sábado, 27 de mayo de 2023

¿Puede presentarse Biden a la reelección?


(este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña el día 17 de mayo de 2023)

A finales de abril el presidente Biden anunció su intención de presentarse a la reelección. Inmediatamente se abrieron las compuertas de un edadismo embalsado en nuestra sociedad que ha arrasado a su paso con cualquier otro argumento. “El presidente más anciano que ha ocupado la Casa Blanca”, “el mandatario con achaques” y hasta “el político con demencia” han opacado la carrera impecable de servicio público de Biden. Edadismo o discriminación por la edad es un término que la RAE ha reconocido hace menos de un año. De alguna manera al incluirlo en el diccionario se ha constatado la marginación que sufren los seniors en nuestros días. A partir de una edad son invisibles para los contratadores y para los publicistas. En los peores momentos de la pandemia se les aplicó el triaje y ahora -visto lo visto- tampoco van a poder ejercer sus derechos civiles como presentarse a unas elecciones.

Churchill selló la paz de Yalta con más de 71 años, Adenauer siendo octogenario estampó su firma en el acta fundacional de la Comunidad Europea y la premio nobel Teresa de Calcuta con 82 años seguía cuidando enfermos y liderando las Misioneras de la Paz. Todos ellos vivieron en el siglo pasado cuando las tasas de esperanza de vida eran por lo menos veinte años menores que la actualidad lo que nos llevaría a colegir que la edad biológica de Churchill en ese momento serían como los 90 años de hoy y más de 100 la de Adenauer y Teresa de Calcuta.

Y es que los científicos diferencian la edad cronológica de la biológica. La primera es la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento. En cambio, la biológica es la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento, muy influida por el momento histórico en el que se viva. La escritora española Pardo Bazán muere con 69 años en 1921 pero la esperanza de vida entonces era de 40 años, de modo y manera que su edad biológica sería muy superior a la cronológica de entonces y si hubiese vivido hoy posiblemente alcanzaría los 100 años.

 

La Sociedad Geriátrica de Japón ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de la ancianidad y ofrecen argumentos a quienes desde la economía abogamos por redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como ancianos a los septuagenarios actuales. Por eso, en ese país, un comité ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez, para el grupo de supermayores, los que cuentan con más de 90 años. Antonio Abellán, investigador del CSIC suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser mayor no depende de la edad del DNI sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 años de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».

 

Los septuagenarios de hoy están mejor que nunca. ¿Alguien se atreve a dudar de la fuerza de Josep Borrell que con 76 años ha parado los pies  desde Europa al tirano ruso Putin? Carmen Martín Gaite escribió sus mejores novelas con más de setenta años.


En la Encuesta Nacional de Salud quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. Hemos ganado dos décadas de vida en apenas medio siglo. "La cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez o a la madurez». Yo lo tengo claro viendo a septuagenarios en activo como el psiquiatra Rojas Marcos o la catedrática Adela Cortina. ¿Acaso alguien ha dejado de ir a la consulta del doctor Guillen por mucho que supere los ochenta años? 

 

Es profundamente edadista, hablar solo de la edad de Biden y no de sus logros en este mandato. Poner el acento en sus arrugas y no en su experiencia. Fijarnos en su cojera y no en su resiliencia vital. Llamar la atención de sus equivocaciones, olvidando todos sus aciertos. La pregunta que tendríamos que hacernos no es si la edad incapacita al presidente sino si el mundo sería mejor sin Biden.

Todos los que defienden que los 80 años inhabilitan han de saber que con ese argumento Platón no hubiera enseñado a discípulos como Aristóteles, Miguel Ángel no habría terminado la Basílica de San Pedro, Saturno devora a sus hijos de Goya no existiría y muchas obras de Picasso o de Tapies no hubieran visto la luz. ¿De verdad queremos perdernos todo ese talento?

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

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