(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 5 de abril de 2021)
Ahora te pido que reflexiones si
no te has sentido alguna vez como ese carguero. Atascado. Sin poder avanzar ni
retroceder. Hundido. En un problema que no te deja reaccionar. Bloqueado.
Porque no puedes o no sabes salir de una situación que te deja sin capacidad de
reacción. Superado. Por el peso de una persona tóxica o unos jefes ausentes.
Encallado. Sabiendo que cada semana que pasas sin poder salir, estás perdiendo
tú y los tuyos. Atorado. Porque te has empeñado en salvar un empleo o una
relación que no lo merecía.
La vida, como a los barcos, nos
lleva a navegar con el viento a favor y por aguas placenteras. Pero en
ocasiones, los vientos rolan y la corriente te arrastra. El barco Evergreen
estaba diseñado para todo ello, pero aun así encalló. En lo laboral pero también
en lo personal, nos preparamos durante años para no fallar. Incluso sin cometer
error alguno, en ocasiones factores exógenos, como la tormenta de arena de
marzo en Suez, te dejan varado. Es literalmente imposible gestionar todas las
eventualidades, por eso es mejor centrarte en tener un buen desempeño, no dejar
de capacitarte y hacer el bien a tu alrededor porque eso te protegerá para
cuando vengan malas.
En una larga carrera laboral,
como las que viviremos los nacidos después de 1970, habrá tiempo para fracasos,
pero también para éxitos; para velocidad de crucero de la mano de buenas
empresas y naufragios promovidos por decisiones miopes. Steve Jobs al agradecer
el doctorado honoris causa por la Universidad de Stanford, resumió su exitosa
carrera en la frase “conectar los puntos”. Para el fundador de Apple en una
vida hay sucesos que te marcan para bien o para mal que no lo sabes cuando te
suceden. Solamente cuando pasan unos años y miras para atrás, te das cuenta de
que todo cobra sentido y tu realidad es la que es gracias a esos sucesos
pasados.
Ahora, cuando encalles en el
futuro, que lo harás, recuerda cómo ha sido liberado el buque del canal
egipcio. Primero eliminando el exceso de peso de la cubierta que le impedía
maniobrar con agilidad, segundo con la ayuda de muchos pequeños remolcadores
que lograron enderezar el rumbo y tercero gracias a sus propios medios ya que
la tripulación y el propio buque disponían de la mejor preparación.
Iñaki Ortega es doctor en
economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja-UNIR-
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