(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 31 de octubre de 2022)
Europa está enferma, vive una crisis económica que tiene por síntomas una inflación desbocada y crecimientos en el entorno de cero. Estanflación lo llamamos en la doctrina económica. Se han probado desde el Banco Central Europeo (BCE) tratamientos para bajar la fiebre de los precios y no han funcionado. Por eso hay que endurecer la terapia: de las aspirinas y antibióticos usadas hasta ahora con leves efectos secundarios se ha pasado a una agresiva quimioterapia (intereses que se han cuadruplicado en unos pocos meses y encarecimiento del crédito a los bancos) que puede frenar la inflación, pero que tiene un gravísimo efecto secundario. La consecuencia no deseada es parar la economía, porque con los préstamos caros se cae la inversión y el consumo privado, se desploman las hipotecas y y comenzarán las dificultades para las familias que verán como no pueden pagar sus obligaciones con los bancos o peor aún los despidos llegarán porque las empresas ya no aguantarán más.
Pero en España estamos a otra cosa. Solo en la semana pasada tres ejemplos para demostrar que en nuestro país hemos decidido hacer caso omiso de lo anteriores
Los precios siguen subiendo, un 7% es el dato de octubre, pero se traslada a la opinión pública como si fuese una buena noticia porque ya no estamos en dos dígitos de inflación. cuando lo que habría que celebrar sería que no crezcan los precios, no que aumenten menos que el mes anterior.
La economía española se arrastra por los suelos con una pírrica subida trimestral del 0.2% y el gobierno habla de la gran fortaleza de nuestra economía, ¿fuertes, cuando si se desglosa el dato se ve el desplome de la inversión y las exportaciones.
En verano, hemos disfrutado de una excelente campaña turística que no ha sido capaz de crear empleo neto y los ministros, a pesar del aumento del desempleo, nos cuentan que son positivos estos datos para el país ¿60.000 nuevos parados cada verano es lo que queremos?
Año tras año la educación financiera aparece como uno de los grandes lastres de nuestro bienestar. Una reciente encuesta demostró que más de la mitad de los españoles suspendemos en un sencillo examen sobre qué es la inflación o el interés compuesto. Estamos a la cola de los países desarrollados en este campo y eso tiene graves consecuencias porque aquí estamos menos preparados para afrontar las crisis ya que tomamos decisiones en épocas de bonanza, como endeudarnos o consumir en exceso, sin tener en cuenta que en el futuro habrá cambios de coyuntura y no seremos capaces de asumir esos compromisos. No entendemos nada de economía y acabamos tomando decisiones erróneas.
Pero qué podemos esperar si desde el gobierno y otros altavoces que priman más la ideología que las noticias veraces, se sigue alimentando la desinformación y lo que es más preocupante las falsedades al respecto del rumbo económico del país. La realidad es que hace unos pocos días el BCE ha anunciado la medida más dura de política monetaria de su historia, una decisión que a nadie le gustaría tomar. Esa quimioterapia que puede curar o matar.
Y entonces, cuando llegue ese
momento que todos tememos, las sonrisas, la vestimenta desenfadada y los
mensajes edulcorados de nuestros líderes se tornarán en gestos adustos,
corbatas negras, trajes oscuros e impostadas declaraciones, pero será tarde y
pagarán los de siempre, los que no saben diferenciar un tipo de interés simple
de uno compuesto.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
No hay comentarios:
Publicar un comentario