(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 17 de mayo de 2021)
Por eso, hoy te quiero hablar de
los chips. No de las patatas fritas de bolsa, sino de las diminutas placas de
semiconductores que están detrás de la mayoría de los aparatos. Coches,
ordenadores, lavadoras, móviles los usan, pero sobre todo las fábricas que
producen bienes de consumo dependen de ellos. Los chips se patentaron por la
empresa alemana Siemens en los años 50 pero la americana Intel fue quién los
popularizó con la famosa ley de su fundador, Gordon Moore. Este científico
convertido a empresario se atrevió a predecir en 1965 que cada año los microprocesadores
doblarían su capacidad y en cambio serían la mitad de caros. Esta ley se ha ido
cumpliendo y permite entender porque los baratos microchips han democratizado
el acceso a la tecnología, con internet como su mayor logro. Por si no lo
sabes, el principal componente de estas plaquitas es el silicio. Un mineral que
además es el elemento más abundante en la Tierra después del oxígeno. De ahí
que en California en los años 70 se bautizó como Silicon Valley al
territorio cercano a la Universidad de Stanford, dónde siguen estando las
empresas basadas en chips más importantes del mundo: Google o Apple, pero
también Hewlett Packard Enterprise o Tesla.
Hoy quiero contarte que a pesar
de que hay tanto silicio en el mundo, debido a que los productores de los
semiconductores se han ido deslocalizando a Asia, periódicamente hay
desabastecimiento. Y nunca ha sido tan grave como ahora. La conjunción de la
guerra comercial chino-americana, la crisis de los contenedores de Suez y la
reactivación tras el parón pandémico, han colapsado el mercado de
semiconductores. Empresas como Renault o Ford han tenido que parar por ello su
producción y aumentado pérdidas. Las consolas de Nintendo y PlayStation han
previsto fuertes caídas de sus ventas y hasta se ha retrasado el lanzamiento
del nuevo iPhone; no porque no tengan clientes, sino porque no hay chips.
Pero no siempre fue así. En los
años 70, el 90% de la producción de semiconductores estaba en Europa y Estados
Unidos. El presidente Joe Biden ha promovido Chips of América para
lograr una industria local de semiconductores que evite estar en manos de
terceros. En Europa a pesar de los esfuerzos de Macron seguimos sin entender
que sin industrias nacionales no hay soberanía. Invertir en ciencia, financiar
a nuestros emprendedores o promover ayudas para los productores locales son las
recetas que aquí no aplicamos. Por eso del “no hay respiradores” o “no hay mascarillas”
pasamos al “no hay vacunas” de este año. Condenados de por vida a la escasez,
por no actuar.
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la
Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
No hay comentarios:
Publicar un comentario