(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de España el día 30 de junio de 2023)
En España tenemos nuestra versión local de esta mítica frase. “Mas Soria y menos Siria” parece que fue dicha por el ministro Posadas a José María Aznar para reclamarle más atención a los asuntos locales que a la agenda internacional. El consejo del viejo amigo del presidente funcionó porque el PP ganó esas elecciones con una aplastante mayoría absoluta. No se si en la planta séptima de la sede de Génova 13, algún asesor ha pintado esa frase en alguna pizarra ante la obsesión por las citas en el extranjero del presidente Sánchez, pero de lo que estoy seguro es que tampoco estará la sentencia de Carville.
La economía española dispone de unas cifras macroeconómicas que Alemania envidiaría. Un PIB que crece al 2%, un empleo que no deja de crecer hasta rozar los 21 millones de cotizantes y sobre todo una inflación en el entorno del 3%. Si a esto añadimos un sector exterior pujante con exportaciones rompiendo techos históricos, los guarismos son para enmarcar. Quizás por todo lo anterior alguien ha querido resucitar esa campaña de Clinton, aunque igual antes de ponerse a imprimir carteles hay que recordar que las variables macro se complementan con los datos de déficit y deuda en los cuales estamos entre los cuatro peores países de la Unión con un 113% de deuda respecto al PIB y cerca del 5% de déficit. Lejos de las recomendaciones del 60% y el 3% respectivamente. Aunque no lo diga el cuadro macroeconómico, en la cabeza de todos los analistas y en los bolsillos de los españoles está que seguimos sin alcanzar el nivel de PIB prepandemia o lo que es lo mismo que hemos tirado a la basura tres años de nuestra economía. El Banco de España lo acaba de contar de otra manera, pero no menos dramática: la riqueza per cápita española sigue por debajo de la europea y no hemos reducido ni un euro en los últimos tiempos la brecha con nuestros vecinos.
En primero del grado de economía enseñamos que la microeconomía estudia variables individuales, mientras la macroeconomía se centra en las variables agregadas o nacionales. A la micro lo que le interesa no es la deuda de España sino la deuda de los españoles; le ocupa no la renta del país sino la renta de los paisanos; le obsesiona no la inflación nacional sino las inflaciones sectoriales. La microeconomía analiza las decisiones de los agentes individuales, por qué se compra, por qué se busca trabajo o por qué se pide un préstamo. Y ahí es donde el balance de estos años de gobierno no se sostiene. La comida desde la pandemia ha subido un 27%, las hipotecas un 361%, el paro no ha bajado si descontamos los fijos discontinuos, el empleo creado es de menor calidad por la cantidad de horas contratadas, la presión fiscal ha subido más de un 20% y por todo lo anterior el poder adquisitivo del españolito medio ha caído más de un 5%. Si a esto sumamos que las ayudas sociales no llegan a los hogares -como ha confirmado la AIREF- y que las pymes no han ingresado nada del supuesto maná de Next Generation, el balance individual para los españoles es lamentable.
No tengo claro que el equipo de campaña de Ferraz se atreva a poner un letrero que rece “Es la microeconomía, estúpida” por temor a la reacción de la aludida y su mentor, pero en muchas agrupaciones locales del PSOE lo estarán pensando cada vez que la ministra de economía se vanagloria de su gestión. Al mismo tiempo a Nuñez-Feijóo -que entre su círculo de confianza tiene muchos aznaristas- seguro que le ronda en la cabeza la frase del ministro soriano y quizás la haya adaptado con su pragmatismo a “Menos macro y más micro”. Sea como fuere, la campaña electoral no será la de los indicadores económicos sino la de los indicadores de cabreo y en estos tampoco puede hacer un buen balance el gabinete de Sánchez ya que es difícil encontrar un colectivo a su derecha y a su izquierda, nacionalista o españolistas, en las pymes o en las grandes empresas que no fume en pipa esta temporada.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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