domingo, 2 de mayo de 2021

Luces y sombras en las canas

 (este artículo se publicó el día 1 de mayo en el diario La Tribuna de Valladolid, así como en la Tribuna de Salamanca y la Tribuna de Ávila)


La cohorte de edad que más ha padecido la Covid19 en términos de mortalidad ha sido la de los mayores de 60 años. Además, una gran mayoría de los fallecidos de esa edad, a lo largo y ancho del mundo, vivían en contextos institucionales. El impacto de la pandemia también ha puesto de manifiesto una preocupante discriminación de las personas adultas mayores -edadismo- en la gestión de la alarma sanitaria y una fragilidad de los sistemas de cuidados para los adultos mayores. Mediante un proceso cualitativo desarrollado en 2020 y un análisis de fuentes disponible para Europa, con especial foco en España, un equipo de investigadores, entre los que nos encontramos los firmantes de este artículo. hemos identificado los principales elementos a mejorar en la gestión de este tipo de crisis sanitarias.

Los centros residenciales, uno de los pilares del modelo de cuidados de larga duración, han evidenciado múltiples carencias. Al mismo tiempo, se observaron interrupciones en otros tipos de servicios, por ejemplo, en los centros de día, y la precariedad en la que se encuentra el empleo en el ámbito de los cuidados se ha evidenciado una vez más. El distanciamiento físico necesario para reducir el contagio se convirtió en distanciamiento social y consecuentemente en soledad para muchas personas mayores, con graves efectos en la salud mental y el deterioro cognitivo.

Así mismo se han señalado cuatro áreas de buenas prácticas que han permitido una atención a la dependencia en el contexto de la pandemia, aumentando la autonomía de las personas mayores en condiciones de seguridad para ellas y sus comunidades. A saber: la adaptación de los servicios residenciales, el potenciamiento de los recursos humanos, la adopción de servicios de apoyo al bienestar emocional de las personas mayores y la organización de iniciativas en el ámbito comunitario. Estas buenas prácticas están alineadas con tendencias de largo plazo en el sector del cuidado, hacia la creación de un modelo de atención centrado en la persona, donde los servicios se brindan en el hogar o con una personalización que apunta a replicar sus mismas en el contexto de una serie de oportunidades de creación de empleo y riqueza que se ha resumido en el concepto de economía plateada por el color del pelo de sus protagonistas.

No puede obviarse que la responsabilidad de los cuidados en el entorno familiar evoluciona sin camino de retorno: las mujeres, sostenedoras históricas de la vida doméstica, se han incorporado durante las últimas décadas a la vida laboral. Es a partir de estas circunstancias cuando los cuidados han empezado a salir del ámbito de la intimidad para convertirse en un asunto social, de responsabilidad compartida, que debe ser asumido, al menos en parte, por los poderes públicos. A su vez, el incremento de los hogares unipersonales está modificando de manera sustancial las relaciones de convivencia y también el modelo de transferencia de cuidados. Por otra parte, y relacionado directamente con la configuración de los hogares, la soledad aparece con fuerza en el grupo de población de adultos mayores, generando nuevas necesidades de intervención.

En este proceso, la pandemia de la Covid19 subraya la importancia de asegurar protocolos de atención que garanticen la seguridad y calidad en contextos residenciales, desarrollar políticas de recursos humanos que aumenten la resiliencia de los servicios, mejorar la coordinación con el sector salud, y aprovechar las tecnologías y las iniciativas comunitarias para complementar desde el punto de vista material y emocional. Estas líneas de reforma pueden aumentar la autonomía de las personas mayores durante situaciones de estrés como en esta emergencia sanitaria, y contribuir a construir mejores sistemas de servicios de atención en el mediano y largo plazo.

Algunas de estas conclusiones han sido compartidas con la Junta de Castilla y León; por ello señalamos a esta institución como una referencia en los conocidos como territorios amables con los mayores, a la luz de las palabras del vicepresidente Francisco Igea en un reciente seminario académico promovido por Deusto Business School y la Fundación MAPFRE. No nos cansaremos de insistir en que la gestión de los cuidados también son una fuente de generación de empleo y una oportunidad económica para los territorios que tomen las decisiones adecuadas desde el ámbito público y privado. Todas las previsiones indican que el número de adultos mayores aumentará considerablemente en los próximos años especialmente en las provincias castellanoleonesas y con ello se multiplicarán las situaciones de dependencia que han de obtener respuestas con nuevos bienes y servicios en el ámbito de una imprescindible economía plateada.

Iñaki Ortega es profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

Marco Stampini es investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

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