lunes, 14 de noviembre de 2022

Torturas en la contabilidad nacional

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico el día 11 de noviembre de 2022)

Se atribuye al economista británico Ronald Coase la repetida frase de que «si torturas los datos por suficiente tiempo, confesarán lo que sea». A este insigne miembro de la escuela de Chicago no le concedieron el Premio Nobel de Economía en el año 1991 por su ocurrente sentencia sino por demostrar la importancia de las instituciones en las transacciones.

Pero cómo no acordarse de Coase estas semanas en las que, para un mismo dato económico, la interpretación del gobierno difiere radicalmente de la del consenso de todos los analistas.

Los precios en octubre siguen al alza con un 7,3% y aunque llevamos 13 meses con subidas que superan el 5%, los mensajes triunfalistas desde las tribunas oficiales equiparan subir menos con bajar. Para el gobierno, España no tiene un problema de precios, pero sí Alemania e Italia, obviando que las medidas para luchar contra la inflación son europeas con la política monetaria del BCE.

La economía española arrastra los pies con una escuálida subida trimestral del 0.2% y el gobierno habla de la gran fortaleza de nuestra economía. Pero, aun así, el dato no es malo para el ministerio, porque a pesar de la guerra de Ucrania “la resistencia de la actividad española es sorprendente”. Del frenazo de las exportaciones y de la caída de la inversión no se habla porque para qué estropear un buen titular.

La tasa de desempleo aumenta hasta alcanzar un 12,6% o lo que es lo mismo casi 3 millones de españoles que quieren trabajar, pero no encuentran empleo. Y desde el Gobierno lo celebran porque justifican el aumento de la tasa de paro por mor de la matemática, ya que la tasa es un cociente y no solo aumenta el denominador -los parados- sino también el numerador - “fuerte incremento de la población activa”-. Eso significa que hay más personas buscando un empleo porque ha aumentado “la confianza de los trabajadores” en el mercado de trabajo.

El premiado economista con su flema inglesa, ante esta situación, hubiese bromeado con que alguien en el Ministerio de Economía está torturando al IPC, a la EPA y al PIB. Casi estoy viendo la imagen que tanto haría reír a Coase. En un remoto despacho del Paseo de la Castellana, técnicos comerciales del estado, nombrados por la vicepresidenta Nadia Calviño, aplicando electrodos, luces cegadoras y música ensordecedora a los pobres indicadores de contabilidad nacional que exhaustos acaban firmando una declaración sobre la buena situación de la economía patria. Ese siempre riguroso IPC, después de horas sin dormir, reconoce que, en España, con un 7,3% de inflación y una subyacente del 6,2%, no tenemos problemas con los precios por mucho que se haya aprobado una agresiva subida de los tipos de interés para toda la zona euro. El viejo pero confiable PIB no tiene otro remedio que confesar, ante la amenaza de más descargas, que, aunque no hemos recuperado los niveles pre-COVID el año que viene con una aumento -que nadie se cree- del 2% estaremos ya como en 2019. Y la pobre tasa de desempleo, agotada tras el interrogatorio, tiene que asumir el papelón de minusvalorar los más de 60.000 parados de este verano y poner en cambio el foco en los miles de empleos que se han creado por el sector público.

A Coase ya no le hubiera hecho tanta gracia los cambios en la dirección de instituciones como el Instituto Nacional de Estadística (INE) que emiten los principales indicadores económicos de nuestro país. Ni tampoco que instituciones como la AIREF haya puesto en solfa los informes económicos sobre los que se diseñan los presupuestos. No en vano el premiado economista fue el fundador de la conocida como Nueva Economía Institucional que defiende el papel clave de las instituciones sociales (leyes, contratos reguladores, supervisores y administraciones públicas entre otras) en el comportamiento de los agentes económicos. Imagino su cara de desagrado al contarle que en España el responsable del organismo público CIS es un militante del partido del gobierno que emite encuestas electorales que no coinciden con las de ningún instituto demoscópico. Pero ya le hubiera indignado sobremanera, a la luz de sus estudios sobre las leyes contractuales, conocer que las instituciones españolas no son capaces de desbloquear el gobierno de los jueces que sigue dependiendo de los partidos políticos.

Torturando la contabilidad nacional, los argumentarios de los consejos de ministros están consiguiendo mantener la vana ilusión de que la economía española está libre de problemas. Igual que los martirios del señor Tezanos a las encuestas acaban generando mayorías incontestables para su jefe de partido. Pero, esos suplicios a los datos, tarde o temprano se acaban descubriendo. Las medidas aprobadas por el Banco Central acabarán congelando definitivamente la economía continental; empezarán los despidos y ya no podrán pagar las hipotecas muchas familias. Al mismo tiempo llegarán las elecciones y las urnas dirán verdades y no deseos. Y los indicadores de contabilidad nacional recuperarán su tranquilidad y su fiabilidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la UNIR y LLYC

 

 

 


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