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jueves, 21 de agosto de 2014

La regla de las cuatro E

(Esté artículo fue publicado originalmente en el Diario Montañés el día 21 de agosto de 2014)

Durante mucho tiempo se pensó que la prosperidad económica en un territorio solo podría llegar a través de una gran intervención: una inversión mastodóntica, la llegada de una multinacional, la organización de un gran evento internacional, incluso mediante la promulgación de una nueva ley o un cambio de gobierno. La realidad es tozuda y la experiencia de territorios dinámicos como Corea, Dinamarca o Canadá demuestra que los cambios no vienen de arriba sino de muchas pequeñas actuaciones sistémicas, los anglosajones lo llaman BottomUp.


Hace unas semanas se fallaron los premios del programa Nansa Emprende que, por cuarto año consecutivo, ha promovido la Fundación Botín en los valles cántabros más alejados de Santander, con epicentro en el Valle del Nansa, dentro  del programa Patrimonio y Territorio, con objeto de potenciar el tejido económico local y, por ende, empleo sostenible. Los proyectos emprendedores ganadores orientados a tres nichos de futuro: la alimentación saludable, la asistencia social y el turismo deportivo, ponen de manifiesto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han dejado de ser, como afirmó el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter, los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el futuro.

Por suerte para  nuestro país, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de las instituciones públicas y privadas; sin duda hay que reconocer en este hecho el papel desempeñado por el actual Presidente del Gobierno de España y su determinación para que España contase con una Ley de Emprendedores, como la que se aprobó el año pasado. Pero apoyar a las nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de emprendimiento esté bien hecho. La positiva experiencia del programa Nansa Emprende, el estudio de los ecosistemas emprendedores más exitosos de todo el mundo y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla de las cuatro Es para todos aquellos que quieran ayudar a los nuevos empresarios.

Primera E. Estorbos.  Jovellanos dejo escrito en su reforma agraria que la más importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier programa en la materia. Por ello la primera pregunta que se debe hacer a los emprendedores es cómo puedo hacerles la vida más fácil, eliminando un estorbo que depende de mí y que les impide crecer.

Segunda E. Emprender ligero. La multinacional japonesa TOYOTA aplicó los principios de lean manufacturing para,  a través de su productividad, convertirse en la empresa líder en automoción. Las más exitosas empresas en Estados Unidos han adaptado esos principios de Japón para hacer viables sus compañías, lo han llamado lean startup. Podríamos traducirlo al castellano como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Ellos lo llaman iterar o pivotar el plan de negocio. Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los emprendedores  por las instituciones: programas ligeros, que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta  positiva de los beneficiarios.

Tercera E. Ecosistema. Al igual que los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas de interdependencia entre los organismos vivos y el medio físico, en economía los ecosistemas emprendedores son la clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier programa de intervención ha de fortalecer ese ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar el rédito a corto plazo y el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está respetando la tercera E.

Cuarta E. Evaluar resultados.  De poco servirá nada de lo anterior si no disponemos de métricas objetivas que nos permitan saber si las actuaciones de apoyo a emprendedores están eliminando obstáculos, reforzando los agentes del ecosistema y lo más importante si están logrando retorno social en términos de empleo o bienestar social. Monetizar los resultados de los programas de apoyo a emprendedores también es una garantía para seguir obteniendo la confianza de los que finalmente asumen los desembolsos, que no son otros que los  contribuyentes, patronos, accionistas y los propios emprendedores.

Al igual que los principios de la física nos dicen que el agua siempre empieza a hervir por abajo,  en economía los emprendedores, cuyos planes examinamos en la Fundación Botín, con su capacidad innovadora, perseverancia, ilusión y conciencia social, son el motor que desde abajo puede promover el cambio hacia una sociedad más sostenible.

Iñaki Ortega, es director de programas de Deusto Business School.

José María Ballester, es director del programa patrimonio y territorio de la Fundación Botín.

jueves, 19 de junio de 2014

Madrid Emprende


Innovar , validar y pivotar. Esa misma filosofía lean que practican las startups a las que  dirige su actividad es la que mejor explica la evolución de Madrid Emprende a lo largo de sus nueve años de andadura.

Lo que empezó  siendo una pequeña agencia del Ayuntamiento de Madrid centrada en la construcción de infraestructuras empresariales, se ha convertido, gracias al aprendizaje y la iteración continuas, en un referente a nivel nacional e internacional en materia de emprendedores.
En 2005, cuando empezamos a poner en marcha Madrid Emprende, éramos conscientes de que otras ciudades nos sacaban una gran ventaja en el terreno de la promoción económica;  Nueva York, Londres y París ya contaban desde hacía tiempo con agencias de desarrollo similares –Barcelona Activa, sin ir más lejos, se había creado a finales de los 80-, y, de hecho, elaboramos nuestra estrategia aprendiendo de su experiencia.

Sin embargo, desde el principio tuvimos muy claro en Madrid Emprende dos cosas: que los emprendedores serían nuestra prioridad y que su apoyo debía ser un campo abierto a la innovación. Ese doble convencimiento  ha dado como resultado un modelo propio, basado en la generación de ecosistemas emprendedores, que el Banco Interamericano de Desarrollo ha tomado como buena práctica y está ayudando a exportar a América Latina.

Fruto de los esfuerzos volcados en las primeras etapas, en el momento en que la  crisis económica sacudió a España, Madrid se había convertido ya en  una de las ciudades de la Unión Europea con más espacios dedicados a los nuevos empresarios.  De la eficacia de la Red de Viveros de la Ciudad, da cuenta la tasa de supervivencia del 90% que las empresas instaladas presentan; y respecto de su eficiencia, cabe señalar que cada euro invertido en las incubadoras se ha recuperado multiplicado por dos en impuestos y contribuciones a la seguridad social.

El que la iniciativa privada tomara el relevo en la creación de espacios de coworking y aceleración en la capital, marcó un punto de inflexión en Madrid Emprende. La ausencia de una oferta especializada en este campo dejó de ser un problema acuciante y se empezó, entonces, a explorar nuevas vías para impulsar el emprendimiento, abriendo en algunos un camino que otras administraciones han acabado siguiendo.

El enfoque se hizo mucho más global, más acorde con la visión ecosistémica con la que se viene estudiando el fenómeno empresarial en lugares como Silicon Valley, Israel o los Países Bajos. El eje de acción dejó de ser exclusivamente la oferta servicios directos a los emprendedores, y se puso el foco en la mejora de las condiciones en las que prende y se desarrolla la iniciativa empresarial.

Así, redujimos a la mitad las cuotas a la seguridad social para jóvenes autónomos, anticipándonos en un año a  la ‘tarifa plana’ del Estado; convertimos un pequeño servicio de asesoramiento a inversores extranjeros en Madrid International Lab, una incubadora de proyectos internacionales única en su especie;  potenciamos la industria del venture capital, constituyendo un fondo de inversión público privada, y nos convertimos en una suerte de lobby dentro del Ayuntamiento, que ha impulsado importantes cambios normativos en beneficio de la actividad empresarial.

Recientemente, el carácter lean de Madrid Emprende ha quedado patente de nuevo en la iniciativa Madrid Tax Free; lo que se concibió como un pequeño incentivo para las industrias culturales y creativas del centro de la capital, ha ido escalando hasta convertirse en un completo programa de estímulo fiscal del que se puede beneficiar cualquier pyme de reciente creación.

Un ecosistema es la suma de muchos, y en nuestro caso han sido cerca de 150 entidades públicas y privadas las que han hecho posible que Madrid Emprende ya se esté asomando a la década de vida, habiendo apoyado a más de 150.000 emprendedores y empresarios.

Hemos procurado en todo momento que la colaboración mantenida con grandes empresas, universidades y otras administraciones fuese de ida y de vuelta, y que se tradujera no sólo en actuaciones concretas, sino también en la asunción de enfoques estratégicos; no en vano, Madrid Emprende  ha contribuido al diseño de programas de innovación abierta como los de Telefónica-Wayra o la Fundación Repsol, así como al de las iniciativas universitarias Compluemprende, Cunef Emprende y las incubadoras de la URJC.

Al hacer balance de estos años, uno se da cuenta de que Madrid Emprende se contagió enseguida del espíritu que guía a los destinatarios de cada una de sus actuaciones. Los intraemprendedores también pueden aparecer en el sector público si se dan las condiciones apropiadas; por este motivo, cuando echo la vista atrás, no puedo sino expresar todo mi reconocimiento hacia todos los que en el Ayuntamiento de Madrid han ayudado, desde arriba o desde abajo, a hacer posible este proyecto.


Iñaki Ortega es doctor en economía y ha sido director general de Madrid Emprende desde el año de su fundación 2005 hasta junio de 2014.

domingo, 5 de enero de 2014

La economía emprendedora

(Artículo publicado originalmente en el periódico ABC el día 5 de enero de 2014)


El país más pobre de Asia a mediados del siglo pasado es hoy el líder mundial en alta tecnología. Donde hace un siglo en la costa mediterránea había un desierto, hoy se sitúa la mayor concentración de innovación y talento del planeta. La nación sudamericana con la dictadura más extractiva en los años setenta se ha convertido en la referencia global de políticas gubernamentales inclusivas a favor de las startups. El estado europeo con más impuestos a los emprendedores hacia el año 1990 goza estos días de la tasa de actividad más alta gracias a la eliminación de trabas a la creación de nuevas empresas. En una granja cerca de la costa californiana, a finales del siglo XIX, quince profesores crearon una universidad que gracias a la iniciativa emprendedora de sus alumnos, docentes y con la ayuda de los diferentes gobiernos se ha convertido en el lugar donde han nacido y siguen naciendo las mejores empresas.


Los casos de Corea, Israel, Chile, Holanda y Silicon Valley demuestran que en economía el estado de las cosas puede cambiarse y no hay determinismos basados en la geografía, la cultura o la tradición política. El conocimiento se ha convertido en el factor de producción decisivo que está reconfigurando la estructura económica mundial. Y los emprendedores son el vehículo imprescindible para que ese conocimiento se trasforme en prosperidad. Por ello los países han de garantizar un entorno, orquestado desde lo público y lo privado, con un alto grado de libertad económica que incentive la iniciativa empresarial. La literatura económica ha definido esta tarea como la búsqueda de una “economía emprendedora”.



La presidenta de Corea lo ha llamado “economía creativa” y fundamenta su modelo en una educación de excelencia como motor de desarrollo e innovación empresarial. Lo que le ha permitido a esta nación asiática multiplicar un 400% su riqueza en apenas cincuenta años. Simón Peres bautizó a Israel como “la nación emprendedora” para lo cual trasformaron las granjas en incubadoras tecnológicas y los agricultores en científicos. Chile se cansó en 2010 de que los mejores se fuesen de su territorio y unió la fuerza de un programa gubernamental de atracción de emprendedores con fortísimos incentivos a un entorno institucional y territorial atractivo para crear “Startup Chile” que ha inspirado a los gobiernos del Reino Unido o Canadá a replicarlo en sus países. Holanda veía como se desincentivaba la iniciativa emprendedora con inasumibles cargas de seguridad social a empresas que apenas facturaban. Ante esta situación, el país acometió a finales del siglo pasado varias reformas inspiradas en el aforismo “pensar primero en pequeña escala”, que supusieron la eliminación de trámites y la rebaja de cargas fiscales y de seguridad social, especialmente para los emprendedores. Hoy, los Países Bajos se sitúan como una de las naciones con menor desempleo en Europa. Francia, por cierto, en 2008 emprendió una estrategia similar basada en reducir los costes de seguridad social para los emprendedores desde la aprobación del “estatuto del autoemprendedor” y logró escalar veinte puestos en el ranking del Banco Mundial sobre facilidad para hacer negocios. En Estados Unidos, hacia 1892, el fundador de la Universidad de Stanford, el corazón de Silicon Valley, cogió como lema “sopla el viento de la libertad”. Desde entonces, ese viento ha sido generado por el talento que ha egresado de esa institución, pero también por los sucesivos gobiernos federales con sus programas públicos de financiación a pymes, por los municipios del “Valle” con sus zonas libres de impuestos para emprendedores, con las actuaciones estatales que facilitaban la inversión de las grandes empresas y con el capital financiero más inteligente que por todo lo anterior se situó allí.


Son diferentes expresiones para una misma misión que Melchor de Jovellanos, hace ya más de 200 años, exigía a las leyes “remover estorbos que impiden la libre acción de la actividad económica”. En economía los milagros no existen, y solo propiciando las mejores condiciones para que el talento emprendedor nazca y crezca conseguiremos que España esté en la lista de esas “economías emprendedoras”. La buena noticia de la aprobación de la ley de emprendedores solo será recordada como el punto de inflexión hacia esa nueva economía si se consiguen políticas públicas eficientes en este terreno y se alinean con los valiosos programas de innovación abierta de las grandes compañías españolas y con una educación que promueva actitudes emprendedoras.



Iñaki Ortega es director de Madrid Emprende y profesor de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja)




viernes, 20 de diciembre de 2013

Los estartaperos

(Artículo publicado el 7 de diciembre de 2013 en el Diario Expansión)



Cada profesión tiene su argot particular, y quienes quieran sacar adelante una startup lo primero que tienen que hacer es familiarizarte con un nuevo esperanto que se habla tanto en Palo Alto como en Vallecas.

Hayas escrito tu plan de negocio en una servilleta o en un canvas, necesitarás buenas ideas y algo de dinero para convertirte en CEO (Chief Executive Officer) de tu propia empresa. Si la financiación sale de tu bolsillo o del de algún primo, sea familiar o no, entonces estás recurriendo a las socorridas tres Fs (friends, fools and family). Cuando el apoyo de tu entorno es sólo anímico no te quedará más remedio que hacer bootstrapping, es decir apañártelas con los recursos que tienes a tu alcance.


Por el contrario, si tu idea es captar un inversor profesional, entonces lo que necesitas es ‘levantar’ dinero. Muchos emprendedores buscan a los business angels y a los VC (Venture Capital). Unos y otros proporcionan equity, es decir, capital, con la esperanza de tener en el futuro un lucrativo exit, que es como se denomina la salida a través de la venta de sus participaciones.

Una vez tengas claro que necesitas seed capital -inversión de arranque-, es imprescindible que elabores un pitch destinado a seducir a tu interlocutor en el tiempo que se tarda en coger el ascensor. Si eres convincente vendiéndole las bondades de tu startup eso te proporciona un track record sólido y es probable que el inversor te vea digno de alimentar su deal flow, esto es, su cartera de proyectos. En este caso, se iniciará una negociación que acabará plasmándose en una term sheet. Si aceptas esta oferta lo que haces es cerrar una ronda de inversión y es excusa suficiente para invitar a todo el equipo a otro tipo de rondas en algún bar.

Tras la resaca de la celebración, te darás cuenta muy pronto de que el nuevo dinero que llega te ha liberado de unas preocupaciones pero te ha generado otras, ya que tus inversores insistirán constantemente en las métricas, que son el nombre con que se suelen referir a los indicadores claves de la marcha de tu negocio. Por descontado deberás estar familiarizado con los anglicismos que han colonizado nuestro acervo financiero como cash flow, ebitda, working capital o break even y si tu negocio es de Internet, prepárate porque en este caso oirás hablar de sindicaciones, afiliaciones y conversiones, con un significado muy diferente al del diccionario amén de un repertorio de siglas (SEO, SEM, ROI…) que nunca aparecerán en él.

Aunque la mayoría de los términos que han venido poblando este nuevo dialecto carecen del beneplácito de la RAE, no te preocupes porque esta nueva tribu de los “estartaperos” es disruptiva también en esto.

Y si, por desgracia, tu negocio cierra míralo por el lado bueno y recuerda que FAIL en inglés es también un acrónimo que significa First Attempt In Learning.

Iñaki Ortega. Profesor y Doctor en economia.


domingo, 28 de abril de 2013

Jurassic PARK


(Artículo publicado el día 27 de abril en el Diario Expansión)

Sufrimos un periodo de crisis en el sentido moderno de la palabra, ése que hace referencia a una situación difícil o complicada; pero también en su sentido etimológico, aquél que evoca un cambio profundo. Es en el terreno de la economía donde más se están dejando notar tanto las dificultades como las transformaciones.

Una de las mutaciones más visibles del sistema productivo es la que están protagonizando  los emprendedores, quienes parecen estar desplazando poco a poco a la gran empresa como palanca de empleo y crecimiento. La evolución que ha sufrido este colectivo a raíz del estallido de la crisis –en su doble acepción- se asemeja a la que desencadenó el meteorito que chocó contra la Tierra hace 65 millones de años. 



Por aquel entonces,  los dinosaurios, como las multinacionales durante casi todo el siglo XX, llevaban mucho tiempo dominando el planeta en virtud de unas condiciones medioambientales privilegiadas, las cuales les ayudaron a alcanzar unas dimensiones enormes. El mamífero, que para nosotros aquí es el emprendedor, difícilmente podía competir con ellos en ese entorno, por lo que,  aunque coexistía con los reptiles en todas partes, permanecía en un segundo plano, no llegando nunca a superar el tamaño de un roedor actual.

Unos miles de años antes del cataclismo que precipitó la extinción de los dinosaurios, este tipo de animales ya estaba en declive debido a una serie de cambios geológicos y climáticos que venían alterando significativamente las condiciones de vida sobre la Tierra, y que en nuestra metáfora pueden identificarse con la revolución tecnológica acaecida a finales del siglo pasado. Los grandes reptiles, con una capacidad de adaptación reducida, empezaron a tener serios problemas para mantener su supremacía; todo lo contrario que los mamíferos, que no sólo no se vieron perjudicados por la nueva situación, sino que se beneficiaron de ella, comenzando gradualmente a ocupar el hueco que dejaron los saurios. Las startups que han conquistado el mundo en las últimas décadas desde Silicon Valley, el primer lugar del globo en vivir el cambio de era, son el equivalente a los individuos más adaptados de la pujante familia animal. La caída del meteorito no hizo sino acelerar drásticamente este proceso darwiniano, de forma que la población de dinosaurios quedó enseguida diezmada, mientras la de los mamíferos pronto experimentaría una explosión en número y diversidad.

En el presente, nos hallamos en una tesitura económica similar a la que vivieron nuestros antepasados más lejanos en los estertores del jurásico: los modelos de organización dominantes están cayendo, y la pequeña escala empresarial está cobrando fuerza, pese a que aún no ha tenido tiempo de desplegar todo su potencial. Pero lo hará; las leyes que gobiernan la evolución son ineludibles y la especie más adaptada, sí o sí, acaba triunfando.

domingo, 27 de enero de 2013

Vivir sin aire

(Artículo publicado en el periódico ABC el día 27 de enero de 2013)


El aire ofrece resistencia, pero también permite volar. En pleno apogeo del fenómeno emprendedor en nuestro país, se está extendiendo un estado de opinión en algunos círculos que identifica todo lo público con un incesante viento en contra para los nuevos negocios. El argumento que comienza a calar es que, haga lo que haga, la administración estorba y, por tanto, no hay mejor política de fomento de la iniciativa empresarial que la que no existe.

       
Precisamente porque existe una correlación, constatable en los territorios más dinámicos, entre natalidad empresarial y marco regulatorio, es necesario darle valor a la actuación pública en este terreno. Para la doctrina económica la iniciativa privada es lastrada por la administración con los llamados “fallos gubernamentales” como son los impuestos o las regulaciones y trámites que desincentivan la actividad mercantil e impiden la unidad de mercado. Por ello los gobiernos han de empeñarse en  eliminar esos obstáculos pero, siendo muy importantes, no son el único factor que condiciona la creación de empresas.


Esta compleja realidad también viene determinada por fallos del propio mercado, como la imposibilidad para las pymes de conseguir financiación con los efectos que estamos padeciendo, la desconfianza de las grandes empresas en las nuevas para contratarles que consagran situaciones oligopolísticas o la falta de conexión entre la empresa y la educación con las consecuencias conocidas en materia de desempleo. Sin olvidar otra serie de elementos culturales cuya naturaleza no es stricto sensu económica pero que forman parte de un marco institucional informal. Son ejemplos de ello la preferencia social por el trabajo por cuenta ajena, la mala imagen de los empresarios en el conjunto de la ciudadanía o el estigma social que supone el fracaso en una aventura emprendedora.

Además, los partidarios de la omisión como única estrategia a seguir por la administración suelen tomar Silicon Valley como prueba de que en la consecución de un ecosistema favorable a la iniciativa empresarial lo público no tiene otro rol que el de asegurar la libertad en la interacción entre los agentes privados: emprendedores, inversores, centros de conocimiento y grandes empresas. Efectivamente esta tarea es fundamental, sin embargo, estas voces tienden a obviar que el éxito del «Valle» se basa también en el modelo universitario local auspiciado por numerosas actuaciones públicas fiscales y normativas. Y por supuesto el mejor lugar del mundo para crear una empresa no existiría sin las estrechas conexiones entre el Gobierno norteamericano y el primer cluster industrial que emergió en California (que nunca han cesado y que precisamente están detrás de un desarrollo tan decisivo en la historia reciente de este milagro económico como es internet).


Pero la influencia de los programas y leyes federales en la actividad emprendedora trasciende Silicon Valley. Contrariamente a lo que se cree, el gobierno de Estados Unidos es el que con más intensidad y durante más tiempo ha practicado una activa política pública a favor de la creación de empresas. En efecto, la promulgación de la ley Small Business Act en 1953 marcó el punto de partida de una política caracterizada por una amplia variedad de actuaciones encaminadas, entre otros, a reforzar la cultura empresarial, promover la industria del capital riesgo y los microcréditos, incentivar la participación de las minorías en la actividad emprendedora, construir incubadoras empresariales o auspiciar el nacimiento de spin-offs universitarias. Para ilustrar los beneficios que la fuerte implicación gubernamental ha tenido, baste mencionar que empresas como Apple, Compaq o Intel recibieron en su día apoyo financiero público para acometer su estrategia de crecimiento, y que en la actualidad el 38% de las patentes que se registran en el país proceden de start-ups que se han beneficiado de contratos federales.
Ese papel activo asumido de modo pionero por la administración estadounidense desde mediados del siglo pasado ha servido de inspiración al resto del mundo desarrollado. Aunque no faltan buenos ejemplos en Europa, el caso de éxito más paradigmático se encuentra en Israel; la iniciativa gubernamental Yozma de principios de los 90 fue el germen de una potente red de incubadoras tecnológicas y fondos de capital semilla que ha logrado que el país hebreo sea, después de Estados Unidos y junto a China, el que más empresas tiene cotizadas en el Nasdaq.


La tendencia en los últimos años no es precisamente hacia la extinción de la política de emprendedores, sino hacia su refuerzo por medio de la colaboración con el sector privado y la coordinación con otras políticas públicas susceptibles de incidir en la actividad empresarial incipiente: el visado para emprendedores del Reino Unido y Canadá o el programa de partenariado público-privado Startup América son claros exponentes de esta novedosa intervención a favor de la creación de nuevos negocios, que lo que buscan es la consecución del mejor ecosistema emprendedor.



España es el Estado de la OCDE en el que más ha caído la natalidad empresarial desde la irrupción de la crisis y, habida cuenta de la dirección en que marcha la política de emprendedores en las economías más avanzadas, no parece que el mejor camino para  propiciar su recuperación pase por renunciar a una estrategia de acción. Al contrario, ahora más que nunca lo que se impone es potenciarla: primero, racionalizando los esfuerzos que, de forma no orquestada y aislada, han dado lugar a las más de 2.500 plataformas públicas de apoyo a los emprendedores que actualmente existen; y, segundo, incorporando las líneas de actuación que mejor están funcionando fuera de nuestras fronteras. Esta orientación no solo es plenamente compatible con el avance en la reducción de barreras administrativas; también lo es con la obligada búsqueda de la eficiencia del gasto público.



Afortunadamente, de las muchas y muy destacadas firmas que respaldan el reciente manifiesto «España Emprende» promovido por el Círculo de Empresarios, se desprende que la sensatez se acabará imponiendo a la iconoclasia que abrazan unos pocos que todavía se empeñan en ver un leviatán donde solo hay recursos mal gestionados.



Después de todo, lo público es como el aire en el que los emprendedores baten sus alas; guste o no, forma parte del marco institucional, y, si los resultados no son los esperados, es más inteligente abogar por su reforma que caer en la simple descalificación o pedir su desaparición. Porque, entre otras razones, y  como decía la canción del grupo mexicano Maná «quisiera vivir sin aire pero... no puedo.»

Iñaki Ortega, es doctor en economía y autor del libro "Políticas públicas para emprendedores"

lunes, 14 de noviembre de 2011

España Emprende, Start-up Spain

Llegamos con retraso, pero precisamente por este motivo estamos a tiempo de no llegar mal.

En los años 80,  se produjo un cambio de escala en las palancas de competitividad y empleo de las economías desarrolladas, y fue Estados Unidos el primer país en atisbar el nuevo paradigma. De hecho, ya en el cambio de década, los trabajos de D. Birch pusieron de relieve que, contrariamente a lo que se venía creyendo, no eran las grandes corporaciones las que más impulsaban el empleo, sino la empresa incipiente. 

En particular, la conclusión a la que llegó este investigador del MIT fue que el 80% de los puestos de trabajo que se creaban entonces debían atribuirse a PYMEs que no alcanzaban los cuatro años de antigüedad.  A la luz de estos resultados, el gobierno federal incrementó considerablemente su apoyo a la formación y expansión de start-ups, creando unos instrumentos financieros que, junto al capital privado, han hecho posible el desarrollo de tecnologías como el GPS, Internet o el wifi.


Recientemente, un estudio de la Fundación Kauffman ha corroborado ese papel estratégico que ha tenido la  iniciativa empresarial en Estados Unidos al concluir  que las empresas de reciente constitución están detrás de todo el empleo neto creado en las últimas décadas, lo cual no deja de ser una constatación de que la cultura del entrepreneurship ha ganado terreno durante ese tiempo a la del management. Esta forma de entender el mundo de la empresa es un valioso intangible puesto que los emprendedores tienen incentivos para ampliar la frontera de posibilidades de producción mientras que los directivos, más inclinados hacia la eficiencia, los tienen para operar dentro de ella –el éxito económico de Silicon Valley e Israel, los dos mejores ecosistemas para el emprendimiento a nivel mundial, son prueba de ello.

España, país donde tradicionalmente no se ha sabido valorar el potencial de la pequeña escala empresarial,  también ha empezado a dar importantes pasos en esa dirección. El Ministerio de Industria ha identificado, entre públicas y privadas, más de 2.500 plataformas dedicadas a la promoción del emprendimiento. Sin embargo, y pese a esta inflación de apoyos, la estrategia no está funcionando, como lo demuestra la vacilante marcha hacia la recuperación económica y, sobre todo, la cifra de cinco millones de parados. Y es que estos mecanismos ni han evitado la caído de la natalidad empresarial -más de un 40% desde 2007- ni han propiciado que las empresas creadas, salvo alguna notable excepción, posean proyección suficiente para acelerar la transición hacia una nueva orientación productiva.

El porqué de la ausencia de resultados hay que encontrarlo en la forma en que se ha implementado. Mientras que en Estados Unidos –dando un renovado impulso a la política de apoyo al emprendimiento- se ha lanzado Start-up America, siguiendo la experiencia chilena, un gran programa de colaboración público-privada entre el gobierno federal y las grandes empresas del país para canalizar y coordinar los esfuerzos dirigidos a los emprendedores, en España ha faltado orquestación entre administraciones y no se ha explorado lo suficiente la posibilidad de establecer  alianzas estratégicas con los puntales del tejido empresarial. Si se corrigieran estas deficiencias a buen seguro que las actuaciones realizadas acabarían teniendo el efecto multiplicador pretendido sobre el empleo y la innovación.

El difícil panorama financiero impone a la administración más ajustes prespuestarios, pero el establecimiento de puentes de colaboración con el sector privado, unido a una mayor coordinación entre instituciones, permitiría al gobierno que saliese de las elecciones del 20N seguir avanzando en el cambio de escala a través del apoyo a los emprendedores  sin necesidad de incrementar los recursos públicos que ya se destinan a este fin y, desde luego,  con mejores resultados.

España necesita más iniciativa empresarial, especialmente en sectores que, por ser intensivos en tecnología y conocimiento, tienen más recorrido, para que no volvamos a confundir, como durante el boom inmobiliario, progresar con crecer.  Para que haya verdadero progreso el emprendimiento de alto potencial debe ocupar su lugar como motor de la economía, de igual forma que la cultura del esfuerzo y el talento debe sustituir a la de la especulación y el subsidio. España necesita un plan España Emprende, un auténtico Start-up Spain, y cuanto antes lo tenga mejor.

Publicado originalmente El Confidencial

Promotores de la Iniciativa:
- Iñaki Ortega Profesor en la Universidad Rey Juan Carlos
- Javier Santiso Profesor ESADE
- Zaryn Dentzel Emprendedor TUENTI
- Gustavo Garcia Emprendedor BUYVIP
- Iñaki Arrola Business Angel y Chamberi Valley
- Luis Rivera Emprendedor Tetuan Valley

- Marek Fodor Business Angel y Seedrocket