(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 13 de enero de 2020)
Se cuenta que el origen de las básculas está
en Egipto, aparecieron hace miles de años por la necesidad de pesar con
exactitud piedras de oro. El sistema usado era muy precario, un brazo de madera
colgado de una cuerda con dos platos, uno en cada extremo; en uno se ponía la
mercancía y en el otro, diferentes pesas. El palo oscilaba si en los dos platos
no había el mismo peso; quitando y poniendo pesas se conseguía el equilibrio y
de paso el peso exacto.
Aunque las básculas ahora son
eléctricas, siguen siendo tan útiles como en la Antigüedad y más en estos días
de resaca navideña. Ocultas en los baños de las casas, las básculas en
enero son redescubiertas por miles de paisanos que les hacemos trabajar a
destajo. Con timidez y algo de miedo, una vez que pasa el día de Reyes, nos
atrevemos a subir a la báscula para después maldecir el resultado y
achacarlo o bien a la cantidad de ropa que llevamos encima, a la hora del día o
que el aparato ya no funciona correctamente. Al día siguiente, a hurtadillas,
repetimos la operación, esta vez nada más levantarnos y en pijama, logrando un
resultado similar. A la tercera va la vencida, tras dejar pasar unos días,
la báscula, testaruda, confirma que hemos cogido unos kilos en estas
fiestas. A partir de ahí, algunos esconden a los aparatos hasta el año que
viene, otros “torturan” durante meses a la báscula hasta lograr el
peso prenavideño.
La báscula solamente informa y
por eso si estás entre los que has tenido tentaciones de tirar la báscula a
la basura tienes que saber que la noticia, con o sin máquina en el baño, sigue
muy viva. Por eso, hoy quiero decirte que necesitamos muchas básculas, no
solo para medir tus excesos con la comida en estas fiestas, sino porque como
decía, hace dos siglos, el físico Lord Kelvin “lo que no se mide, no se puede
mejorar; lo que no se mejora, se degrada siempre”. Básculas que pesen
los “excesos” del número de ministros en el nuevo gobierno de España que
acabamos de conocer; básculas que pesen los “aumentos desorbitados”
de los sueldos de los altos directivos en comparación con los de los
trabajadores; básculas que pesen “las gruesas palabras” que cada vez
más se dedican los políticos en nuestro país; básculas que pesen “el
tiempo que pasamos en redes sociales” en lugar de estar con nuestros seres
queridos; básculas que pesen los esfuerzos que dedicamos a “nuestro
propio bienestar” frente a trabajar por un mundo sin que nadie se quede atrás.
Es casi tan vieja como la báscula, la
expresión “matar al mensajero, igual te acuerdas de que en la Antigua Grecia se
cortaba la cabeza a los heraldos que comunicaban malas noticias, generalmente
una guerra. Por favor, en este 2020, no “matemos” a ninguna báscula,
periódico, profesor, amigo o familiar que nos recuerde que algo no va bien.
Iñaki Ortega es director de Deusto
Business School y profesor de la UNIR
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