(este artículo se publicó originalmente el día 25 de marzo en el diario 20 minutos en la sección de opinión)
Todas las semanas, casi todos los
días alguien me dice “no me trates de usted”. Si no es el conductor del
autobús, es mi compañera de pilates o un alumno en clase. Lo siento, me educaron
así. Recuerdo aquellas interminables diatribas después de cenar en las que mi
padre, castellano de Soria, no entendía porqué mi madre, vasca, trataba a todo
el mundo de tú, aunque no le conociese. Para mi padre era incomprensible la
confianza del tuteo con un desconocido. El usted, era una barrera a interponer
ante el desconocido pero también una muestra de respeto, sobre todo, a la
autoridad, fuese mestro, policía o anciano. De eso te quiero hablar hoy.
La semana pasada se celebró el
Día Mundial de la Felicidad y con ese motivo leí un informe de UCLA que situaba
el secreto para ser felices en las palabras, en la capacidad que tenemos para
dar sentido a las emociones por medio de lenguaje. Lo llaman granulidad
emocional o lo que es lo mismo la capacidad para nombrar con precisión lo que
sentimos en un determinado momento. De eso modo, dice la universidad
californiana, ayudamos a nuestro cerebro a generar sentimientos más adaptados a
nuestras emociones, acercándonos a la felicidad. La verdad es que me quedé
sorprendido porque conocía indicadores como la riqueza, el clima, la dieta y
hasta el amor en pareja para medir la felicidad, pero eso del lenguaje era
nuevo para mí. Dándole vueltas me di cuenta que era cierto que algunas palabras
me hacían sentir bien. Tratar de usted al revisor del metro o dar las gracias
por un buen café, me gusta y por eso sigo haciéndolo aunque ya no se estile.
Entonces, a modo de prueba de concepto, consulté en la universidad a mis
compañeros qué palabras les hacían felices. “Vacaciones” y “descanso” salieron
varias veces, pero también “por favor” y “sonrisa” por parte de las personas que están de cara
al público. Nadie dijo “alumno” y tampoco “cliente”. Llegué a casa ansioso por
seguir con el experimento y pregunté a mi mujer y a mis hijos. “Verano”,
“amigos” así como “mar”, “campo” o “planazo” engrosaron la lista. Los niños
añadieron “futbol”, “pizza”, “albóndigas” y el maldito videojuego “fornite”.
“Dinero” no surgió espontáneamente. Finalmente a punto de dormirme apunté en
las palabras felices “rodaballo” “bicicleta” y “viernes”.
Por la mañana con la mente más
despejada encontré el proyecto de Tim Lomas, un profesor londinense de
psicología, que con el nombre happy words,
está recolectando palabras en 50 idiomas diferentes para expresar sentimientos
y experiencias positivas que te acercan a la felicidad. En español aparece
“fiesta” y también “gratis” como este periódico que tienes en tus manos. Yo ya
me he convencido de esta teoría americana de la felicidad por eso solo te pido
que pruebes y verás cómo hay una palabra que te arranca siempre una sonrisa:
eso te acercará a la felicidad.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la
UNIR
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