(este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Correo el día 23 de noviembre 2015)
Vivimos en tiempos de revolución tecnológica, las clásicas barreras que impedían el acceso universal al conocimiento y al capital se están derrumbando, los cambios ya no vienen de arriba sino, por fin, de muchas pequeñas actuaciones sistémicas.
Vivimos en tiempos de revolución tecnológica, las clásicas barreras que impedían el acceso universal al conocimiento y al capital se están derrumbando, los cambios ya no vienen de arriba sino, por fin, de muchas pequeñas actuaciones sistémicas.
El
emprendimiento representa esa capacidad de cambiar las cosas y ha mostrado a lo
largo de la historia, tal y como atestigua el informe GEM (Global
Entrepreneurship Monitor), el potencial suficiente para reducir esa brecha
siempre y cuando sea capaz de evolucionar desde sus formas más primarias:
autoempleo y emprendimiento de necesidad, hacia proyectos empresariales basados
en la innovación, como auguró el siglo pasado el economista austriaco
Schumpeter.
Por suerte en el País Vasco, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de
prácticamente todas las instituciones públicas y privadas. Pero apoyar a las
nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de
emprendimiento esté bien hecho. Las experiencias de éxito en territorios tan dinámicos como Israel, Dinamarca o Canadá y el riesgo de una cierta burbuja en
este terreno por la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el
seguimiento de la regla de las tres Es para todos
aquellos que en Euskadi quieran ayudar a los nuevos empresarios.
Primera E. Estorbos. Gaspar de Jovellanos, dejó escrito que la más
importante tarea de las leyes era levantar los estorbos que impedían que la
actividad económica fluyese. Más de dos siglos después de su cita, eliminar
obstáculos a los emprendedores ha de ser la principal tarea de cualquier
programa en la materia. Por lo primero es preguntar a los emprendedores cómo se
les puede hacer la vida más fácil, qué trabas quitar que les impidan crecer.
Segunda E. Emprender ligero. Las nuevas empresas que están
revolucionado industrias como el turismo, el trasporte o la telefonía aplican
en su gestión la filosofía lean startup.
Podríamos traducirlo como “emprender ligero” puesto que la clave para estos
visionarios es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán
respuesta positiva por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el
rumbo del proyecto sin grandes trastornos. Esa coherencia ha de aplicarse
también a los recursos dedicados a los emprendedores por las instituciones:
programas ligeros que solo crecen si son exitosos, es decir si tienen respuesta
positiva de los beneficiarios, que es la validación del mercado.
Tercera E. Ecosistema. Los ecosistemas de la naturaleza son una serie de
cadenas de interdependencia. En economía los ecosistemas emprendedores son la
clave para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo.
Cualquier programa de intervención en este terreno ha de fortalecer ese
ecosistema y no romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones
del conocimiento, administraciones públicas, grandes empresas y los propios
emprendedores. Buscar el protagonismo unilateral es síntoma de que no se está
respetando la tercera E.
El profesor de la Universidad de Toronto Richard Florida considera que en
la sociedad del conocimiento que vivimos, los innovadores, “las clases
creativas”, son el principal motor económico. La clase creadora incluye
intelectuales, artistas, ingenieros o emprendedores. En su libro “Cities and creative class” incluye
datos estadísticos que respaldan su idea de que las ciudades que atraen y
retienen miembros de la clase creadora prosperan mientras que las que no lo
hacen se estancan. De acuerdo con sus conclusiones la mano de obra yo no sigue
a las empresas sino que son las propias empresas las que siguen a la mano de
obra.
Lo más novedoso del profesor Florida no es señalar que la clave del éxito está
en el talento, ya que su aportación al desarrollo económico de las sociedades
había sido estudiada por buen número de autores. Lo más original es que a
diferencia del factor productivo tradicional, la tierra, no constituyen una
simple dotación, un stock que viene dado por las características de una
determinada sociedad sino un flujo. Se trata de elementos altamente móviles que
se desplazan de un lugar a otro. La clave para atraer y retener ese talento
está en la tolerancia y la calidad de vida. De esta manera las regiones
abiertas, diversas, respetuosas y tolerantes serán las más exitosas.
En 2008, con la amenaza del terrorismo etarra todavía presente, escribí un
artículo también en El Correo en el que me lamentaba de que en el País Vasco de poco servía dedicar
esfuerzos a favor de la innovación si no cumplíamos la regla básica del
profesor Florida: la tolerancia. Hoy, siete años después, ya no tenemos
excusas.
Iñaki Ortega es doctor
en economía, profesor de la Universidad de Deusto y director de Deusto Business
School en Madrid.
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