajas de seguridad de los hoteles de esa parte del mundo. Sus hijos, nietos y bisnietos heredaron su patrimonio; con prudencia y ahorro lo mantienen hoy en día.

Dentistas, arquitectos, industriales, comerciantes, ganaderos… esas historias y muchas más que seguro conoces, tienen un denominador común: esfuerzo, riesgo y ahorro. No son personas ricas, son españoles que generaron riqueza e hicieron mejor su vida y la de mucha gente a su alrededor. Por eso cuando oigas eso de que hay que subir los impuestos a los ricos, no te fíes. Piensa si no sería más importante dedicar los debates a cómo tener menos pobres, a cómo conseguir más biografías de éxito y no a poner trabas a los que generan riqueza con su dedicación. Pero si, aun así, crees que esos ricos no merecen lo que tiene, te animo a que lo intentes tú mismo. Verás que no es tan fácil.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC

martes, 5 de abril de 2022

España tiene fiebre

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 4 de abril de 2022)





Lo sabemos porque todos hemos tenido fiebre alguna vez. No es una enfermedad, pero sí el síntoma de que algo no va bien en tu organismo. Generalmente una infección o incluso algo más grave contra lo que lucha el cuerpo. Los médicos nos dicen que al aumentar la temperatura el sistema inmunitario funciona mejor, a los virus y bacterias no les gusta ese calor. Y también el dolor de cabeza y la sensación de cansancio de la febrícula contribuyen a que permanezcamos en reposo y se dediquen esas energías ahorradas a luchar contra la enfermedad.

Esta semana hemos conocido que en España la inflación ha alcanzado el 9,8%, o lo que es lo mismo el IPC, el índice que mide lo que suben los precios de la cesta de la compra, ha subido en el mes de marzo hasta alcanzar casi diez puntos en el acumulado, el más alto en cuarenta años. Con este guarismo han saltado todas las alarmas, los precios de la energía y alimentos se han disparado. La escalada de precios se ha colado en todos los sectores y agentes de la economía española, ya que devalúa los ahorros, reduce el consumo privado, eleva los costes industriales y hace menos competitivos nuestros productos. Los cierres y despidos son cuestión de tiempo.

Los humanos mantenemos la temperatura constante gracias al hipotálamo, localizado en una parte del cerebro que funciona como un termostato. Cuando algo sucede, ese organo mandata la fiebre y se pone en marcha este proceso corporal para luchar contra la infección. La farmacología ha diseñado medicinas para bajar esa fiebre, pero de nada sirven los antitérmicos si la enfermedad sigue y es entonces cuando hay que probar soluciones más radicales como los antibióticos.

En la economía el surgimiento de una elevada inflación puede estar causado por factores exógenos puntuales, como alguien puede pensar que sucede ahora con la invasión rusa de Ucrania. Pero si antes de la guerra estábamos ya en un 7% y además a países con estructuras similares a la nuestra no les ha afectado igual la contienda, está claro que esto no es sólo un catarro estacional, sino que padecemos algo más grave. Hasta ahora el hipotálamo de la economía española podía actuar con la política fiscal (los impuestos) y con la monetaria (los tipos de interés), pero ahora eso depende de Europa. Y parece que no están dispuestos a un nuevo rescate de la economía patria sin que se acometan las reformas necesarias.

El gobierno español quiere, vencer esta fiebre solo con analgésicos como subvencionar la gasolina, prohibir las subidas de alquileres o presionar a las eléctricas y esperar que pase el tiempo. Sin embargo, los principales indicadores son implacables y todas las previsiones son más paro y menos crecimiento.

Urge huir de la pildorita mágica y poner de acuerdo al país con el gobierno, empresarios y sindicatos en un tratamiento que nos haga ser más competitivos. Reformas para una mejor educación, menos trabas a la actividad, más ayudas solo para quien de verdad las necesite, más corresponsabilidad…en definitiva más mérito y capacidad pueden ser nuestro antibiótico.

 

 

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet UNIR y LLYC


miércoles, 29 de abril de 2020

España, a media asta


(este artículo se publicó originalmente en el diario 65yMás el día 27 de abril de 2020)


Los países, en todo el mundo, expresan el luto oficial haciendo ondear sus banderas a media asta. Para ello la bandera se iza por completo y luego se arría para que pueda ondear más abajo, a una distancia similar al ancho de la propia bandera, lo cual no siempre es la mitad de la altura del mástil, aunque la expresión induce a pensarlo así. Esta distancia tiene una explicación no muy conocida y es para dejar sitio a una imaginaria bandera que ondeará por encima, la “bandera invisible de la muerte”, una bandera que no se ve pero que es la que realmente indica la tristeza y homenaje a los fallecidos.

En nuestro país las banderas ondean en lo más alto sin hueco alguno para esa invisible bandera que represente a los fallecidos. Como si en esta parte del mundo no hubiese tristeza ni consideración por los caídos. El luto oficial que está regulado por ley es que el establece la obligatoriedad de las banderas a media asta. No voy a entrar a discutir, por mi condición de economista, si toca ahora decretar el luto o esperar al fin de la pandemia. Pero sí cabe recordar al filósofo Zygmunt Bauman que dejó escrito en su manual “Mortalidad, inmortalidad y otras estrategias de la vida” cómo las diferentes culturas se retratan ante la importancia que dan a la muerte. Y ahí no nos salva ninguna interpretación legal u oportunidad política. Nos estamos retratando.

Más de 23.000 muertos en dos meses, una media de casi 400 muertos diarios y la seguridad de que morirán muchos miles más. La muerte se ha posado en España y millones de españoles la llevan sintiendo muy cerca las últimas semanas. Amigos, hermanos, colegas, parejas, padres o tíos han fallecido víctimas de la pandemia. Pero, además, diez millones de compatriotas que superan los 60 años se levantan pensando que un día más jugarán a la ruleta rusa con la muerte. Porque cuando el 95% de todos los fallecidos por el covid19 están en tu cohorte de edad; la letalidad entre tus coetáneos es uno de cada cuatro; el triaje en las urgencias tiene tu nombre o la mitad de todos los que fallecen viven una residencia de ancianos, tu vida -si eres mayor-pende de un hilo.

Mientras tanto los telediarios ocupados en banalidades para que no veamos la realidad como si fuésemos una sociedad menor de edad. La radio televisión pública, como si tuviese oyentes infantes a los que proteger, no habla de muertos, no entrevista a las familias de los damnificados, sólo trasmite un impostado florilegio de noticias felices. El Gobierno, con el presidente a la cabeza, se empeña durante siete semanas en hablarnos por televisión como un entrenador de colegio a los niños antes de afrontar el partido de los sábados.

Las noticias de los aplausos de las ocho, los emprendedores con sus apps para frenar la epidemia, las empresas de 3D que fabrican respiradores, los niños que dibujan mensajes de ánimo o los abnegados sanitarios entrevistados ya no son capaces de tapar el ruido de un país que llora. Un llanto por los muertos, un quejido por lo que morirán y muchas lágrimas por los mayores que viven muertos de miedo. Un inmenso silencio atronador por los miles de ancianos muertos en la absoluta soledad sin ningún familiar al que darle la mano, por los cientos de miles de españoles que no han podido dar el último adiós a sus padres o por el pánico que hoy sienten los que tienen más de 60 años porque no llega la ansiada vacuna.

A pesar de eso, los crespones negros que se usaron en situaciones menos dramáticas parece que ya no son necesarios. El luto ha sido ocultado por una naif moral de victoria, como si bastase con eso para vencer a la enfermedad más letal en dos siglos. Y las banderas siguen sin estar a media asta.

La versión más aceptada sobre el origen de la expresión “a media asta” reside en la tradición greco-romana que representa a la muerte con una columna rota sobre la tumba de la persona. Algo así como que la vida del fallecido ha sido sesgada antes de tiempo. Dicen los estudiosos de esa época que este tipo de columnas “a media asta” en los cementerios significaban la tristeza por una existencia truncada. Pero también la ruina de los que sobreviven ante la descomposición de los pilares que nos sustentan.

Precisamente como esos griegos nos sentimos muchos hoy en España. Tristes por tantas muertes, pero descompuestos ante el estado en el que se encuentran los pilares que nos sustentan: la familia, el trabajo y la libertad. ¿Acaso no se están desmoronando las familias con tantas muertes; nuestra economía con tanto confinamiento o nuestras libertades con tanto estado de alarma? Asi que, por favor, quienes tengan la responsabilidad pongan la bandera a media asta.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

jueves, 16 de enero de 2020

La báscula


(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 13 de enero de 2020)

Se cuenta que el origen de las básculas está en Egipto, aparecieron hace miles de años por la necesidad de pesar con exactitud piedras de oro. El sistema usado era muy precario, un brazo de madera colgado de una cuerda con dos platos, uno en cada extremo; en uno se ponía la mercancía y en el otro, diferentes pesas. El palo oscilaba si en los dos platos no había el mismo peso; quitando y poniendo pesas se conseguía el equilibrio y de paso el peso exacto.

Aunque las básculas ahora son eléctricas, siguen siendo tan útiles como en la Antigüedad y más en estos días de resaca navideña. Ocultas en los baños de las casas, las básculas en enero son redescubiertas por miles de paisanos que les hacemos trabajar a destajo. Con timidez y algo de miedo, una vez que pasa el día de Reyes, nos atrevemos a subir a la báscula para después maldecir el resultado y achacarlo o bien a la cantidad de ropa que llevamos encima, a la hora del día o que el aparato ya no funciona correctamente. Al día siguiente, a hurtadillas, repetimos la operación, esta vez nada más levantarnos y en pijama, logrando un resultado similar. A la tercera va la vencida, tras dejar pasar unos días, la báscula, testaruda, confirma que hemos cogido unos kilos en estas fiestas. A partir de ahí, algunos esconden a los aparatos hasta el año que viene, otros “torturan” durante meses a la báscula hasta lograr el peso prenavideño.

La báscula solamente informa y por eso si estás entre los que has tenido tentaciones de tirar la báscula a la basura tienes que saber que la noticia, con o sin máquina en el baño, sigue muy viva. Por eso, hoy quiero decirte que necesitamos muchas básculas, no solo para medir tus excesos con la comida en estas fiestas, sino porque como decía, hace dos siglos, el físico Lord Kelvin “lo que no se mide, no se puede mejorar; lo que no se mejora, se degrada siempre”. Básculas que pesen los “excesos” del número de ministros en el nuevo gobierno de España que acabamos de conocer; básculas que pesen los “aumentos desorbitados” de los sueldos de los altos directivos en comparación con los de los trabajadores; básculas que pesen “las gruesas palabras” que cada vez más se dedican los políticos en nuestro país; básculas que pesen “el tiempo que pasamos en redes sociales” en lugar de estar con nuestros seres queridos; básculas que pesen los esfuerzos que dedicamos a “nuestro propio bienestar” frente a trabajar por un mundo sin que nadie se quede atrás.
Es casi tan vieja como la báscula, la expresión “matar al mensajero, igual te acuerdas de que en la Antigua Grecia se cortaba la cabeza a los heraldos que comunicaban malas noticias, generalmente una guerra. Por favor, en este 2020, no “matemos” a ninguna báscula, periódico, profesor, amigo o familiar que nos recuerde que algo no va bien.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

lunes, 11 de junio de 2018

Pedro Sánchez, un jinete sobre un elefante


(este artículo se publicó originalmente el 11 de junio de 2018 en el diario La Información en la columna semanal #serendipia)

El profesor Jonathan Haidt de la Universidad de Nueva York es un psicólogo americano considerado por la revista Foreign Policy uno de los principales pensadores del momento. En el libro La rectitud de la mente explica su teoría de los fundamentos morales a través de un estudio muy detallado del comportamiento moral para concluir que los juicios morales basados en la rectitud del comportamiento no son una invención social, sino innatos al ser humano.

“Las intuiciones vienen primero, el razonamiento estratégico viene después”. Para explicar este principio usa la metáfora de un jinete (razonamiento) montado en un elefante (intuición). El jinete es la racionalidad consciente –la corriente de palabras e imágenes de las cuales somos del todo conscientes. El elefante es el otro 99% de nuestros procesos mentales que ocurren fuera de nuestra consciencia pero que en  realidad gobiernan la mayor parte de nuestro comportamiento.


Porque imaginémonos cómo sería nuestra vida si en cada momento, en cada situación, elegir lo correcto para hacer o decir fuese como elegir la mejor lavadora entre diez opciones, minuto a minuto, día tras día. Acabaríamos locos o dedicando tiempo increíble a decisiones que no lo merecen. Por ello el razonamiento requiere de las pasiones. Pero también, en sentido contrario, la gente sigue cometiendo estupideces como fumar o comer en exceso sabiendo que es perjudicial para la saludo. El profesor neoyorkino se inspira en  la escuela la economía del comportamiento de los premios nobeles Khaneman y Thaler para concluir que no siempre tomamos las decisiones más racionales a pesar de tener la información adecuada.

Ahora llevémoslo a la actualidad política española donde el lado emocional es un elefante (fuerte y pesado, compuesto por 171 escaños y ocho partidos unidos por su odio al PP) y por otro lado la parte racional, un jinete, de nombre Pedro Sánchez.  El jinete ha dirigido con  pericia al elefante estos días, nombrando un gobierno atractivo y capacitado. El paquidermo que es lento por naturaleza no ha reaccionado o por lo menos nadie se ha dado cuenta.

La metáfora de Haidt continúa un poco más que la hasta ahora breve historia del gabinete Sanchez y para el profesor, por muy hábil que sea el jinete que dirige al elefante, termina teniendo poco control sobre el animal, que es robusto e impulsivo.
En otras palabras, nuestras emociones suelen determinar nuestras decisiones, pero nuestro lado racional puede guiarnos en el camino correcto. La teoría de los fundamentos morales no nació para explicar las ideologías sino las variaciones en el razonamiento moral de las culturas a lo largo de la historia, pero la fascinación de Haidt sobre la política y sus análisis sobre los partidos americanos lo hicieron posible.

Jonathan Haidt se crió y educó rodeado de liberales (izquierdistas en el lenguaje político de los Estados Unidos) por eso es considerado como muy cercano al partido demócrata, sin embargo ha defendido que «hay que despertar bruscamente a los progresistas porque entienden mucho peor a los conservadores de lo que los conservadores les entienden a ellos». Haidt es un soplo de aire fresco que ayuda a ver más allá del humo del partidismo americano. La esencia de la democracia está en continuo intercambio de ideas opuestas, no con el objetivo de que una venza a la otra, sino de escuchar todas las perspectivas, respetar la pluralidad y lograr encontrar un punto medio donde todas las partes salgan satisfechas. Por eso Haidt nos pide que no perdamos el tiempo en discutir con el jinete sino más bien encontrar la manera de cautivar al elefante, porque si se mueve no hay quien lo pare, como se ha visto con la moción de censura. Hoy nos ciega todavía la destreza de Pedro Sánchez en sus primeros pasos como presidente del Gobierno pero no debemos olvidar el elefante que le ha llevado a la Moncloa. Ese elefante, como todos los de su especie, no olvida y si se pone en marcha se llevará todo por delante incluso al habilidoso jinete.




jueves, 21 de agosto de 2014

La regla de las cuatro E

(Esté artículo fue publicado originalmente en el Diario Montañés el día 21 de agosto de 2014)

Durante mucho tiempo se pensó que la prosperidad económica en un territorio solo podría llegar a través de una gran intervención: una inversión mastodóntica, la llegada de una multinacional, la organización de un gran evento internacional, incluso mediante la promulgación de una nueva ley o un cambio de gobierno. La realidad es tozuda y la experiencia de territorios dinámicos como Corea, Dinamarca o Canadá demuestra que los cambios no vienen de arriba sino de muchas pequeñas actuaciones sistémicas, los anglosajones lo llaman BottomUp.


Hace unas semanas se fallaron los premios del programa Nansa Emprende que, por cuarto año consecutivo, ha promovido la Fundación Botín en los valles cántabros más alejados de Santander, con epicentro en el Valle del Nansa, dentro  del programa Patrimonio y Territorio, con objeto de potenciar el tejido económico local y, por ende, empleo sostenible. Los proyectos emprendedores ganadores orientados a tres nichos de futuro: la alimentación saludable, la asistencia social y el turismo deportivo, ponen de manifiesto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han dejado de ser, como afirmó el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter, los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el futuro.

Por suerte para  nuestro país, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de las instituciones públicas y privadas; sin duda hay que reconocer en este hecho el papel desempeñado por el actual Presidente del Gobierno de España y su determinación para que España contase con una Ley de Emprendedores, como la que se aprobó el año pasado. Pero apoyar a las nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de emprendimiento esté bien hecho. La positiva experiencia del programa Nansa Emprende, el estudio de los ecosistemas emprendedores más exitosos de todo el mundo y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla de las cuatro Es para todos aquellos que quieran ayudar a los nuevos empresarios.

Primera E. Estorbos.  Jovellanos dejo escrito en su reforma agraria que la más importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier programa en la materia. Por ello la primera pregunta que se debe hacer a los emprendedores es cómo puedo hacerles la vida más fácil, eliminando un estorbo que depende de mí y que les impide crecer.

Segunda E. Emprender ligero. La multinacional japonesa TOYOTA aplicó los principios de lean manufacturing para,  a través de su productividad, convertirse en la empresa líder en automoción. Las más exitosas empresas en Estados Unidos han adaptado esos principios de Japón para hacer viables sus compañías, lo han llamado lean startup. Podríamos traducirlo al castellano como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Ellos lo llaman iterar o pivotar el plan de negocio. Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los emprendedores  por las instituciones: programas ligeros, que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta  positiva de los beneficiarios.

Tercera E. Ecosistema. Al igual que los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas de interdependencia entre los organismos vivos y el medio físico, en economía los ecosistemas emprendedores son la clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier programa de intervención ha de fortalecer ese ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar el rédito a corto plazo y el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está respetando la tercera E.

Cuarta E. Evaluar resultados.  De poco servirá nada de lo anterior si no disponemos de métricas objetivas que nos permitan saber si las actuaciones de apoyo a emprendedores están eliminando obstáculos, reforzando los agentes del ecosistema y lo más importante si están logrando retorno social en términos de empleo o bienestar social. Monetizar los resultados de los programas de apoyo a emprendedores también es una garantía para seguir obteniendo la confianza de los que finalmente asumen los desembolsos, que no son otros que los  contribuyentes, patronos, accionistas y los propios emprendedores.

Al igual que los principios de la física nos dicen que el agua siempre empieza a hervir por abajo,  en economía los emprendedores, cuyos planes examinamos en la Fundación Botín, con su capacidad innovadora, perseverancia, ilusión y conciencia social, son el motor que desde abajo puede promover el cambio hacia una sociedad más sostenible.

Iñaki Ortega, es director de programas de Deusto Business School.

José María Ballester, es director del programa patrimonio y territorio de la Fundación Botín.