(este artículo fue publicado originalmente en el periódico ABC el día 6 de septiembre de 2015)
Son muchos los tópicos que han triunfado
criticando nuestro sistema económico. Uno de los errores más comunes a la
hora de referirse al capitalismo es identificar esa forma de organizar la
economía con un sistema dominado por grandes empresas y poderes fácticos. En
cambio, si analizamos los territorios más dinámicos del mundo con eficientes
economías de mercado, como Dinamarca o Canadá, veremos que disfrutan de lo que se ha venido a llamar capitalismo emprendedor.
Alfred Marshall. allá por el 1890. situó a
los emprendedores como el cuarto factor de producción por encima del capital,
la tierra y el trabajo. Para este economista la actividad del empresario era
clave como proveedor de bienes para la sociedad pero también como fuente de
innovación y progreso. El austroamericano Schumpeter. dos décadas después. consideró
a los emprendedores vehículos de innovación puesto que generan nuevos
productos, nuevos métodos de producción, nuevos mercados y nuevas formas de
organización. Gracias a estos dos autores hoy sabemos que no existe capitalismo
sin los emprendedores ya que son el vehículo en que las ideas se implementan y
por ello, los agentes más importantes en la creación de nuevos empleos, lo que les ha convertido en el motor del
desarrollo económico-social y del progreso en la nueva economía.
De hecho, en la literatura de la política
económica, se considera la primera ley de apoyo a los emprendedores, la Sherman
Antitrust Act de 1890 en los Estados Unidos de América, precisamente, porque
pretendía luchar contra la existencia de unas pocas grandes corporaciones que
impedían con su capacidad de decisión que surgiesen y creciesen nuevas y
pequeñas empresas.
En nuestro país, el encomiable trabajo,
desde su creación en 2013, de la Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia (CNMC) con el profesor Marín Quemada al frente, nos recuerda con su
expedientes sancionadores contra los acuerdos colusorios de las grandes
empresas, caiga quien caiga, que nuestra economía aun necesitaba reformas y
actuaciones públicas que defiendan a los propios empresarios.
La doctrina económica explica que la
situación ideal para una economía es la de competencia perfecta, puesto que
maximiza el bienestar de todos los agentes implicados. Sin embargo, y está
podría ser la segunda más repetida mistificación respecto al capitalismo, son
los impersonales y descarnados mercados los que deciden todo en nuestra
economía. Nada más lejos de la realidad, lo más democrático es el
funcionamiento de la economía de mercado, donde mediante el acuerdo entre
muchísimos oferentes y demandantes, se decide la asignación de los
recursos. Y esa grandeza se alcanza siempre que se respeten las cuatro
condiciones de la competencia perfecta, a saber, la no existencia de barreras
de entrada ni de salida, la permanencia de un número elevado de productores que
ofertan y consumidores que demandan y por último que todos esos dispongan de la
misma información.
Pero no solamente lo económico está
abonado para los clichés. El sistema político de España, modelo estudiado en
medio mundo con la Transición como paradigma, está padeciendo en los últimos
tiempos los efectos de la demagogia. Nuestra democracia ha pasado a ser, al
parecer, un cúmulo de imperfecciones. No obstante, las condiciones para
alcanzar el bienestar en una economía, que acabamos de ver, nos pueden servir
de guía para chequear el estado de la política patria.
Libertad de entrada y salida. La fácil irrupción de nuevos partidos
políticos en nuestro país con Podemos y Ciudadanos como máximos exponentes
demuestra la buena salud de un sistema que no impide nuevos actores sino, al
contrario, lo favorece. A su vez la salida de aquellos que no responden a las
expectativas de los electores, como el previsible caso de UPyD, también da
cuenta de un sistema que fomenta la excelencia porque nadie está libre de
quedarse fuera si baja la guardia.
Muchos oferentes y demandantes. El estudio de los resultados de las últimas
elecciones de ámbito estatal, las europeas de 2014, donde obtuvieron
representación diez partidos políticos, destierra el runrún de un supuestos
bipartidismo. A su vez solo en 2014 y 2015 la convocatoria de cuatro citas
electorales: europeas, andaluzas, catalanas y generales, constata un sistema
que no se limita a encuestar a la población cada cuatro años.
Igualdad de información. Acceso a los medios de comunicación y en segundo
lugar capacitación para interpretar las demandas de los votantes y actuar en consecuencia, podrían ser
variables que nos ayuden con este último índice de la salud de nuestra
democracia. Sin necesidad de grandes análisis puede afirmarse que cualquier residente en nuestro país ha
disfrutado de pluralidad en las apariciones de los agentes políticos en los
mass media en los últimos tiempos, lo cual precisamente está ayudando a los
buenos resultados que se esperan de los partidos emergentes.
Por último hay que destacar que somos un
país donde el sector público tiene un peso muy importante. Nuestra Constitución,
definiendo España como estado social y de derecho, marcó el camino de unas
políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades y luchen contra la
exclusión. Hoy el gasto público supone en el entorno de la mitad de toda la
riqueza generada en España en un año y pone de manifiesto que gestionar esa
ingente cantidad de recursos exige, además de voluntarismo, capacitación.
Implementar el destino de 500.000
millones de euros hace preciso cuadros con conocimiento de las herramientas
para su gestión. Dominio de las políticas públicas, manejo de los ratios de
evaluación, aprendizaje de las mejores prácticas mundiales, seguimiento de las
últimas tendencias,…La experiencia en el mundo privado sin duda es un ventaja
para ello y también la capacidad de estudio de los profesionales que proceden
de la universidad, pero no es suficiente para enfrentarse a esa ingente cantidad de recursos y sobre todo
a las altas expectativas de la ciudadanía. El sector público tiene sus propias
reglas y lo que puede hacerse sin problemas en una empresa es inviable así como
lo que aguanta un informe académico, en la administración no supera el primer
control.
Esto no quiere decir que los asuntos
públicos hayan de dejarse en manos de altos funcionarios públicos sino que
tenemos que ser capaces de hibridar lo mejor de esos mundos: el activismo
político, la innovación empresarial y el rigor de la función pública. Hace unos
años el economista americano Holcombe introdujo el concepto económico de
emprendimiento en la política y definió el político emprendedor como aquel que está
siempre alerta para captar oportunidades que le permitan conseguir la
eficiencia en las actuaciones públicas y la consecución de la redistribución de
la riqueza.
La propia Real Academia de la Lengua al
definir la palabra competencia con dos acepciones claramente diferenciadas nos
ha dado la pauta a seguir en los próximos tiempos. Tenemos que competir,
rivalizar por ganar, por ser mejores y por poder poner en marcha nuestras ideas
pero tenemos que hacerlo con las competencias, aptitudes y pericias adecuadas.
Iñaki Ortega es profesor de Deusto
Business School y Marta Muñiz es profesora de ICADE Business School. Estas dos
universidades imparten conjuntamente el PLPE, programa de liderazgo público en
emprendimiento e innovación, en el que se han
matriculado políticos de los cuatro grandes partidos españoles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario