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jueves, 21 de agosto de 2014

La regla de las cuatro E

(Esté artículo fue publicado originalmente en el Diario Montañés el día 21 de agosto de 2014)

Durante mucho tiempo se pensó que la prosperidad económica en un territorio solo podría llegar a través de una gran intervención: una inversión mastodóntica, la llegada de una multinacional, la organización de un gran evento internacional, incluso mediante la promulgación de una nueva ley o un cambio de gobierno. La realidad es tozuda y la experiencia de territorios dinámicos como Corea, Dinamarca o Canadá demuestra que los cambios no vienen de arriba sino de muchas pequeñas actuaciones sistémicas, los anglosajones lo llaman BottomUp.


Hace unas semanas se fallaron los premios del programa Nansa Emprende que, por cuarto año consecutivo, ha promovido la Fundación Botín en los valles cántabros más alejados de Santander, con epicentro en el Valle del Nansa, dentro  del programa Patrimonio y Territorio, con objeto de potenciar el tejido económico local y, por ende, empleo sostenible. Los proyectos emprendedores ganadores orientados a tres nichos de futuro: la alimentación saludable, la asistencia social y el turismo deportivo, ponen de manifiesto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han dejado de ser, como afirmó el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter, los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el futuro.

Por suerte para  nuestro país, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de las instituciones públicas y privadas; sin duda hay que reconocer en este hecho el papel desempeñado por el actual Presidente del Gobierno de España y su determinación para que España contase con una Ley de Emprendedores, como la que se aprobó el año pasado. Pero apoyar a las nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de emprendimiento esté bien hecho. La positiva experiencia del programa Nansa Emprende, el estudio de los ecosistemas emprendedores más exitosos de todo el mundo y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla de las cuatro Es para todos aquellos que quieran ayudar a los nuevos empresarios.

Primera E. Estorbos.  Jovellanos dejo escrito en su reforma agraria que la más importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier programa en la materia. Por ello la primera pregunta que se debe hacer a los emprendedores es cómo puedo hacerles la vida más fácil, eliminando un estorbo que depende de mí y que les impide crecer.

Segunda E. Emprender ligero. La multinacional japonesa TOYOTA aplicó los principios de lean manufacturing para,  a través de su productividad, convertirse en la empresa líder en automoción. Las más exitosas empresas en Estados Unidos han adaptado esos principios de Japón para hacer viables sus compañías, lo han llamado lean startup. Podríamos traducirlo al castellano como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Ellos lo llaman iterar o pivotar el plan de negocio. Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los emprendedores  por las instituciones: programas ligeros, que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta  positiva de los beneficiarios.

Tercera E. Ecosistema. Al igual que los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas de interdependencia entre los organismos vivos y el medio físico, en economía los ecosistemas emprendedores son la clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier programa de intervención ha de fortalecer ese ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar el rédito a corto plazo y el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está respetando la tercera E.

Cuarta E. Evaluar resultados.  De poco servirá nada de lo anterior si no disponemos de métricas objetivas que nos permitan saber si las actuaciones de apoyo a emprendedores están eliminando obstáculos, reforzando los agentes del ecosistema y lo más importante si están logrando retorno social en términos de empleo o bienestar social. Monetizar los resultados de los programas de apoyo a emprendedores también es una garantía para seguir obteniendo la confianza de los que finalmente asumen los desembolsos, que no son otros que los  contribuyentes, patronos, accionistas y los propios emprendedores.

Al igual que los principios de la física nos dicen que el agua siempre empieza a hervir por abajo,  en economía los emprendedores, cuyos planes examinamos en la Fundación Botín, con su capacidad innovadora, perseverancia, ilusión y conciencia social, son el motor que desde abajo puede promover el cambio hacia una sociedad más sostenible.

Iñaki Ortega, es director de programas de Deusto Business School.

José María Ballester, es director del programa patrimonio y territorio de la Fundación Botín.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Startup World Cup

(Artículo publicado en Marketing Directo el día 28 de diciembre de 2012)

¿Qué pasaría si, en un mundial de fútbol, España tuviera la suerte de enfrentarse a rivales de la talla de Koshovo, Botsuana o Kazajistán, y perdiera contra todos ellos por goleada? Ciertamente, no se hablaría  de otra cosa durante semanas, o quizá meses, y la consternación de todo un país exigiría la adopción de medidas urgentes y de calado para evitar que esta deblacle se repitiera en el futuro.

Las airadas consecuencias que traería  este fracaso hipotético en lo deportivo contrastan con las tímidas reacciones suscitadas por otro fracaso, en este caso real y en lo económico, que hemos sufrido hace poco contra esos mismos Estados -y otros muchos tanto o más modestos-. Y es que el Banco Mundial publicó hace unas semanas un informe en el que se situaba a España en el puesto 136 del mundo en cuanto a facilidad para abrir negocios.

El hecho de que la noticia  no haya tenido más que un tenue eco en algunos diarios especializados, sin que haya servido de revulsivo para policymakers ni para la opinión pública, sorprende tanto como el hecho de que sea más sencillo montar una empresa en  latitudes tropicales que en este rincón de Europa.

El contenido  y la repercusión del informe  reflejan los escasos resultados que han dado  las medidas de los últimos años tanto para mejorar de las condiciones en que nace la iniciativa empresarial como para sensibilizar a la sociedad hacia el emprendimiento. La situación es grave, dado el papel de las nuevas empresas en la regeneración del tejido productivo, y, por tanto, cuanto más tardemos en tomar conciencia de que los más de 2.800 programas que impulsan la creación de empresas no están funcionando será peor.

Afortunadamente, no todo es negativo; en los últimos años el colectivo emprendedor ha pasado a ocupar un lugar destacado en la agenda institucional, lo que evidencia que existe voluntad política de apoyarlo –el ingente número de actuaciones en marcha habla por sí mismo-. Por tanto, no se trata de construir una política partiendo de cero, sino de  revisar la estrategia que se ha seguido para traducir los compromisos asumidos en actuaciones eficientes. En este sentido, la propia metodología que emplea el Banco Mundial a la hora de medir la capacidad de una economía para generar actividad empresarial nos pone sobre la pista: es preciso sustituir el enfoque tradicional, que se centra en la prestación de servicios y la concesión de ayudas al negocio de reciente creación, por otro más amplio que tenga en cuenta factores ambientales tales como los trámites y plazos requeridos para constituir una empresa, la fiscalidad de los empresarios noveles, la flexibilidad de la legislación laboral, etc. Asimismo, habida cuenta de la influencia de la cultura en el  fenómeno del emprendimiento, resulta perentorio que  la nueva estrategia incida en aquellas  actitudes contrarias al espíritu emprendedor que todavía persisten y que el propio marco institucional ha contribuido a generar  y perpetuar.

La combinación de estos dos niveles de acción, junto a la introducción de mecanismos de coordinación de las diferentes iniciativas y la estricta evaluación de su eficiencia, permitiría, sin comprometer más recursos, aumentar el número de emprendedores y, con ello,  las cifras de empleo,  actividad e innovación.

Y es que, si queremos volver a ilusionarnos como país en el actual escenario económico, no basta con que  nuestra selección nacional esté en la élite mundial, también lo debe estar nuestro ecosistema emprendedor.