(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 8 de diciembre de 2022)
El uso de sustancias estimulantes para potenciar el rendimiento del organismo de un deportista está prohibido. Con los esteroides se consigue más musculatura, con la EPO eliminar la fatiga y con los narcóticos ya no hay dolor, pero no es legal ni ético y además perjudica la salud. El dopaje solamente está perseguido en el deporte, pero a la vista de los últimos indicadores económicos quizás se debería extender a la política económica.
Las cifras del desempleo registrado se desploman en España porque no se contabilizan los fijos discontinuos sin actividad o los empleados en ERTE que no están trabajando. Al mismo tiempo los cotizantes crecen con decenas de miles de empleos promovidos por el sector público. Se consigue artificialmente tener menos parados, muy parecido a los boxeadores que toman diuréticos antes de subirse a la báscula y así rebajar su peso.
Cuando los presupuestos generales del estado no cuadran porque los gastos superan los ingresos, basta con introducir en el cuadro macroeconómico un supuesto optimista de crecimiento del PIB del 2,1%, aunque todas las previsiones de los analistas lo sitúen en la mitad. De modo y manera que se consigue equilibrar la cuenta, pero eso sí, con los ingresos hinchados, como los músculos del atleta americano Ben Johnson cuando consiguió la plusmarca de los cien metros lisos, gracias a los esteroides.
Si los sueldos son bajos o nadie contrata a los mayores de 52 años, el BOE viene al rescate subiendo el salario mínimo interprofesional en más de un 30% o estableciendo a los seniors un subsidio vitalicio de 500 euros. Más deuda pública para evitar sentir el dolor de un tejido productivo que no crea empleo de calidad asfixiado por trabas e impuestos. Tampoco sentían dolor en sus piernas tantos ciclistas que recordamos -como el mítico Pantani- porque corrían dopados con anfetaminas pero que luego lo pagaron con sus vidas.
Si, aún así, los compromisos de gasto siguen creciendo fruto de las exigencias de socios insaciables y no hay ingresos que los soporten, siempre se puede recurrir a nuevos impuestos a la banca o a las energéticas. ¿Que no es suficiente? pues se inventa un tributo para los ricos o se suben las contribuciones a los empresarios. Da igual si son legales o no, incluso si finalmente no se recauda ni un euro tras ser desautorizada por los tribunales. Cuántos atletas se han quedado por el camino tras descubrirse por las autoridades que consumían sustancias prohibidas, pero la ambición por ganar les llevó a truncar sus carreras.
No es nuevo. La política monetaria del Banco Central Europeo con los tipos en negativo durante seis años permitió el dinero gratis para los bancos, alimentando enfermizamente una demanda continental. Ahora los fondos Next Generation EU, creen que harán posible lo imposible, como la soberanía industrial o la autonomía energética en Europa. Una lluvia de millones, esta vez sí caída del cielo, porque parece que es gratis. Todo cuesta y las reformas estructurales en nuestro país no se consiguen de la noche a la mañana. A la tenista María Sharapova y al ciclista Lance Armstrong sí les costó y mucho, usar atajos para ganar, y tras descubrirse nunca volvieron a ser los mismos.
Pero pobre del que se atreva a denunciar algo de la anterior, sea un funcionario, un economista o un político. Fascista, trumpista o catastrofista serán los calificativos recibidos, cuando no jubilado o despedido de su posición en la administración. Exactamente igual como cuando hace años un médico o un periodista descubrían el dopaje de un famoso deportista y eran linchado por lesionar el prestigio del ídolo.
La mayoría de las sustancias catalogadas como dopantes son medicinas utilizadas para aliviar enfermedades, por tanto, no son malas per se. Simplemente cuando se usan para otros fines o con otras dosis, es cuando son problemáticas. Exactamente igual sucede con la política económica. Los subsidios son necesarios para corregir fallos de mercado, la política fiscal garantiza la redistribución de la riqueza y la monetaria el acceso al crédito. Pero siempre con la dosis y con el fin adecuado, que en economía es la satisfacción de las necesidades humanas y no ganar elecciones.
Las leyes antidopaje tardaron en llegar, pero finalmente se consiguieron. Lo que antes era legal o por lo menos alegal, hoy está prohibido. Esperemos que más pronto que tarde, una ley impida también el dopaje de la política económica.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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